Hola chicas. Emprendemos nueva aventura. Esta vez se trata del fic titulado Amber. El original es francés y su autora es Sedgie (Las flores del mal, Confidente's diary, Apariencia de vacaciones, Nuevo comienzo). Este fic cuenta con 20 capítulos, pero largos. Si alguien lee fics en inglés, puede que les suene el comienzo, porque la propia autora ha señalado que se inspiró en el fic "A Queen and her Lady" de StarvingLunatic. Yo no me he leído el fic inglés, pero este solo tiene 10 capítulos, por lo que he de suponer que aunque esté inspirado, el francés va mucho más allá. Por supuesto tiene el sello de su escritora, tramas llenas de sentimientos y muy emotivas. Adelanto que vamos a pasarlo mal en muchas ocasiones. Espero que os guste y comentéis.
Desespero
¿Cómo había llegado a eso?
Sentada en el borde de su cama, las persianas echadas, el silencio reinando, Regina estaba sola. Habría podido acostumbrarse: desde que la maldición se hubo roto, Henry había desertado de la mansión, dejándola sola y desamparada.
Solo su madre había atravesado sus muros…Pero ahora, ella se había ido para siempre. La magia no podía resucitar a los muertos, lo había aprendido a las malas hacía mucho tiempo, y aunque la idea de resucitar a su madre se le había pasado por la cabeza, sabía que era imposible.
Ya hacía una semana…Le parecía una eternidad. Desde ese día no había salido de su casa, prefiriendo la penumbra que ofrecía sus persianas cerradas a la luz del pueblo y a las miradas insistentes y despectivas de sus habitantes. Sí, era mejor así, encerrarse en su casa antes que enfrentarse a los demás.
La muerte de su madre era para ella una verdadera traición, una más por parte de Snow, pero mientras que hubiera podido dejarse hundir en una espiral de venganza y cólera, prefirió entregarse a la fatiga y a la lasitud.
Después, el alejamiento de Henry acabó por hundirla. Su marcha definitiva y sin regreso posible hacia la familia que encarnaba todo lo que ella ostentaba, todo por lo que ella había luchado y por lo que había lanzado esa maldición que había puesto boca abajo la vida de todos y cada uno.
Henry se había ido y ciertamente nunca más volvería por su propia voluntad. ¿Por qué lo haría? Había encontrado a su madre biológica, tenía a su padre biológico, a sus abuelos con quienes había establecido unos lazos sorprendentes. Tenía una familia estable, una casa, una ciudad, una nueva vida a la que parecía aclimatarse muy fácilmente y sin problema.
Ella ya no era nada: ni una madre, ni una hija, ni una alcaldesa, ni siquiera una reina. Sí, aquí, ella ya no era nada. Y nadie se preocuparía por ella, pasara lo que le pasara.
Como prueba, hacía más de una semana que no había puesto un pie fuera de casa. Para ser exactos, desde que le había dado un último homenaje a su madre en el panteón familiar. Después de haber intercambiado algunas palabras con Rumpel, aún estaba embriagada de dolor y de cólera, pero una vez en casa, el silencio y la soledad la envolvieron, se había dado por vencida. ¿Para qué serviría intentar nada si todos los intentos no habían hecho sino retrasar lo inevitable? ¿No habían hecho sino alejar a su hijo? ¿No habían hecho sino excluirla un poco más?
Había perdido, y lo mejor que podía hacer era rendirse. ¿Sería condenada? ¿Asesinada o encarcelada? ¿Henry mostraría algo de interés por su suerte o sería él quien dejaría caer la hoja de la guillotina?
Solo porque no conocía aún la respuesta a esa pregunta no había ido todavía a casa de los Charming a entregarse. No, había preferido exiliarse en su casa, no imponer su presencia a los ciudadanos. Solo se alimentaba con los platos que cocinaba con los ingredientes que hacía aparecer con su magia.
Porque su "buena" decisión de no volver a utilizar magia era para mostrarle a Henry que era capaz de cambiar, pero ahora, cuando él ni siquiera intentaba salvarla, ¿qué interés habría?
Así que, bastaba invocar algunos hechizos básicos para hacer aparecer la comida y saciar su hambre, aunque cada vez estaba menos deseosa de comer.
Ciertamente, una lenta degradación de su estado se dejaba ver: al principio, se paseaba por las estancias de la mansión como un león en su jaula, después dejó las estancias prescindibles y se conformó con las tres esenciales: el cuarto de baño, la cocina y su habitación. Y finalmente, desde hacía dos días, incluso desechó la cocina y su horno, prefiriendo comer en su cama la comida que, en otras circunstancias, le habría prohibido a su hijo. Pero ahora daba igual…
Y hoy tampoco se saltaría la regla: vestida con su pijama de satén gris antracita, leía un libro que nunca había tenido tiempo de leer.
Y cuando se imaginaba pasar un enésimo día en su habitación, un sonido que no había escuchado desde hacía tiempo resonó en su cabeza. Le llevó unos segundos comprender que era el timbre de la entrada. Se incorporó y bajó, un poco deprisa, a la entrada. Al pasar por delante del gran espejo, vio su lamentable reflejo y con un movimiento de muñeca, su silueta cambió para ajustarse en un conjunto pantalón y blusa de satén negro. En una fracción de segundo, se imaginó a Henry detrás de la puerta queriendo saber de ella, hablar con ella…
Pero cuando abrió la puerta, sus esperanzas se desvanecieron al ver a Emma. La bella rubia se dio cuenta de que la sonrisa de Regina se había eclipsado tan rápido como la puerta estuvo abierta.
«Regina»
«Miss Swan» dijo ella en un tono neutro y monótono.
«Yo…Vengo porque…en fin, yo…»
«Miss Swan, ¡no tiene nada mejor que hacer!» soltó la bella morena
«Pues sí»
Herida, se dispuso a cerrar la puerta, cuando Emma la atajó violentamente con la mano
«Stop, ok, lo siento. He venido a buscar algunas cosas para Henry»
«Algunas…cosas…» esbozó Regina, desalentada por los malos modales por pate de una mujer que se supone que era una princesa, pero que tenía tanta clase como los ogros más bárbaros.
«Sí, ropa. Henry…ya no le queda mucho que ponerse encima…»
Regina frunció el ceño antes de suspirar
«Por supuesto, él no ha podido venir, porque…»
«Porque…¡porque tenía tarea!» dijo demasiado rápido Emma para ser creíble.
Pero Regina no se lo tragó. Todo lo que había comprendido era que su hijo rechazaba verla o hablar con ella. Que ni siquiera quería tomarse la molestia de venir a la casa que, hacía tan solo unas semanas, era también la suya.
Sin una palabra más, abrió la puerta, para dejarle ver a Emma que era bienvenida al interior. Esta última entró y fue golpeada por la penumbra de las estancias: persianas bajadas o cortinas echadas, luces apagadas…
«¿Miss Swan?»
«¿Hm?» dijo ella saliendo de sus pensamientos
«Ya sabe dónde se encuentra su habitación»
Emma abrió los ojos como platos ante tanta dejadez por parte de la mujer que había sabido mostrar, no hace mucho tiempo, un ardor y una grandeza sin igual.
¿Euh…qué?»
«Su habitación, Miss Swan, ¿sabe o no donde se encuentra?»
«Sí…sí»
«Bien»
Sin una palabra más, se encaminó a la cocina, dejando a Emma sola en el hall. La joven, desorientada, no tuvo otra elección que subir sola a la habitación de su hijo. Evidentemente, sabía dónde estaba, sabía cómo era y sin embargo, al abrir la puerta, se vio invadida por un sentimiento de remordimiento: la habitación estaba intacta, la cama estaba hecha, los juguetes parecían esperar a su propietario, algunos libros de la escuela sobre el escritorio. Recorriendo con su mirada las estanterías, no pudo evitar una sonrisa enternecida: figuritas de dragón, libros de ciencia…Después un objeto que captó su atención: una foto de Regina y Henry, sonrientes, parecía mostrar una época de plenitud, de dulzura y de amor. Algo que Regina no había dejado ver desde hacía un tiempo y que Henry había querido buscarlo fuera, al lado de su madre biológica.
Tomo la foto en su mano y esbozó una sonrisa al ver a Henry y su carita inundada de felicidad mientras que Regina mostraba una rostro más sereno, más agradable.
Lo volvió a soltar antes de recorrer la estancia con la mirada: pareciera que el tiempo se hubiera parado ahí, aunque una fina capa de polvo probaba que nadie había entrado hacía algún tiempo.
Sacudió la cabeza antes de dirigirse al armario y sacar algunas prendas: ropa interior, chaquetas y zapatos. Después, salió del cuarto no sin una última mirada antes de cerrar la puerta. Aún en un mórbido silencio, bajó hasta el hall donde Regina la esperaba.
«Bien, creo que lo tengo todo» Regina abrió la puerta, sin una palabra y Emma salió, cuando se giró…
«Regina, ¿es…» la puerta le dio en las narices sin ceremonias «Ok…» Ella se quedó parada unos segundos, no se esperaba desde luego ser puesta en la calle de esa forma. Dio un paso hacia delante para tocar, pero se contuvo, prefiriendo volver a su coche.
Regina se quedó unos segundos con la mano en la puerta antes de mover la cabeza y volver a su habitación. La visita inesperada de Emma había reavivado el doloroso estado en el que se encontraba: sola y sin nadie. Mientras que los Charming estaban juntos, en familia, celebrando seguramente su victoria.
Es más le asombraba que su casa no hubiera sido invadida por los habitantes exaltados o por los Charming enarbolando su ética y sus buenos argumentos para encerrarla o incluso desterrarla.
Porque ella había pensado en la huida, sí. Huir de Storybrooke, de sus habitantes y de todo lo que el pueblo le inspiraba en ese momento, pero no era capaz, aún no. A pesar de la decepción, aún sentía un ínfimo lazo con Henry. Cierto, él ya no quería verla, pero tampoco había lanzado una vendetta contra ella. Varias veces, incluso, la había defendido, evitándole la muerte.
Pensaba que, quizás, una brizna de esperanza subsistía, aunque esas últimas semanas ella y su madre habían expandido el miedo y el terror por la ciudad, intentando matar a Snow y Emma más veces de las que era humanamente posible hacerlo.
Mirándolo todo con perspectiva, ella sabía que su madre se había aprovechado de ella, de la vulnerabilidad que siempre había tenido frente a ella, o incluso de sus sentimientos por Henry. Pero también acababa de perder a la única persona de su familia que le quedaba. Y verla, en esos últimos minutos, con esa sonrisa y su mirada llena de amor hacia ella, como nunca se la había dirigido en su vida.
Eso era lo que lamentaba. Ciertamente hubiera querido no verlo, para no arrepentirse de ese último gesto que le costó la vida a su madre. Su madre y su corazón…Verla por primera vez mirarla como la cosa más bella del mundo…Que la viera como su hija por la única y última vez.
Pero eso le fue arrancado por culpa de Snow, una vez más. Pero esta vez, Regina estaba cansada de luchar, cansada de querer una venganza que ya no le aportaría nada porque ya no esperaba nada de nadie. Incluso su hijo se apartaba de ella.
Y los días pasaron, ella ya no los contaba. Es más, había perdido la noción del tiempo. Yendo y viniendo como un alma en pena por su propia casa, incluso ya no lograba pensar con claridad. Ya no era sino la sombra de sí misma, dejándose caer tanto física como moralmente: ya casi ni se vestía, sus cabellos ya no eran sino un campo de batalla que evocaban sus noches agitadas y poco reconfortantes, una ligera pérdida de peso y oscuras ojeras se dibujaban bajo sus ojos testigos de que ya no comía sino lo justo para mantenerse con vida.
Sus días eran monótonos y sin interés. ¿Salir? ¿Por qué hacerlo? La gente huiría de ella, cambiarían de acera, sospecharían de que algo tramaba para volver sus vidas un infierno, llamarían en su ayuda a los Charming y estos aparecerían en sus grandes caballos para vencer el Mal.
Solo que el Mal ya había sido vencido…Ellos habían ganado, hoy estaba lo bastante lúcida como para darse cuenta de ello. Y para darse cuenta también de que, a fin de cuentas, siempre habían ganado. Sí, desde el principio, ellos ganaban y ella, ella no había nacido sino para perder: perder a su amor, a su padre, su vida, a su madre y finalmente a su hijo.
Y hundida en esos lúgubres meandros, oyó el timbre, provocándole a la bella morena un sobresalto. Gruñó y descendió a regañadientes mientras la persona insistía pesadamente presionando frenéticamente el timbre.
Sin ni siquiera preocuparse de su apariencia, ni esconder su pijama y el estado de sus cabellos, abrió la puerta, sin gran esperanza y no se sorprendió de ver allí a Emma, esbozando una tímida sonrisa.
«Hey, hola…»
«Miss Swan»
«¿Cómo se…euh, parece…¿se encuentra bien?»
«¿Qué quiere?»
«Euh…» sacó de sus bolsillo trasero un pequeño papel «Yo tengo…una lista. Henry va a comenzar las clases y le faltan sus libros»
Regina, una vez más, se separó para dejar entrar a la joven. Una vez más Emma se sorprendió por la pesada atmosfera que reinaba en el interior: hacía frío, estaba oscuro y un ligero olor a cerrado reinaba. ¿Desde cuándo no había aireado? ¿O simplemente abierto las cortinas?
«Regina, ¿va todo bien?»
«Conoce el camino» dijo Regina antes de desaparecer por el pequeño salón, el mismo en el que la bella morena la recibió cuando se conocieron.
Emma entonces subió a la habitación de su hijo y entró una vez más. Se dirigió hacia las estanterías y se puedo a buscar los libros, pero sin encontrar los adecuados. Así que bajó y fue a tocar a la puerta del salón.
«¿Regina? Regina, yo…necesito su ayuda, por favor»
Después de unos segundos de silencio, Regina abrió la puerta
«¿Y ahora qué?»
«Yo…no encuentro los libros»
La bella morena puso los ojos en blanco y subió, a regañadientes, los escalones seguida por Emma. En el umbral de la puerta, se paró, se dio la vuelta y extendió la mano para que Emma le diera la lista, lo que ella hizo. Después de una rápida lectura, Regina le tendió la lista.
«Sobre la mesa, a la izquierda, los tres primeros libros »
Emma se dio cuenta de que la mujer ni siquiera puso un pie en la habitación. Así que ella lo hizo, entró de nuevo y se dirigió hacia el escritorio. Cuando se dio la vuelta, Regina ya no estaba.
«Super…» suspiró la bella rubia inclinándose sobre la pila de libros. Como le había dicho Regina, cogió los tres primeros de la pila y algo se cayó de entre los libros. Se agachó y cogió lo que parecía ser una foto. Abrió los ojos como platos al ver a Regina con los cabellos más cortos, como el día en que se habían conocido, sosteniendo en brazos a un bebé de aproximadamente un mes. Su rostro estaba iluminado por una gran sonrisa que no le conocía. Parecía feliz, radiante, risueña…Como una madre que hubiera dado a luz a la cosa más maravillosa del mundo.
Emma metió la foto en su bolsillo y salió de la habitación, no sin haber cerrado la puerta tras ella. Bajó y, como la primera vez, Regina la esperaba en el hall. Antes de que Emma pudiera pronunciar la mínima palabra, Regina abrió la puerta.
«Bien…Gracias otra vez…» Pero antes de traspasar la puerta, y para no encontrarse otra vez de cara con una puerta cerrada, se detuvo junto antes y se dio la vuelta hacia la joven mujer. «Regina, ¿está bien?»
Pensando que non obtendría respuesta, se sorprendió al ver que la joven alzaba la mirada hacia ella
«¿Qué importancia tiene?»
Emma habría preferido que no le hubiera respondido…Porque su respuesta la alarmaba más de lo que habría pensado.
Generalmente tan fuerte e imponente, ya no era sino la sombra de sí misma: famélica, la piel diáfana y la mirada perdida en el vacío. Parecía derrotista, ¿incluso suicida? No, nunca intentaría quitarse la vida, aunque solo fuera por Henry.
«Regina, si usted…»
«Adiós Miss Swan»
No le dejó elección. Con las pocas fuerzas que le quedaban y sacando pecho, Regina avanzó hacia Emma que no pudo sino retroceder algunos pasos, encontrándose de repente fuera, y algunos segundos más tarde, la puerta se cerró. Entonces, Emma suspiró, apretando los libros contra ella, antes de volver a su coche.
Otra vez, la visita fue breve y las palabras secas.
Otra vez, después de la marcha de la joven, Regina subió a su habitación para desaparecer.
Emma regresó al apartamento que compartía con sus padres y Henry. Y aunque le sitio era exiguo, Snow y David no eran de la idea de mudarse, o de dejar de lado a su hija. Pero ahora que todo se había calmado, querían encontrar algo más grande para acoger a su hija, su nieto y, por qué no, a su yerno.
Y aunque David todavía tenía ilusión de volver a su mundo, Emma se abstenía. Sin embargo, sabía que su hijo estaba entusiasmado con la idea de montar a caballo y perseguir a los ogros en la tierra de su reino, pero ella, verdaderamente no soñaba con eso. Había podido tener un adelanto de "su" mundo y no le había "encantado"
«Emma, has tardado, íbamos a pasar a la mesa» dijo Snow, delantal anudado a la cintura, moviéndose por la cocina
«Sí, lo siento, he pasado por casa de Regina»
En ese momento, un tintineo de cristal se oyó: Snow acababa de dejar caer algunos platos en el fregadero.
«¿Por casa…de Regina? Pero, ¿por qué?»
«Porque la clases comienzan en unos días y Henry tenía sus libros en casa de Regina»
«Yo le habrías dado otros, lo sabes»
«Está bien, no es un drama, no es más que Regina» resopló ella dejándose caer sobre una silla.
«¿Que Regina? ¿Debo recordarte que, hace unas semanas, casi nos mata a todos?»
«Sí, eso…Pienso que no podré olvidarlo ya que no dejáis de hablar de ello, sobre todo a Henry, contándole sin cesar lo que podría haber pasado en la tienda de Gold» dijo ella sarcásticamente
«No le machacamos con esa historia, es él quien lo pide»
«¿Le has hablado también de la manera en que manipulaste a Regina para que matase a su propia madre? ¿O por casualidad te has saltado esa parte?»
«¿Qué te pasa hoy? ¿Por qué estás tan enfadada?»
«No, nada, solo que…no, nada. Voy a darle sus libros a Henry»
Sin decir nada más, subió a la planta de arriba, a la habitación que compartía con su hijo. Este estaba sentado con las piernas cruzadas en la cama, hojeando el libro que le había regalado Snow y con el que todo había comenzado.
«Hey…»
«¡Hey! ¿Qué son esos libros?»
«Los tuyos. Tienes clases mañana»
«¿Tú…has ido a buscarlos a casa de Regina?» como si eso fuera una hazaña
«Sí» ella se sentó en la cama a su lado.
«¿Y ella no te ha hecho nada?»
«¿Qué quieres que me haga?»
«Bah, no lo sé….Es la reina malvada, después de todo…»
Emma esbozó una mueca
«Sí, también es tu madre»
«Tú eres mi madre. Y Neal, mi padre. Por cierto, ¿cuándo va a venir a vivir con nosotros?»
«Viv…Ehhh, para el carro. Ni hablar de que tu padre venga acá. No hay sitio»
«Bah, ¡solo tiene que dormir contigo!» dijo con una gran sonrisa
«Henry…»
«¿Qué?»
«Sabes que tu padre y yo hemos acabado»
«Pero os dejasteis por razones equivocadas. ¡Si August no le hubiera dicho nada, ahora segaríais juntos, estoy seguro!»
«No puedes estar seguro, ni yo tampoco. Pero, ha llovido mucho desde entonces y hoy él está con Tamara. Y yo, no siento el deseo de que eso cambie»
«…»
«Henry, no me hagas eso, por favor»
«¿Hacer qué? Tengo el derecho de decir que quiero que mis padres vuelvan a estar juntos, ¿no?»
«Claro, pero no quiere decir que se lleve a cabo. Amé a Neal, naciste de ese amor, pero ya hace 11 años y ya no siento por él lo que sentía en el pasado»
«…»
«Tú…deberías ir a ver a Regina»
«¿Por qué?»
«Ella…yo creo que no está bien. Lo sabes, acaba de perder a su madre y…creo que se siente sola»
«Mira esto…» Él le enseñó uno de los dibujos del libro que mostraba a la Reina Malvada lanzando la Maldición Oscura «A causa de esto, todo cambió. Ella es malvada, siempre lo ha sido. Nunca ha hecho nada por los demás. Solo por ella, su cólera y su venganza»
«Las cosas no son siempre tan sencillas, mucho menos el resumen que hace ese libro. Y te recuerdo que sin esa maldición, tú no habrías visto la luz…»
«…si fuera el precio a pagar para que todo fuese normal»
Emma estaba muy triste al ver que su hijo veía las cosas de forma tan radical, pero en un sentido, ¿cómo culparlo? Regina lo había hecho pasar por un loco, llevándolo incluso a la terapia de Archie, ella casi lo mata por miedo a perderlo…
Ella había hecho cosas horribles por venganza y cólera…Pero la mujer que veía desde hace dos semanas no reflejaba en nada a la mujer cruel y sin alma que era antes.
«Henry, deberías de todas maneras ir a verla, al menos una vez…solo para decirle hola»
«¿Por qué? Estoy bien aquí con vosotros»
No servía de nada insistir. De momento, él vivía aún en su mundo casi perfecto desde la caída de Regina y la muerte de Cora. Hook estaba en paradero desconocido y, había que reconocerlo, nadie se preocupaba por eso.
¿Pero Regina? Manipulada por su madre, por sus sentimientos exacerbados, tanto de amor como de odio, la habían conducido a hacer malas elecciones y juntarse con malas personas…Y, evidentemente, las oportunidades que se le habían concedido habían volado como el humo, Regina no podía pretender un honorable perdón por parte de los habitantes.
Todos los habitantes seguían ciegamente a los Charming, y estos no estaban muy predispuestos a hacer un esfuerzo. Sin embargo, Snow había sido el detonante del desasosiego y de la depresión en la que se encontraba Regina. Ella había matado a su propia madre mientras que pensaba que la estaba salvando.
¿Qué hubiera pasado si Cora hubiera recuperado su corazón y se hubiera vuelto la madre atenta y cariñosa que tenía que haber sido desde el principio? Ellas seguramente habrían tenido que pagar por sus crímenes, se las habría desterrado con seguridad del pueblo…Pero al menos se habrían reencontrado, juntas, madre e hija.
Hoy, Regina cargaba con el peso del asesinato no intencionado de su madre, cuando tuvo el tiempo justo de ver el verdadero rostro de su madre antes de que partiera definitivamente, dejando a Regina sola.
Y aunque podría haberse hundido en la cólera y arrasar todo a su paso, al menos es lo que los Charming habían pensado, ella se había hecho olvidar, encerrada en su mansión como una reina caída y desterrada de un reino.
Sí, Emma tenía que reconocerlo, ver a Regina en ese estado la asustaba más que verla en plena posesión de sus poderes y devastando las calles de Storybrooke.
