Sueños rotos por la luna
Desdichado, olvidado, simplemente hecho a un lado, me gustaría poder ser así, tal vez así sentiría menos el dolor que se sienta junto a mí, en la banca de un solitario parque en el cual desfilan almas en pena y fantasmas de agua y arena.
Tratando de ser normal, tratando de avanzar en este camino riguroso que me hace tropezar cayendo morboso, cada vez que me caí y me traté de levantar me llevé una cicatriz que me enseñó lo duro que es vivir.
No le deseo mi condición ni al peor de mis enemigos, por más intensa que sea la rabia prefiero quedarme esto conmigo, delegar los males de uno a las otras personas es un acto de cobardía. Propio de gente que tiene miedo a enfrentar a la vida, que aunque es dura a veces, también están esos momentos que la felicidad inunda con su color rosa pastel...
Chocolates, chicles y rosas son algunas de las cosas más hermosas que la vida me ha regalado, todas estas cosas materiales, me hacen olvidar por unos momentos la pena que aqueja a mi dañado corazón, cada mal lo agobia más hasta dejarlo casi sin respiración.
Mis amigos, ellos eran la razón de mi existir hasta que uno a uno se fueron yendo dejándome sólo, completamente solo, desprovisto de su amor, se fueron desvaneciendo como ilusiones lisonjeras sin fundamento alguno, la única que quedó fue mi peor enemiga: la luna, quien siempre llegaba fiel a su cita, para torturarme, para hacerme sentir más miserable de lo que era, para burlarse en mi cara de la ventaja que me llevaba, alguien como yo necesita, depende de una razón para vivir.
Mi remedio, según mis amigos era el amor...
Una vez creí encontrar al verdadero, pero no fue más que una simulada relación, que dolía mucho pero que se disfrazaba bajo sonrisas tontas y muchos "te quiero" sin sentido. Al enterarse de mi condición, prefirió hacerse a un lado y dejarme solo con mi pena... me juré a mi mismo que jamás me volvería a enamorar... pero quebré ese juramento.
Ella, la mujer que daba vuelta mi mundo, que tropezaba con él, más bien. Que me hacía olvidar de todas mis penas y dolores físicos para dar paso a la risa y al amor, por ella fue que perdí mi moral. La capacidad de elegir entre el bien y el mal.
Pero como en toda relación, hubo un inconveniente: era demasiado joven, estaba tan llena de vida que si por mi culpa se transformara en una joven marchita, sería matar su espíritu, su esencia de niña inocente y deseosa por saborear la vida con placer.
No podía arruinar otra vida, no podía... alguien, macabro y pernicioso desesperado por arruinar y menoscabar vidas ya había destruido la mía, ya, no estaba dispuesto a que alguien a quien yo amaba con locura y fervor, pasara el mismo sufrimiento que de pequeño había pasado yo.
No le deseo mi condición ni al peor de mis enemigos, por más intensa que sea la rabia prefiero quedarme esto conmigo, delegar los males de uno a las otras personas es un acto de cobardía. Propio de gente que tiene miedo a enfrentar a la vida...
Un hombre lobo que robó el alma pura, de un niño pequeño, el infante, con su sumo candor alumbraba hasta el rincón más oscuro del lugar más triste y desgraciado que pudiera albergar en el corazón de un humano y que aunque vinieran más de miles de hombres lobos jamás conseguirían aplacar este sentimiento tan bello que nacía cada noche al contemplar a aquel astro que a mi tierna edad, me parecía lo más agraciado y primoroso que presidía a las estrellas, enseñándoles lo importante que era su presencia en el cielo.
Ahora, ya mayor, cuando las canas y leves arrugas resaltan en mis facciones, aprendí que la luna no es más que una cruel enemiga, que siempre llega fiel en su día asignado, lista para verme sufrir, para hacerme sentir que no soy nada... nada.
No quiero compañía, todo lo que toco se desmorona. Para lastimar a las personas que más amo en este mundo cruel prefiero aislarme en este dolor acrecentado por esa luna, mi condena.
Y mi cruz personal, mi pesadumbre que me asfixia, aparece sofocando hasta mis últimos ánimos de luchar... y ahí llega ella, no para liberarme de este tormento sino para compartirlo conmigo, por voluntad propia, alegando que a eso se llama verdadero amor y que no hay nada más poderoso que dos corazones unidos en el dolor.
"Pretendo ser un alivio para ti, no una carga" me dijo triste una vez cuando le dije que quería protegerla de mi mismo.
¡Me resigno! No puedo luchar en contra de mis sentimientos y esa fuerza impetuosa de amar que nace en esa joven tan bonita llena de luz e ilusiones. Estoy dispuesto a ser amado pero amando el doble, el amor de un viejo y pobre hombre lobo... ¿Qué podrá valer? Voy a hacer todo lo posible para que valga algo más que nada...
Ya no experimento pena, no, no siento ningún deseo de seguir soñando sueños rotos por la luna, siento ganas de comenzar a disfrutar de las cosas bonitas que me regala esta vida. Entre miles de hadas danzarinas y voladoras, junto a ella, mi dulce Nymphadora.
♦ FIN ♦
