N/A: Pues aquí estoy de nuevo. Sí, con otra historia. Ésta, no obstante, es un completo AU en el que Sora y Tai no se conocen. O eso piensa Tai, al menos. Está basado en la minisaga de Federico Moccia de 'Tres Metros Sobre el Cielo' y 'Tengo ganas de ti'. Sobre todo de éste último título. Además alguna idea la he sacado de 'El Club de los Corazones Solitarios', de Elizabeth Eulberg. Y si habéis visto 'New Girl', la serie de Zooey Deshcanel, veréis alguna referencia B). No sé cómo hacer que mis historias sean populares así que pediré a mis hispano-parlantes amigos que las lean TTwTT.
Pooorfa, dejad reviews, ¿sí? :3 Ojitos a lo Gato con Botas
¡Ah! Lamentablemente, no poseo Digimon. Así que no, no es mío. TTwTT
PS- , déjame haberte copiado la idea de las citas entes de cada capíitulo, ¿sí? ^_^
Capítulo 1- Fotografías bajo la cama.
"Recordar las cosas del pasado no es necesariamente recordar las cosas como estaban." -Marcel Proust.
·Playa de Odaiba, 1 de Agosto de 1999.
Un pequeño muchacho; de pelo castaño revoltoso, piel color bronce, ojos chocolate y no más de once o doce años jugaba junto al agua, bajo la sombra del Rainbow Bridge con una pelota de playa rosa gigante, que tenía dos grandes ojos y una sonrisa dibujadas y de la que salían dos largas tiras también rosas como orejas.
Le daba patadas a la pelota, primero un pie, luego otro. Uno, otro; uno, otro.
Acababa de empezar las vacaciones y hacía mucho calor. Todos sus amigos seguían en casa durmiendo, pero él no. Él era Taichi Yagami, el siempre activo y nervioso capitán del equipo júnior de fútbol de la Escuela Elemental de Odaiba.
Y, como estaba sólo, se encontraba un poco aburrido.
Hasta que una niña de rasgos dulces y un gracioso pelo rojo se acercó a él.
-Hola- dijo con su voz suave. Taichi se giró. La niña llevaba un bañador amarillo y agarraba con una mano un peluche grande, con aspecto de rábano rosa y de cuya cabeza salían unas hojas y tallos azules, rojos y amarillos-.
-¡Hey!- respondió él, colocándose bien las gafas de aviador que le sujetaban el flequillo-.
La pelirroja se le acercó.
-¿Qué haces?- preguntó con interés-.
-Jugar al fútbol. ¿Quieres jugar conmigo?
La niña asintió, sonriendo. Dejó su peluche sobre la toalla de su nuevo amigo y juntos jugaron durante mucho rato, chutando la pelota hacia el agua para que el otro entrase y se empapase. Rieron, hicieron competiciones de natación, y Taichi se sorprendió dejándola probarse las gafas a esa pequeña chica que acababa de conocer, algo que nunca había dejado hacer a nadie.
Sora mantuvo las gafas en su cabeza el resto del día. Compartieron sus bocatas y luego jugaron un rato más. A ninguno de los dos se les ocurrió preguntarle el nombre al otro. Se decían '¡Hey!' o '¡Oye, tú!'.
Se lo pasaron pipa, pero Sora no vivía en Odaiba, así que cuando el Sol comenzó a caer, su madre la llamó y se tuvo que ir.
Le dio un beso a Taichi en la mejilla y se fue corriendo. La miró correr hacia su madre y saludándole con la mano y luego se giró para recoger sus cosas. Se dio cuenta de que la niña se había olvidado su peluche. Tai se giró de nuevo.
-¡EH!- gritó. La niña se volvió, era apenas una silueta a lo lejos pero le había oído-. ¡TE OLVIDAS DE TU PELUCHE!
-¡MAÑANA ME LO DARÁS!- respondió ella agitando una última vez la mano antes de darse la vuelta y meterse en el coche con su madre para volver a casa.
Taichi se encogió de hombros y cogió su bolsa, su toalla, la pelota y el peluche.
Entonces fue cuando se dio cuenta de algo. Miró hacia el puente y creyó poder distinguir el coche blanco de la madre de la niña, y su pelirroja cabecita en el asiento de atrás. El castaño cogió aliento, y vociferó:
-¡OYE! ¡MIS GAFAS!
Pero esta vez, nadie le respondió.
Bueno, pensó él. Al día siguiente él le daría a ella su peluche y recuperaría sus gafas. Soportaría la espera.
oOo
·Tokyo, Diciembre de 2010.
-¡Vete a la mierda, hijo de perra!- gritó la pelirroja, lanzando una playera en dirección a un chico rubio que se cubría la cabeza con las manos.- ¡Largo! ¡Fuera, cabrón!
La playera le acertó al muchacho en la sien.
-Pero, ¿qué te pasa, loca?– el rubio la miró con desprecio.
-¿Qué qué me pasa?- repitió ella, atónita.- ¿Qué qué me pasa a mí? ¡Has sido tú el que me has puesto los cuernos con Motomiya! ¡Quiero que te vayas de mi casa ya!
Sora Takenouchi, de veintidós años, tenía la vida perfecta: Un trabajo como ayudante de fotografía en una revista de moda, un piso que parecía hecho para ella y a un precio de verlo y no creerlo y un novio guapo, con talento y cariñoso. Pero quizá su vida no era tan genial. Llevaba saliendo con Yamato Ishida cuatro años. Ella creía que era una relación afianzada, nunca habían discutido de forma seria, él la trataba bien y en cuanto a relaciones más íntimas, podría asegurar que ambos estaban más que satisfechos.
Y, así, sin más, la muchacha se había enterado el día anterior que Yamato llevaba cerca de dos meses viéndose con Jun Motomiya, una chica que llevaba colada por el rubio años y de la que éste siempre había pasado monumentalmente. Los había pillado en un café cerca de su lugar de trabajo, ella sentada a horcajadas sobre sus piernas y dándose el lote.
-Vamos a hablarlo, Sora… -pidió el muchacho, sus ojos azules sin armonía con el puchero de sus labios.
-¡Sora, mis cojones!- la pelirroja se dio media vuelta, agarró la pequeña maleta que Yamato tenía en su casa (y que ella misma había llenado tras ver cómo la engañaba) y la hizo rodar con furia hacia el chico, pillándole un pie-.
-¡Ah!-Yamato saltó-. ¡Estás pirada, pirada te digo!
-¡Oh, puedes apostar que sí!- los ojos de Sora se anegaron en lágrimas, lágrimas de rabia y odio-. ¡Muy mal tengo que estar para haberte soportado cuatro años! ¡Cuatro años! ¡VETE AHORA MISMO!
Se acercó al chico y le empezó a empujar hasta que éste estuvo fuera de su casa, en el felpudo.
-No quiero que vuelvas, no quiero que llames, no quiero ni que pienses en mí. Vete con Motomiya, ya que al parecer ella si que te satisface como yo no lo hago.
-Yo nunca he dicho que no me satisfagas…
-Pues ya me dirás qué te llevó a empezar a ver a esa pirada. ¡Vamos, desaparece de aquí!
Y, sin más, le cerró la puerta al rubio en las narices. Se apoyó contra ella y dejó que, por fin, sin Yamato cerca, las lágrimas le resbalasen por las mejillas. Sus hombros se sacudían con los sollozos, y la costaba respirar con normalidad.
Oyó unos golpes en la puerta.
-¡¿Qué quieres ahora?-gritó Sora, secándose la cara con la manga de su jersey-.
-Dame mi camiseta…- pidió Yamato desde el otro lado de la puerta-.
Sora miró alrededor, al suelo. Hecha un gurruño, junto al sofá. La camiseta blanca que ella misma le había regalado tras su último concierto. Con el calor de la discusión, había olvidado la manía del chico de llegar a casa y quitarse la camiseta antes que los zapatos.
Con furia, cogió la prenda y abrió un poco la puerta, lo suficiente como para asomarse y lanzarle a la cara la camiseta al chico.
Con ese último acto, cerró de nuevo la puerta y se dejó resbalar por ella hasta el suelo, llorando de nuevo.
No se paraba de preguntar, por qué, por qué. ¿Qué había hecho ella? Con Yamato siempre había sido complaciente, siempre le había apoyado y cada vez que él quería un beso, un abrazo o algo más, ella estaba ahí para decir que sí y complacerle.
Se abrazó las piernas enfundadas en unos viejos vaqueros y hundió la cara entre las rodillas.
Además, ¿qué tenía esa Jun que no tuviese ella? Sora era alta, atlética, prometedora en su carrera, amable, atractiva. Jun tenía, para empezar, un pelo horrible; chillaba en vez de hablar, había literalmente acosado a Yamato durante más de dos años y miraba a Sora con asco.
La pelirroja tragó con fuerza. Su móvil comenzó a sonar. Sin mirar quién llamaba, sacó el aparatito rosa de su bolsillo y, moqueando, lo abrió.
-¿Sí?- preguntó, hipando-.
-¿Sora?- respondió la voz de su mejor amiga Mimi al otro lado del teléfono-. Sora, cielo, ¿qué tal estás? ¿Has echado ya a ese idiota de tu casa?
La pelirroja sollozó otra vez.
-S-hic-Sí…
-Ay madre… estás peor de lo que pensaba. Pensé que eras más fuerte que esto, cariño.
-Lo-hic- lo siento, Mimi… -Sora se secó de nuevo la cara con las mangas, y vio que la tela amarilla tenía manchas negras, de la máscara de ojos corrida-. Pero-hic- es que sigo sin saber qué…
-Shh.- dijo su amiga con vehemencia-. Voy para allá, no te tortures, ¿vale?
-Vale…-hic-
-Un beso, y ¡levanta la cabeza, que tú lo vales!
Sora sonrió mientras colgaba el teléfono. No sin esfuerzo, se levantó y fue a la cocina. Abrió la nevera y sacó una botella de cerveza. La abrió y empezó a beber, caminando al sofá y dejándose caer a él, viendo su reflejo en la pantalla apagada de la televisión.
Al cabo de diez minutos, su puerta se abrió.
-¿Cielo?- preguntó Mimi, asomando su cabeza al interior de la casa, sus castaños y sedosos rizos cayendo suavemente sobre su hombro.
-Aquí- dijo Sora desde el sofá, levantando la mano y sin emoción en la voz.
-¡Sora!- Mimi cerró la puerta y corrió hacia su amiga-. Pero, ¿qué haces?– se sentó a su lado y la quitó la cerveza de la mano-. No te hagas esto, no ahogues así tus penas…
-¡Para ti es tan fácil decirlo..!- se lamentó Sora hundiéndose en el sofá-. ¿Quién te iba a engañar a ti? ¡Eres modelo!
Mimi Tachikawa, veintiún años, modelo para la revista de moda en la que Sora trabajaba. Se habían conocido cuando Sora comenzó estudiar Fotografía, ya que ella también había probado el curso, a ver qué tal se le daba. Lo había dejado, pero cuando Sora buscó el trabajo, para ganar experiencia, y vio que en la revista necesitaban modelos, rápidamente llamó a la que se había vuelto su mejor amiga y confidente.
La castaña, de porte alto y talle esbelto, rodó los ojos.
-Te sorprendería la de veces que me han puesto los cuernos.- Mimi abrazó a Sora y la besó la mejilla-. Y te digo por experiencia que así…- señaló la cerveza y a su amiga en general- …no se consigue nada. Vamos, tú eres guapa, lista y divertida, enseguida encontrarás a alguien mejor que ese rubio oxigenado.
Sora rió, Mimi y Yamato nunca se habían llevado especialmente bien y él odiaba cuando ella lo llamaba así.
-¿Ves?- sonrió Mimi-. Así te quiero ver. Venga, levanta que te vamos a poner guapa.
-¿Para qué?- dijo Sora con un puchero-. Mi plan es quedarme en casa viendo Dirty Dancing y comiendo helado.
Mimi bufó.
-Ni de coña.- la agarró la mano a su amiga y tiró de ella hasta que se levantó, no sin mala cara-. Tú te vas a poner preciosa y vamos a ir de fiesta, ¿me oyes? Y mientras, vamos a hablar de lo patético que era ese novio tuyo…
Y Sora rodó los ojos, sonriendo ligeramente, mientras se dejaba arrastrar a su cuarto, y mentalmente concienciándose de que la iba a tocar aguantar una larga sesión de ropa, maquillaje y, cómo no, risas con su amiga.
oOo
Taichi Yagami, veintidós años, aparcó su moto frente a la puerta de su mejor amigo, Koushiro Izumi, o Izzy, como él le llamaba desde críos.
Se acercó a su casa y llamó al timbre un par de veces hasta que el muchacho le abrió.
-¡Tai!- dijo él, sonriendo-. ¿Qué te trae por aquí? Pasa…
Se hizo a un lado para que el alto y naturalmente bronceado castaño entrase.
-Tengo entradas…- dijo Taichi con una sonrisa de oreja a oreja, sacando de los bolsillos de su sudadera dos tickets blancos-.
-¡No!- Koushiro se acercó, le arrebató los papeles y los leyó-. ¡Va a ser la fiesta de Navidad del siglo! ¿Cómo lo has conseguido?- miró a Tai con ojos vivaces-. No habrás amenazado a nadie, ¿no?
Tai rió y negó con la cabeza.
-Estás hablando con el mejor goleador del Tokyo Fútbol Club, por favor…- esbozó una sonrisa torcida de orgullo-. Es una parte de mi premio. Dos entradas para la mejor fiesta de la mejor discoteca de la ciudad.
-¿Y el resto del premio?- inquirió el muchacho, curioso-.
-Pues dinero. ¿Cómo crees que pago el alquiler?
-Igual te tirabas a la hija del casero.- Izzy se encogió de hombros-.
-Qué cabrón eres…- Tai le rodeó el cuello con el brazo y le frotó el pelo-. Qué mala imagen tienes de mí. Sólo he salido con cuatro chicas en mi vida, ¿sabes? Y en cuanto a Mizuki… sólo fue un beso, no 'me la tiro'.- dijo, enfatizando con la voz y los dedos las tres últimas palabras.
-Oh, ¿sólo cuatro?- Koushiro empujó del formado brazo de su amigo y se zafó de su agarre-. Mira que a mí me decían que chica que veías chica con la que ligabas.
Taichi rodó los ojos, riendo.
-Un flirteo sano no le hace malo a nadie, Izzy. ¿Cuándo aprenderás? Ay…
-Bueno. Lo que tú digas…
-Claro que sí.
-… pero la fiesta empieza enseguida. ¿No tendrías que prepárate?
Miró, escéptico a Taichi y su informal atuendo: Unos vaqueros, unas playeras y una sudadera azul.
-¿Qué pasa con mi ropa? ¡Anda, que voy genial! No diría lo mismo de ti…
Koushiro llevaba una camisa azul y unos pantalones marrones.
-Pareces Tintín, colega… -rió Tai-.
Izzy gruñó y entró a su cuarto seguido de su amigo. El castaño, sin permiso alguno, se acercó al armario de Koushiro y empezó a revolver dentro. A los pocos minutos sacó unos vaqueros, una camiseta y una camisa de manga corta de su interior. Se los tiró al chico.
-Deberías dejar de darte tantas libertades, Tai…
-Vamos, sólo póntelo, ¿vale? Voy a por una cerveza, si no te importa.
-Sírvete… -Koushiro dio una cabezada hacia la cocina mientras se quitaba la camisa-.
Tai abrió la nevera de su amigo, sacó una lata y volvió al cuarto con ella. Koushiro ya se había puesto la parte de arriba y estaba ocupado con los vaqueros.
-¿Ves?- dijo Tai cuando acabó de vestirse-. Muuucho más guapo. Venga, vamos a ver el partido.
El castaño miró su reloj. Tenían una hora para llegar a la fiesta. Con su moto, en quince minutos estaban allí. Tenían tiempo de sobra.
Así que los dos amigos cogieron más cerveza y vieron juntos un partido de fútbol en reposición por la tele; Koushiro riendo mientras Tai gritaba cosas como '¡Pero si eso es tarjeta roja clarísima!' o 'Vaya árbitro de mierda.'
Luego, salieron de casa del pelirrojo. Tai le dio un casco de sobra y se sentó en la moto, seguido de Izzy, que se agarró al sillín y asintió para indicar que podían salir.
Taichi dio gas y la moto salió, ligera y veloz; pasando entre coches como un borrón negro, en dirección Shibuya.
oOo
-Sora, dime que lo que has dicho es broma. Lo es, ¿no?- Mimi abrió mucho los ojos mientras levantaba la mano para parar, como quien no quiere la cosa, a un taxi que pasaba por ahí-.
-No.- Negó Sora, sonriendo-. Lo digo totalmente en serio.
-No puede ser.- La castaña abrió la puerta del taxi y entró, sacudiendo la cabeza, anonadada-.
-Pues lo es. No más chicos. No voy a dejar que ningún gilipollas me vuelva a hacer daño.
Sora se acomodó junto a su amiga.
-A Shibuya, por favor.- indicó Mimi antes de girarse hacia la pelirroja-. ¡Pero, Sora! ¡Con la cantidad de chicos majos que hay!
-Dime uno.
-Pues… -Mimi pensó un momento, mordiéndose el labio-. ¡Oh, ya sé! ¡Koichi!
-Es gay, Meems.
-¿Hano?
-Casado y esperando un hijo.
-¿Y Takeru? Ese ni es gay ni está casado.
-Él es como el hermano que nunca tuve. No cuenta. Es como… como tú, pero en chica. Además, estoy segura de que entre él y Miyako hay algo…
-Ah, yo también… Oye, y si no quieres ligar, ¿para qué me he esforzado tanto en dejarte tan mona?
Sora se miró. Mimi la había intentado convencer de ponerse una falda, pero ella dijo que sabía escoger su ropa. La enseñó a su amiga unos pitillos negros y una camiseta gris de tirantes junto con una chaqueta gris a juego y Mimi dio su visto bueno. Pero luego insistió en maquillarla, la realzó con máscara negra sus ojos carmesís a Sora y la aplicó colorete.
-Pues no sé. Te dije que quería ver la tele y comer helado. No me dejas hacer nada.
-Si 'hacer algo' para ti es hincharte a helado y llorar mientras cantas con Patrick Swayze… entonces no, no te dejo hacer nada.
El taxista rió y Mimi le lanzó una mirada envenenada.
-¿Nunca le han dicho que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación?
El hombre encendió la radio, colorado.
Al fin, llegaron a Shibuya. Mimi salió del taxi aún cabreada y Sora pagó. Luego caminaron hacia la discoteca que daba una fiesta navideña (a pesar de quedar una semana y media para Navidad) que llevaba dando tema de conversación desde verano.
Mimi y Sora habían conseguido las entradas porque las jefas del local tenían estrecha relación con la revista en la que trabajaban y las habían cogido cariño. Las amigas pasaron por delante de una increíble moto negra, que Mimi admiró con un silbido, y pasaron dentro del local.
El ambiente era caluroso, a pesar de hacer mucho frío fuera. La gente bailaba al ritmo de una música electrónica y repetitiva que Mimi adoraba y Sora aborrecía.
Entraron hasta el medio de la pista, donde Mimi agarró a la pelirroja de los brazos y comenzó a moverla.
-¡Vamos!- gritó para hacerse oír-. ¡Muévete!
Sora negó.
-¡Sabes que odio ésta música!
-¡No seas quejica! ¡Disfruta, que estás soltera!
La pelirroja rodó los ojos, pero se dejó convencer y empezó a moverse al compás del chunda-chunda de la música con su amiga.
oOo
-¡Vaya ambientazo, ¿eh?- rió Tai, apoyado en la barra del bar mientras bebía un vaso de cola-.
-Sí, hay más gente de la que me esperaba…
El castaño sonrió a unas chicas que los miraban.
-¿Ya empiezas a ligar?- preguntó, atónito, Izzy-.
-No, esas chicas nos miraban y se reían. Pensé que lo más correcto era responderlas…
-Claro, porque aunque hubiesen sido feas también lo hubieses correspondido, ¿eh?
-Sí. Soy un caballero, chaval.
-¡Vamos, quiero beber algo!- interrumpió una voz-.
Los amigos miraron tras Izzy. Una chica alta, muy delgada, de pelo castaño claro y ojos color miel se acercaba a la barra tirando de una chica pelirroja, de mejillas encendidas por el calor del lugar y cara de aburrida. Se detuvieron a unos metros de los chicos, apoyadas sobre la superficie de madera.
-Meems, ¿me vas a arrastrar a todos los rincones de éste antro? Sin ofender.- dijo la pelirroja con cara de pocos amigos, ganándose una sonrisa por parte de Taichi-.
-Pues mira, sí. Quiero que te lo pases bien, que conozcas chicos guapos y que olvides eso de ser soltera hasta que te mueras.
-Mi plan de ver Dirty Dancing me gusta más.
Taichi le dio un codazo a Koushiro y cuando éste lo miró, señaló a las chicas con la cabeza, levantó una ceja y esbozó una sonrisa torcida, entretenido.
-No puedes encerrarte, Sor.- seguían ellas, ajenas a Tai e Izzy-. Sí, un capullo te ha hecho daño. Sí, estás dolida pero hay chicos ahí fuera que merecen mucho la pena.- miró al camarero-. Un vaso de cola, por favor.- se giró de nuevo hacia Sora y al hacerlo, vio a Tai y a Izzy-. Mira a esos dos.- susurró-. Qué monos.
Sora echó un vistazo y tuvo que luchar para que no se le bajase sola la mandíbula. Sí, el más bajito, con el pelo rojo más oscuro que ella era mono, pero ¿su amigo? Su amigo era algo del otro mundo. Alto. Bronceado. Pelo marrón revuelto, que la volvió loca. Ojos grandes color chocolate. Y una sonrisa preciosa. Era él. Notó que su estómago dio un salto.
La chica tragó saliva. No se iba a dejar convencer por alguien así. Todos los guapos acababan siendo unos cabrones al final.
-No son nada increíble.
-¿Tú estás viendo a quienes veo yo? Joder, el moreno te está mirando, Sor. ¡Venga, habla con él!
La pelirroja negó con firmeza.
-Te aviso que si no vas, voy yo y me quedo con los dos. Su amigo no está nada mal. Tiene un puntito de aspecto tímido que me gusta mucho.
-Pues adelante.
Mimi bufó, sacó la mejor de sus sonrisas y, ante el estupor de Sora, se acercó a ellos.
-¡Hola!- dijo, aumentando su sonrisa. Los chicos la saludaron con la cabeza, aunque los ojos de Taichi seguían fijos en Sora. No sabía por qué, pero la de esa pelirroja era una cara fascinante. Le parecía que ya la conocía de antes, pero no caía de dónde-. Me llamo Mimi Tachikawa.
Se acercó primero al bajito, le dio dos besos (provocando que él se sonrojase y ella riese cual colegiala) y luego al chico más alto, que por fin la miró y la sonrió.
-Un placer, Mimi Tachikawa.- dijo-. Yo soy Taichi Yagami, llámame Tai, y éste tomate de aquí es Koushiro Izumi.
Mimi rió de nuevo y miró a Koushiro.
-Bonito nombre, Kou. ¿Te puedo llamar Kou?-el chico asintió, aún colorado-. Esa chica tan hosca de ahí es Sora Takenouchi. ¡Sora, ven!
A regañadientes, la pelirroja se acercó y sonrió un poco forzadamente.
-Mira, Sor, ellos son Kou y Tai. Seguro que él y tú os lleváis bien, ¿eh?-la castaña empujó a Sora hacia el moreno, que levantó el brazo para agarrarla y evitar que se la pegase contra él.
-Perdón…- murmuró ella, enrojeciendo; mientras su amiga entablaba conversación con Kou-.
-No pasa nada. Es un placer, Sora.
Ella se zafó del chico, que abrió la mano para indicarla que tranquila, que ya la saltaba; y caminó hacia la barra para pedir un vaso de agua. Con una sonrisa torcida, Tai se colocó junto a ella, provocando que la muchacha rodase los ojos.
-Vaya huracán que está hecha tu amiga…- comentó con una risa. Sora se giró para ver al amigo de Tai riendo y a Mimi tocándole el brazo ligeramente. Pues sí que la había gustado, sí…- Oye, ¿estás bien? Pareces enfadada.
Sora gruñó.
-No es de tu incumbencia.- rápidamente lamentó haber sido tan ruda, pero cada vez que pensaba que había un idiota cerca, se comportaba así-.
-Perdón por preocuparme…- se excusó el chico, girándose para apoyarse contra la barra con la espalda y los codos.- Para ser tan mona, eres un tanto maleducada.
-Idiota…- murmuró Sora, ruborizándose-.
-¿Ves?- rió él-. No te sulfures, no me importa…
La pelirroja le dio la espalda y miró a su amiga.
-Meems, yo me voy a casa… - dijo, tocándola el hombro-.
La castaña perdió su sonrisa.
-Vaya, si sólo llevamos aquí… poco…
-Una hora y media. Me has tenido un buen rato bailando y mirando como unos tíos llenos de esteroides te entraban.
Mimi gruñó.
-Gracias, no te vuelvo a traer. Pues que sepas que yo no voy a casa. Kou y yo vamos a por un batido a algún sitio cercano, ¿verdad?
Sora miró a su amiga como si ésta se hubiese vuelto verde.
-¿Te vas con él? ¡Mimi! ¡Que yo quiero volver a casa! No me queda dinero, voy a tener que ir andando…
Mimi abrió la boca para replicar pero no encontró palabras.
-Yo puedo llevarte, tengo moto…- intervino Tai, levantando la mano y pasándosela por la nuca-.
-¿Ves? Ya puedes ir a casa. ¿Vamos, Kou?- rió ella.
El pelirrojo asintió y saludó a Tai, que gritó '¡Adelante, tigre!' para despedirse; antes de girarse hacia Sora y sonreírla ampliamente.
-Por lo visto voy a hacer de chófer para usted, señorita.
-Ni en sueños.- Sora pasó a su lado, sus hombros chocando, enfadada-.
-Está bien, ten cuidado por el camino, que está muy oscuro.
Sora se fue, murmurando por lo bajo. Estaba enfadada con Mimi por irse, con ella misma por sentirse como se sentía y con Tai por ser tan sumamente encantador. Salió de la discoteca y el aire frío del Diciembre de Tokyo se clavó en sus piernas desnudas, su cuello expuesto y sus brazos, apenas cubiertos por una chaqueta fina. Gruñendo, se encaminó hacia la derecha, hacia el Rainbow Bridge.
-¡Eh, guapa!-dijo una voz, provocando que la chica se girase. Un chico alto, con el pelo color paja y cara de rasgos afilados se acercó, mirándola con deseo-. ¿Estás sola? ¿Te acompaño a algún sitio?
-N-no…- dijo ella dando unos cuantos pasos hacia atrás a medida que el chico se la acercaba, hasta chocar con la pared-. Déjame, por favor…
El chico se juntó mucho a ella, Sora notó su… entrepierna crecer cuando la acarició el cuello y dirigió la vista a su escote.
-Vamos, si soy muy majo… enróllate un rato, preciosa…- dirigió su boca al cuello de Sora y ella miró a otro lado, sintiendo lágrimas inundar sus ojos-.
-Déjame… por favor…- susurró-.
El chico puso sus manos en la cadera de la chica y la atrajo hacia sí, uniendo sus cuerpos aún más.
-No, me parece que no…
-¿No la has oído, gilipollas?- intervino una tercera voz-. Déjala en paz.
Sora notó como su acosador se alejaba de golpe de ella, y vio como caía al suelo para ponerse de pie rápidamente. La pelirroja abrió mucho los ojos al reconocer a Tai como el dueño de la voz de su defensor.
-¿Tú quién te crees que eres, chaval?- dijo el otro chico encarándose-.
-El que te va a partir la cara como la toques un solo pelo a esta chica.- agarró al individuo por el cuello de la camisa-. Los tíos como tú me dais asco. Las chicas no son objetos, capullo. ¿Me oyes?
Sora estaba anonadada. El chico asintió, en sus ojos brillando el miedo.
-Bien.- Tai lo soltó con asco-. Ahora, haz un favor al mundo y piérdete.
El chaval se fue pitando y Tai se volvió hacia Sora, que se abrazaba a sí misma.
-¿Estás bien?- Tai se acercó y colocó sus manos en los brazos de ella-. ¿Te ha hecho daño? ¿Te ha… te ha tocado?
Sora negó, evitando la mirada chocolate de Tai. No podía, después de que el la ayudase incluso cuando ella le trató así… Pero él la rodeó con el brazo.
-Vamos.- dijo-. Yo te llevaré. Coño, estás temblando…- Tai se paró, se quitó su sudadera y se la dio a ella-.
Sora se fijó en el trozo de piel del ombligo del chico que se vio cuando se quitó la prenda. Qué abdominales. Cogió la sudadera, esbozó un 'Gracias' tímido y se la puso. Olía bien. Luego siguió a Tai hasta la moto que ella y Mimi habían visto antes. El chico abrió los asientos y sacó un casco de cada uno, dándole uno a Sora.
-¿Es tuya?- preguntó ella, admirada-.
Tai asintió.
-Póntelo. ¿Dónde vives? Te llevo. No te voy a dejar ir sola con tipos como ese por aquí.
Sora se puso el casco y detectó asco en la voz de Tai. Sonrió.
-Vivo antes de cruzar el Rainbow Bridge, frente a Odaiba.
Tai asintió y se subió en la moto.
-Perfecto. Anda. Sube.
Sora pasó la pierna por encima de la moto y se quedó parada, dudando en si agarrarse a Tai o no.
-Sora, o te agarras a mí o te la pegas. Vamos, no seas cría.- dijo el castaño encendiendo la moto-.
Sora suspiró, tomó aire y se inclinó para rodear el torso de Tai con sus brazos, pegando la cabeza a su espalda. Tai dio gas y la moto salió.
Sora deseó quitarse el casco y sentir el viento y la velocidad en la cara. Pero veía pasar los coches y edificios, y las luces de Shibuya tan rápido que instintivamente se agarró más al chico.
En pocos minutos, Tai comenzó a bajar la velocidad hasta que se frenó del todo, aparcando la moto en la carretera entre dos coches. Había un pequeño muro y, tras él, el agua. Olía bien, a casa, pensó Sora al quitar se el casco y dárselo a Tai, que guardo ambos en las sillas.
-¿Qué edificio es?- preguntó el muchacho-.
-Oh, puedo ir sola, gra-
-Insisto. Hasta tu portal.
-Ese…- dijo la pelirroja señalando al segundo por la izquierda del cual frente al que se encontraban-.
Tai y ella caminaron en silencio, un silencio nada incómodo, hasta la puerta del edificio, frente a la cual se detuvieron.
-Muchas gracias, Tai.- dijo Sora, por primera vez sonriéndole al chico de verdad-.
-No ha sido nada. Ya te lo he dicho, tipos como ése me enervan.
Sora rió y se dio la vuelta para entrar a su edificio.
-Hey…- susurró Tai. Sora se giró deprisa, quizá demasiado deprisa-.
-¿Sí?
-Te olvidas de mi sudadera.
El estómago de la chica saltó. Otra vez esas palabras.
-Sí…- se quitó la sudadera y la agarró un momento más, al mismo tiempo que Tai-.
-Un beso para darme las gracias estaría también bien…- sonrió él, con esa sonrisa torcida suya que te derretía-.
Sora lo miró atónita. Para un chico que parecía agradable, con el que quería mantener el contacto y por el que olvidaría su estúpida idea de quedarse soltera, y va y la caga.
Tiró con fuerza de la sudadera, él la soltó, y Sora se la lanzó a la cabeza.
-¡Eres un idiota, como todos, Yagami!
Y se dio la vuelta, entrando y cerrando la puerta del portal sin dar tiempo a Tai a decir adiós. El chico se fue de nuevo a su moto, poniéndose la sudadera. Olía a ella. Sonrió. Se sentó y dio gas. La moto voló por la carretera, cruzando el puente en dirección a su piso de Odaiba.
De pronto, el chico pensó que por qué Sora lo había llamado por su apellido.
Por su parte, Sora subió corriendo las escaleras a su casa, en el segundo piso. Abrió la puerta con manos temblorosas y , sin descalzarse, tirando el bolso al sofá, corrió a su cuarto y se tiró de rodillas junto a la cama. Se agachó y sacó de debajo del colchón una caja grande de colores pastel en la que ponía 'Número 1' en letras grandes. La abrió. Dentro había fotos, todas de él. Él corriendo, él chutando un balón, él abrazando a su madre en la estación de autobús tras unas vacaciones fuera, él con su hermana en el parque, él con su bajito amigo en la playa de Odaiba junto a unas chicas muy morenas que tomaban el Sol con ellos.
También había un ticket para entrar al estadio de Tokyo de unos meses atrás. Una lista de la compra con esa letra desordenada que se le había caído en el supermercado, que ella encontró y nunca le devolvió. Un pequeño llavero con forma de casco de moto que ella había comprado en el mismo sitio que él, igual que el que el muchacho había comprado para sí. Ella lo había visto.
Recuerdos, todos del mismo chico. Recuerdos de los que ella ansiaba formar parte. Recuerdos a los que se había añadido sin permiso en las noches de insomnio. Recuerdos a los que acudía cuando Yamato no estaba.
Y, bajo todo eso, el recuerdo más importante. El único del que tenía la certeza era parte sin tener que inventarse historias maravillosas. Se puso de pie, sujetando las gafas de aviador que cierto chico de piel morena y cabellos castaños revoltosos la había dejado ponerse once años antes y que nunca llegó a devolverle. Sonrió con ternura.
Estaba segura de que Taichi Yagami no se había dado cuenta de quién era esa pelirroja a la que tuvo que salvar esa noche. Dudaba incluso de que se acordase de esa niña pelirroja de hacía once años.
Pero ella… ella no lo había olvidado. Ella sabía cada cosa que hacía. Jugador estrella y capitán del Tokyo F.C.. Amable, algo ligón. Un chico independiente pero que adoraba a su familia, sobre todo a su hermanita pequeña, Hikari, una chica adorable con la que se había cruzado varias veces en el supermercado y con la que se había intercambiado sonrisas alguna vez.
Dejó suavemente las gafas en la estantería pequeña y estrecha que había junto a su mesilla de noche, tras un par de libros finos y un frasco de su perfume favorito.
Se giró y fue al baño. Se quitó la ropa, dejó la fina chaqueta en su cama y el resto lo echó a lavar.
Se puso como pijama una camiseta fina y se quedó en ropa interior, no tenía fuerzas ni para ducharse, estaba agotada, ya lo haría por la mañana.
Se metió en la cama y abrazó la chaqueta, que olía a él porque se había puesto la sudadera encima de ella.
Y entonces se dio cuenta de su error. Al irse sin despedirse, había llamado a Tai 'Yagami'. Y Mimi nunca le había dicho el apellido de Tai.
