Capítulo 1. El regreso.
Una carcajada irrumpió el salón principal de la casa, seguida de varias risas disimuladas y otras no tanto.
"Ven hija, escucha el chiste del rabino y el ciego" dijo Rafaela.
"Mamá no es momento para chistes, voy a la cocina a ver si la Nana necesita algo." respondió Julia, mientras se dirigía hacia la cocina.
A los ojos de cualquier persona esta parecía una noche de fiesta en casa de Las Aparicio, con gente entrando y saliendo desde temprana hora. Pero esta no era una noche usual en casa de una de las familias más reconocidas en el país y Julia, la menor de la familia lo sabía.
Si algo sabía Julia, es que Las Aparicio eran conocidas en la sociedad mexicana, pero no era por la riqueza que habían acumulado gracias a los negocios cafetaleros de Rafaela, la matriarca de la familia; tampoco por el glamour de su hermana, Mercedes, quien en múltiples ocasiones había posado junto a su esposo e hija en la portada de las mejores revistas de sociales como la esposa de Raúl Santillana, uno de los abogados más implacables del país. También sabía que no era por su propia y reciente incursión en la televisión con lo que comenzaba a dar asomo de un talento próximo a convertirla quizá en una estrella juvenil. Y no… tampoco debían su reconocimiento a Alma, la mayor de sus hermanas, cuyo rostro se volvió famoso por el escándalo en el que años atrás se vio envuelta debido al asesinato de su marido Máximo y su posible conexión con el crimen organizado; aunque en cierta forma, Julia sabía que la muerte de Máximo sí tenía algo que ver con esa fama que acompañaba al apellido Aparicio.
Si algo sabía Julia y lo tenía muy claro es que las Aparicio eran conocidas, y mucho, por algo: la muerte de sus hombres. La Maldición Aparicio, como se decía, ronda a la familia por años, no hay hombre alguno que resista junto a estas mujeres implacables, invencibles, intocables sin que encuentre de por medio la muerte. La Maldición Aparicio, cuenta la leyenda, obliga a estas mujeres a vivir sin hombres a su lado porque la muerte se los arrebata, esa maldición que, cuenta la leyenda, las mantiene en un mundo en el que no pueden vivir sin ellos, y ellos, sin embargo, no tendrían vida para vivir con ellas.
Y es aun, con Maldición y sin ella, que empeñada en hallar el amor, Julia busca, anhela, añora el amor. La verdadera pregunta en este caso sería si es al lado de un hombre que lo encontrará.
Las risas del salón se detuvieron súbitamente cuando entró Mercedes. Las miradas de todos sobre ella fueron demasiado y prefirió darse la vuelta para ir a la cocina.
"Meche, ¿quieres algo de cenar? No has probado ni un bocado en todo el día" preguntó Julia algo preocupada, Su hermana parecía estar totalmente en estado de shock desde la noticia y temía que pudiera repercutir de alguna manera en su estado de salud.
"No Jul, gracias, mejor se lo llevo a Isadora, ella es quien necesita tener energía".
"Mercedes, acaba de llegar Claudio, necesita hablar contigo para que se lleven a Raúl", dijo Armando al entrar a la cocina.
"Gracias Armando", respondió Mercedes limpiándose las lágrimas de los ojos. Tomó un plato con comida y salió a recibir a Claudio.
Fue hasta que Mercedes salió de la cocina que Julia soltó en llanto "¿Estás bien amor?" preguntó Armando mientras la abrazaba.
"¡Es que no es justo! ¿Hasta cuándo Armando? ¿Hasta cuándo nos dejará en paz esta maldición? El padre de Alma y Mercedes, mi padre, Máximo y ahora Raúl. ¿Por qué los hombres de nuestra vida no pueden quedarse en ella?"
Armando no supo qué decir, sabía que él podría ser el próximo, si es que acaso creía en la supuesta maldición Aparicio. Un beso en la mejilla fue su mejor respuesta.
"Será mejor que vayamos con Mercedes, quiero estar ahí cuando se lleven el féretro de Raúl" dijo Julia algo más tranquila. Antes de dejar la cocina, tomó la mano de Armando y le dijo casi susurrando "Gracias, gracias por estar aquí conmigo, no sé lo que haría si no estuvieras aquí."
Salían de la cocina para dirigirse al fondo del salón principal donde se encontraba el féretro de Raúl - esposo de Mercedes, muerto de un infarto en su propia oficina - cuando los ojos de Julia se toparon con quien menos pensó ver en ese día.
"¿Mariana? ¿Qué haces aquí?" Preguntó sorprendida Julia.
Mariana soltó la maleta y apresuró su paso hacia donde estaba Julia. "No podría estar en otro lado, tenía que venir" respondió Mariana antes de darle un abrazo a quien fuera su mejor amiga de la infancia. Una sonrisa iluminó el rostro de Julia, quien respondió el abrazo de Mariana como un niño que abraza el juguete favorito que alguna vez creyó perdido.
Armando permaneció inmóvil algo confundido con la escena mientras las dos amigas compartían una sonrisa entre lágrimas.
