Bien... no me matéis!

Ah, si hay alguien que todavía no conoce la canción "Hurricane" de 30 Seconds to Mars, haceos un favor a vosotros y a este mundo y buscaba, porque es la canción de Aledrian, de Adrian y de todo los triste y angsty en este mundo.

DISCLAIMER: Todo lo que se pueda reconocer y/o parecer remotamente épico, es de Cotrina.


La era de los reyes arácnidos fue magnífica. Terrible, si, y también cruel y oscura. Pero gloriosa.

De ello podía dar fe la estatua del torreón de Margalar.

La estatua en sí misma no tenía nombre. Oh, si, podía parecerse al gran rey Archnigentheradon, azote de reinos y tempestad de enemigos de Rocavarancolia, pero incluso ella, en su condición de estatua, sabía que modelo y escultura tenían muy poco en común. Ninguna criatura animada por un demiurgo se atrevería jamás a comparase con su ser vivo real. Jamás.

Como hacía desde el fin de la guerra contra el comeojos, la estatua se dedicaba recorrer, de un lado a otro, el patio de armas de su torreón. Caminaba hacia el norte, despacio. Arrastrando tras de sí algunos cráneos clavados en las espinas de su coraza. Llegó hasta el muro, siguió caminando y se golpeó contra él. Giró, sin sentir dolor alguno ni inmutarse siquiera.

Entonces lo vio. El piromante había vuelto.

En medio del patio, a la vista de todos si no hubiera sido noche cerrada y meses antes de la próxima cosecha, el brujo realizó el mismo conjuro que la estatua le había visto hacer desde que tenía uso de razón.

De entre un torbellino de luz clara, apareció la figura de un niño. Un muchacho alto, moreno. La estatua vio al piromante tenderle una espada al chico, que retrocedió aterrorizado hasta que el mayor le obligó físicamente a coger el arma. En cuanto el moreno la tuvo en las manos, el brujo atacó.

La estatua los vio luchar. Ambos fuertes, ambos casi a la par. Pero el brujo era un brujo, era mayor, era experimentado, era un superviviente. Un elegido de Rocavarncolia. Y el muchacho moreno empezó a fallar. Los brazos le pesaban, pero siguió luchando. Y cuanto más se resistía, mayor era la fuerza de las embestidas del rubio.

Hasta que gradualmente, como cada noche, la imagen del adolescente moreno fue encogiendo. Sus rasgos se difuminaron, dando paso a otra cosa. A otra persona. Y en medio del patio del Torreón, de pronto al otro lado del sediento acero de Andras Sula se encontraba un niño. Un niño rubio, de ojos claros y pijama azul con estampado de borregos, con lagrimas de puro terror recorriendo sus mejillas.

- Por favor, por favor ya basta...

El brujo le atacó sin dudarlo ni un segundo. Lo atacó con mas rabia que al muchacho moreno, como si la imagen del niño que tenía ante sí lo llenara de odio. Continuó a atacándole e hiriéndole sin hacer caso de su llanto hasta que el pijama era mas rojo que azul y el niño cayó de rodillas incapaz de sostenerse en pie.

Y cuando la hoja de la espada del piromante rozó el cuello del niño, este soltó un gemido de dolor.

- Solo duele porque tu estas aquí. -bufó el mayor con rabia- Ya ha pasado mucho tiempo. Muere de una vez.

Y con un movimiento precisó, le atravesó el pecho de parte a parte con la espada.

Y la estatua continuó su camino hacia la pared sur, sabiendo que el piromante volvería a la noche siguiente. Y a la siguiente. Y a la siguiente después de esa. Porque nunca terminaba de matar al niño.


Sentíos libres de escuchar la canción y tomaros la metáfora (?) como queráis.