"Shhh" Murmuro Tsuna, acariciando gentilmente la cabeza del leon. Probablemente era su imaginación, pero el pequeño leon parecía sonreír.

No sabían que había pasado. Un día las llamas de Natsu se empezaron a encoger y siguió progresando hasta que sólo una pequeña flama se mantenía en su cabeza. Soichi y Verde habían tratado todo lo posible, pero el tiempo había sido su enemigo.

Natsu cerró los ojos, su expresión calmada.

"Todo va a estar bien. Pronto te sentirás mejor." Continuo Tsuna, una sonrisa en sus labios aún con las lagrimas bajando por sus mejillas. Natsu se acurrucó, acercando su cuerpo al del humano.

"Vas a tener mucho espacio para correr. Y habrá montones de comida." La voz de Tsuna se hacía más suave mientras la respiración de Natsu se acortaba.

Y se mantuvieron en silencio, como tantas veces habían hecho en el pasado, con Tsuna trabajando y Natsu acurrucado en su regazo.

Natsu abrió los ojos. Los animales no entienden lo que decimos, o al menos eso dice la ciencia. Pero Tsuna vio mucho más en los ojos de su pequeño compañero. "Estarás bien." "Lo siento, prometí no dejarte solo." "Adiós."

Cuando el último suspiro salió del pequeño cuerpo, Tsuna lo abrazó contra su cuerpo, los sollozos saliendo con libertad por su boca.

"No te vayas." Le suplico a la habitación vacía.


Ya saben como soy. Vomito mis sentimientos en mi escritura. Esto probablemente no tiene mucho sentido pero...No sé. Mi propia despedida.

R.I.P Homero 2011-2018. Fuiste mi mejor amigo. Gracias.