Los límites del silencio
Esta historia es parte de los desafíos del Bosque Encantado del foro "Bienvenidos a Storybrooke".
Disclaimer: Nada me pertenece. Todo es propiedad de ABC Studios.
He puesto los nombres como se escriben en su idioma original porque no me gusta como suena en español. Lo que está en cursiva son diálogos de la serie.

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Si le preguntaran cual es el dolor más grande que pueda sentir diría, sin pensar, que es el de perder a su hija.
Haberla puesto en ese armario mágico fue algo que te hace preguntarte si hiciste las cosas bien o mal.

Pero hubiéramos estado juntos, ¿qué maldición es peor?
Después de casi tres décadas separados finalmente estaban juntos. En sus últimos momentos imaginaba los escenarios en los que ella los encontraría.
Ninguno de ellos se acercaba a la realidad.
Ni ella o David se trataron sus lágrimas la primera vez que la vieron. A pesar de todo ya eran una familia.
Pero Emma no era feliz.
No importan las circunstancias, por veintiocho la única cosa que supe es que mis padres me abandonaron.
Como sus momentos de paz eran contados viviendo en una ciudad con magia era muy difícil para los Charming tratar de que su hija levantara sus barreras y los dejara entrar. Hay días que pareciera que solo había lugar para Henry. Trataba de evitar que el egoísmo la consumiera cuando la veía con su hijo; Snow también quería que Emma la abrazara de la misma forma que a él. Quería que la mirara igual que a él: con amor. Quería que rieran juntas. Quería que sus desayunos en Granny's fueran igual.
Entonces llegó Neverland y junto con eso la cueva del Eco.
Escuchando la declaración de amor de Hook hacia su hija se armó de valor para abrir su corazón.
Juró que en ese momento parecía buena idea.
Lo peor de perder a tu hija y volver a reencontrarse es que ella no parezca querer hablarle más de lo necesario.
Hay días que prefería ser nuevamente Mary Margaret. Hay días en los que Emma parecía querer más a Mary Margaret que a su madre.
Nos lo perdimos, David. Su primera palabra, su primera sonrisa. Nos perdimos todo.
Otro hijo.

Snow quería otra oportunidad.

No pensó que sus palabras hicieran que su hija (la que de verdad estaba) lo tomara mal. ¿Aunque quién podría culparla? Creció en un mundo donde si eres lo suficientemente grande eres reemplazado por un bebé. Alguien más joven. ¿Cuántas veces no tuvo que pasar lo mismo con su hija? Imaginaba a una pequeña niña menuda empacando sus cosas diciendo adiós a una de las pocas familias que la habían aceptado para luego despedirse de ellos. La misma imagen de la chiquilla rubia con sus ojos cada vez más tristes.
Después de regresar con Henry a salvo Emma se veía cada vez más distante. Odiaba la forma en la que los panqueques eran su único tema de conversación.
Esa mañana se sentía diferente. Emma había ido a Granny's antes de que Snow se despertara. La encontró en la mesita de la cocina, comiendo un sándwich de queso y chocolate caliente con canela mientras leía unos papeles con mucho cuidado
—Buenos días. — dijo Snow, cautelosa.
—Buenos días. — respondió Emma, sin prestarle mucha atención. —Hay algunos waffles con fresas y crema batida en la bolsa.
Snow no pudo evitar sonreír. Eran esos pequeños detalles que le alegraban el día; Emma recordando su comida favorita le daba esperanzas de que no todo estuviera perdido para ellas.
—¿Puedo saber que estás leyendo con tanta dedicación? — Tal vez, solo tal vez, cuando acabes con ellos podríamos ver una película, la que tu desees. Más era su emoción pero se vio incapaz de soltar esas palabras. No la presionaría.
—Contrato de propiedad — murmuró ella.
Antes de sentía como si la tuvieran que sujetar de un hilo a la tierra para no ir volando. Ahora pareciera que alguien explotó el globo de sus ilusiones regresándola de la peor manera a la realidad.

—¿Te vas? — tenía miedo de la respuesta aunque ya la supiera.
— Sí.
—¿Por qué?
—Ya hay muchas personas viviendo aquí.
—Solo somos David y yo. — esperaba que Emma notara la desesperación en su voz sin embargo parecía apenas inmutarse.
—No olvides mencionar a tu nuevo hijo.
De eso se trataba todo. Snow suspiró aliviada. —No hay ningún nuevo integrante en esta familia.
—Por ahora.
—Emma... — por primera vez vio ese destello en los ojos verdes de su hija.
Esa mirada de desesperación la tienen todos los niños perdidos. Esa mirada de cuando eres abandonado.
—No te vayas. Podemos comprar más camas, podemos... podemos hacer lo que tu quieras pero por favor, no te vayas, no de nuevo.
Es ahí cuando lo entendió; Emma aun se sentía un huérfano, una niña perdida.
—Llego tarde a trabajar. — tomó todos los papeles que estaban en la mesa y bebió la última gota de chocolate. —Adiós, Mary Margaret.
—Nos veremos en la cena, ¿no? — preguntó en el último momento, antes de que cruzara por la puerta.
Emma se había ido dejando a Snow esperando una respuesta, una que no era necesaria porque ya la sabía.
El silencio volvió a reinar en la habitación.