Traducción autorizada del fic "Life&Death" de Heart Iconography id: 10753945.
Disclaimer: Todo lo relacionado con The Walking Dead pertenecen a Robert Kirkman y la cadena AMC.
Esta historia, sus personajes, sus voces, sus sentimientos son obra de la autora. Yo me limito a traducir sus palabras.
Nota de la autora: Bien. Aquí estamos de nuevo. Volvemos a cambiar de punto de vista y a regresar al de Beth en esta nueva sección de la serie. Pero no os preocupéis, no habéis visto todo aún del interior de la cabeza de Daryl.
Advertencia: Violencia, lenguaje, abusos físicos…
Espero que estéis preparados todos para este nuevo viaje.
El espejo le mostraba su reflejo como si le importara más bien poco protegerla de sus sentimientos. Las bolsas bajo sus ojos eran tan oscuras que parecían golpes. Intentaba dormir pero las pesadillas no dejaban de llegar- continuaban cambiando- sin darle un respiro para poder habituarse a ellas. Tommy- la risa de Jared- el sonido de un hueso rosto contra su cuerpo- un bebé con los ojos de Mark, cuyos finos dedos estaban cubiertos de sangre. Y así se levantaba jadeando.
Daryl le insistía en que descansara más; la empujaba con suavidad hacia el sofá, desechando la idea de dejarle cazar, arrastrar lo que fuera o cavar. El paso del tiempo la consumía- cada mínima parte de su cerebro- cada parte de él que ella usaba para acallarlo con movimientos o el propio cansancio. Todo lo que tenía eran días que se sucedían uno tras otro, largas horas pasando mientras ella esperaba- preparándose para lo peor. Siempre lo peor.
"¿Seguro que no puedo ayudar?" Le preguntó Beth.
"Sólo voy a echar un vistazo a las trampas, niña," dijo Daryl, junto a la puerta de la entrada. "Estaré de vuelta en 5 minutos. Nada por lo que merezca la pena levantarse, créeme."
"¡Entonces siéntate e iré yo!" Farfulló Beth, poniéndose en pie.
"Beth", dijo Daryl, su voz aguantando una advertencia que había escuchado en su voz mucho últimamente. "Tienes que tomártelo con calma. No tengo ni puta idea sobre bebés, o mujeres embarazadas, pero sí lo suficiente como para saber que no las mandas a revisar las trampas para conejos en mitad del jodido Apocalipsis."
"¿Sí?" Preguntó Beth. "¿Lo has leído en algún manual por ahí? Porque estoy bastante segura de que hay bastante falta de literatura que describa nuestra situación."
"Siéntate", dijo él impasible.
"¡No soy un perro, Daryl Dixon!"
"¡Quédate!"
Beth cogió uno de los cojines del sofá y lo lazó contra él a la par que salía por la puerta, dejándola sola. Con sus pensamientos. Otra vez. Beth apoyó una mano sobre su abdomen, clavando su mirada en la falta de hinchazón con una expresión indescifrable. ¿Qué nos va a pasar? Se preguntó Beth.
Se hizo un ovillo en el sofá, sin querer que Daryl regresara enrabietado, y cerró los ojos. Sólo por un segundo, se dijo a sí misma. Pero los segundos se conviertieron en minutos, y antes de que fuera consciente de ellos estaba completamente dormida.
"¡No puedes hacerle eso a ella!" Gritó Beth.
El chico se dio la media vuelta. Tenía 16, tal vez 17 años. Beth trató de sortearle, pero él la cogió del brazo, su agarre clavándose en su piel. Le miró- a esos ojos- esos terribles y oscuros ojos. Era malvado. Era suyo.
"¡Cállate, madre!" Siseó él. "Vas a asustar a nuestra mascota."
"Te he dicho que la dejes marchar," demandó Beth. "¡Déjala ir!"
"Sabes que no puedo hacer eso," dijo él con una mueca enfermiza, "me lo estoy pasando demasiado bien."
"¡Eres igual que él!" Gritó Beth. "¡Eres igual que él!"
"¿Quieres verla?" le preguntó él, ignorando por complete su arranque de ira. "Ve hacia la puerta, madre. Ve."
Su hijo le dio un fuerte empujón. Beth cayó con energía sobre sus rodillas y logró ponerse en pie. Se dijo a sí mismo que se acercaría a la puerta, y sacaría a la chica de allí. Que eso era cuanto importaba. Salvar a la chica. Simplemente iría y sacaría a la chica, sin importar el coste.
Beth abrió la puerta para verse a sí misma, como lo era entonces, desnuda y temblando asustada. Uno de sus ojos cerrado por la hinchazón; sangre mezclada en su pelo. Beth caminó hacia ella, andando con calma, hasta que estuve cara a cara consigo misma.
"Eres un monstruo", le dijo su versión joven, "y tu hijo es un monstruo. Ambos sois… Sois monstruos. ¡Podrías haberlo evitado! ¡Debiste haberlo detenido!"
"Yo no… No sabía…" Imploró Beth. "¿Cómo podría haberlo sabido?"
"Sabes que es de Mark," le dijo su versión juvenil, "él fue el único que… Tú lo sabías. Tú sabías que el niño sería como él. Podías sentirlo."
"No", protestó Beth.
"¡Sí!" Le gritó la chica. "Es igual que su padre. ¡No puedes cambiar eso! No puedes poner este niño en brazos de Daryl y continuar pretendiendo lo que no es. Quiero decir, ¡mírale!"
Beth giró sobre sus pies para mirar a su hijo. Estaba de pie frente a la ventana. A su espalda tenía una ballesta, y había algo aferrado en su mano que Beth intentaba reconocer- era el chaleco de Daryl- y estaba cubierto de sangre.
Beth gritó.
"Para, Beth," dijo Daryl, agitándola con cuidado para despertarla, "es sólo un sueño. Despierta."
"¿Daryl?" Masculló Beth, mirándole.
"Sí, soy solo yo, niña" dijo Daryl. "Te escuché gritar."
"Lo siento", dijo ella, sentándose.
"¿Quieres contarme de que iba?" Preguntó Daryl, tomando asiento a su lado.
"Tú… ¿No estás preocupado? Por el bebé, quiero decir. Por si será… malo," dijo Beth, agachando la mirada, sintiéndose avergonzada por si quiera preguntarlo.
"No," dijo Daryl con facilidad. Sintió el dedo de él sobre su mentón, elevando su rostro de manera que pudiera mirarle a los ojos. "Ni de coña. Somos tú y yo, Beth. ¿Qué puede salir malo de ahí?"
"Daryl," dijo Beth cansada, "Estoy nerviosa. Sabes que este bebé no es tuyo. Sabes que es…"
"Yo no sé eso, Beth" dijo él, apartando tras su oreja un mechón de cabello rubio humedecido, "y nunca lo sabré. Me pediste que fuera el padre, así que soy el padre. No estoy fingiendo, o intentando hacerte sentir mejor. Querré a este bebé con tantas ganas que tendrá mi sangre, y la ciencia tendrá que irse a la mierda."
Beth asintió, sin decir nada, apoyándose contra el brazo de Daryl. Intentó encontrar consuelo en sus palabras, pero aún con sus ojos abiertos, Beth podía ver su chaleco cubierto en sangre siendo sujeta por una mano que era demasiado familiar.
¿Quién no tendría pesadillas con algo como la naturaleza del padre del niño manifestándose en un futuro? Creo que es un miedo más que factible para alguien que ha sufrido algo así y ha tomado la decisión que ella ha elegido.
Y aunque hay cosas que la genética arrastra generación tras generación, estoy con Dixon en que a la ciencia le van a tener que dar por saco al ser criado/a por este par.
¡Mil gracias de parte de la autora y una servidora a todas las personas que leísteis, comentasteis y sufristeis la entrega anterior de esta serie!
¡Os veo el próximo miércoles con el segundo capítulo!
