Las cosas no siempre son lo que parecen.

¿Cuántos años han pasado? ¿Cuántos días? ¿Cuántas horas? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que Saruhiko Fushimi dejó a toda HOMRA? ¿Por qué no ha logrado sacarlo de su cabeza?

Yatagarasu Misaki, alias Yata, un joven de diecisiete años de edad con carácter fuerte. Él se encontraba, como siempre, andando en su skate, visualizando toda la ciudad para mantener informado a los miembros de HOMRRA, pero había un lugar el cual siempre visitaba, el poste en donde había conocido al rey rojo, Suoh Mikoto, también en donde se unió a él junto a Saruhiko Fushimi, el actual traidor, la persona que lo traicionó a él y a toda HOMRA.

— Yata-chan, Yata-chan… ¡Yatagarasu!— Un joven de lentes y de cabellos claros lo estaba llamando.

— Kusanagi-san, ¡no logro concentrarme!— Golpeó su cabeza contra un poste de una manera bestial, pareciera que el poste se había inclinado un poco.

— ¿Otra vez Fushimi-kun? Creo que sería mejor que hablaras con él…— Suspiró.

— No me acercaría a ese traidor sola para hablar— Dice entre dientes.

Su orgullo era demasiado para ir solo a hablar con alguien como él, si lo veía de nuevo solo estaría dispuesto a romperle la cara, pero algo pasó mientras el de cabellos claros se retiraba, en ese momento él apareció, el despreciable, Saruhiko Fushimi.

— Mi-sa-ki… No esperaba verte por aquí…— Sonrió de una manera repulsiva para el pelirojizo.

— ¿S-Saruhiko? — No esperaba verlo en ese momento, no, no esperaba verlo en ningún momento y menos que lo llamara por su nombre tan naturalmente.

— Te extrañé, Mi-sa-ki…— El modo en que lo llamaba lo hacía retorcerse, odiaba ese tono suyo al nombrarlo, lo odiaba todo de él.

El peliazul perlado se acercaba lentamente al menor, mientras que éste, totalmente indefenso, totalmente contrario a lo que era su personalidad, no sabía que hacer, solo retrocedía y retrocedía y retrocedía…

—Misaki, esa no es tu actitud de siempre, ¿sucede algo? — El mayor no se quedaba atrás, avanzó hasta que su contrario topara con la pared para así poder tomarle el mentón.

No dijo nada, no hubo nada más que silencio por unos instantes, sin embargo el peliazul tomó rápidamente la situación a su favor, acercando su rostro al del pelirojizo, manteniendo sus labios solo a unos cuantos centímetros, mientras que éste se encontraba con un notorio color carmín en las mejillas.

—Di que me quieres, Misaki, ambos lo sabemos, no has podido quitarme de tus pensamientos, no solo están tus deseos de terminar conmigo, también deseos de poseerme, de besarme, de volver a ser como antes, ¿no es así, Misaki? — Nuevamente el silencio se produjo después de dichas palabras. Al peliazul no le importó y solamente besó con pasión al menor.

Exploró la cavidad bucal del menor, mientras que con una de sus manos mantenía ambas muñecas contrarias en altura, la otra se dedico a jugar bajo la camisa del pelirrojo.

Su beso se prolongó hasta que el chico recobró su uso de la razón, ¿por qué estaba siendo dejado besar por ese traidor? Quizás le quería, pero no. No era posible... O tal vez si…

—Misaki, di que me quieres…— Susurró al oído del menor, acto seguido lamió el lóbulo de la oreja contraria.

—S-Saruhiko, t-tal vez… Solo tal vez, t-te quiero…—

El peliazul sonrió totalmente a gusto, soltando al menor, dejando que este caiga lentamente hacía el suelo. Se volteó y se echó a andar, ni siquiera dando vuelta para mirar atrás. El pelirrojo, al contrario, se encontraba con lágrimas en los ojos, totalmente ruborizado, había sido dejado como un tonto hasta que su celular sonó, tenía un mensaje; "También quiero, Misaki~."

—Eres un idiota, Saruhiko…—

Se quedó ahí por unos momentos, pero no lo olvidaría, cobraría su venganza si eso necesitaba para volver a verle, para volver a ver a su despreciable peliazul.