Siempre fuiste un sueño
Un sueño que me obligaron a soñar. Un sueño del que nunca quise despertar. Una eterna soledad que tú viniste a mitigar. Pero los sueños se acaban y en silencio, como empezó, llegó su final, cuando la oscuridad volvió a reinar.
Mientras duró, te recordaba, te anhelaba, te deseaba. Te busqué incansablemente hasta el día en que te hallé: mi hermano, mi vida, mi dios. Tu recuerdo me perseguía y tu imagen me rehuía. Los demás podían ver el reflejo que mi corazón proyectaba mientras que a mis ojos las brumas te ocultaban .
Tu presencia fue siempre un eco de mi corazón. Cuando creía alcanzarte, te evaporabas como una más de las sombras de este reino que me aprisionaba. Por eso no te reconocí la primera vez que te vi. Por eso te dejé escapar entre las ruinas del castillo que se comenzaba a derrumbar. Mientras tú permanecías en pie, mirándome, cuestionándome, atrapándome.
Y, sin embargo, al ocupar tu trono, fue como si no estuvieras allí Eras un cuerpo prisionero y sin alma, un dolor sin nombre, una tristeza infinita...
Tu elección estaba hecha. No sabes cómo le odié. Cada instante que él pasó a tu lado, cada sonrisa que le brindaste, cada mirada que le regalaste… ¿Por qué a él? A mi lado tenías un reino, una eternidad en la gloria y el poder, dominio y dicha sin fin.
Sólo entonces comprendí que tú no eras él. Nunca fuiste aquel a quien siempre esperé y con quien siempre soñaré. Porque él, mi hermano, nunca llegó a nacer. Tú fuiste un sueño, un deseo naciente de mi inmensa soledad que nunca llegaré a poseer.
Por primera vez en mi vida cedí y me rendí, esperando una nueva oportunidad, un nuevo latir, para que esta vez, al fin, nacieras junto a mí.
Fin
