"Aunque sea inútil, creo que, con todo, es necesario llorar. Porque la desesperación es tangible. El recuerdo de la desesperación permanece. A veces mata.

No llorar nunca es no vivir."

I

Octubre 20, Chicago 1918

No es demasiado raro que un joven decida llevar un diario. Sobretodo, cuando tiene tanto que decir y tan pocos quienes le entiendan. Las ideas insertas en mi cabeza intentan tomar un sentido, el que no les puedo otorgar al menos que las imprima en papel a costa de mi propio pulso. Se podría decir que este es mi modo de escape, mis lágrimas de tinta.

De tinta, sí, porque yo nunca volveré a derramar lágrimas de dolor, por mucho que este sentir invada mi ser. Debo señalar que motivos no me faltan, pues tanto mi familia como mi nació han sucumbido ante una amenaza silenciosa y agresiva, aún más mortífera que los ecos que la guerra del viejo continente tragera hasta nuestras vidas.

Acabo de despertar de un sueño, o de sumirme en una pesadilla..., no podría encontrar la diferencia, a pesar de la vehemencia con que lo deseo. No sé si estoy vivo, pero que mi pesadilla no haya trastocado mi entorno en lo más mínimo me indica que tampoco estoy muerto. Además, creo que no podría sufrir de estarlo.

Sin embargo, siento que algo en mí murió, así como siento que percibo el mundo de forma diferente. Los colores han cobrado un aspecto distinto, así como soy consciente de sonidos de los cuales ni siquiera conocía su existencia. Sé cosas que no debería saber, cosas que le pertenecen a otros y que yo, sin querer, he tenido conocimiento, y no puedo dejar de sentirme un ladrón por ello. Noté que podía frenar el aire dentro de mis pulmones sin atisbar la menor necesidad de inhalar y que el flujo cálido de mis venas había desaparecido. Vi sucumbir la pluma bajo mi mano cuando intenté escribir la primera frase de este párrafo y sentí cómo era capaz de superar los límites de velocidad de todo cuanto conocía.

Todo había cambiado. Mi entorno, mi mundo..., todo en lo que creyera ya no existía. Sólo estaba yo. Ese medio yo, inmerso en una extraña realidad, la cual desconocía por completo. Hacían dos días que experimentaba una sensación extraña e indefinida. Era como si tuviera hambre, mas mi mente rechazaba por completo lo que antes me hubiera parecido algo delicioso.

Mi cuerpo deseaba otra cosa, y lo deseaba con desesperación. ¿Pero, cómo puedía satisfacerme si no sabía lo que buscaba? A ratos, sentía que podía sentirlo, que podía olerlo y mi estómago se retorcía en mi interior. Y otra vez llegué a pensar que había muerto, aunque aquello distara bastante de mi concepto de vida tras la muerte.

Creo que nunca estuve tan al límite de la locura y del descontrol como en aquellos dos días..., incluso llegando a autoflagelarme, para acallar el llamado de desesperado de necesidad que me demandaba mi cuerpo. Probablemente, hubiera enloquecido, de no ser por quien se ha convertido ahora en mi mentor y amigo. Le había reconocido como el médico quien me atendiera en mi lecho de muerte, el que había pasado interminables horas junto a mamá cuando mi padre falleciera.

Verlo a él, era como mirarme en el espejo. Mi piel había cambiado hasta tornarse extremadamente alba, como la suya y quemaba como hielo frío al igual que la de él. Desde nuestro primer encuentro, pude escuchar más de los que sus labios decían y en menos de lo que consideré un segundo comprendí en gran parte lo que me había ocurrido. La palabra había resonado en la mente del hombre y se había transmitido con fluidez a la mía...Vampiro.

En un principio, no pude dar crédito a lo que mis sentidos oían, y no fue hasta que su misma boca pronunció el calificativo, que lo consideré con seriedad. Eso, sin dudas, explicaba muchas cosas. Recuerdo que me dijo "Edward, Edward, cálmate..." pues yo me había exaltado. Creo que nunca imaginó el efecto que aquellas palabras tuvieron en, pues la mención de mi nombre me daba total certeza de que seguía siendo yo de alguna manera. A la vez, me había sujetado contra la pared, pero sin intención alguna de hacerme daño.

La revelación me había impactado por completo, hasta el punto de nublar mis pensamientos, y por tanto mis acciones. Comprender que aquello que tanto anhelaba mi cuerpo no era otra cosa que sino sangre me removió las tripas y sin embargo, continuaba deseándolo de la misma forma que antes. Me perturbaba el no saber como aplacar aquella ansiedad, me preocupaba lo que podría ser capaz de hacer por saciarme.

Carlisle, mi mentor, me explicó que no era necesario atentar contra ningún ser humano, y que él mismo era la prueba tangible de ello. Tan sólo tenía que buscar otras fuentes de alimento, como lo eran las fieras y los animales. También, me aclaró que tal vez la sangre animal no saciaría por completo lo que el definió como mi sed, y que yo estaba en completa libertad de hacer lo que quisiera para alimentarme. No podría expresar, ni siquiera mediante palabras, la lucha que se libró en mi interior desde que él soltara sobre mi cabeza aquel veredicto.

No sabía qué camino seguir. Siempre me había comportado de acuerdo a la moral, nunca objeté alguna ley de mi país y obedecía a mis padres con abnegación, por lo que habían sido muy esporádicas las situaciones en las que yo había tenido que tomar una decisión propia.

Era eralmente cruel que la vida el destino me ofreciera la ocasión de hacerlo con algo tan delicado y en un estado de tal vulnerabilidad, tanto física como mental. Al fin, y con la ayuda de mi salvador, opté por seguir el camino que él había adoptado hacía tantos años atrás.

Sí, porque mi nueva condición de vampiro- según me explicó y vi en su mente.- traía consigo un par de ventajas, algunas de las cuales correspondían a las sensaciones anormales que había percibido hasta ese momento y que sigo sintiendo ahora. Y una de ellas, era la longevidad, la que me hacía inmortal casi en todos los sentidos.

Me había transformado en una especie de ser indestructible, de cierto modo, se me había regalado una nueva oportunidad de vivir y de hacerlo de una manera que antes hubiera creído imposible. Pero algo en mí estaba incompleto..., un hueco dentro de mi pecho, algo en mis adentros que no podía llenar por más sangre que bebiera...

Ahora sé que aquel era el espacio que había dejado mi alma, aunque no hay explicación racional para que siga existiendo sin una. Pero a estas alturas, nada tiene la obligación de ser lógico o racional para ser verdadero y efectivo.

Pero el vacío persiste, negro, profundo, insaciable y sobretodo doloroso. Muy, muy doloroso, pues tengo plena certeza de que tendré que lidiar con esto por un tiempo que bien podría equivaler a la eternidad.


Al estimado lector:

No pretendo por ningún motivo contar la historia del personaje de Edward Cullen. Esto no ha sido más que un escape de palabras que escribí y quise publicar, deribado de unos de los capítulos de la historia "Penumbra", en la que se menciona que Edward posee un diario, al cual le faltan varias páginas. He aquí la primera de ellas. Simplemente, sentí curiosidad y quise transcribir lo que querría de decir. No me centré ni en diálogos, ni en acciones físicas, sino más bien en el torbellino de sentimientos que se entremezclaron en la cabeza de un joven a quién se le presenta una nueva oportunidad de vivir, de una forma nueva y desconocida. Me gustó la experiencia, mas no sé si en algún futuro la continuaré, a pesar de tener varias ideas en mente. Espero hayan disfrutado en algun grado de la lectura y hayan podido ver a través de los ojos de Edward como yo lo hice.