NOTA IMPORTANTE


Bueno pequeños míos, me despido del Fandom de El Hobbit para dar paso a nuevos proyectos. La vida sigue.

Os confieso que he tenido una profunda etapa de reflexión con respecto a lo que quería hacer con este Fandom, y he llegado a la conclusión de que mi etapa como Ficker de esta sección ha terminado definitivamente, ya no doy para más. Como habréis podido ver aquellos que me siguierais, he remoledado mi perfil en profundidad para poder traeros esto, este regalo. No esperéis sin embargo encontrar obras nuevas en este fic, que no es sino una recopilación de mis trabajos ordenaditos por preferencia y ya corregidos creo que en su totalidad para su mejor lectura. Los que me leíais en su momento, ya sabéis que vais a encontraros ahora.

Me gustaría igualmente pediros que, en nombre del amor que aún le profeso a esta pareja y de todo lo que me he esforzado en su nombre; que aquellos que no comentasteis en su momento, lo hicierais ahora. Sé que es mucho pedir a los que ya lo hicieron que lo vuelvan a hacer, así que eso lo dejo a vuestra elección, aunque no cuente realmente con ello, queridos lectores.

Sin más que decir, me despido de vosotros y os mando besukis hermosos.

PD. - La portada es totalmente obra mía, si os lo preguntáis. / PD.2 - ¡Viva el ThoFi! y a quien le disguste, que se j*da MUY profundamente.

Ahora si, os dejo disfrutar de la lectura.

Namarië, Judh.


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Disclaimer— El Hobbit, El señor de los Anillos y sus personajes no me pertenecen; pertenecen al maestro Tolkien.

AdvertenciasLemon.

Pareja— Thorin x Fem Fili.

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Enséñame

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La herrería estaba vacía cuando la joven enana entró en ella paquete en mano, y mientras el moreno tras ella cerraba la puerta, ella lo dejaba sobre la mesa y comenzaba a desenvolverlo.

Era la comida del día, que su madre, Dis, había preparado para él, Thorin, el cual pasaba gran parte del día trabajando en la herrería y no tenía tiempo apenas para volver a casa, comer y regresar a abrir el pequeño negocio que les reportaba esas escasas pero necesarias monedas.

—Gracias, sobrina —dijo Thorin tomando el paquete entre sus manos.

La rubia se lo tendió a su tío, el pequeño cuenco de barro humeante lleno hasta arriba de guiso de gallina y patata y una cuchara de madera gastada por el uso, antes de sentarse en un tocón de madera junto a la chimenea encendida que su tío usaba para cortar leña y alimentar las llamas de la fragua. Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no se dio cuenta de en qué momento se había quedado tan callada como para que el silencio fuera incluso notado por él. Tras unos minutos de revolver su sopa y comer, decidió romperlo.

—¿Estás bien, Fili? —inquirió Thorin preocupado—. Estás muy silenciosa hoy, ¿ha sucedido algo?

Ella salió de sus ensoñaciones al escuchar su nombre, mirando a su tío muy sorprendida, encontrándose con que la estaba mirando fijamente.

—Nada, tío, estoy bien. —Sonrió forzadamente.

—Sabes que puedes confiar en mí por cualquier temor que te aflija —dijo Thorin—, nunca te traicionaría.

Y lo sabía, bien que lo hacía. Quizá por ello se sentía más reacia a confesarle sus temores. Era una mujer a fin de cuentas y él un varón, por mucho que no la traicionara nada garantizaba que no se fuera a sentir decepcionado; o peor aún, que no la comprendiera en absoluto. Mas le bastó sumergirse en aquellos ojos azules sinceros y amplios como un cielo nocturno de Thorin para dejar pasar sus temores y encontrar su voz por fin.

—Es sólo que… —E hizo una pausa con los labios fruncidos, deteniéndose de nuevo.

—¿Sí? —animó él.

Fili sonrió un poco entonces, apartando la mirada y clavándola en las briznas de paja esparcidas por el suelo, llevó la mano a su cabeza rascándose distraídamente, sin atreverse a mirarlo.

—Pensarás que soy una necia enanilla —confesó entonces la joven, masajeándose la parte baja del cuello, avergonzada—. No quiero que eso suceda, tío Thorin...

Definitivamente el tema estaba empezando a preocupar a Thorin, que dejó el plato posado sobre el yunque a su lado y se arrodilló frente a ella, tomando ambas manos de su rubia sobrina entre las suyas para infundirle animo. Las encontró frías, sorprendentemente inhabitual en ella, pues sus manos siempre eran cálidas y suaves.

—Tienes mi palabra de que no lo haré, hija de mi hermana —dijo Thorin muy serio al ver que ella permanecía en silencio, sin soltar sus manos.

Entonces la joven alzó la mirada y la clavó en la de su tío unos instantes antes de apartarla nuevamente.

—Verás, el otro día… —comenzó Fili.

La cesta que cargaba en su brazo derecho con harina y cereales pesaba más de lo que previó en un principio, y las frutas y carne que llevaba en la otra tampoco eran una pluma, así que dado que el camino desde la plaza del mercado hasta su casa era considerable y tardaría al menos diez minutos cargando con toda aquella compra, decidió tomar un atajo.

Tras la plaza había un pequeño callejón que conducía a unas escaleras que subían de forma vertical hasta el siguiente nivel. No solía usarlo muy a menudo por lo duro de la pendiente, pero en ese momento valdría la pena la subida empinada. Estaba casi llegando a la parte alta, cuando escuchó unos ruidos que la hicieron detenerse cerca de unas casas cercanas.

Kili aaah… pícaro… travieso —rió ella escandalosamente—, ¡aah!

Fili abrió los ojos como platos antes de posar las bolsas de la compra y acercarse para ver qué sucedía, pues había escuchado el nombre de su nadadith. Al llegar al lugar, su mano fue directa a sus labios para acallar su jadeo de sorpresa por lo que acababa de contemplar, escondiéndose tras la casa de al lado sabiendo que no debería haber fisgoneado, y sin embargo… no pudo evitar asomar de nuevo la cabeza, quedando grabadas las imágenes en su memoria.

Kili tenía a Brif, una muchacha de la aldea atrapada entre la pared de la casa y su cuerpo, y la joven parecía estar disfrutando mucho de la situación, pues se estaban besando y ella era tan activa como su hermano. El castaño acariciaba con su izquierda el rostro de la pelirroja, mientras la diestra sujetaba la pierna de la enana y la alzaba sobre su cintura, con la mano metida bajo la falda, subiéndosela.

Fili se escondió otra vez con el corazón acelerado. ¡Por la barba de Durin! ¡¿Qué hacía Kili?! No podía creer lo que estaba pasando.

Al asomarse una última vez, constató que los besos que Kili le estaba prodigando, no eran en nada similares a cualquiera que ella hubiese visto, ni siquiera entre sus padres. Pudo ver cómo parecía estar devorando la boca de Brif, y cómo ella jadeaba entre sus labios, e incluso más y más se acercaba, necesitada.

Aquello fue demasiado para ella, salió corriendo sin importarle que la oyeran, tomó las bolsas y se apresuró a regresar a casa.

—Y fue algo totalmente insólito para mí —terminó Fili—, no sabía que se podía besar así… Me sentí como una chiquilla que no sabe nada.

Thorin sencillamente asintió comprensivo, lo entendía, entendía a lo que se refería en lo de sentirse así; era lógico siendo ella una joven enana de alta cuna. Frunció el ceño ligeramente después, sabiendo que tendría que mantener unas serias palabras con su sobrino, si Dwalin no lo hacía antes. Un príncipe de la casa de Durin no podía ir por ahí desflorando mozas, para eso ya estaban las Mariposas, no se necesitaba deshonrar a una enana corriente, fuera de baja alcurnia o no.

Tras unos instantes de profunda reflexión alzó de nuevo sus ojos y los clavó en los de su sobrina, que aún no lo miraba, silenciosa e igualmente pensativa.

—¿Qué te aflige pues, sobrina, el haber sorprendido a tu nadadith en una situación que no deberías haber visto, o se trata de otra cosa? —inquirió Thorin rompiendo el silencio—. Intentaré aclarar tus dudas, si en mi mano está.

—¡No es eso! —exclamó Fili frustrada, suspirando—. Es que… ¿cómo es posible que Kili conozca besos que yo ni imaginaba que existían, si es cinco años menor que yo? ¿Qué más cosas ignoro? ¿Es porque es varón? ¡Por Mahal, odio sentirme perdida!

—Tranquilidad, Fili —pidió Thorin alzando las manos—, puedo explicártelo si así lo quieres.

Y la respuesta de la rubia, que lo miró llena de determinación, le cogió por completo desprevenido, tan inesperada e impulsiva como sólo Fili podía serlo en muchas ocasiones. Su voz fue firme y clara, sin rastro de titubeo cuando habló, mirándolo directamente a los ojos.

—No quiero que me expliques nada, quiero que me lo enseñes —afirmó ella seriamente—, quiero ver, saber, entender.

Él no respondió, se limitó a mirarla seriamente, intensamente, analizándola a ella y a la situación. ¿De verdad quería esto? ¿Tan rápido había crecido la hija de su hermana ante sus ojos, que no se había percatado de que ya no era una enanilla, sino una joven mujer? Pero lo más apremiante no era eso, sino ¿estaría dispuesto a concederle su deseo, si ella se lo pedía abiertamente?

No lo sabía, pero con Fili cualquier cosa podía suceder. Se preparó para todas las posibilidades, no quería volver a quedar desprotegido y sin saber cómo actuar, odiaba eso.

Suspiró, decidiendo al fin que unos besos inocentes no podían causarles ningún daño a ninguno. Satisfaría la curiosidad de la rubia y calmaría su nerviosismo.

—Como desees —dijo finalmente Thorin acomodándose en un taburete frente a ella.

Fili asintió sonriente, escuchando con atención cualquier cosa que su tío quisiera enseñarle. Thorin jamás lo confesaría, pero su pulso estaba acelerado, estaba nervioso. No porque fuera inexperto en la materia, Mahal le librase, sino porque era con ella con quien iba a adentrarse en esas cuestiones tan serias. No quería estropear su relación, así que pensó durante unos largos instantes, que bastaron para que Fili se desenvalentonara y perdiera la sonrisa, a pesar de no decir ni una palabra en voz alta.

Thorin la miró tragando saliva y lo supo, ella igualmente estaba nerviosa.

—Comencemos por lo más importante —dijo Thorin internamente atemorizado, deseando que la respuesta fuera afirmativa—, ¿conoces la diferencia entre varón y hembra?

«Por el sagrado martillo de Mahal y las flores de Yavanna, que así sea» rogó mentalmente el moreno. Si en verdad tenía que verse forzado a darle la charla, jamás podría volver a mirarla a los ojos sin sentirse humillado. Pero por ella, lo haría, si se diera el caso… nada más lejos de la realidad, la risa tranquila y alegre de su sobrina lo sacó de sus pensamientos taciturnos, y la miró sorprendido.

—¿Estás preguntándome eso en verdad, tío Thorin? —rió Fili incrédula—. Tío Balin me explicó eso hace muchísimos años, cuando no pude dejar de observarle la diferencia que había entre Kili y yo cuando éramos enanillos y nos bañábamos juntos en la tina. ¡Claro que se lo que tenéis entre las piernas que a mí me falta! —Sonrió—. Es más, amad se encargó de enfatizarlo cuando mi sangre lunar llegó.

—Gracias a los Valar —suspiró Thorin aliviado—, habría sido terrible tener que explicártelo, y conociendo tu insaciablemente curioso carácter, demostrártelo.

Fili rió más ampliamente entonces, y la alegría que emanaba de ella se le contagió, haciendo que riera más despreocupadamente ahora, con un peso menos encima; sin duda sería mucho más fácil.

—Bien, sigamos pues —dijo Thorin entonces, suspirando de nuevo—, es una cuestión práctica entonces, dime qué besos conoces.

Ella asintió enérgicamente, pensando durante unos instantes antes de mirarlo mientras se acariciaba la barbilla, dudando sobre si decir o no lo que rondaba por su cabeza.

—Bueno, está el beso de una súbdita leal a su rey —dijo Fili.

Y como si quisiera enfatizarlo, la rubia se arrodilló frente a Thorin y le tomó la mano entre las suyas, besando suavemente sus nudillos con elegante cortesía. Thorin afirmó complacido. Al parecer, Balin había hecho bien su trabajo como mentor, ella conocía bien el protocolo de la nobleza y realeza. Sonrió, siendo él ahora quien tomaba la mano de ella en la suya, sorprendiéndola, y la besaba suavemente, como el roce de un pétalo de rosa contra su piel.

—Y el de un caballero a una dama —añadió Thorin.

Fili sintió el roce de la barba de su tío sobre su mano, y sus labios cálidos antes de que el moreno se apartara y la mirara con una sonrisa, asintiendo de nuevo para que ella continuara.

—Está también el beso de una madre —continuó ella entonces.

Y aún de rodillas entre las piernas de su tío, la joven se alzó para darle un ligero beso en la frente, y Thorin de nuevo confirmó su agrado con un sonido afirmativo, por lo que ella se agachó lo justo para que sus labios rozaran la mejilla del moreno. Después ella se apartó y se arrodilló frente a él, mirándolo desde abajo, expectante.

—Ése era el de una amiga a su amigo —dijo.

El rey sencillamente se limitó a asentir en conformidad, entendiéndolo.

—¿Alguno más? —inquirió Thorin entonces.

Y Thorin supo que lo había, porque inmediatamente ella apartó la mirada y la clavó en sus manos, que descansaban sobre sus rodillas dobladas. La conocía demasiado, sus palabras no hicieron más que confirmarle lo que ya sabía.

—Uno —admitió Fili sonrojándose ligeramente—, el beso de únicos.

Thorin bufó internamente sin decir nada para no avergonzarla, a saber qué era eso, pero desde luego, seguro que no lo que ella creía que era.

—A ver ese «beso de únicos» —pidió él—, muéstramelo.

Fili, aún sonrojada, asintió con determinación y se alzó ligeramente para que sus rostros quedaran frente a frente, ella más abajo, sus narices casi rozándose y sus miradas fijas en la del otro. Entonces, cerró muy despacio los ojos y cruzó los escasos centímetros que la separaban de él, uniendo sus labios, que encajaron perfectamente. Fili no se movió, no hizo nada más que quedarse ahí, notando el cálido roce de la piel del moreno, su barba… pero al ver que Thorin no hacía nada, abrió los ojos, encontrándose con que él los tenía abiertos y la miraba, por lo que se apartó, fieramente ruborizada.

Seguramente había hecho algo mal, debía de haber quedado en ridículo, la pequeña sonrisa que se formó en el rostro de su tío le confirmó sus sospechas… Ella sólo quería que la tierra se la tragase, cerró los ojos con fuerza bajando la cabeza para esconder su mirada.

—Ése no es un beso de únicos, Fili. —Sonrió tiernamente el moreno entonces—. Sencillamente es un beso de cariño entre aquellos que se aman.

Y la respuesta inesperada hizo que alzara la cabeza de golpe, mirándolo contrariada.

—Pero amad y adad… —comenzó a rebatir Fili—, no puedes decir que no es cierto, tío Thorin, lo he visto yo misma.

—Dwalin y Dis se besan así, es cierto —confirmó Thorin—, pero delante de nosotros, para demostrarse que se aman, como saludo o despedida… No es el mismo beso que usarían en el lecho, sobrina.

Fili frunció el ceño entonces, confundida.

—¿Y lo de Kili y esa enana? —inquirió Fili—, no creo que él esté enamorado de ella, mucho menos que sea su única. Dudo de que en realidad…

—Calma, paciencia, sobrina —pidió Thorin de nuevo alzando las manos—, ya llegaremos a esa parte, todo a su tiempo.

—Está bien —suspiró ella.

Y su mirada azul clara se perdió en las llamas de la hoguera tras ella, aguardando. No hubo de esperar mucho, pues Thorin la sacó de sus pensamientos sin tardar demasiado. Fili no sabía qué pensar, si acaso ya él se lo había rebatido todo. ¿Qué quedaba? No sabía lo equivocada que estaba.

—Acércate —ordenó Thorin, haciendo que lo mirara.

Fili sencillamente obedeció, acercándose de nuevo a él tal como hiciera antes, dejando sus rostros tan juntos que podía notar su cálido aliento sobre la piel, cosa que hizo que los rizos diminutos de su nuca se erizaran con un escalofrío que la recorrió como un destello. Thorin sin embargo parecía determinado, eso le pareció a ella, a medida que alzaba las manos y tomaba su rostro entre ellas, aproximando aún más si cabía su cara a la de ella. Rozando sus labios, pronunció unas palabras.

—Éste es un beso que usaría con una amante —explicó Thorin—, sin importar que estuviera o no enamorado de él, o ella —añadió con una sonrisa.

Antes de que Fili lo esperara, cerró los ojos nerviosa como estaba. Thorin posó de nuevo sus labios sobre los suyos y los rozó con su lengua haciendo que ella jadeara de sorpresa entreabriéndolos, momento que él aprovechó para profundizar el beso y unir sus bocas, recorriendo la suya por completo, dejándola pasmada. Fili había abierto los ojos por la sorpresa, y vio que su tío los tenía cerrados, por lo que ella imitó el gesto con el corazón desbocado, sintiendo cómo Thorin la besaba de un modo que ella ni había soñado que existía.

El aire les faltó rápidamente, y Thorin se apartó lo justo para volver a unir sus labios en un suspiro, de nuevo rozando sus lenguas. Acomodando la cabeza de ella entre sus manos, la giró ligeramente para ayudarla. Finalmente Fili lo entendió. Thorin esperaba que ella hiciera algo, que respondiera, tal vez que se comportara de la misma manera. Y casualidad o no, la calidez comenzó a recorrerla, por lo que la joven lentamente comenzó a imitar los movimientos de su tío, inexperta, pero atenta.

Lo que había comenzado como un beso por parte de Thorin, había terminado convirtiéndose en uno apasionado y necesitado. Fili era una alumna veloz, voraz y más fogosa de lo que él habría podido imaginar. Podía jurar que no era él quien recorría su boca sino ella quien había tomado la voz cantante, dejándose llevar, alzando sus manos sobre las piernas de su tío para incorporarse, jadeando entre sus labios, girando cuerpo con cuerpo. Y Thorin supo que aquello se estaba desmadrando.

Pero no podía detenerse.

Alzándola a peso y sentándola sobre sus piernas, se separaron de nuevo para sin demora volver a besarse. Y no supo cuántos minutos pasaron, cuántos besos se dieron, antes de que Thorin notara que el ardor estaba recorriendo su sangre y se estaba excitando… por Durin, debía detenerse.

Con la mayor fuerza de voluntad que pudo, alejó el rostro de Fili del suyo, abriendo los ojos por fin, sintiendo que sus pantalones tiraban duramente al ver el rostro de ella, sonrojado, los labios entreabiertos, rojos e hinchados por sus besos y el roce de su barba, y brillantes por su saliva. Era la viva imagen de la tentación, sentada sobre sus rodillas. La deseó, con feroz necesidad, deseó tirarla sobre la paja del suelo de la herrería y levantar su falda, penetrarla y perderse en su cuerpo durante horas… pero no lo haría.

Todos esos pensamientos y sentimientos surgieron intensos como llamaradas en el instante que Fili tardó en abrir los ojos, mirándolo embriagada.

—¿Hay… aún hay más? —dudó Fili finalmente, mordiendo ligeramente su labio, normalizando su respiración.

Mahal, por qué jugaba con él. Era tan ignorante que no lo soportaba. Sabía que la pregunta no llevaba maldad en ella, pero la dura erección que intentaba esconder en sus pantalones no pensaba de la misma manera, necesitaba alejarla, por lo que con más brusquedad de la que pretendía la puso en pie y se levantó, dándole la espalda.

Tardó unos instantes en responder, sabiendo que ella esperaba, pues sentía su mirada interrogante clavada en su cuello.

—Muchos más —confirmó Thorin finalmente, alejándose hasta el otro lado de la herrería.

—Enséñamelos —pidió Fili.

Thorin abrió los ojos por la sorpresa, sin creer lo que oía. Definitivamente todo aquello había sido una mala idea, muy mala. Si ahora seguía, no podría detener su instinto primario que le pedía que continuara, como varón y como enano que la amaba sin reservas… pero sería fuerte por una vez. Se negaría. Lo haría por ella, en contra de su propio deseo.

—No —respondió duramente Thorin.

—¿Qué? —murmuró ella sin comprender por qué se negaba—. ¿P..por qué? ¿He hecho algo mal? ¿Es por…?

—No has hecho nada mal, sobrina —dijo Thorin—, sencillamente no sabes lo que pides. Eres muy joven todavía y no me corresponde a mí enseñártelo, debe hacerlo aquel a quien elijas como compañero.

Fili se quedó paralizada.

Thorin no la miró, aún dándole la espalda.

Y Fili supo que se había equivocado. Su corazón latía como un tambor acelerado en su pecho, y no supo que estaba llorando hasta que las lágrimas, frías y saladas rodaron por sus mejillas ardientes y rojas. Ya no sólo por lo que había pasado, sino por la humillación de haber sido rechazada. Pasaron unos instantes en los que Fili se dio cuenta de la situación en la que se encontraba, totalmente avergonzada; en los que Thorin quiso voltearse mil veces y abrazarla, pero no lo hizo. Y ella hizo lo único que pudo.

Correr y perderse de vista, deseando no haber abierto aquella puerta que ahora quemaba como una herida abierta en su memoria, corazón y alma.

Cuando Fili hubo salido de la herrería, Thorin se giró por fin, llevándose una mano a la cara cubriendo sus ojos derrotado, únicamente deseando que aquel incidente no cambiara nada entre ellos, pues sobre todas las cosas la amaba, y perderla era algo que no podría afrontar, en esa vida o en la que siguiera.


Los días pasaron raudos, y se convirtieron en semanas, y éstas en meses.

Las flores comenzaban a brotar entre los restos de la nieve del deshielo que había dejado el invierno, bellas y radiantes, deseosas por un rayo de sol que las calentara cuando la puerta de la herrería fue de nuevo abierta, justo igual que aquel día. Thorin alzó la mirada del trozo de metal que estaba golpeando hacia ella, que envuelta en la brisa, cerró la puerta tras de sí.

Fili estaba envuelta en una capa pesada de pelo, y una bufanda de lana cubría sus hombros y cuello, dejando libres sus largos rizos dorados bajo la tela. La joven se quitó la larga prenda desenrollándola y posándola sobre la mesilla junto a la puerta. Hizo lo mismo con la capa, sacudiendo sus botines sobre el felpudo antes de alzar la mirada hacia su tío y acercarse. Se detuvo frente a Thorin tomando el martillo y dejándolo a un lado, aguardó en silencio.

—¿Qué estás haciendo? —inquirió Thorin confundido.

—Siéntate —dijo ella tajantemente, sorprendiéndolo—, tengo que hablarte de algo serio.

Thorin frunció el ceño por el tono de voz que ella había empleado, confundido y sorprendido a partes iguales, pero hizo lo que ella le pedía, sentándose en el banco de madera que había junto a la mesa de trabajo, cruzándose de brazos mientras la observaba, esperando una explicación que no tardó mucho en llegar.

La rubia no se sentó, permaneció de pie tras la fragua con las manos sobre el yunque, mirándolo fijamente.

—He pensado mucho en lo que dijiste —dijo Fili muy seria—, en lo que dijiste sobre que no sabía lo que estaba pidiendo, y que enseñármelo correspondía a mi elegido como compañero.

Así que eso era. Durin, por favor, no de nuevo. Para Thorin había sido una agonía la etapa que habían vivido y que habían desatado ellos mismos, él especialmente con sus acciones. No podía negar que sentía lo que sentía por ella, desde el día que vio sus ojos celestes mirarlo. Pero sabía también que jamás la forzaría a sentir ni hacer nada que no quisiera o naciera de ella. Sabía que ella era su alma, pero no podía hacer que ella se diera cuenta sin temor a encauzar sus pensamientos.

Y es que Fili era tan joven, tan ingenua, curiosa y dulce, que podría confundir amor con algo que no era tal.

Lo había sabido entonces, lo temió, y lo seguía temiendo ahora. Sin embargo, y aunque sus deseos fueron satisfechos y tras lo que había pasado en la herrería, ella se había alejado de él, no previó el dolor que tal lejanía le acarrearía. Aun sabiéndolo, dolió como un hierro candente directo a su pecho. Solían hacer tantas cosas juntos… a ella siempre le había gustado llevarle la comida a la herrería, y poner cuencos de desayuno "especiales", tal vez con más panceta, o más miel, o más moras dulces sobre la mesa para que desayunara. Le gustaba seguirlo de niña, lo adoraba e idolatraba, revoloteaba a su alrededor como una abeja buscando flores. Lo mimaba, le gustaba que le contara cuentos en las noches frías, y acurrucarse a su lado, siempre cálida. Le gustaba jugar con él a meriendas, y a correr por el bosque, y a trenzar flores en su cabello cuando Thorin dormía sobre la verde hierba del verano y la primavera.

Había sido una chiquilla adorable, tan alegre, activa y curiosa como una ardilla.

Y nada había cambiado cuando ella había ido creciendo. Su relación de complicidad se había mantenido, ella seguía consultándole sus temores, contándole sus anécdotas, ayudándolo en lo que podía y llevándole la comida como una excusa para visitarlo... pasando menos tiempo con él de lo que a él le gustaría debido a que a medida que se hacía mayor, también lo habían sus obligaciones. Su madre era estricta con ella, era una princesa de la casa de Durin, y como tal debía conocer tantas cosas entre dialectos, políticas, modales y protocolos que apenas le quedaba tiempo para perderlo como antaño hacía.

Fili había pasado de ser una joven enanilla incauta y traviesa a una muchacha responsable y comedida. Jamás había perdido su curiosidad innata, pero había aprendido a disimularla.

Tampoco pasaba desapercibido para él el hecho de que no sólo mentalmente había madurado, sino físicamente también. Había crecido hasta convertirse en una adolescente hermosa y prometedora, camino a volverse una mujer terriblemente deseable para cualquier varón que se preciara de serlo. Tenía tan solo cincuenta y cuatro años y ya era completamente atractiva, tenía una figura curvilínea, y a pesar de que sus pechos eran pequeños, sus caderas, piernas y espalda estaban comenzando a adquirir una forma que hacía que más de uno se volviera a mirarla con disimulo, para su gran disgusto y gran rabia de Dwalin, que no permitía que su adorada nidoyel fuera desnudada con la mirada.

Sin embargo, nada de eso le había impedido ir a cabalgar con él al bosque, o salir a nadar al río o a pescar y cazar juntos cuando ninguno tenía algo que lo alejara; su relación había crecido tanto como ella.

Pero tras aquellos besos, ella se había apartado deliberadamente de él, y todo lo que hacían antes se había desvanecido como una nube de humo llevada por el viento. Ya no cabalgaron más, ni reían ni charlaban, ni iban al bosque ni a las montañas, ni ella venía a visitarlo en las tediosas tardes de invierno para hacerle compañía. Y Thorin había aprendido a soportarlo, odiándolo y con inmenso dolor, pero lo había hecho; respetaría la decisión de su sobrina. Sin embargo, si ahora ella volvía a abrir esa herida, no sabría si podría controlarse y dejarlo correr tan sencillamente como ya había pasado.

—Fili… —comenzó Thorin, reacio.

—Espera, permíteme terminar —pidió ella.

El moreno tan sólo se detuvo con los labios fruncidos, concediéndole ese momento para que se explicara.

—Por fin he entendido lo que pasa —sonrió la rubia—, de la más estúpida de las maneras en realidad.

—¿De qué estás hablando? —dudó Thorin ahora confundido.

Fili se cruzó de brazos, mostrando una pequeña sonrisa que murió rápidamente en sus labios antes de que hablara, sin apartar la mirada de él, Thorin podría jurar que como si lo retara.

—Recuerdo aquel día, cuando me llevaste a las cascadas a ver el nacimiento del Lhûn —dijo Fili—, ¿lo recuerdas?

—Claro que lo recuerdo —dijo Thorin—, no hace tanto tiempo de aquello.

—Recuerdo algo que dijiste. En aquel momento no le di importancia —confesó la rubia—, tal vez sólo después de entender y pensar mucho las cosas he caído en la cuenta. Aquel día, cuando te pregunté por qué si eres rey, nunca te has casado ni dado el pueblo un heredero, tu dijiste «un enano sólo ama de verdad una vez en la vida», y cuando insistí sobre el tema y pregunté si habías amado en el pasado: «claro que he amado, pero no como debería».

Thorin la miró fijamente, incapaz de creer que ella recordara palabras dichas hacía tantos años. Como siempre inesperada, la hija de su hermana siempre le sorprendería. No dijo nada, pues aunque intuía el camino que ella seguiría, quería oír sus palabras.

—En aquel momento no entendí lo que dijiste, ¿cómo es que si habías amado es que no era correcto ese amor que habías sentido? —continuó ella—. ¿Acaso habías hecho algo mal? No, claro que no, sencillamente aquello que llamaste amor no era tal, ¿verdad, tío Thorin? Eres varón, y sería necia si creyera que vas a ser más puro que una doncella. Hasta yo, que nada sé, puedo decir eso…

—Fili, no es… —comenzó a decir Thorin, pero ella lo interrumpió de nuevo.

Pero Fili lo ignoró, y dando un golpe sobre la mesa, giró rodeándola, quedando de frente a él, acuclillándose para quedar a la misma altura.

—Entonces pensé en lo que dijiste luego: «sólo cuando el corazón y no la cabeza es quién guía, se conoce el camino». —E hizo una pausa, mirándolo intensamente—. Sabía que hablabas de tu único, tío Thorin, y me quedó claro que no lo habías encontrado… o eso creí.

Thorin tensó la mandíbula, lo supo en el acto, ella lo sabía. Mas eso en nada cambiaba, unos meses antes o ahora, ella seguía siendo demasiado joven. Podía ser rey, podía ser autoritario y hacer lo que le viniera en gana, pero la respetaba como ser, como mujer y enana, más allá de amarla y adorarla.

—Tienes cincuenta y cuatro años, Fili —cortó Thorin levantándose.

Y esa respuesta la frustró, pues la rubia se pudo en pie de golpe con un gruñido irritado, mirándolo con el ceño arrugado.

—Y qué si así es, debiste decírmelo —espetó Fili—. ¿Desde cuándo?

—Basta, Fili —dijo Thorin enfadándose también.

—¿¡Desde cuándo sabes lo sabes!? —insistió ella persistentemente.

—Desde hace mucho —suspiró Thorin cediendo—, mas eso no cambia nada, sobrina, habrás de esperar al momento adecuado.

Fili se quedó callada un instante antes de reír incrédula, negando con la cabeza como si aquella situación fuera totalmente inverosímil, dejando de reír lentamente siendo sustituida su expresión atónita por una de furia. Enfadada, frustrada, disgustada, así se sentía, traicionada por su propio único.

—Intentas darme lecciones de moralidad cuando olvidas lo más importante, tío Thorin —dijo Fili acercándose a él con los labios fruncidos y lágrimas de rabia picando en sus ojos—. El amor no entiende de reglas ni restricciones, tan sólo se siente.

Pero ya no más. Si eso era lo que él quería, que así fuera.


Pasaron los días, las semanas, los meses… y los años, la vida no se detuvo, siguió su camino.

Había corrido como las hojas en el viento ante sus ojos, y la joven enanilla en la que se había convertido Fili era ahora una joven mujer, cumpliría los sesenta y cinco en unas semanas, con el primer deshielo de la temporada, en febrero.

El rey no sabía cómo había podido soportar todos esos años lejos de ella, a pesar de tenerla tan cerca. ¿Acaso ya se había apagado el cariño que sentía por él? No lo sabía, y aunque el lazo que los unía bien conocido era que sería inquebrantable, no así sus pensamientos. Por lo tanto, había dejado el tiempo correr hasta que ella creciera, o hasta que volviera a él, pero como no lo había hecho, los años habían pasado. Una década ya, y no lo soportaba más, su lejanía, su ausencia, su risa y cariño… su amor.

La necesitaba, así que haría lo que tenía que hacer, dar su brazo a torcer y ser él quien se acercara. Se levantó de la cama y se cubrió con una bata, acercándose a su baúl a los pies de la cama, abriéndolo y rebuscando en él hasta encontrar lo que buscaba. No era sino un pequeño paquetito, una pequeña tela que envolvía algo en su interior protegido. Thorin sonrió asintiendo satisfecho, y con una decisión renovada, cerró el baúl y puso sus pies en camino al dormitorio de su sobrina.

La rubia estaba ya en la cama, pues la noche había caído hacía un rato, y pasaba las noches invernales leyendo o escribiendo en su lecho, junto a la chimenea caliente y acogedora. Por eso cuando llamaron a la puerta, se sorprendió, puesto que no lo esperaba.

Fili alzó la mirada sobresaltada por los toques, pero la voz familiar al otro lado de la puerta la tranquilizó.

—¿Puedo pasar? —dudó Thorin.

—Entra —dijo ella al oírlo.

La puerta se abrió con cuidado revelando a un Thorin envuelto en una bata que llevaba sobre su ropa de dormir, Fili dedujo. Se acercó a ella lentamente y se sentó a su lado, por lo que Fili dejó la pluma y el libro sobre la mesilla de noche para mirarlo.

—Tengo algo para ti —dijo el moreno—, ni siquiera sé si recuerdas esto, eras una niña entonces.

Y sacó de su bolsillo una tela de piel, desenvolviéndola con cuidado mostró un trozo de madera de abedul blanco tallado en forma de flor y por la cual pasaba una fina cadena de plata. Fili lo recordó en el acto, ni siquiera sabía que existía ya, pensó que lo había perdido hace muchos años. Se trataba de una flor de madera que Thorin le había tallado de niña, cuando se había encontrado su primer abedul, y maravillada por su corteza, tan pálida y lisa, le había parecido algo de otro mundo. Había sido muy feliz en aquella época, y Thorin lo sabía, por lo que extendió la mano y le ofreció el regalo con una pequeña sonrisa que ella no supo descifrar.

—Lo recuerdo —sonrió la joven melancólica.

Entonces tomó el colgante y lo observó unos instantes con una sonrisa antes de ponérselo en el cuello, agradecida por el detalle.

—En realidad, necesito que me ayudes —dijo Thorin con los ojos cerrados.

—¿Ayudarte? —dudó ella extrañada—, ¿con qué? ¿Qué sucede?

Thorin suspiró, abriendo los ojos y clavándolos en ella. La rubia pudo ver que había angustia, necesidad, sufrimiento en esos espejos azul oscuro que reflejaban su alma. Un jadeo ahogado se escapó de sus labios antes de que el moreno alzara su mano y la posara sobre su mejilla, bajando lentamente hasta su cuello y posándose tras éste, jugueteó con los rizos de su nuca, acercando su rostro al de ella.

—Ya no aguanto más, Fili —dijo Thorin hablando en voz baja—, estoy agotado, cansado emocional y físicamente. Te necesito…

Pero Fili no iba a comprar sus palabras, frunció el ceño antes de mirarlo con dureza sin corresponder el gesto de amor que él profesaba.

—Recuerdo el colgante tan bien como que me rechazaste —dijo Fili—. No intentes llevar las cosas a tu terreno.

Él la miró fijamente, sin creer que ella lo rechazara. Tal vez en su intento de ser cortés había sido demasiado duro con ella, debía hacerle entender que en verdad la amaba y quería tenerla junto a él, y si no lo había hecho antes había sido por fuerza mayor. El ver esa rabia en los ojos azules pálidos que tanto adoraba, renovó su determinación.

—Mis sentimientos no han cambiado, hija de mi hermana —dijo Thorin serio y con voz grave—, ¿lo han hecho los tuyos?

—Sabes que no —dijo ella aún molesta.

—¿Cuál es el problema entonces? —inquirió Thorin.

La joven se limitó a apartar la mano de su tío de su cuello con un toque suave de su antebrazo, alejándolo, mirándolo todavía irritada.

—El problema es que no respondo a tus necesidades, sino a tus sentimientos, tío Thorin —dijo ella—. Habría querido que estas palabras las dijeras porque quieres cortejarme y no por otra cosa.

—¿Y quién ha dicho que no sea así? —afirmó el moreno—. Claro que quiero cortejarte, hacerte mi esposa, mi reina… Si únicamente quisiera tomarte, lo habría hecho hace una década, cuando te ofreciste tan abiertamente; y no lo hice, esperé por ti.

Fili lo miró en silencio sin saber si podía creer en esas palabras. Quería hacerlo, pero ya no era tan ingenua como lo había sido entonces. Había hablado con Balin y Dis sobre ese tema, y sabía de sobra que las motivaciones que guiaban a Thorin bien podrían ser otras mucho más mundanas que el amor; mas no parecía haber mentira en su mirada, y ella conocía perfectamente esos ojos. Esos mismos ojos que en ese momento la traspasaban con la mirada, haciéndola sentir vulnerable, como si pudiera leer su alma igual que un pergamino.

—Si esperar por ti en contra de mis deseos no es amor, atamanel, no sé qué más puede de ser —finalizó él.

Eran ciertas, lo supo en el momento en que él cerró los ojos con arrojo reflejado en su rostro, y eso la hizo sonreír. Ése era el Thorin que conocía bien y amaba.

—¿Así que vas a enseñarme ahora lo mismo a lo que te negaste? —sonrió Fili entonces, incrédula—, ¿incluso ahora que no soy una púbera enanilla?

Él abrió los ojos y encontró la calidez de su mirada, alegre ya, antes de alzar de nuevo la mano y acariciar suavemente su rostro.

—Si me lo permites —sonrió Thorin, reflejando todo el amor que sentía.

Fili rio ampliamente antes de saltar a sus brazos, abrazándolo, abrazo que fue correspondido en el acto. Por el martillo de Mahal y las flores de Yavanna, ¡cómo la había añorado! La estrechó con fuerza entre sus brazos, sintiendo tan sólo su respiración, los ojos cerrados. La amaba tanto que sentir que ella le correspondía inundaba su pecho en un calor que ni las fraguas de los Valar podrían igualar. Se separó lo justo de ella para unir sus labios y besarla en un acto necesitado y apasionado; atrás quedaron los roces cándidos, dulces e inocentes de las enseñanzas dadas aquel día.

Cuando se separaron, Fili tenía aún los ojos cerrados y respiraba agitadamente, con una pequeña sonrisa, así que él rozó su nariz con la suya dulcemente antes de depositar un besito delicado sobre ella.

—Veo que recuerdas mis lecciones —dijo Thorin tiernamente—, siempre fuiste la más atenta estudiante, sobrina mía.

Ella no pudo sino reír por sus palabras, llena de felicidad y la alegría desbordando de su pecho. Se sentía tan feliz, tan viva, tan completa como hacía años que no se sentía. Lo besó de nuevo más calmadamente, no menos intensa ni profunda, pero ya sin la urgencia necesitada de antes, sabiendo que tenía mucho tiempo para besarlo; toda su vida.

Finalmente la rubia se apartó para susurrar a su oído, rozando con sus labios su oreja, provocándole un escalofrío.

—Y así ha de seguir siendo —dijo ella suavemente en voz baja—. Continúa la lección, tío Thorin…

Thorin se alejó para verla bien, para confirmar si había rastro de dudas en su mirada o en su rostro, pero éste únicamente reflejaba consentimiento y anticipación, lo estaba buscando. No sería él quien la defraudara esta vez, pues lo anhelaba, la deseaba tanto como ella parecía desear que sucediera. Thorin se desanudó la bata dejando que la tela cayera por sus brazos, posándola sobre la cama, haciendo que la joven confirmara sus sospechas: su tío estaba en ropa de dormir e iba más allá, no había túnica que lo cubriera, tan sólo unos pantalones de lana.

Ella hizo lo mismo y se apresuró a llevar las manos a su largo camisón para sacárselo. Sin embargo, Thorin la detuvo tomando sus manos entre las suyas. Fili alzó las cejas sorprendida, pero su sorpresa fue sustituida por una cálida sonrisa cuando vio que era él quien tomaba la grisácea tela lino de su camisola y comenzaba a subirla con lentitud sin dejar de observar sus ojos por un instante, rozando la piel de sus piernas mientras lo hacía con deliberada lentitud; sus muslos, sus caderas, su cintura, sus brazos… hasta que finalmente la tela fue sacada por su cabeza y posada junto a la bata, sobre la cama.

Fili lo miró sintiéndose más expuesta que nunca en su vida. Respirando agitadamente, pero firme y sin titubear, aguantó el escrutinio; pero Thorin aún no apartaba sus ojos de los suyos, analizando sus reacciones. Finalmente al ver que ella estaba conforme, desvió la mirada a su ahora vulnerable cuerpo desnudo, recorriéndola de arriba abajo antes de volver a elevar a mirada y sonreírla tranquilizadoramente, acercándose más a ella. Thorin no podría pedir más, Fili era como siempre había soñado. Cálida, suave y dorada a la luz de la chimenea del dormitorio, perfecta. Sus pechos habían crecido hasta ser los de una joven mujer casi adulta, amplios y firmes; su cintura plana y ligeramente torneada, y sus caderas anchas y fuertes como las de una joven de su raza. Perfecta. Acercó su rostro a su cuello y comenzó a cubrirla de besos, empujándola ligeramente hacia atrás para tumbarla.

Ella lo facilitó, moviéndose para acomodarse sobre el lecho, haciendo que Thorin se posicionara más cómodamente sobre ella, apoyando un brazo sobre el colchón para no recargar su peso en ella, y con el otro rozara la piel de su brazo con las yemas de los dedos, haciéndola temblar como la llama de una vela. Su lengua recorría la delicada piel de su cuello, besando y marcando, hasta que se encontró en el hueco de su clavícula. Fili jadeó entonces, asombrada cuando Thorin dejó allí un beso tan suave como un pétalo de flor, como un copo de nieve.

—Están los besos de mariposa… —dijo Thorin con voz tranquila—, suaves y delicados como el roce de sus alas sobre la piel…

Y fue depositando besos suaves y delicados sobre su hombro, descendiendo cada vez más hasta rozar con sus labios sus pechos. En ese momento alzó de nuevo los ojos buscando los de ella, que los tenía cerrados, embriagada por las sensaciones. Thorin sencillamente sonrió complacido, y siguió su camino hasta que sus labios se detuvieron sobre uno de los pezones de la rubia, que abrió los ojos sorprendida cuando sintió que él lo rozaba y besaba antes de succionarlo.

—Tío… tío Thorin… —alcanzó a decir, ruborizándose ferozmente.

Pero él no se detuvo, sabía que ella lo estaba disfrutando porque podía notar su latido correr acelerado y su pecho bajar y subir agitado bajo su tacto. Se entretuvo en sus pechos un rato, besándolos, acariciándolos y rozándolos con tierno tacto y besos de mariposa hasta que su joven sobrina creía que iba a desfallecer, de nerviosismo, placer y sensaciones entremezcladas. Sin embargo, bien sabía Thorin lo equivocada que estaba, eso no era más que el inicio.

Descendió por su cintura, haciendo que ella riera por las cosquillas y el roce de su barba sobre la piel, alternando los besos y el roce de su lengua, temblando.

Cuando el moreno rebasó su ombligo, se encontró con el último obstáculo entre sus labios y ella, la tela del pantaloncillo de la enagua que la rubia llevaba. Con delicadeza desató los cordones, esta vez sin mirarla, sacando con lentitud uno a uno los lazos, alzando finalmente los ojos, descubriendo que ella tenía sus iris azules pálidos fijos en él y se alzaba sobre sus codos, nerviosa, sus pechos subiendo al ritmo de su respiración agitada.

Mas cuando hubo desatado el último cordón y la tela de la enagua cayó a los lados, revelando los rizos dorados de la joven, Fili cerró los ojos dejándose caer sobre las almohadas, sacándole a Thorin una nueva sonrisa. Pobre y dulce criatura, si tan sólo supiera lo que estaba a punto de sentir. Thorin se levantó hasta quedar de rodillas y dejó su mano diestra vagar entre sus muslos, mientras la izquierda alzaba sus caderas, y la rubia soltó un grito cuando sintió la mano del moreno rozar su caliente y delicada piel.

—No temas nada, ghivasel —la tranquilizó Thorin—, tan sólo déjate hacer...

Ella asintió, y Thorin comenzó a acariciarla tentativamente, despacio y suave, moviendo sus dedos cada vez más rápido. Fili sentía su mente flotar, su cuerpo arder y su corazón estallar. Valar, ¿qué era ese placer? ¿Acaso toda mujer lo sentía? ¿Era ésa la razón por la que los varones siempre querían yacer? No tenía la respuesta, pero sabía que nunca había sentido algo como aquello. Las manos de Thorin trabajaban ahora más intensamente, haciendo que ella no pudiera contenerse más y jadeara, incapaz de retener ya el placer que sentía. Thorin estaba viendo que ella comenzaba a orientarse por el buen camino, pues su mano se iba empapando, y lo supiera Fili o no, obnubilada como estaba, su propio cuerpo se estaba relajando bajo el toque del moreno, que intensificó sus movimientos hasta el punto de que Fili creyó que se desmayaría.

A punto estuvo de hacerlo cuando creyó que su cuerpo estallaba, y cuando sintió que él introducía un dedo despacio en su interior se alzó de nuevo para decir algo, mas él la calmó posando su otra mano sobre su vientre para agacharla, moviendo el dígito hasta que su cuerpo estuvo preparado para aceptar más de ellos.

—Por… por Durin, tío Thorin —se quejó Fili entre jadeos—, ¿qué estás haciéndome?

Él tan sólo sonrió ligeramente, sabiendo que de nuevo ella se acercaba a ese punto mágico.

—¿Te gusta? —inquirió él.

—Yo... nunca había sentido algo así —confesó ella cerrando de nuevo los ojos, cubriéndoselos con el brazo—. Por los sagrados Valar…

Y sucedió que de nuevo, tal como Thorin había previsto, en cuanto él hubo rozado con sus dedos ese lugar sensible dentro de ella, la joven explotó de nuevo, empapando su mano y respirando sin control, gritando su nombre. Con deliberada lentitud el rey sacó lentamente su mano de dentro de ella, húmeda y jadeante, limpiándose sobre las sábanas. Después subió y se acomodó sobre ella, observándola. Tan bella y desprotegida, tan vulnerable ahí tendida para él… Thorin creyó que podría morir de felicidad en ese momento, no necesitaba más que su amor para sentirse completo.

Besó suavemente sus mejillas, sus parpados y su nariz, y otra vez sus labios antes de que ella abriera finalmente los ojos.

Men lambrucks menu, azyungêl —murmuró la rubia entonces.

Menu zirup men, ûrzudel —dijo Thorin mirándola intensamente.

Ella se giró para abrazarlo entonces, y Fili pudo notar que incluso con los pantalones puestos, algo había entre ellos fuera de lo normal. No hacía falta que Thorin se lo explicara, Balin lo hizo hacía tiempo, cuando ella le expuso específicamente la pregunta. Fili sabía que su tío quería tomarla, y ella así también lo quería, por lo que besó de nuevo sus labios y se fundieron en un cálido abrazo mientras se besaban, antes de que Fili bajara su mano hacia los pantalones de Thorin y colara en ellos la mano, bajando la tela y sorprendiendo al moreno, que se apartó.

—¿Sobrina? —dudó él, ahogando un suspiro.

—No hay más besos por enseñar —dijo ella segura—. No demores más tus deseos, atamanel.

Thorin sonrió enternecido, y tentado en realidad, pero no quería llevar las cosas tan lejos tan pronto cuando tenía toda una vida para disfrutarla con ella.

—Hay aún más, muchos más, todos los que puedas imaginar, kidhuzel, —contradijo Thorin—, pero no quiero que suceda hoy teniendo tanto tiempo para enseñártelos.

—¿Lo prometes? —inquirió ella.

—Tienes mi palabra —sonrió él besándola.

Y como si las palabras se hubieran terminado, la atrajo hacia sí en un nuevo beso, arrastrándola con suavidad para ponerse sobre ella. No hacía falta que ella le rogara, se lo concedería con buen gusto. Cuando Fili sintió que su tío estaba por fin rozando sus caderas con las de ella su corazón se aceleró, y lentamente sintió cómo él iba entrando en ella, hasta que de un pequeño impulso más, entró por completo, arrebatándola el aliento. Cerró los ojos, asimilándolo. No lloró, ni gritó, aunque fue doloroso. Thorin se alzó ligeramente para mirarla, suspirando ligeramente antes de abrazarla para darle ánimos; sabía que era algo que pasaría, y aunque había intentado ahorrarle el mayor dolor posible, siempre sería así.

Se sentía completo, feliz por fin, y sin embargo esperó, a pesar de que su espíritu le pedía a gritos que se moviera, que bailara sobre ella y se perdiera en su cuerpo… pero no lo hizo. Fili podía notarse llena de él, notaba a Thorin por todas partes, su olor, su aliento, el sudor de su piel, el pelo de su pecho rozando sus pezones, su corazón latiendo sobre el suyo, su miembro tan dentro de ella que sentía que no podría abarcar más… y una sonrisa se formó en sus labios a medida que unas lágrimas cayeron de sus ojos, sobrepasada.

Él lo notó, preocupado, girando el rostro para mirarla.

—¿Estás bien, Fili? —dudó él—, ¿te he herido tanto? ¿Puedes soportarlo?

Ella sonrió más ampliamente, ahora con los ojos cerrados.

—No me has herido, Thorin, es tan sólo que siento tanto, tanto —dijo finalmente—, tantos sentimientos dentro de mí que creo que voy a desfallecer… muévete, tío.

—Ahora entiendes lo que es yacer con tu único, Fili —dijo Thorin comenzando a moverse—, porque esto no es fornicar, sobrina, esto es amar… ¿lo sientes? —dijo Thorin llevando la mano de ella a su pecho—, ¿sientes mi latido?

Fili asintió con los labios fruncidos, aún doliéndole cada envestida de Thorin en su cuerpo. Sintió el corazón del moreno bajo su mano, y el suyo golpear en su pecho como un martillo sobre un yunque, acompasándose al otro. El lazo que los unía era tan intenso que podía apreciarlo con claridad. Abrió los ojos para mirarlo, sabiéndose uno con él.

Y Thorin supo que por fin lo entendía, comenzando a moverse más rápidamente, variando sus movimientos para tentarla y probar en qué posición conseguía que ella disfrutara más y le doliera menos. Quería que la experiencia fuera lo mejor y más placentero para ella, hasta que finalmente logró dar con la armonía perfecta. Minutos pasaron entre besos, jadeos y abrazos, Fili cada vez más suelta entre sus brazos, rodeando su espalda con las piernas, su cuello con las manos, su cabello con los dedos entrelazados…

Flotar. Sentir. Respirar. Volar.

La joven perdió la noción del tiempo. Había pasado un rato largo en el que había dejado de sentir incomodidad y agonía, y sentía un ardor recorrerla, como si lo que Thorin provocó con sus dedos al tocarla entre las piernas, lo sintiera por dentro cada vez que la tocaba, y él parecía regocijarse al hacerlo, golpeando en ese lugar una vez y otra y otra… y ya no podía soportar tal placer recorrerla, gritó el nombre de Thorin y arañó su espalda, con su visión teñida de blanco y estrellas.

Así que eso era yacer con amor. Lo adoró, quería sentirlo cada día de su vida, con él, siempre con él, primero y último en su vida.

Thorin sonrió por la reacción de la joven, con la sangre comenzando a resbalar por sus hombros por las heridas que ella le había hecho, comenzó ahora a centrarse en su propia liberación, pues la notaba cercana, a pesar de que se había contenido hasta logar que ella llegara. Y no tuvo que pasar mucho tiempo antes de que él mismo explotara en el interior de su rubia adorada, desplomándose sin fuerzas sobre su pecho, jadeando de esfuerzo y placer infinito.

Cuando hubo descansado lo justo para recuperar el aliento, giró sobre sus hombros arrastrándola con él, dejándola sobre su pecho tumbada y cansada, cubriendo a ambos con las mantas. Más feliz, completo y su pecho lleno de vida de lo que había sentido jamás en toda su existencia. La cubrió más con la manta, acariciando sus rubios rizos mientras lo hacía.

—Duerme, amrâlimê —susurró Thorin suavemente—, duerme tranquila.

—Mnn —murmuró ella, con los ojos cerrados—, tú también…

Y a la luz y calor de la hoguera, Thorin lo tuvo claro, había valido la pena la espera por tenerla; ahora por fin podría ser feliz junto a ella.

..

KHUZDUL

Adad— Padre

Amad— Madre

Nadadith —Hermano pequeño.

Ghivasel— Tesoro mío (Tesoro de entre todos los tesoros, Treasure of Treasures)

Âmralimê— Mi amor

Atamanel— Amor mío

Azyungêl— Amada

Kidhuzel— Mi única de oro (Dorada entre el oro, Gold of Golds)

Ûrzudel— Mi Sol (Sol de soles, Sun of Suns)

Men lambrucks menu, azyungêl— Te amo, amada mía.

Menu zirup men, ûrzudel— Tu me completas, mi sol.