Todo el tiempo lleno de masacres, dolor y muerte finalmente había finalizado. Ambos lados habían perdido familiares, amigos e conocidos en la batalla. Pero como en todas había de haber un ganador y un perdedor. Claramente el resultado no era para nada bueno para los mortifagos, quienes eran los fieles seguidores del Señor tenebrosos, el Señor oscuro, Voldemort. Estos terminaron en Azkaban o bien seguían desparecidos, otra parte empezaba a dar información de otros mortifagos para así conseguir salir impunes de todos sus cargos, traicionándose así unos a otros. También estaban quienes habían colaborado de forma indirecta, quienes para su suerte solo perdieron su poder social, pero aun así seguían manteniendo sus poderes, sus riquezas y todas sus era el caso de la familia Malfoy.

Draco, quién aún tenia que terminar con su último curso en una prestigiosa escuela de magia situada en Escocia, Hogwarts.

Había ganado muchísimas miradas de odio y desprecio, pero también el que le temieran, algo que siempre usaba a su favor. Él, en cambio simplemente actuaba como si nada hubiera sucedido pero con mas rabia acumulada en su interior. Su carácter arrogante, sarcástico y frió cambió para ser aún peor.

Aunque por dentro él dudaba sobre todo aquello que le había estado rodeando hasta entonces. Dudaba sobre la burbuja en la que había estado viviendo, más eran dudas que no podía contar a nadie y siempre trataba de distraerse con cualquier otra cosa cuando esa clase de pensamientos cruzaban por su cabeza. Dudar de aquello significaría derrumbar todo aquello por lo que había estado viviendo. ¿Pero para qué vivía? Draco no tenía la respuesta para aquello. A veces llegaba el punto en que creía que no merecía seguir en vida, se sentía como un monstruo. Si él no hubiera encontrado la manera para que los mortifagos entraran se podrían haber evitado varios sucesos innecesarios. Se sentía culpable de las cosas que habían sucedido. Había echo cosas que no quería ni recordar, por más que no tuviera otra opción se seguía culpando por ello. Y aunque detestara como había terminado todo, internamente lo agradecía ya que debido a ello él y sus padres seguían vivos.

Aun podía recordar cómo en su propia mansión empezaron a torturar a una mujer frente a él. Su cuerpo se retorcía de un lado a otro por el dolor, sus manos apretadas con fuerza, sus piernas pateando el aire. El cómo apretaba con fuerza los dientes para después chillar y gemir. De su cuerpo lleno de heridas, huesos rotos, sangre brotando por todas peor fueron aquellos ojos de los cuales no pudo apartar la mirada, unos ojos llenos de terror, rojos y llenos de lágrimas para finalmente terminar completamente vacíos. Esa imagen le perseguía por las noches, pero en las pesadillas era él quién estaba ahí. El dolor que sentía esa mujer lo sentía él, le parecía demasiado real. Siempre despertaba sudorosos y gritando. Algunas veces se le podía oír suplicar dormido y gritando "¡Basta, detente!".

Sus compañeros le oían gritar todas las noches, nadie sabía que era lo que le hacia gritar tanto pero por miedo y respeto jamás le preguntaban nada y fingían no haberle escuchado. Pero por dentro todos estaban preocupados por su príncipe.

En Slytherin todos fingían al igual que Draco que nada había sucedido y que seguían siendo los mismos arrogantes de siempre, pero por las noches algunos mostraban lo que sentían realmente entre llantos y sollozos, lo que mantenían la rubio despierto y maldiciendo a todos aquellos que no habían apoyado a la causa de Voldemort.

El joven Malfoy solía presumir con los alumnos de primero a cuantos magos había matado, también lo hacia con miembros de otras casas sólo para molestarles y hacerles callar de esa manera. En realidad él no fue capaz de matar a nadie, no soportaría el haberlo echo. Pero presumir lo en aquellas circunstancias era lo mejor que se le ocurrió para fastidiar a todo aquél que le mirara mal.

Este quién estaba andando por los pasillos de Hogwarts dirigiéndose al gran comedor con pasos rápidos y la cabeza en alto distraído entre sus pensamientos sobre el siguiente partido de Quidditch, seguía siendo su capitán, no se fijaba en la gente que había a su alrededor. La mayoría se apartaban de su trayectoria, pero siempre había alguno que no le daba tiempo y terminaba al suelo por un empujón proporcionado por él.

Nadie solía fijarse en nada más que su comportamiento, por lo que no eran capaces de ver ni sus ojeras, ni sus ojos cansados y ausentes la mayoría de veces. De todas formas, él siempre iba a ocultar cualquier emoción que no fuera el desprecio, la indiferencia o el asco.

Ya cuando al fin estaba por llegar notó como chocaba con alguien para segundos después verse a si mismo en el suelo. Frunció el ceño molesto, su enfado creció más al ver de quién se trataba. La chica que llevaba un arbusto como a pelo en su cabeza, Granger. Ambos se levantaron rápidamente del suelo expulsándose sus uniformes. La castaña iba para disculparse cuando Draco interrumpió antes de que pudiera pronunciar cualquier palabra.

-Vigila por donde vas, asquerosa sangre sucia. - murmuró arrastrando sus palabras lentamente pero con una mueca de asco.

Hermione ofendida por su comentario cuándo en realidad iba a disculparse soltó- Fue un accidente, Malfoy ¿no me digas que te hiciste daño? Te creía un poco menos nenaza.