N/A: ¡HOLA! He vuelto al mundo Mentalista después de una larga y lamentada ausencia (al menos de mi parte) y les traigo esta nueva historia. Mi vida ha cambiado bastante en estos últimos meses y se ha vuelto un poco –bastante- caótica, pero ya tengo esta historia adelantada (iba a participar para los The Mentalist Challenge, pero estudiar para la uni ha tomado bastante de mi tiempo y no la terminé a tiempo) unos cuantos capítulos, así que podré actualizar relativamente seguido.

El título del fic proviene de la canción homónima del grupo Barcelona. Escúchenla para darle tono al fic :D

Soundtrack: Let Her Go. De Passenger además de las canciones de los títulos.

Disclaimer: The Mentalist le pertenece a Bruno Heller, Please Don't Go pertenece a Barcelona y Read My Mind a The Killers. Como ven aquí nada es mío *se retira a una esquina a llorar*

Please Don't Go.

Capítulo 1: But before you go, can you read my mind?

"You say you wanna move on,

And you say I'm falling behind

Can you read my mind?" –Read My Mind. The Killers.

-Marcus se marcha a DC. –comentó Lisbon en voz baja mientras meneaba el contenido de su copa de vino.

- Oh.

Por primera vez en mucho tiempo, Patrick Jane se quedó sin palabras. No sabía cómo mostrarse consolador y ocultar su alegría ante la noticia al mismo tiempo.

- Me pidió que me marchara con él.

Nuevamente, Jane no supo qué decir, pero por razones totalmente opuestas. ¿Qué palabras podrían salir de su boca cuando la peor de tus posibilidades se vuelve realidad? Abrió la boca, pero nada salió de ella. Forzó una sonrisa en su rostro mientras su corazón latía un estacato contra sus costillas y un tempano de hielo se alojaba en su pecho.

Seguro que había declinado la oferta y por eso estaba tan decaída. Tenía que ser eso. Aunque una parte de él le dijera que era obvio que se mentía a sí mismo.

- ¿Y qué le dijiste?

Una gota de sudor recorrió su espalda. Tenía miedo de escuchar la respuesta a pesar de que ya sospechaba cuál era. Tomó un bocado de su espagueti, aparentando una calma que no sentía.

Lisbon paseó el tenedor por el plato y contuvo el aliento por unos segundos. Sus ojos verdes vagaron por el restaurante, observando al aura romántica que parecía envolver a las parejas, un aura que ella sabía que no compartía con Marcus.

- Le dije que tenía que pensarlo.

Sus ojos se posaron nuevamente en el trozo de pollo que con tanta insistencia paseaba por su plato, evitando de ese modo ver cómo las grietas recorrían la máscara de calma de su acompañante.

Jane se recompuso y se decidió a clavar un poco más el cuchillo en su herida.

- ¿Y tú quieres ir?

Lisbon elevó la mirada y la fijó en los ojos azules de Jane. Por una vez, deseó que él pudiese leerle la mente como tantas veces presumía hacer.

No quiero ir. Dame una razón para quedarme.

- Sí ¿Por qué no?

Por más que había tenido sospechas de su respuesta, no se había preparado para el dolor que le causó escuchar esas palabras.

Momento de echarle sal a la herida.

- ¿Y por qué no le dijiste eso?

Lisbon mordisqueó el interior de su mejilla y contuvo el aliento durante unos segundos. Dejó escapar el aire en un soplo y soltó el cubierto.

Porque quiero que me pidas que me quede. Porque quiero que leas mi mente y hagas algo al respecto.

- No lo sé, realmente.

Los dos se mantuvieron en un silencio incómodo durante el resto de la segunda entrada.

- ¿Por qué me invitaste a comer? –preguntó Lisbon mientras el mesonero iba en busca de sus postres.

Porque siento que te me deslizas entre los dedos. Porque te necesito. Porque sé que te vas y que no puedo hacer nada al respecto.

- Por ningún motivo en realidad. Yo…

El mesonero llegó en ese momento con una tarta de frutas y un pie de limón, interrumpiendo la conversación.

- ¿Tú? –preguntó ella una vez que el mesonero se marchó.

- Espero que seas feliz con Marcus. –contestó perdiendo el coraje.

No lo creo.

- Lo seré.

Esas fueron las últimas palabras que compartieron durante el resto de la cena.

Veinte minutos después, cuando el mesonero llegó con la cuenta, tanto Jane como Lisbon se sintieron aliviados y reticentes de marcharse. Aliviados porque pondrían fin al silencio incómodo que se había apoderado de ellos y reticentes porque sabían que dentro de poco no tendrían más tiempo juntos.

- Te llevo a casa. –ofreció Jane cuando se levantaron de la mesa.

- No te preocupes. Tengo ganas de tomar una caminata hoy.

- ¿Estás segura?

Sólo quiero lamer mis heridas en privado. Déjame sola.

- Por supuesto.

- Buenas noches Lisbon.

- Buenas noches Jane.

- Eh… ¡Lisbon! –llamó mientras ella se alejaba.

- ¿Sí?

Quédate.

- Ve con cuidado.

Lisbon sonrió, se despidió con un gesto y se dio la vuelta. La sonrisa despareció de su rostro a medida que se marchaba y una mueca de tristeza tomó lugar en su rostro.

Ojalá pudieras leerme la mente.

Jane la observó ir con una docena de palabras atascadas en su boca.

Recordó que en alguna parte había leído que las personas conectadas profundamente no necesitaban palabras para expresar lo que sentían.

Suponía que su conexión no era tan profunda como creía.