La verdadera vida es tan a menudo la que no vivimos...
Oscar Wilde
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El diario de lo extraordinario
Abrió los ojos asustada, pero no se movió, aquella pesadilla la había despertado muchas noches y ya no la hacía hiperventilar o saltar de la cama. Se dio la vuelta y cerró los ojos de nuevo, se preguntó si levantarse serviría de algo, si continuar con su vida merecería la pena. La idea de morir la asustaba, pero sólo el pensar en vivir así otro día más la aterraba; sólo habían pasado dos meses pero cada día sobrevivir era más insoportable y el suicidio más atractivo. Abrió los ojos y observó las pastillas encima de la mesita, otra vez se preguntó cómo sería la muerte, si sería un eterno sueño, si ya no sentiría más dolor. Inconscientemente su mano se acercó al bote de pastillas, sabía que sería fácil, cerrar los ojos y dormir de nuevo, pero esta vez sin pesadillas. Algo la distrajo, un sonido, un móvil vibrando, una alarma; su mente se alejó del más allá y se centró en el aparato electrónico que no dejaba de pitar. Era un recordatorio y la vista se le nubló por el llanto nada más ver la fecha, sin leerlo sabía perfectamente qué había escrito en la pantalla: "El diario de lo extraordinario."
Los recuerdos la envolvieron con fuerza, a su mente vino la imagen de cada momento a su lado, de cada sonrisa, de cada caricia, de cada beso... No podía soportarlo, demasiados momentos felices que ahora parecían un lejano sueño. No quería ver ese archivo escondido en su ordenador, no quería leerlo, no quería recordar, pero debía hacerlo, era día 2. Secándose las lágrimas abrió el portátil, buscó el archivo con el mismo nombre de la alarma y pulsó dos veces con el ratón; allí estaba, un recordatorio más de lo que había perdido, a pantalla completa. Aún recordaba exactamente el momento en el que se derrumbó y él la levantó de nuevo, obligándola a escribir diariamente las cosas buenas del día en aquel diario. De aquello habían pasado años, pero lo seguían haciendo, juntos, hasta el accidente.
Al releer y rememorar todo otra vez casi se derrumbó de nuevo, casi... Porque pensó en todos los esfuerzos que había hecho él para que eso no sucediera, todo lo que la había ayudado para no dejarla pasar por una depresión otra vez. El ánimo se le subió y empezó a recobrar un poco de vida, muchos rostros pasaron por su mente, personas conocidas y queridas, personas que la cuidaban. Sí, tenía mucha gente que aún seguía a su lado, que no la había abandonado y empezó a sonreír por primera vez en meses. La vida regresó a ella, el deseo de divertirse, de vivir experiencias, de cumplir sueños... De seguir adelante, por él. Ella aún podía disfrutar del mundo, vivir, y esa fue la primera vez que le entraron ganas de hacerlo, no sólo por él, que ya no podría disfrutarlo, también por ella. Deseaba levantarse por las mañanas y salir al mundo, sin penas ni lágrimas, quería volver a tener esperanza.
Se limpió las lágrimas y escribió de nuevo en el diario, sorprendiéndose de las cosas buenas que habían pasado a su alrededor aún con el accidente, cosas de las que no había sido consciente hasta ese momento. Sus amigos habían seguido a su lado, visitándola todos los días y tratando de animarla, aunque ella no los escuchara ellos habían seguido allí, sólo al recordar eso merecía la pena seguir contando su historia en aquel diario. Con una sonrisa apagó el ordenador y se incorporó en la cama, al sentarse tuvo la misma extraña sensación de cada día desde el accidente, pero esta vez simplemente sonrió con cariño mientras acariciaba el lugar donde dos meses atrás estaban sus piernas. Con ayuda de las manos se sentó en la silla de ruedas y salió de la habitación, dispuesta a enfrentarse a un nuevo día, aunque esta vez sus ojos brillaban de vida.
