Disclaimer: Los personajes que aparecen en este fic, que aunque con mucho gusto éste sí me pertenece, éstos no, ya que son obra maestra de Hajime Isayama.
Este es el primer fanfic que escribo para que otras personas lo lean, pero espero que os guste leerlo tanto como a mí escribirlo para vosotros.
Intentaré subir los capítulos lo antes posible, ya que soy de esas personas que no soportan leer un fanfic incompleto, ¡sufro mucho!
Espero vuestros comentarios y opiniones, los tendré muy en cuenta.
¡Muchísimas gracias!
"Día 29. Diario mental de Rivaille"
Veo que tiene una expresión desesperada en el rostro. Su ceño fruncido indica que está preocupado, al igual que sus labios, están tan apretados que dan la impresión de ser una fina línea. Otra vez, me lo esperaba: No ha estudiado para el examen. Suspiro para mis adentros.
¿Qué pasa con este mocoso? Presta atención por lo menos en mis clases y así te enterarías.
Necesita darse cuenta de una vez.
Me acerco a su asiento y apoyo ambas manos en su escritorio, consiguiendo asustarle. Seguramente ni me escuchó venir.
Enarco una ceja y le miro seriamente.
– Si no has estudiado, entrega tu examen y deja de perder el tiempo.
Me mira durante una milésima de segundo, pero se cohíbe lo suficiente para que la vuelva a apartar.
– N-No. He estado toda la noche estudiando. Me lo sé.
Asiente con la cabeza varias veces, intentando convencerse a sí mismo de sus propias palabras. Estudiando en el último momento casi nunca sirve de mucho, idiota.
Le cojo la hoja con indiferencia, no antes de que el pequeño hiciese su, en vano, intento de evitarlo.
– E-Espere Rivaille-sensei, no lo lea aún… –me suplica mientras un leve rubor empieza a cubrirle sus mejillas.
Hago un cálculo mental de la nota que llevaría y compruebo que llega para que apruebe, aunque bastante justo. Noto como me hierve la sangre lentamente.
Le devuelvo su examen en un golpe sordo y me encamino a la pizarra.
– Rivaille-sensei, ¿está tan mal? –me pregunta confundido ante mi reacción.
Ni yo mismo sé por qué lo he hecho, sobre todo durante todo este mes. Me sulfuro con mucha más facilidad, pero siempre se me pasa al entrar en esta aula. Me estoy contradiciendo tanto últimamente que no me reconozco.
– Después de clases, vuelve. Te espero.
El sonido de la campana resuena por toda la sala.
Escucho la puerta deslizarse y una cabeza castaña se asoma por la abertura. Indeciso, se adentra.
– Con permiso.
Dejo los exámenes de esta mañana sin terminar de corregir a un lado y me giro hacia él.
– Ah, Eren. Pasa.
– Sí, claro…
Veo como se acerca a la mesa con paso torpe aunque intenta mantenerse firme. Se color en frente de mí. Tiene los puños cerrados y los hombros tensos. Tan inocente. ¿Qué tiene? ¿Trece años?
Mocoso.
– Te voy a suspender.
Sus ojos se agrandan sin límite.
– ¿Qué? ¿Por qué? ¿Tan mal he hecho el examen?
– No es por el hecho de que lo hayas hecho bien o mal-me levanto de la silla para sentarme en el borde de la mesa-. No prestas atención a mis clases. También te pasas el día hablando y riendo. Y te crees que por estudiar en el último momento, lo vas a sacar todo.
Hasta yo mismo sé que esta es una de esas típicas charlas que te dicen tus padres y no son muy agradables.
No me contesta. Sabía que no lo iba a hacer y en cambio, baja la cabeza, sombrío.
– Eso significa, ¿que voy a repetir curso?
– Sí.
Parece que le acaban de echar un cubo de agua fría en la cabeza y un escalofrío le recorre el cuerpo.
Levanta el rostro conmocionado. Sus ojos verdes brillan más de lo normal y hacen contraste con los colores anaranjados del atardecer que entran por la ventana. Va a llorar. Lo noto. Mierda.
Siento un poco de compasión por él. En realidad no tenía intención de suspenderlo, solo asustarle de tal manera que me deje dar mi clase en tranquilidad. Me echo un poco hacia atrás y me levanto. Este silencio me está molestando demasiado.
–Si no tienes nada qué decirme al respecto, puedes volver a casa. He terminado contigo.
Sin decir nada más veo como se gira sobre sus pies y se dirige a la puerta. Aparto la vista y me pongo con lo mío acomodándome de nuevo en mi asiento.
- N-no!
Me sorprendo, aunque impasible dirijo la mirada en dirección donde ha provenido el grito infantil. ¿Ahora qué? Eren viene hacia mí con rapidez y me agarra del cuello de la camisa. ¿Me va a pegar? Imposible. Él no es así. No sería capaz, básicamente.
– S-Sensei, lo siento si esto le molesta.
¿Molestar? ¿El qué? Acabo de perder el hilo de la conversación. Pero pronto lo descubro cuando sus pequeños labios rozan los míos sin vacilación alguna. Un escalofrío me recorre la columna.
¿Qué?
Se separa de mí y me mira avergonzado. Creo que esto es de una de las pocas cosas que me han sorprendido tanto en lo que llevo de vida. Se muerde el labio inferior mientras mira hacia otro lado, pero rápidamente vuelve a atraerme y con más intensidad que antes, me besa.
Le miro y sus ojos están cerrados con fuerza y un sonrojo le cubre parte de sus mejillas, jugando con el color canela de su piel.
En aquellos momentos, había algo más fuerte que la razón, que la lógica o el orgullo. Algo más fuerte que me incitaba a dejarme llevar y seguir simplemente el camino que deseaba mi cuerpo.
Cerré los ojos, dejándome llevar por el contacto. Mi lengua entró con suavidad por su boca y, esta vez, Eren opuso algo de resistencia. Seguramente fuese la primera vez que le hiciesen esto.
Apoyó las manos en mi pecho, pero inmediatamente, aferrándose a mi camisa con fuerza, se relajó para volver a respirar con normalidad.
Eren introdujo también su lengua y movió sus pequeños labios con desespero. Pequeñas mordidas se escapaban sin querer, por parte de uno y del otro.
Notó por un momento como Eren flaquea levemente y me doy cuenta de que sus piernas están temblando. Me separo de sus labios para coger aire y Eren aprovecha para soltar los gemidos que se habían escondido en su garganta.
– Lo siento… –respiraba entrecortadamente –. He hecho… algo imprudente.
En menos de cinco segundos la pequeña figura se estaba alejando rápidamente de mí. Escucho el eco de sus pisadas correr por el pasillo y el silencio de la sala me consumió de repente.
Fue la primera vez que sentí que había perdido.
Sé que es un poco corto, pero la verdad que creo que no se me daría bien escribir tanto capítulos como historias muy largas. Llegarían a ser muy densas para mi gusto. Aunque alguna vez lo intentaré.
¡Espero que os haya gustado!
¡Nos vemos!
