— Yo lo haré... Yo le daré su castigo de la manera más misericordiosa que me sea posible.
...
-¿Quién eres?
— Nadie
-¿Quién eres?
—Nadie
-Quien eres
—...
-¿Quién eres?
—Impala... Impala Snow
-¿A dónde vas?
— A Poniente
-¿Que harás?
—Matarlos a todos y coronar al rey verdadero...
...
El aire rezumaba medio y angustia, los sollozos apagados de la mujer vieja y el gorgoreo del bebé que llevaba en brazos, el sonar de las espadas al fondo, como la música oscilante de un campo de batalla, y debajo, el sonido del agua chocando contra la capota del barco. Una sonrisa turbia apareció en su rostro, surcado por las arrugas propias de una mujer madura, aspiro con pesadez el aire marino y poniéndose en pie, siempre apoyada por el bastón de acebo que llevaba en su mano, y siempre con aquel pequeño bulto en la parte posterior de su capa, resguardando el acero y el vidriagon que había tomado antes de partir.
-¡Estamos llegando!
Habían pasado casi una doce de días desde que se había alejado de Braavos, lejos de la ciudad, viendo por ultima vez la hilera de riscos que surgían del mar, de laderas escarpadas cubiertas de pinos soldados y piceas negruzcas, con las aperturas donde se alzaba de manera colosal el Titán de Braavos, con los ojos llameantes y el pelo verde al viento. Empezaba a extrañar aquel sitio, pero en su mente aun sonaban las palabras del acolito al verla partir, "Conserva tu nueva identidad, porque de ahora en adelante, es todo lo que seras"
Anduvo a tientas por la parte superior de la Puta Virginal, nombre de la barcaza mercante que le había llevado a través del mar Angosto, hasta llegar al Rejo y finalmente a Dorne, su travesía tenia una larga brecha desde ese punto. Podría ser peor presto atención a quienes se le adelantaban a bajar a tierra firme, amaba aquello, la desolación que les llenaba el rostro parecía despejarse tan pronto como sus pies tocaban tierra, interesante, verdaderamente interesante el prestar atención a detalles como aquellos, era como tener el descanso prometido, tener el sueño que no es eterno.
-¡Baja rápido, anciana!
Levanto la mirada y se topo con uno de los mercaderes con la mano en alto y haciéndole una seña para que apresurara su camino hacía el exterior del pequeño navío.
El ambiente era de caos, el caos propio de un puerto. El aroma era diferente, la tranquilidad del ambiente no existía, su sonrisa dejaba atrás el cansancio y la agonía perenne que había parecido atormentarla en antaño. Puso la capucha de su viejo manto de tela vieja y desdeñosa, estaba en lo cierto, el viaje era largo, no había recorrido mas que unos pocos metros, y ya rogaba por un descanso.
El sol en lo alto se movía con la lentitud propia, el azul del cielo se tornaba oscuro hasta quedar en un gris azulado y por fin negro. Las crines del caballo habían tomado un efecto impropio, el camino era alargado, pese a las constantes que le habían mostrado cuando pidió indicaciones No es más que un camino de cabras, si... Claro que si... su rostro cambiaba conforme cada legua que atravesaba, los años desaparecían con cada ráfaga de viento que ondeaba su larga cabellera antes ceniza ahora marrón, separando millas y luego leguas, hasta apartarla del camino principal, había llegado hacía dos días a Dorne, y ya estaba a punto de salir, Invernalia estaba crucificada si su andar no sufría algún avance pronto.
