Ha pasado tanto tiempo que casi no recuerdo cómo se hace todo esto jajajaaj ¡Buenas! Les traigo una segunda parte de mi RxS, CbxR y CyxA... Aquellos que me acompañaron en la primer parte, no necesitarán ninguna orientación respecto a esta continuación. Es básicamente cómo siguió todo después de que terminaron el colegio.
En cuanto a aquellos que quieren leerme ahora les digo ¡Hola! ¡Gracias! y los remito a la Primer parte que sería mi fic: De la guerra al amor solo hay un paso. Ésta es una continuación de ése fic, si quieren pueden leerlo de todos modos pero se van a sentir un poquitito perdidos porque hay un par de personajes que son inventados - como la que cuenta la historia - y no hacen referencia a ningún personaje de la serie en particular. Desde ya, muchas gracias a quienes se animan a leerme y dejarme review.
Saludos!
Cook.
Del amor a la guerra…
1
Después de la guerra.
Bien, niños, muchas veces me han preguntado cómo su padre y yo decidimos casarnos. Ya han leído en mis libros y han oído muchos relatos desde muchas perspectivas sobre cómo él y yo nos conocimos y cómo empezamos a salir… pero eso es algo que ocurre en muchas parejas jóvenes. Comenzar a salir con alguien no determina que vayan a terminar juntos, y, a decir verdad, generalmente, cuando uno empieza a salir con alguien siendo tan joven, es más difícil que esa sea la persona con la que compartirás el resto de tu vida.
¿Por qué? Porque el amor joven es inmaduro. El amor joven cree que compartir una tarde entera con alguien, contándose lo que hicieron en el día sin interrumpirse, es una gran hazaña. Se cree invencible e irreal, distinto a todos los demás y se niega a creer que alguna vez puede terminar. Generalmente no se aprende nada de los amores jóvenes, pues terminan siendo un cúmulo interminable de errores e inmadureces que se olvidan al instante porque "duelen demasiado". Sí, a los adolescentes les gusta dramatizar. Les gusta creer que tooodo lo que les pasa es una gran tragedia sin solución aparente, por ende, que un amor joven terminase, así fuese por razones válidas como inválidas, significaba una tragedia sin dudas. Noches sin dormir, muchos pañuelos descartables, incontables actualizaciones en los estados de las redes sociales para afirmar que habían dejado de creer en el amor (pues lo concebían de una manera perfecta e inquebrantable y eso los había lastimado). Terminar con un amor joven significaba una eterna sinfonía de gritos desconsoladores, llantos incesantes y la promesa de nunca más volverse a enamorar.
En el caso de las mujeres significaba remontarse a "todos los hombres son iguales" y en el caso de los hombres era llegar a la conclusión de "todas las mujeres son putas". Luego de eso el resultado podía variar según la clase de exponente: Podían incurrir al "despecho" buscando a alguien aleatorio en una noche de boliche para saciar sus deseos carnales sin sentido. O podían elegir la soledad, aislarse. Alejarse de cualquier espécimen del sexo opuesto por un tiempo hasta que "hubieren solucionado todos sus asuntos" o "se encontrasen a sí mismos" o cualquier otra excusa elegante para no volver al ruedo por un tiempo, sin saber bien qué querían ni qué buscaban, siendo que en realidad habían simplemente puesto más expectativas en algo que no lo valía, sin analizar bien cosas que no debían analizarse demasiado y por eso acabando lastimándose al pedo.
Sí, así son los adolescentes. Y nosotros no íbamos a ser muy distintos. Habíamos terminado una gran etapa en nuestras vidas y estábamos por dar el primer gran paso hacia nuestro futuro: la universidad. Sabíamos que iba a ser difícil porque íbamos a alejarnos por mucho tiempo y hasta comunicarse iba a ser difícil en algunos casos. El miedo nos invadía pero todos nos esmerábamos por disimularlo porque temíamos que nos paralizara.
Kori me llamaba a diario apenas terminamos el secundario, como ustedes ya sabrán. Nos habíamos acercado demasiado. Fue en una de esas llamadas en las que surgió la idea de irnos a vivir juntas. Ella detestaba los quehaceres del hogar y cocinar y a mí eran dos cosas que se me daban muy bien. Siendo que Rachel iba a quedarse a estudiar en el mismo lugar donde habíamos hecho el secundario mientras Kori, Tara y yo iríamos a Nueva York a construir nuestras vidas a la par que Abby se iba a Portugal a probar suerte en la cocina, era buena idea intentar mantenernos juntas aunque sea en la convivencia. Ya conocíamos a Tara y sabíamos que, si bien siempre podíamos contar con ella, lo preferible era mantener cierta distancia. Ya saben ustedes, niños, que a su tía Tara le gusta mucho meterse en problemas sin motivo aparente y que a nuestra ex directora de colegio le gustaba definirlo como "un problema de actitud que ya no tiene solución". Pues bien, nuestra directora no había visto nada todavía. Y nosotras, jóvenes de dieciocho años, habiendo convivido por 3 años juntas, tampoco.
Así que habíamos decidido irnos a vivir juntas a la gran Manzana, esperando que eso alivianara un poco los miedos. Cada una en lo suyo, entusiasmadas por empezar nuestras respectivas carreras, alimentando los cariños para salvar las nostalgias. Con nuestros novios cerca, pero no demasiado y con la promesa de preservar la amistad ante todo. Debo decir, mirándolo con la perspectiva de varios años, que era una fórmula conmovedora en igual grado que utópica.
Frank y Dick habían acordado vivir juntos también pero sin tantas promesas y chucherías como nosotras. Esos dos son verdaderos hermanos, como ustedes sabrán chicos: está en evidencia cada vez que su tío Dick viene en Acción de Gracias a saludarnos antes de ir a saludar a sus propios padres. Y cuando digo "saludarnos" ya saben ustedes que es una vil excusa para poder abrazar a su padre por más de cinco minutos sin que nadie lo acuse de homosexual. A veces pienso que si la tía Kori no le hubiera hecho caso al tío Dick, él se hubiera casado con su padre. Lo digo en serio, niños, y no solamente eso: lo digo con miedo. Yo sé que soy una mujer atractiva, pero nunca podría competir con ese par de ojos azules que tiene su tío Dick. O sea, imagínense lo bellos que serían los hijos que podrían llegar a tener… Mejor no sigo.
Así que el panorama era el siguiente: Kori y yo conviviendo todos los días, Dick y Frank cerca nuestro, Tara viviendo con Benjamín, Víctor viviendo con Garfield, Rachel viniendo de visita de vez en cuando, Abby en Portugal y Robert sabe Dios dónde. (Seré honesta: tengo la teoría de que los chicos lo aceptaron a último momento para que los ayudara en la guerra, no porque lo quisieran demasiado. Se lo he dicho a su padre, pero hasta el día de hoy él me lo niega y asegura que existe "un verdadero lazo de hermandad que es incomprensible para mi insensible mente que no ve más allá de mis prejuicios". Estoy bastante segura que esa frase la sacó de algún libro de nuestra biblioteca que todavía no he leído.)
Todavía recuerdo la sensación que tuve la primera vez que entré a nuestro departamento. Después de ésta casa en la que vivimos ahora, ése lugar ha sido el lugar en el que más a gusto me he sentido en mi vida. Más que en mi propia casa con mis padres y mi hermano y definitivamente más que el internado del colegio, y eso que ahí habíamos pasado buenos tiempos. Nunca lo he hablado con su tía Kori, pero lo supe por su mirada que ella también lo sintió así. Posiblemente fueron los momentos que pasamos ahí, el hecho de tener que cocinarnos a diario o la magia que envuelve la sensación de la primera independencia adolescente que comprende el estudiar en la universidad. Aunque nuestros padres aún nos mantenían económicamente, era nuestro primer momento de independencia: estábamos ahí por elección nuestra.
¡Y vaya que nos sentíamos grandes! La palabra "universitario" ya envuelve toda una sensación de grandeza y, ¿por qué no?, una especie de magia. No es lo mismo decir "estoy en mi último año de secundario" que decir "soy universitario", por más que ambos estados no sean muy diferentes en la actitud y no varíe demasiado en sí el tiempo entre uno y otro. Hablamos de tres meses que nos transforman, que nos espantan y a la vez nos llenan de esperanzas y expectativas. Recuerdo mi primer día en la universidad de Filosofía y Letras. Entré ahí llena de sueños y la abandoné creyendo saber cómo cumplirlos a casi todos. Pero niños, mentiría si dijera que lo más fascinante de la vida es que nunca podemos predecirla.
Nos pasamos la vida haciendo esquemas de ella misma para que todo siga un plan, sin saber que el libre albedrío que tanto nos venden, que la religió católica profesa, es muy limitado. Nunca podemos prevenir con exactitud de reloj Suizo lo que va a pasar, como suelen vendernos las adivinas y esas tarotistas que a su hermana mayor tanto le gustan. Yo diría que el libre albedrío es más bien un "Haz lo que quieras mientras puedas" más que un "haz lo que quieras" a secas.
Pero eso poco nos importaba y es algo que poco le importa a la gente hoy en día. Cada uno hace lo que quiere y cuando sos adolescente, lo hacés con más soltura y menos cordura. Y eso está bien porque sos adolescente.
Así que ahí estábamos: Kori y yo solas por primera vez, ya con todas nuestras cosas acomodadas en su respectivo lugar, los colchones en el suelo porque las camas todavía no habían llegado. Sin gas ni luz porque todavía no nos habían habilitado todos los servicios… Pero inmersas en una interminable felicidad. Recuerdo que encargamos pizzas y sentadas alrededor de un círculo de velas y dos cervezas de litro, hablamos hasta altas horas de la noche de nuestras expectativas y sueños.
-Tengo un problema con los nombres de mujeres- dije yo mientras tomaba cerveza.
-¿Por?
-¡No me gusta ninguno! – Ambas reímos.- Ay… ¿Tendrá Frank buen gusto en los nombres de mujeres? – Kori escupió la cerveza que estaba tomando.
-¡Luna, por favor, recién empezamos la universidad!- protestó. Alcé una ceja.- ¡En realidad ni siquiera la empezamos, la empezamos mañana y vos ya estás pensando en que te vas a casar con Frank!
Me quedé mirando la silueta de mi amiga definida por la luz de las velas que nos alumbraban cada vez menos. Ella tenía razón. Sólo llevaba seis meses saliendo con Frank y las cosas iban de película, pero eso no garantizaba que nos fuéramos a casar. Pero eso no me importaba, porque yo era protagonista de mi propio amor joven, y como todo protagonista lo creía interminable, único y perfecto; por ende me negaba a pensar que Kori tenía razón.
-¿Vos pensás que no te vas a casar con Dick?- Rematé después de un instante.
-Yo pienso que somos muy jóvenes para saber qué vamos a hacer de nuestras vidas.
-¿No se supone que para eso estamos acá hoy?
-Tal vez- Tomó un poco de cerveza con una tranquilidad envidiable.
El calor de la ciudad se escurría por las ventanas abiertas del departamento, invadiendo el ambiente, haciéndolo acogedor, a pesar de la incómoda conversación (al menos para mí) que estábamos llevando su tía Kori y yo.
-O tal vez estamos aquí para estudiar nuestras carrera y nada más. – Finalizó sin mirarme. Dudé un instante. ¿En qué momento había cambiado tanto Kori? Ella solía ser la más segura de las cinco, la que siempre sabía a dónde quería ir y cómo llegar a eso. ¿Por qué de repente dejaba todo servido al azar, como no queriéndose hacer cargo?
-¿Está todo bien con Dick?- Pregunté sin meditarlo mucho y arrepintiéndome una vez que la última palabra había salido de mi boca.
-Por supuesto que sí, ¿Por qué lo preguntás?- Pero su tía Kori se hallaba en un Nirvana inalcanzable e incomprensible para mí en ese momento.
Era como si yo hubiese decidido elegir el estresante y competitivo mundo de las bellas artes y ella el relajado y volador mundo de las letras. Muchas veces a lo largo de los años convividos en ese departamento, tuve la impresión de que esto se repetía más de una vez. Invertíamos actitudes respecto a nuestras carreras, como si nos contagiáramos síntomas de nuestras propias personalidades.
-Por nada- Contesté. Decidí no darle mucho rollo al asunto y seguir tomando cerveza y riéndome con mi amiga mientras terminábamos la segunda pizza de esa noche. Pero como ustedes sabrán, mis pequeños, ese estado de "no hacerme la cabeza" no iba a durar demasiado en mí.
No solo eso: sino que su tía Kori estaba en lo correcto como pocas- pero memorables- veces en su vida. Por más seguros que estuviéramos en ese momento de lo que sentíamos de nuestras vidas, de lo que queríamos de nuestro futuro eso no significaba que no pudiera cambiar. Verán niños, hay una verdad universal y es que todo cambia. Todo se mueve, se transforma. A muchos les gusta pensar que en el proceso nada se pierde, pero para mí esa es una excusa de los cobardes para poder aferrarse a lo viejo, para consolarse por el miedo que provoca que las cosas cambien, pero sin mostrarlo. Pero yo creo que hay cambios que son tan profundos que requieren cambiar estructuras. Cambiarlas, transformarlas. Y muchas veces – quizá más de lo esperado – junto con ese cambio viene la despedida de algo. Y ahí es cuando algo se pierde inevitablemente.
¿Todos los cambios son para bien? Niños, eso lo dejo a su experiencia. En mi vida, todos los grandes cambios que afronté, fueron para bien. Todos terminaron por hacerme feliz y sobre todo, por hacerme quién soy hoy. A medida que pasan los años, uno se va dando cuenta de que lo estático es lo que verdaderamente indica que algo anda mal, porque el hecho de que todo permanezca igual quiere decir que hemos caído en el peor de los miedos: acabamos cayendo en una rutina eterna. Y mis queridos, debo decirles, no hay nada que contamine más, que dañe más que la rutina eterna y la incapacidad de abandonarla.
Lo estático da una seguridad efímera que siempre acaba en una crisis. Y nosotros estábamos a punto de descubrirlo. El hecho de que todo se halle igual no quería decir necesariamente que todo estuviese bien. Cuando las cosas no cambian, cuando las estructuras permaneces quietas por mucho tiempo quiere decir que las cosas pasan pero no se muestran. Y su padre y yo, junto con nuestros amigos, debimos aprender todos juntos – y en algunos casos por las malas – todo lo que implicaba no mostrar lo que pasaba realmente. La crisis de lo estático.
Los primeros dos años de convivencia y carrera con Kori fueron fantásticos. Ambas llevábamos nuestras carreras bien. No de forma excepcional, obteniendo sobresalientes en cada examen o trabajo presentado – Eso era algo que quedaba reservado exclusivamente para su tía Rachel – pero al menos las llevábamos al día. Pasando año tras año, disfrutando todo lo disfrutable, saliendo de fiesta cuando se podía, dejando de dormir para llegar a las fechas de entrega o de examen cuando debíamos y viendo a nuestros novios cuando queríamos. Todo era como lo habíamos planeado- a excepción de las eventuales discusiones que habíamos tenido en medio y que habían acabado por fortalecer nuestro vínculo- y hasta mejor en ciertos momentos. Seguíamos casi exactamente igual que cuando todo había comenzado.
Existe una fuerza sobrenatural que nos hace replantearnos las cosas cuando algo impactante sucede en nuestro entorno. Puede ser una muerte que nos haga darnos cuenta de lo frágil que es todo y nos haga querer disfrutar más cada instante. Puede ser la llegada de un bebé que nos haga revalorar la vida, mirándola desde otra perspectiva, haciendo renacer nuestro impulso de ser padres- ese que yace en cada ser humano a pesar de que se esmere por negarlo… Puede ser cualquier cosa.
En nuestro caso, fue algo inesperado que ocurrió uno de los últimos domingos del verano. Recuerdo que había llovido mucho, pero aún así nos habíamos juntado a almorzar en la casa de Rachel, ya que había cumplido años cuando todos estábamos dando exámenes- Y Tara en París (qué envidia)- y había resuelto festejarlo un fin de semana que todos pudiéramos ir. Ninguno se imaginó que ese fin de semana ocurriría 2 meses después de los 21 años de Rachel.
Ahí estábamos todos- menos Robert obvio- almorzando en una mesa alborotada y desordenada. Hombres y mujeres mezclados, hablando de política, religión, amor, deportes… los temas corrientes de cualquier almuerzo con amigos. Participando todos arduamente. Todos menos Garfield.
Sabrán ustedes por sus cumpleaños, mis cumpleaños y los cumpleaños de su padre que al tío Garfield eso de la puntualidad no es algo que le salga del todo bien. Él es muy bueno en su trabajo en la oficina, es un excelente anfitrión en sus fiestas y es un gran padre. Pero no es, definitivamente, una persona que se destaque por su puntualidad.
Así que ahí estábamos una Kori un tanto ebria y una muy nerviosa Luna conteniendo a una enfadada Rachel, quien no dejaba de caminar de aquí para allá, llevando y trayendo comida, como si eso le alivianara las tensiones. Lanzando amenazas al aire en susurros lo suficientemente audibles para nosotras, que nos gastábamos en palabras de consuelo y defensa al indefendible Garfield.
-No puedo creer- musitaba Rachel entre dientes mientras llevaba más ensalada en la mesa. Kori la seguía con una copa de vino en la mano, tambaleándose de vez en cuando.- que después de tres años, tres malditos años de noviazgo no sea capaz de tener un mínimo grado de respeto hacia mi persona.
-Bueeeeeno, no es para taaaaanto- Lo excusaba Kori alargando las vocales mientras tomaba un poco más de vino. -. Seguro que se atrasó haciendo algo importante…-Objetó. Rachel dejó la ensalada y se dio vuelta tan rápido para volverse a Kori que la pelirroja casi soltó el vaso del susto.
-¡Vos sos la menos indicada para hablar!-Le espetó, ya sin apretar los dientes y en un tono de voz bastante audible.- ¡Si no fuera porque Dick lleva reloj en la muñeca, probablemente todavía estarían en Nueva York copulando como conejos!- Kori se quedó helada, al igual que el resto de los invitados, ya que la última frase había sido gritada. Rachel se volvió a la mesa y dijo:- Sepan disculpar- y se dispuso a seguir camino hacia la cocina en busca de más ensalada.
Fue entonces cuando Abby y Tara se dieron cuenta de que debían abandonar la mesa para tranquilizar a nuestra amiga. A Kori se le había pasado la borrachera por la humillación, y había resuelto abandonar su estado pacífico por uno de enfado. Se nos adelantó para alcanzar a Rachel y "poner las cosas en orden" al mejor estilo Anders. Nosotras, que ya nos conocíamos desde hacía seis años, no necesitábamos esperar a que la función empezara para saber cómo iba a terminar todo.
Kori alcanzó a Rachel, que estaba llegando a la mesada en busca de más ensalada, y la dio vuelta tomándola bruscamente del hombro para mirarse frente a frente.
-¿Qué? ¿Porque a vos no te atienden bien tenés derecho a decirme puta delante de todos?- Le espetó. Evidentemente, el alcohol seguía haciendo efecto en el organismo de nuestra amiga, de lo contrario se hubiera dado cuenta que el verdadero punto del reclamo no tenía que ver con su vida sexual, sino con su característica impuntualidad.
Rachel miró a Kori horrorizada.
-¿A vos te pudren la cabeza en la universidad o siempre fuiste así de imbécil y recién ahora me doy cuenta? – Le espetó. Sí, niños. Si buscaban una explicación al carácter de su prima, acá lo tienen. - ¿Qué mierda te pasa?
-¡Me pasa que mi "mejor amiga"- Kori hizo comillas con los dedos- me dijo puta delante de veinte desconocidos!
-¿Desconocidos?- Repitió Rachel.- ¡Si son todos los del colegio, enferma mental! ¿Qué te pasa? ¿Te fumaste uno antes de venir?
-Aaaah liiisto- Kori ebria y Rachel enojada era lo peor que le podía pasar a alguien en su puta vida. Peor que los dolores de ovarios en el período. Peor que engordar haciendo dieta para adelgazar. Peor que perderte el estreno irrepetible de tu serie favorita. Era peor que cualquier cosa. Esas dos, una vez metidas en un problema, no tenían freno. – Listo. ¿Alcanzamos la mayoría de edad y sacamos los trapitos al sol?
-¿Qué trapitos ni qué trapitos? ¡Me estás haciendo una escena en mi cumpleaños la única puta vez que estamos todos juntos porque te dije que llegabas tarde siempre! Cosa que es cierta, ¿Verdad chicas?- Espetó, frustrando nuestros intentos de pasar desapercibidas.
Abby me dio un codazo para que yo rompiera el silencio.
-Estem…
-¡Ah, así que ahora las vas a poner en contra mío con tus patéticas técnicas de psicología pedagógica!- Protestó Kori. - ¡Por favor! ¡Hacete un favor y si tantas ganas tenés de controlar a la gente, estudiá psicología en vez de una carrerucha de cuarta! Así de paso lo atendés a tu novio como se debe y nos ahorramos todo el problemita, ¿Si?
Yo estaba horrorizada, al igual que Tara y Abby. Pero Kori estaba ebria y Rachel fuera de sí, pues si había algo que la estresaba por demás era cuando planeaba algo con mucha anticipación y algo no salía como debía: en este caso, la puntualidad de su novio. Por ende- y gracias a Dios – a Rachel seguía interesándole más el hecho de remarcar la impuntualidad de Kori y ganar la discusión que el hecho de que Kori acabara de insultar su vida sexual y su carrera, todo en una misma oración.
-Vos sabés- comenzó Rachel pacíficamente, volviéndose a Kori con tranquilidad, dándonos falsas esperanzas de que iba a decir algo para terminar con la discusión.- que hace unos minutos, me preguntaba si te habías fumado algo antes de venir. Ahora que me estás hablando así, que dijiste esto, realmente me lo confirmo. Luna- Y me miró a mí directamente a los ojos-, realmente te compadezco por tener que soportarla todos los días con este problemita que tiene. Tené cuidado, no te vayas a contagiar vos…- Me advirtió imitando un verdadero tono maternal.
-Pero, Kori- Quise decir yo, pero ya era tarde. Kori había soltado a propósito la copa de vino que venía sosteniendo- y tomando- para que se estrellara contra el suelo y abalanzarse sobre Rachel para terminar el asunto por las malas. Tara y Abby se precipitaron para separarlas.
-¡ME DIJO DROGADICTA!- Protestaba Kori mientras Abby y yo hacíamos una fuerza sobrehumana para apartarla de Rachel.
-¿Ha estado yendo al gimnasio?- Me preguntó Abby en medio de nuestro esfuerzo.- ¡Tiene más fuerza que nunca!
-Sí, desde hace dos años- Contesté yo, sacando fuerzas de no sé dónde, a la par que empujaba a Kori lejos de Rachel.
-Wow, debe ser un gimnasio muy bueno…
-Abby, no me parece el mejor momento para…- Tarde. Kori se deshizo de nosotras como si fuésemos dos hojas de papel a las cuales había hecho un bollo y arrojado lejos de sí y se precipitó hacia Rachel. Tara se interpuso en su camino.
-Kori, tranquila. Las dos sabemos perfectamente que te puedo cagar a palos si tengo ganas- Dijo Tara tranquilamente, ya preparada para defenderse.-, pero sobre todo, las dos sabemos que no sos una puta, que no sos drogadicta, que estás muy ebria y que Rachel está nerviosa porque sabe Dios porqué Garfield no ha llegado aún… Es difícil de entender, pero esto no tiene nada que ver con vos.
-¡Mentira! ¡Me dijo puta!
-¡Solo porque está enojada con Garfield!- Grité yo incorporándome.
-¡Mentira! ¡Se cree mejor que nosotras porque ella ya es mayor de edad!- Y si teníamos dudas del estado de alcoholemia de nuestra amiga, aquel comentario había terminado por dejarlo expuesto por completo, ya que Rachel era la segunda en haber alcanzado la mayoría de edad. La primera había sido Kori.
Nuestra pelirroja amiga hizo un paso hacia adelante, aproximándose hacia Tara con intenciones de enfrentarla cuerpo a cuerpo. Fue entonces cuando pisó mal y se desplomó en el suelo, haciendo previamente una pequeña pirueta en el aire, digna de las caricaturas de televisión. Hubo un momento de silencio tan tenso que podía cortarse con un cuchillo…
Y después todas rompimos a reír.
-¡Sos una tarada!- Le espetó Tara, agarrándose el vientre, despatarrada de la risa en el suelo. –No podés ser tan inútil, Kori, por favor…
Yo no podía más de la risa. El desplome de Kori había sido fatal… Fatalmente gracioso. Rachel se abrazaba a la heladera para no caer al suelo de la risa, pero era inútil: cada vez se hallaba más cerca del suelo.
-Ay… No podés, no podés ser así…- Jadeaba Abby entre risas mientras le daba palmadas en la espalda a Kori, que se abrazaba a sí misma revolcándose en el suelo de la risa.
Me enorgullece decir, que hasta el día de hoy, mis queridos, no hemos abandonado la buena costumbre de reírnos de las estupideces que somos capaces de hacer cuando estamos todas juntas. Y no he encontrado mejor terapia que esa en mi puta vida.
Mientras seguíamos desplomadas de la risa en aquella cocina, oímos el ruido de la puerta abriéndose en el living y los apresurados e inconfundibles pasos de del – futuro difunto- novio de nuestra amiga.
Garfield se desplazaba a toda velocidad, llevando una bolsita minúscula en su mano, dirigiéndose al patio para reunirse con todos los invitados lo más pronto posible. Claro que no estaba en sus planes ser detenido por su enfadadísima novia.
-Ejem- carraspeó Rachel a espaldas de su novio. Garfield se volvió hacia nosotras, pálido sabiendo el destino que esa carraspeada inconfundible amparaba.- Hace una hora que estamos comiendo… Digo, por si te apetece acompañarnos.
-Eem… Yo… Bueno… Estaba…- Respondió Garfield muy nervioso, más nervioso de lo habitual, mientras hacía ademanes para esconder la minúscula bolsa que traía en sus manos.
-Haciendo algo más importante que estar presente en tiempo y forma en el cumpleaños de tu novia, a pesar de que hace casi un mes que no la ves. – Terminó Rachel inexpresiva, sin levantar el tono de voz.
-¡Exacto!- Exclamó Garfield entusiasmado, sin meditar demasiado lo que su novia había dicho. Una vez meditado en cuestión de microsegundos, añadió:- Es decir, no… Yo estaba…
-No importa. Ya estás acá.- Dijo Rachel, claramente enojada, mientras tomaba un nuevo bol con ensalada y se dirigía a la mesa para llevarlo. Cada una de nosotras tomó un bol de la mesada y, luego de saludar a Garfield, seguimos el rastro de nuestra amiga.
Estábamos llegando a la mesa para poner las ensaladas en la mesa cuando un grito agudo hizo que nos sobresaltáramos, casi arrojando la ensalada por los aires.
-¡Rachel!- Gritaba Garfield mientras se acercaba hacia nosotras en un trote suave, pero desesperado, revoleando la minúscula bolsa que llevaba en su mano. Rachel dejó la ensalada de papa en la mesa y se volvió a su novio con una expresión de enfado que no la he visto repetir jamás en la vida- gracias a Dios, porque era aterradora. -¡Tengo que decirte algo!
-¿Tenés que decirme algo? – le espetó Rachel, y Dick que era el que estaba sentado más cerca de la enfadada cumpleañera, corrió su silla con sigilo alejándose de ella. - ¿Tenés que decirme algo? – Repitió irónica. – Aaah, no me digas. ¿Así que tenés que decirme algo? ¡Lo hubieras hecho antes y no a los gritos ahora, como un desubicado frente a todos nuestros amigos!- Gritó a la par que los ojos se le salían de las órbitas. Estaba realmente enfadada, y con justa razón: era la única de nosotros que se había quedad en la ciudad. No sólo nos extrañaba a nosotras a horrores, sino que había luchado contra viento y marea para que sus padres la dejasen ir a ver a Garfield en paz un fin de semana al mes. Las comunicaciones, aunque múltiples, se habían vuelto escasas para ellos dos, ya que nunca lograban coordinar un horario para hablar. Y el hecho de que Garfield hubiese pasado todo el último mes estudiando para presentar uno de sus últimos finales del semestre, y eso hubiese implicado en consecuencia no ver a Rachel durante ese período de tiempo, era algo que estaba destrozando a nuestra amiga.
Ella lo entendía, claro que sí. Y se alegraba por él. Pero lo extrañaba a horrores todo el tiempo. Rachel estaba demasiado acostumbrada a estar con Garfield, o eso creía ella al menos en aquel momento, por lo que las despedidas y los tiempos sin verse realmente le costaban demasiado, y la irresponsabilidad de su novio, su modo relajado de llevarse la vida por delante y su falta de seriedad para ocasiones que para Rachel eran por demás de importantes, la estaba destrozando. Recuerdo que Rachel había llegado a plantearnos a nosotras la posibilidad de dejarlo, ya que Garfield parecía más metido en su carrera y su vida en Nueva York que en su relación con ella.
Recuerdo que miré a Garfield en ese momento y deseé con todas mis fuerzas que lo que tenía que decirle a mi amiga fuese una buena excusa por la cual se había retrasado o simplemente que corriera hacia ella, la abrazara y le dijera que lo sentía mucho. Pero como ustedes saben, hijos míos, nunca he sido buena prediciendo al tío Garfield, ya que su locura escapa a mi comprensión.
-Rachel…- Jadeó Garfield una vez parado frente a nuestra amiga. – Yo…
-¿¡VOS QUÉ!? ¿¡VOS QUÉ!? ¡VOS NADA! ¡SIEMPRE TENÉS UNA EXCUSA PARA TODO! ¡SIEMPRE! ¡HACE UN MES QUE NO NOS VEMOS, UN PUTO MALDITO MES! ¡TE PEDÍ QUE VINIERAS ANTES PARA ESTAR UN RATO CON VOS A SOLAS, TE PEDÍ UN MISERABLE FAVOR! ¡POR LO MENOS SI NO IBAS A VENIR ANTES HUBIERAS LLEGADO PUNTUAL!- Rachel estaba colorada de furia y gritaba ya casi sin aliento, haciendo un esfuerzo tal que las lágrimas le brotaban por los ojos no por rabia ni tristeza, sino por la fuerza de sus gritos.- ¡Pero nooo! ¡Llegás una hora después y sos incapaz de mandarme un maldito mensaje de texto o llamarme para avisarme qué mierda te pasó para que llegues así de tarde! ¡Te cagás en todo porque para vos todo es una joda y te chupa todo un reverendo huevo! ¡Bueno! ¡Yo voy a tomar la misma postura! – Rachel comenzó a avanzar nuevamente hacia la cocina, dejándonos a todos con los ojos como platos ante semejante reacción y a su novio, sin palabras para decirle. Hizo dos pasos y se volvió para mirarlo a Garfield a la cara y espetarle: - ¡A PARTIR DE AHORA A MÍ TAMBIÉN ME CHUPA TODO UN HUEVO, PRINCIPALMENTE VOS! – Y siguió caminando.
Busqué la mirada de Frank en la mesa y no me sorprendió ver que él también buscaba la mía. Han pasado años de aquel incidente, y desde él millones de peleas en el medio; pero algo que nos ha caracterizado siempre, es que cuando hay un momento de tensión de este calibre buscamos paz en la mirada del otro.
Yo estaba angustiada. Como ustedes sabrán, niños, no me gusta pelear ni discutir. Sé que a veces papá y yo discutimos como si realmente nos gustara, pero quiero que les quede en claro que no es así. Jamás nos ha gustado pelear ni diferir, mucho menos presenciar peleas y mucho menos entre dos personas que queremos tanto como a sus tíos. Desafortunadamente, dentro de los riesgos de la amistad, se encuentra éste.
-Rachel…- Siguió Garfield una vez más, caminando como poseído hacia su novia mientras todos nosotros nos preguntábamos qué maniobra militar iba a hacer para librarse del puñetazo que sabíamos que Rachel iba a darle.
-Está drogado- Le murmuró Victor a Dick mientras observaban atónitos a su mejor amigo dirigirse a su enfadada novia. -. Lo va a matar.
-Y tendría razón de hacerlo- dijo Abby.-, después de todo, todo lo que dijo es cierto. Hace mucho que no se ven y la vez que se pueden ver, él llega tarde…
-No es tan fácil equilibrar las cosas a la distancia- Repuso Dick intentando calmar las aguas, pero se equivocó de lugar. Abby lo miró con las cejas alzadas, a la par que Victor le dirigía una triste mirada.
-¿En serio? Decímelo a mí- Le espetó Abby. A ellos también se les estaba complicando mucho la distancia, pero como los estudios de Victor implicaban un 80% de tiempo invertido en la computadora, les era más fácil comunicarse a diario.
Todos nos quedamos inmóviles mientras veíamos a Garfield avanzar hacia su novia, que se alejaba cada vez con más ímpetu. La imagen era similar a la de un condenado que camina hacia la horca para que acaben con su vida, sólo que éste condenado lo hacía con una decisión y un ímpetu que diferían en grandes proporciones a la resignación característica de los condenados a muerte.
-Rachel- dijo Garfield por enésima vez en el momento en que pudo alcanzar a su novia. La aludida se volteó y le regaló una mirada llena de desprecio.
-¿Qué mierda te pasa? ¿Qué? ¿Qué querés ahora? ¿Me vas a meter una excusa estúpida de porqué llegaste tarde? ¿Eh? Porque si eso es lo que vas a hacer, no quiero…- Pero Rachel se calló a la par que todos emitíamos a coro un grito de sorpresa al ver a Garfield arrodillándose frente a nuestra amiga, mientras dejaba ver de una vez por todas el contenido de la pequeña bolsita que llevaba a cuestas desde que había entrado al lugar.- Garfield… ¿Qué..?
-Rachel Aurora Roth- Dijo Garfield mirándola a los ojos, desde el suelo, mientras abría una pequeña caja que dejaba ver un anillo dorado.-, sos la persona más maravillosa que la vida pudo darme. Estuviste conmigo en todos y cada uno de mis difíciles momentos, sin importarte nada más que mi bienestar y por eso yo me he esmerado todo este tiempo por devolverte siquiera, una pequeña pizca de todo lo que me supiste dar. – Acá es cuando empecé a llorar como condenada- Sé que soy una persona complicada de tratar, y que en ocasiones más que tu novio parezco tu hijo. Pero por todo lo que me das cada día es que hoy estoy seguro, aunque soy joven y no he visto nada, que no hay nadie en este mundo con quien quiera estar, nadie que me pueda dar tanta luz como vos... Y realmente, no quiero perder todo esto nunca. Así que, Rachel… ¿Te casarías conmigo?
Todas las miradas se posaron en nuestra pálida amiga, quien temblaba de la emoción frente a su novio, sin poder creer todo lo que estaba pasando.
-Sos un imbécil- dijo entre lágrimas mientras reía. Garfield rió nervioso.- ¡Por supuesto que sí!- Y se abalanzó sobre él para comenzar a besarlo sin parar. El resto de nosotros no pudo hacer más que aplaudir a la feliz pareja.
-Quiero pedirte disculpas- Dijo Garfield una vez que los dos lograron reincorporarse. -. No estaba en mis planes llegar tarde, la verdad es que quería hacer esto bien, pero bueno… Ya sabés como soy…
-Un idiota desorganizado, sí, creo que te conozco bastante bien…- Repuso Rachel riéndose.
-No me refería a eso- Se defendió Garfield.-. Me refería a que no podía mentirte. La verdad es que llegué a la joyería y había mucha demora y encima tardaron en encontrar el anillo- Rachel observó el anillo que su- ahora- futuro marido le había puesto en el dedo anular. -, y quería enviarte un mensaje para decirte que iba a llegar tarde, ¡En serio! Pero… No se me ocurría cómo mentirte.
Hubo un "Aww" general por parte de todos. Algo que su tío no ha perdido hasta el día de hoy es esa bendita inocencia que lo caracteriza.
-¡Un brindis por los novios!- Gritó Frank alzando su copa llena de vino. Su padre es muy simpático cuando está ebrio, chicos. Ustedes seguro han heredado eso de él. Lo digo porque yo soy simpática todo el tiempo, por eso.
Y todos alzamos nuestras copas a la par, comenzando aquel período con una noticia que era más grande que lo que podíamos imaginar y que terminaría por lograr que nos replanteáramos muchas cosas.
