RECORDAR EL PASADO
-Hola, mamá. Hola, papá.
No hubo respuesta. No podía haberla. Alice Longbottom se balanceaba en el borde su cama. Su marido, Frank, ni siquiera se había incorporado de la suya, y Neville lo notó envejecido, más canas, menos pelo. No los veía desde las pasadas Navidades.
-Mamá, tenía muchas ganas de verte, de contarte todo lo que ha pasado en estos meses que no nos hemos visto. Hay grandes noticias. ¡Cuánto me gustaría que pudieras entenderme!
Alice frenó en seco su balanceo y fijó la mirada en Neville, o eso creyó él, sintiendo un escalofrío correr por su cuerpo. Realmente, a veces parecía escucharle. Pero no. La mujer se puso de pie, y con pasos cortos y huidizos, se dirigió a la ventana que había tras su hijo y apoyó la nariz en el cristal, empañándolo con su aliento. Sobre la película de humedad comenzó a trazar formas sin sentido. Neville tragó saliva, y se volvió hacia su padre.
-La guerra ha terminado, papá. Voldemort ha muerto, ha desaparecido del todo, y para siempre esta vez. Ya no le podrá hacer daño a nadie más. Nunca más.
Afortunadamente, no esperaba gritos de alegría ni afectuoso abrazos de felicitación. No los hubo. Frank seguía con la mirada fija en el techo, ignorante del significado de las palabras de su hijo que, no obstante, se dirigió una vez más a él.
-Ya no hay más Voldemort, ni Lord Tenebroso, ni mortífagos. Y nadie más va a salir herido. No bajaremos la guardia. A nadie le pasará lo que a vosotros.
Frank Longbottom se giró en la cama dirigiendo la vista a su hijo. Una mirada perdida, con unas pupilas oscuras que no veían, pero Neville intentó interpretar ese movimiento como un signo de interés.
-Yo estuve allí luchando… y acabé con la serpiente, papá. Ayudé a destruir a Voldemort. Bueno, casi todo el trabajo lo hicieron Harry, Ron y Hermione. ¿Te acuerdas de Harry, papá? Te he hablado de él. La abuela me contó que tú conocías a sus padres, a James y a Lily… Oh, la abuela también estuvo en la batalla. Fue sorprendente la cantidad de hechizos que lanzaba por minuto. Creo que dejamos el apellido Longbottom bien alto.
Frank se giró hacia el otro lado sin prestar atención. Obviamente, el apellido Longbottom le traía sin cuidado. Los ojos de Neville se empañaron. Él no había hecho lo que había hecho para hacer honor a su apellido, pero la frase de su abuela sonaba bien. Se giró hacia su madre, que seguía en la ventana, y habló con voz vacilante.
-Esa mujer también estuvo allí, lanzando su odio contra todos los que defendíamos Hogwarts. No sé a cuanta gente mató, pero ya no lo hará más. Molly Weasley mató a Bellatrix, mamá. Me hubiera gustado ser yo quien acabara con esa maldita. Pero fue Molly Weasley. La madre de Ron, mi compañero de curso. Ojalá la hubiera matado yo, mamá. Ojalá la hubiera tenido delante mí, sufriendo. Le hubiera hecho daño, oh, sí. Mucho daño. Pero no sufrió. Apenas se daría cuenta cuando la maldición de Molly la alcanzó. Fue rápido. Demasiado rápido.
Neville había pensado muchas veces esas palabras, pero nunca las había expresado en voz alta hasta ahora. Sintió que soltaba el lastre de odio, rencor y ansia de venganza, toda esa mierda que lo había atenazado durante tantos años. Y realmente, notó que se quitaba un peso de encima. Suspiró, y volvió a mirar a su padre.
-Es muy injusto que ahora Bellatrix esté muerta, pero vosotros sigáis…
Neville vaciló. Nunca sabía como llamar al estado en que se encontraban sus padres. Locos, sí. Dementes era la versión educada, la palabra que usaba a veces la abuela. Majaras, malos de la chaveta, gagá, eran apelativos ligeros que se colaban en conversaciones frívolas a su alrededor y que él sentía como auténticos bofetones. Los medimagos hablaban de disociación sensorial-mental. El caso era que, en algun momento de la tortura que habían sufrido, el cuerpo de sus padres se había desconectado de sus mentes y de sus memorias, para dejar de ser conscientes del sufrimiento que les causaban las maldiciones que una y otra vez se abatían sobre ellos. Y después no habían sabido cómo volver a conectarse, de modo que su cuerpo quedó como un envase vacío de recuerdos e incapaz de identificar sus percepciones con idea alguna.
-Es muy injusto que la mujer que ha causado tantas muertes y tanto dolor, que ha destrozado familias que apenas empezaban a fundarse, haya desaparecido de un momento para otro, que haya tenido lo que, tratándose de ella, es una muerte piadosa. Un rápido Avada Kedavra, y ya está, facturada para el otro mundo, sin dolor físico y sin tener que ver la derrota de su idolatrado Voldemort. Es muy injusto. ¿Sabes que mató a su sobrina, papá , a Tonks? Era auror como vosotros, y dicen que era muy buena gente… y ahora hay otro niño huérfano, y eran familia, papá, pero creo que la odiaba más que a nadie, y la mató antes de que pudiéramos acabar con ella, y no es justo que ella se haya muerto así, sin más, mientras que ahora Teddy y Andrómeda se quedan solos, a llorar por todos los que Bellatrix asesinó. Ella ya no tiene dolor, ni problemas.
Neville se levantó, airado de nuevo, como cada vez que esa idea acudía a su mente.
-Pero al menos, esta vez será definitivo.
Neville comprendió en ese momento, mientras repetía ahora en voz baja las palabras que había dicho, que ya no habría pesadillas en las cuales Bellatrix escapaba de Azkaban para ir a buscarlo, esas pesadillas que lo habían atormentado en su infancia. Bellatrix estaba muerta, y punto. Y todos aquellos a quienes había dañado tendrían que seguir viviendo con su dolor, pero el dolor, el lacerante e insoportable dolor de sentir que una parte de ti te es arrancada, ese dolor de la ausencia que él conocía tan bien, era un dolor del pasado. No se repetiría. La vida siempre se abre camino. Y vivir duele, pero siempre llega un nuevo día, y lo que una vez creíste incapaz de encarar, al otro resulta una carga más llevadera. Y siempre queda la esperanza, minúscula, ilusa, ingenua, pero esperanza al fin y al cabo, de que todo se acabará arreglando, y de que si no se arregla, al menos alguien te ayudará a llevar la carga. Y sus padres estaban locos, sí, pero aun podía abrazarlos y arrullarlos, y rebuscar en sus rostros algun rasgo parecido a los suyos, y podía intentar que, en su locura, se encontraran bien, juntos ellos dos. Ellos tres. Juntos, nada más.
Neville volvió en sí después de la especie de trance en que se había sumido.
-Os prometo que nunca más evitaré hablar de vosotros. Voy a vivir orgulloso de vosotros, y de mí mismo, y hablaré con la cara bien alta, porque mis padres son unos héroes, y la escoria que os torturó ya no es más que un montón de cenizas vaciado en una zanja enfangada de un cementerio muggle.
Neville se acercó a su madre, que seguía mirando por la ventana. La abrió de par en par, y gracias a los encantamientos atmosféricos, los cálidos rayos de sol de aquella mañana de verano se colaron en la habitación.
-Ojalá pudieras decirme cómo hablar con Mollly Weasley. Ella lo ha estado pasando muy mal, realmente mal, porque en la batalla mataron a su hijo, a Fred. Parece mentira. No he conocido a una persona tan alegre, y ya no está. En el funeral me acerqué a Molly, y le besé las manos, y le dije que le agradecía lo que había hecho por mí, acabando con esa maldita. Luego me puse colorado y salí huyendo. La abuela me alcanzó y me dio un abrazo. Me dijo que ahora mismo no hay nada que pueda consolar a Molly, nada puede consolar a una madre de perder a un hijo. Y se echó a llorar. ¿Entiendes?, ¡la abuela se echó a llorar! No me lo podía creer. Pero se secó las lágrimas rápidamente y me dijo que había hecho muy bien en darle las gracias a Molly, y que ella pensaba hacer lo mismo.
De pronto se le ocurrió pensar que era cruel enseñarle a su madre un mundo exterior del que no podía disfrutar. Neville volvió a cerrar la ventana.
-Unos días después hablé con Ginny, y me dio las gracias por haberle dicho eso a su madre. Me dijo que se había sentido muy arropada, que recibir tanto cariño de tanta gente le devolvía un poco a Fred. Vernos a todos allí, recordándolo… tal vez sí le ayudó, ¿no crees, mamá, que recordar ayuda? Hablar de lo muertos, de los que ya no están,… ¿ayuda realmente?
Neville miró a su madre, que volvía a estar sentada en la cama de San Mungo, planchando con sus manos las arrugas de las sábanas.
-Durante mucho tiempo yo no quise contarle a nadie que vosotros estabais aquí. No sé si era vergüenza, o que me ponía tan triste al venir a veros que no quería que nadie me lo recordara. La abuela no hacía más que contarme lo heroicamente que habíais luchado contra los mortífagos, pero el caso es que os derrotaron, y yo no le veía la gracia a tanto heroísmo por ninguna parte. ¡Yo solo quería teneros a mi lado! ¡Quería padres, no héroes! Y sé que Harry ha pensado lo mismo todos estos años… y sin embargo, creo que ahora empiezo a entender algunas cosas. Como que, a veces, no hay más remedio que hacer lo que hay que hacer, arriesgando lo que haga falta, porque si no se está a la altura, uno luego no sabe mirarse al espejo.
Neville se puso junto a su madre, y ambos observaron el ventanal, que les devolvía un reflejo difuso de sus rostros, ajado el de ella, de una sorprendente madurez e incipiente barba el de él. A Neville le había hecho falta mucho tiempo y muchos acontecimientos para poder pararse frente a un espejo y sentir que le gustaba lo que veía.
-Sin lo que hicisteis vosotros, yo no estaría aquí. Sin lo que Harry y los demás hicimos, el pequeño Teddy Lupin no podría vivir tranquilo. Y está bien que recordemos todo eso, y que recordemos todo lo que pasó. Y que sigamos alerta. Y a partir de ahora, mamá, no pienso esconderos más. Si el Ministerio no me deja sacaros de aquí, ya me encargaré de que todo el mundo se entere de lo que os pasó, y por qué. Y acostumbraros a tener visita a menudo. Porque quiero que sepáis todo lo que me pasa, y pienso venir personalmente a contároslo. Vuestro nombre no se borrará de la memoria de nadie, mamá, papá… aunque la vuestra esté perdida, mi memoria servirá para los tres.
