Disclaimer: Nada del mundo mágico ni de los cuentos de hadas me pertenece.
I
Princesa Abigail
Abigail era, aparentemente, una muchacha feliz. Era hermosa, tenía una vida plena y no le faltaba de nada. Siendo la hija del mismísimo rey Midas, como no iba a serlo. A decir verdad, era el ojito derecho de su padre y él hacía cuanto la princesa le pedía. Pero el tiempo corría y el rey quería descendencia por parte de su primogénita.
Descendencia.
No podía soportar la idea de tener que casarse con alguien a quien no amaba. Cada noche lloraba al pensar que su amado se encontraba atrapado en un muro dorado que jamás podría derrumbar. Las tardes las pasaba allí, en su escultura perfecta. Brillante y fría. Besaba los helados labios que, un día, desprendían el calor que tanto anhelaba.
—Algún día—solía decir, triste—. Algún día, mi amor, volveremos a encontrarnos.
Kathryn Nolan
La noche en que su esposo le había abandonado, Kathryn pensó que se le iba el mundo. Habían compartido tantos momentos juntos, que le parecía aún increíble que todo aquello fuese verdad. Lloraba desconsolada, sintiéndose impotente al ver que su amor la dejaba sin poder hacer nada. Se sentía vacía. Abrazaba el marco de fotos donde, un día, fueron felices. Un día se juraron amor eterno. Ahora se juran no volver a hacerse daño. ¿Era todo aquello lo mejor? Quien sabe.
Tanto tiempo sin saber nada de él, sin saber qué será, sin saber si volvió a rehacer su vida. Casi que mejor no pensar en ello. La sola idea de pensar en su amado en brazos de otra persona, se le revolvía el estómago. Sufría como jamás había sufrido nunca. ¿Debía cortar el llanto que cada noche invadía su almohada? Cinco años de ausencia bastaban para hacerlo.
Hasta que una llamada, aquella llamada, hizo que la esperanza regresara a su corazón.
