Disclaimer: Todo es propiedad de Nakaba Suzuki.
Summary: Cinco veces en las que Helbram besó a Harlequin, y una en la que fue Harlequin quien inició el beso.
Pareja: Helbram/Harlequin|King. Ban/Elaine secundario y menciones King/Diane. Algunas otras ships implicadas.
Advertencia: Universo alterno. OoC gratuito. Two-shot.
Notas: No. Sé. Qué. Es. Esto. Peeeero disfrútenlo de todas maneras. Aunque no creo en realidad que alguien lo lea (?) Me duele que el fandom de esta ship sea prácticamente inexistente a excepción de por shippers asiáticas. Anyway, disfruten esta bazofia que ni sé cuando pueda actualizar (?).
Kiss, kiss, fall in love
I.
La primera vez que ocurre, ambos tienen seis años y Helbram no ve absolutamente nada de malo en ello. Después de todo fueron sus propios padres quienes le explicaron que aquello— los besos en la boca que ambos compartían de vez en cuando y que habían despertado su curiosidad infantil; eran algo que sólo se le debía dar a cierta persona que conocería en algún punto de su vida y que quisiera más que nada en el mundo.
Él en realidad no había comprendido porqué le ponían tanta importancia a algo así, ¿no eran acaso esos besos iguales a los que ellos le daban en las mejillas o en la frente cuando se portaba bien o antes de ir a la cama? ¿O aquellos besos mágicos capaces de curar los raspones en las rodillas y codos? Pues al parecer no, aquellos parecían estar reservados para una persona especial, incluso más especial que sus propios progenitores.
Y contrario a lo que ellos probablemente pudieron haber esperado, aquella cuestión permanece rondando su mente infantil varios días después de que hubieran tratado de responder sus dudas de la forma más apropiada. El pequeño de cabellos inusualmente verdosos no puede evitar preguntarse con frecuencia cuál será la importancia tan grande de aquel tipo de beso, y porqué sólo podía ser dado a una persona en específico. Desde que pudo razonar siempre presentó una actitud curiosa ante todo lo que le rodeaba, las distintas personalidades de la gente y sus formas de actuar, y podía notar que aquella clase de beso era de gran importancia. Sólo le bastaba con prestar atención a las personas a su alrededor cuando su madre le llevaba al parque para ver parejas, de todo tipo y edad, compartir aquel contacto boca a boca que lucía tan simple y a la vez tan… vergonzoso de observar —era casi como si estuviera presenciando algo muy íntimo, a pesar de que aún no conocía el significado de esa palabra—.
Definitivamente aquello era algo único, y aunque sus padres le hubieran dicho que podría experimentarlo por sí mismo cuando fuera mayor y hubiese conocido a ese alguien especial; Helbram se encontró orgulloso de sí mismo al llegar por su propia cuenta a la realización de que estaban equivocados. Porque no había tenido que esperar a crecer para conocer a esa persona, siendo que ya la conocía.
Porque ¿quién puede ser más especial para él que su mejor amigo, aquel a quien le parece haber conocido desde siempre y al que considera sin dudarlo una de las personas más importantes en su vida? Y es que por más que Harlequin pudiera ser algo llorón y perezoso, es la mejor persona que ha tenido la dicha de conocer, e incluso siendo tan pequeño Helbram puede sentirse seguro de que quiere ser capaz de estar a su lado por el resto de su vida.
En eso piensa mientras se encuentran ambos jugando en el patio trasero de la casa de Harlequin, en frente de la suya. Es una tarde fresca de primavera de esas que a ambos tanto les gustan, pues el jardín de la madre de Harlequin siempre luce especialmente bello en esa época del año y también les encanta la libertad que tienen entonces de caminar sobre el pasto húmedo a pies descalzos, sin temer que terminaran hiriéndoselos por el calor, como sí ocurriría de ser verano. Helbram se encuentra inusualmente callado en esa oportunidad, algo que definitivamente es poco usual de ver y le pica la preocupación a su amigo.
— ¿Pasa algo? —le escucha preguntar mientras se pasa el dorso de una mano sobre su ojo derecho, tratando de aguantar un bostezo.
(Probablemente fuera porque prácticamente le obligó a despertar de su siesta —la tercera en lo que llevaba del día— para que jugaran juntos, quién sabe.)
Helbram ladea la cabeza manteniendo una expresión distraída, con los labios ligeramente fruncidos en un puchero. Y antes de que Harlequin pudiese repetir su pregunta, se inclina hacia adelante haciendo que sus bocas se rozaran por cosa de un par de segundos. Se aparta con la misma velocidad con la que se inclinó hacia él, y esboza una sonrisita traviesa y con cierto toque de orgullo en ella, a la vez que Harlequin le mira con los ojos abiertos, borrado cualquier rastro de sueño de ellos, y notoriamente aturdido por lo ocurrido.
— ¿Eh? —musita con un leve rubor cubriendo sus mejillas.
Él sólo lanza una ligera risa antes de ponerse de pie y, como si no hubiera pasado nada del otro mundo, decirle que entraran nuevamente a su casa a ver si podían agarrar disimuladamente alguno de los dulces que Elaine guardaba celosamente de ellos; una idea típica de él que probablemente los terminaría por meter en problemas— pero a la que Harlequin no se puede negar, nunca lo hizo antes y nunca podría. El castaño sólo asiente lentamente; pareciendo preferir el ignorar lo que su mejor amigo había hecho y, dejando sus juguetes de lado, se le suma en aquella pequeña travesura que, él en el fondo está seguro, acabaría con ellos siendo regañados por su hermana —y posiblemente también por su madre—.
Pasa bastante tiempo después de aquello cuando Helbram finalmente comprende del todo a qué se referían sus padres por "esa persona especial", y tras ello le es inevitable por un par de días ser incapaz de mirar a Harlequin directamente a los ojos sin avergonzarse (sólo un poco), sabiendo que por su propia inmadurez y pensamiento infantil había terminado por robarle su primer beso. Afortunadamente para él pareciera que su amigo definitivamente no mantiene muchos recuerdos de lo sucedido, o al menos no actúa como si los tuviera. Lo cual es algo bueno.
(Helbram decide que no es decepción lo que siente cuando Harlequin actúa como si no lo recordara— porque no tiene nada de qué decepcionarse, en absoluto.
Sólo habían sido un par de niños inocentes que apenas comprendían lo que estaban haciendo, que apenas le dieron importancia.
No tiene por qué sentirse decepcionado.)
II.
La siguiente vez se encuentran en sus últimas vacaciones antes de empezar el instituto, y la situación en sí es de por si completamente distinta.
Primeramente porque se encuentran en medio de un hospital.
Al principio Helbram no tiene idea de qué está pasando, sólo sabe que recibió una llamada de Harlequin diciendo que se apresurara, algo acerca de Elaine y de que él no tenía idea de qué hacer; y sólo fue necesario que escuchara la desesperación plasmada en su voz para que abandonara lo que fuera en lo que hubiera estado malgastando el tiempo, y se dirigiera al único centro médico de la ciudad. Allí, luego de recorrer un sinfín de pasillos termina por encontrarlo, de pie enfrente de una de las habitaciones cerradas, tembloroso y notoriamente tratando de tragarse las lágrimas de frustración.
—Harlequin —le llama deteniendo su andar.
Su mejor amigo se sobresalta, pareciendo haber salido de una especie de trance al escuchar su voz. Y antes de que Helbram pudiera siquiera preguntar qué había ocurrido, porqué estaba tan nervioso o qué le había pasado a Elaine; se encuentra siendo abrazado por el castaño. El corazón le da un vuelco, por más que trate de ignorarlo, y por cosa de segundos su mente se vuelve un caos y no entiende porqué si tampoco es la primera vez que le abraza. Sin embargo cualquiera de esos pensamientos se esfuma de su cabeza al percatarse de que Harlequin había comenzado a llorar contra su hombro. Entonces lo rodea con sus brazos, tratando de tranquilizarlo de alguna manera, por más que parece ser un esfuerzo inútil.
—Está bien, ya estoy aquí Harlequin —pronuncia del modo más suave que es capaz—. Sólo trata de decirme qué ocurrió, ¿sí?
Harlequin asiente sin romper el abrazo y toma una profunda bocanada de aire, antes de comenzar a hablar.
—E-estábamos en el parque con Oslo y— ¡sólo jugábamos pero…! Elaine escaló uno de los árboles para bajar la pelota y tropezó y— Fue una caída horrible y se desmayó, yo me bloqueé, no pude reaccionar, traté de llamar casa pero no respondían y ahora nadie viene a decirme siquiera si está bien o no… —trata de explicarse atropelladamente, tratando de controlar su llanto.
Helbram aprieta la mandíbula y se separa lo suficiente de él como para verle el rostro.
—Todo va a estar bien, estoy seguro de que sólo están haciéndole los exámenes de rutina —murmura mientras le seca las lágrimas con la punta de los dedos—. Justo ahora sólo podemos ser pacientes y esperar a los médicos.
El castaño baja la mirada, comenzando a negar con la cabeza frenéticamente.
—Fue mi culpa, debí haber sido yo quien subiera a buscar esa estúpida pelota, fui yo quien la lanzó en primer lugar y ahora— ¡Ni siquiera pude hacer algo! De no ser porque un chico del sector nos encontró y me ayudó a traerla hasta aquí, no sé qué hubiera hecho por mí mismo, y Elaine… —oculta su rostro entre sus manos, con la respiración acelerada—. Se supone que yo soy el hermano mayor, que yo tengo que cuidarla, ¿por qué tengo que ser tan débil y estúpido? Si algo le pasó yo… yo…
De repente, Helbram aparta sus manos de su rostro y le toma con firmeza de los hombros; sabiendo que debe de encontrar alguna manera de sacarlo de su ensimismamiento de culpabilidad y conseguir que se calme. Minutos más tarde se reprendería al menos unas cien veces por haber sido eso lo único que se le ocurrió hacer para conseguirlo, pero de momento le importa bastante poco, cuando se inclina rozando apenas la comisura de sus labios con los de su amigo. Y es un beso incluso aún más corto que él anterior —aquel de hace varios años que aún guarda (atesora) entre sus recuerdos, por más que intente restarle cualquier importancia—, si es que se le puede llamar así.
Se aparta para poder verlo a los ojos, sus rostro aún tan cerca que sus narices llegan a tocarse pero eso importa bastante poco en esos momentos —inclusive si siente el rostro arder y casi le parece que alguien ha reemplazado su corazón con una bomba a punto de detonar—. Se da cuenta de que su acción ha obtenido el efecto deseado y que Harlequin ha dejado de llorar e hiperventilar, ahora sólo le mira con los ojos abiertos a más no poder— y para fortuna suya no percibe ni un ápice de enojo o indignación en su mirada, sólo sorpresa y no es para menos.
—Escucha Harlequin, todo va a estar bien, ¿vale? —comienza a hablar, sin dejarle ninguna oportunidad de interrumpir— Nada de esto es culpa tuya, ni de Elaine, fue un accidente. Y tú no eres estúpido ni débil, así que ni se te ocurra volver a decir algo así otra vez, ¿entendido?
Harlequin le sigue viendo asombrado, pero se las arregla para asentir. Helbram esboza una pequeña sonrisa en respuesta.
—Sé que es difícil y sé que estás preocupado, yo también lo estoy. Pero no sacarás nada con estar estresándote y pensando en las peores posibilidades. Justo ahora Elaine está al otro lado de esa puerta y cuando la abran te va a necesitar. Confía en que los médicos hagan su trabajo y todo saldrá bien.
Su amigo traga saliva, volviendo a asentir ya un poco más convencido y con la respiración normalizada. La sonrisa de Helbram se ensancha, aliviado. Y es entonces cuando finalmente parece reparar en lo cerca que siguen estando y da un par de pasos atrás, los suficientes para que no pareciera que estaba traspasando el espacio personal de su mejor amigo.
Es en ese mismo instante —cuando vuelve a haber cierta distancia física entre ambos— que la puerta del cuarto en el que está Elaine es abierta por una enfermera quien, luego de preguntar si alguno de ellos era pariente de la chica, procede a explicar que afortunadamente Elaine no había recibido ningún daño a largo plazo debido a la caída más que un pie esquinzado por el cual necesitaría reposo y que había recuperado de a poco la consciencia. También menciona que iban a necesitar contactar con sus padres, por lo que Harlequin le da su número de contacto.
— ¿Cree que pueda pasar a verla? —pregunta tímidamente.
La enfermera le da el permiso antes de retirarse, seguida por el doctor que debió de haber revisado a la rubia. Harlequin voltea a verlo entonces y esboza una sonrisa, la primera en todo el rato que llevan allí y Helbram siente su boca secarse.
—Gracias por haber venido Helbram, lamento si te molesté —se disculpa, empero no borra la sonrisita del rostro.
—No fue una molestia, somos amigos después de todo —se las arregla para decir, a pesar de que siente las palabras casi atoradas en la garganta.
Harlequin ensancha su sonrisa y poco le falta al corazón de Helbram para terminar por salirse de su pecho, para su confusión y desgracia. Ambos se despiden pues sólo los familiares directos tienen permitido entrar a las habitaciones, y Helbram termina por marcharse de regreso a su hogar, esperando ya más tarde poder tener más noticias sobre cómo se encontraba Elaine.
Y es un par de horas más tarde, ya estando él encerrado en su habitación; que se cubre el rostro con los brazos, ahogando una exclamación. Porque por segunda vez le había dado un beso en los labios a su mejor amigo, ¿y cómo pudo ser tan estúpido e impulsivo?
Pero no significó nada, se dice. Igual que el primero que fue producto de la pura curiosidad e inocencia infantil; este sólo había sucedido porque él buscaba desesperadamente poder detener el llanto de su amigo.
No significó nada. Incluso si aún puede sentir cierto cosquilleo en la punta de los labios e inconscientemente se los roza como si rememorara algo.
Pero no significó nada.
III.
De cierto modo, para él es una sorpresa el hecho de que; a pesar de ya haberse besado dos veces; Harlequin le siga tratando con la misma naturalidad de toda la vida. Es un poco extraño, pues cualquiera esperaría que; considerando aquellas situaciones, le comenzara a evitar —especialmente siendo que fue él y no Harlequin quien inició ambos besos—, o mínimo a mostrarse un poco más incómodo ante su presencia o no permitirle tomarse las mismas libertades físicas de antes. Pero no es así.
Que vamos, tampoco es como si Helbram quisiera verlo ponerse todo rojo y avergonzado ante su presencia o algo así. No quiere eso, sería una molestia. Sin embargo—.
Es sólo que le parece un tanto curioso.
Habían pasado meses desde aquel segundo beso y varias cosas habían cambiado, de hecho. Una de las principales era que, lamentablemente, ambos habían terminado en clases distintas en el instituto; por lo que su tiempo juntos se había visto reducido en comparación al acostumbrado. Eso sin contar aquel grupo nuevo de amigos con el que Harlequin comenzó a juntarse (y del cual él no estaba celoso, definitivamente no), entre los cuales estaba el mismo sujeto que aquel verano había ayudado a Elaine; un tal Ban que a decir verdad le había caído bien; en especial cuando hacían equipo para jugarle bromas a Harlequin o veía a Elaine —quien sí estaba en su misma clase, por cierto— ponerse tan notoriamente roja ante su presencia y podía molestarla por ello.
Además de ese par de detalles, también estaba el hecho de que, sorpresivamente y sin saber aún cómo o porqué, Helbram había terminado formando parte del consejo estudiantil. Lo cual de por sí había disminuido su tiempo libre, por más que tratara de tomárselo a la ligera, como a la mayoría de las cosas. Todo aquello sumado dio como resultado que la mayoría de las veces sólo pudieran verse los fines de semana, y que gran parte de las conversaciones que mantenían ahora eran a través de mensajes. Era un poco extraño considerando que literalmente viven uno frente al otro, pero poco a poco terminan por ajustarse a ello.
Después de todo nada de eso quita el que sigan considerando al otro como su mejor amigo, indiscutiblemente. Ambos saben que sin lugar a dudas pueden contar con el otro para lo que fuese, igual que siempre.
Esa es una de las razones por las que a Helbram le alivia el hecho de que esos pequeños "accidentes" —trata de ignorar aquella vocecita molesta dentro de su cabeza que le repite que no lo fueron— no hubieran influido, aparentemente, en la percepción que Harlequin tenía sobre él. Ellos siempre han tenido una gran confianza en el otro, por lo que sería doloroso para él que Harlequin se mostrara incómodo o excesivamente ruboroso a su lado.
Claro que era una historia completamente diferente cuando Diane estaba de por medio.
Harlequin la había conocido por ser ella también parte de aquel grupo con el que había comenzado a juntarse, y casi —por más que no lo dijera en voz alta— pudo haberlo llamado una especie de flechazo-enamoramiento a primera vista. El punto era que el amor le había llegado tan repentinamente que bien pudo haberlo golpeado a la cara, en sabias palabras de Elaine (quien en realidad no tenía derecho a quejarse al respecto); especialmente considerando las expresiones de idiota embobado que le salían a su alrededor, por más que tratara de disimularlas; o esa timidez que le hacía tartamudear cada dos frases cuando se dirigía a ella y—
Da un poco de pena, para ser honestos.
Porque, vale, la chica es linda; Helbram no va a tratar de negar eso —por más que, incluso después de la pubertad, nunca se sintió especialmente atraído de manera romántica hacia el género femenino—. Diane tiene una personalidad fuerte y divertida que le hace algo así como carismática, y ni siquiera su altura; claramente superior a la del promedio de las chicas (e incluso varios chicos) de su mismo grado; quita el hecho de que sus ojos grandes y resplandecientes le dan un aspecto algo mono. Pero incluso para él es demasiado obvio que el crush de su amigo no es correspondido. Sobra decir que además Diane está notoriamente prendada de ese chico Meliodas, otro miembro de su grupo, por más que este parezca estar más interesado en meterse bajo las faldas de la hija menor del director (literalmente hablando, y Helbram aún no se explica cómo no le han expulsado por ello).
El punto es, que Helbram sabe que todo esto no va a terminar bien para su amigo, por más que no tenga las agallas para decírselo y romper su ilusión. Le parece un poco tonto que siga aferrándose a la idea de "tener una oportunidad" pero siente que no puede juzgarlo.
Él nunca se ha enamorado, después de todo.
(Y nuevamente se convence —pareciera habérsele vuelto una costumbre negar las cosas y convencerse de otras— de que es aquello; el saber que Harlequin terminaría con el corazón roto; lo que le provoca apretar los labios y sentir cierto peso asfixiante en el ventrículo izquierdo, cuando nota la mirada de su mejor amigo empañarse de amor al posarla sobre ella y el profuso sonrojo que se apodera de sus mejillas al hacer esto.
Sólo de trata de eso. ¿Qué otra cosa podría ser?)
Pero algo le dice que el amor puede llevarte a actuar como un idiota.
(...)
— ¡Y en esta página…! ¡Oye! ¿Me estás escuchando? —Helbram trata de llamar su atención, claramente fracasando— ¡Harlequin!
Pasa una mano frente a su rostro, pero ni siquiera eso logra alertarlo, en cambio sigue observando al frente con la misma expresión perdida. Helbram chasquea la lengua y termina por cerrar su nuevo libro sobre criaturas mitológicas (uno de los pocos temas que cautivaban su interés), dejándolo por ahí encima de su cama donde ambos se encuentran sentados casualmente. Suspira y se acerca sigilosamente al castaño hasta quedar a la altura de su oído, esbozando una sonrisita traviesa al ver que él ni lo notaba.
— ¡Harlequin!
— ¡Ah! —exclama casi cayéndose de la cama por la impresión.
Helbram comienza a reír exageradamente ante su reacción, teniendo que sostenerse del estómago en un intento por calmarse. Su amigo desvió la mirada avergonzado, tratando de aparentar que nada había pasado.
— ¿Q-Qué pasa? —pregunta.
—Eso te lo debería preguntar yo, llevas un rato mirando a la nada y casi babeándote encima —responde aún entre risas ligeras, provocando que el rostro de Harlequin se ruborizara aún más—. Y bien, ¿en qué pensabas tanto? —añade ya más tranquilo, para después darle un par de codazos juguetones en el brazo— ¿Acaso pasó algo con la "lindura alta", de lo que no me he enterado?
El rubor de Harlequin se hizo más profundo, si es que eso es incluso posible. Helbram se encuentra de repente pensando en que aquello le da un aspecto relativamente tierno, y se reprende a sí mismo porque ¿qué demonios?
—Algo así —carraspea y a Helbram le duele (un poco, sólo un poco y no por esas razones) el ver como sus ojos siempre se iluminan al hablar de ella—. Más bien… ¿Recuerdas que te dije que esta semana nos tocaba hacer la limpieza del salón juntos?
— ¿Cómo iba a olvidarlo si pasaste todo el lunes desvariando acerca de quedarte hasta tarde con ella? —le recuerda con una ceja alzada y una sonrisita pícara.
—S-Sí, bueno —replica con el amago de una sonrisa en la comisura de sus labios—. Pues en eso estábamos hoy y entonces Diane comenzó a hablar sobre una película que tenía muchas ganas de ver, le pregunté si le gustaría que la fuéramos a ir juntos siendo que ya terminamos los últimos exámenes del año y ¡e-ella dijo que sí! —finaliza con una gran sonrisa en las facciones, como si no se acabara de creer que finalmente se había armado de valor para invitarla a salir y mucho menos que ella hubiera aceptado.
Oh…
— ¡Felicidades Harlequin, tu primera cita! ¡Ya vas a convertirte en un hombre! No creí que esté día fuera a llegar —exclama escandalosamente, sacándole una carcajada al castaño—. Amigo, ¿puedes imaginarlo? Si tienes suerte tal vez se convierta en la primera de muchas, quizá hasta puedas preguntarle si quiere ser tu novia —ríe cuando Harlequin vuelve a ruborizarse ligeramente.
—Si… E-Eso sería genial… —balbucea rascándose la nuca, obviamente imaginándose el escenario (de la forma más optimista posible, claro).
Helbram se muerde ligeramente el interior de la mejilla, pero se empuja a seguir hablando y profiriendo felicitaciones a su mejor amigo.
—Tal vez hasta te deje tomarle de la mano, ¿no estás emocionado? —le pasa un brazo alrededor de los hombros, acercándolo un poco hacía si—. Y después podría pedirte un beso —comenta con voz cantarina.
— ¿¡Q-Qué!? ¡Helbram! —casi grita, con la cara incluso más roja que antes y zafándose del agarre del de pelo verdoso— Qué cosas dices, no bromees con eso…
—Pero si estoy hablando en serio —alega Helbram recargando su espalda contra la pared y colocando sus brazos detrás de su cabeza—. ¿Acaso no es eso lo que hacen las parejas en las citas? —«y nosotros, un par de veces; a pesar de que no significaron nada y no tuvieron ninguna importancia, pero—».
—Sí, pero no somos una pareja.
—Aún —corrige con cierto deje de amargura que no pudo controlar, pero que espera que haya pasado desapercibido—. Y de todos modos van a ir a una cita, así que cualquier cosa puede pasar.
—Tal vez. Aunque…
Harlequin se acomoda a su lado con las rodillas contra su pecho, sus brazos casi rozándose y Helbram se permite disfrutar de más de aquella cercanía antes de hablar:
— ¿Aunque qué, con exactitud?
Su amigo baja la mirada hacia su regazo, cualquier rastro de aquella sonrisa resplandeciente con la que le había dado la noticia se había esfumado de su rostro, dejándole con una clara mueca de inseguridad.
—Si eso llega a pasar, ¿qué ocurre si termino arruinándolo? ¿Y si apesto besando? ¿Qué pasa si soy tan horrible haciéndolo que Diane me rechaza y pierdo cualquier oportunidad de volver a hablar con ella?
Frunce los labios al verlo hablar de esa manera, tan fatalista. «Nada de eso ocurrirá» Quiere poder asegurarle: «Te aseguro que no eres terrible besando» Eso quiere decirle pero se avergüenza de sólo pensarlo, pues eso implicaría sacar a tema los dos besos que le había dado anteriormente y a aquello añadir el confesar que le habían gustado. Además estaría mintiendo, en parte, pues fueron roces tan estúpidamente cortos y rápidos que ni siquiera habían (para bien o para mal) sido correspondidos por Harlequin, por lo que no podía asegurar qué tan bueno era con los besos.
— ¿No crees que le estás dando muchas vueltas? Aparte, si Diane en verdad se interesa en ti no le importará que seas o no un experto besando —le consuela, o al menos trata, pero sabe que ha fallado porque Harlequin se ve igual de nervioso.
—P-pero… Aún así… —tartamudea y su rostro está tan malditamente rojo que pareciera que toda su sangre se ha acumulado en este.
Helbram suspira, desvía la mirada a un lado y juguetea con un par de los mechones de su cabello.
—Si estás tan preocupado sobre si podrás besarla apropiadamente o no —inicia, llamando su atención—, ¿por qué no simplemente lo practicas?
— ¿Practicar? —cuestiona el más bajo con el ceño ligeramente fruncido.
—Sí, ya sabes; besando una almohada o alguna cosa así —eso recuerda haberlo visto en una película, no está seguro de que tan efectivo resultaba hacerlo pero no perdía nada con mencionarlo. En especial si eso consigue calmar las ansias de su amigo.
—Podría hacerlo pero… no creo que funcione mucho besar a un objeto que no me corresponderá, ¿o sí? —entrecierra los ojos como si en verdad estuviera considerando esa posibilidad.
—En ese caso no te queda de otra que pedirle a alguien que te ayude —Helbram se cruza de brazos, mirando hacia el frente.
Harlequin se le queda mirando en silencio unos momentos, con los pómulos todavía ligeramente sonrosados. Y es lo siguiente que sale de su boca que hace que, esta vez, fuera Helbram quien casi se cayera de la cama.
— ¿A-Acaso te estás ofreciendo como voluntario?
— ¿Eh? ¿¡Qué!?
¡Maldita sea, sentía la cara demasiado caliente! Sólo ruega para que no se estuviera delatando mucho.
Una vez recobrado de la sorpresa inicial, vuelve a acomodarse encima de la cama (su pobre libro de mitología ya hace rato que había terminado en el suelo, junto a un par de almohadas), esta vez de forma que puede ver a Harlequin más o menos de frente.
— ¿Q-Qué dices? Ahora eres tú quien bromea con cosas raras —esboza una sonrisa nerviosa.
El contrario se muerde el labio inferior, casi escondiendo la parte inferior de su rostro en el cuello de su camisa.
— ¿Te molestaría mucho?
La pregunta sale casi en un susurro, pero el de cabellos verdes es capaz de escucharlo aunque se cuestiona si no le habrá malentendido. Porque no había ninguna posibilidad de que estuviera hablando en serio, ¿verdad?
¿Verdad?
— ¿Lo dices en serio? —replica.
— ¡Lo siento! ¡Nunca te pediría hacer algo tan incómodo, pero eres el único en quien confiaría para algo así! —exclama, claramente arrepentido de haber pensado algo tan estúpido (por supuesto que era estúpido, el que se hubieran besado antes había sido por puro accidente o como una forma de evitar que terminara enloqueciendo, eso no quería decir que Helbram realmente quisiera—) — Entiendo si no quieres, yo buscaré una forma de mejorar por mi cuenta. Descui—
—Vale.
Luego de eso, ambos se sumen en un corto pero tenso silencio. Harlequin parpadea un par de veces sin saber si lo que había oído había sido producto de su imaginación o no; mientras que Helbram le rehúye a su mirada, con una actitud avergonzada que luce antinatural en él— él que siempre fue el más animado y extrovertido de los dos.
— ¿Ah? —musita ladeando la cabeza.
—Dije que está bien. No hay problema —contesta, como si le hubiese pedido que le prestara un borrador en vez de que le dejara practicar sus besos con él—. Después de todo, ¿qué clase de mejor amigo sería si me negara a ayudarte con una pequeñez como esta?
— ¿Estás seguro?
Helbram sonríe y se le acerca, arrodillándose enfrente de él y casi chocando con sus piernas flexionadas.
—Si —asegura, sin borrar la sonrisa que se supone debe transmitirle confianza, no satisfacción.
(Porque no había mencionado todo lo de practicar con esa intención. No. Para nada. No.)
—Gracias —murmura, tratando de corresponderle la sonrisa.
El otro asiente, inclinándose hacía él lentamente, hasta que sus narices casi se rozan (y es una sensación que le parece casi hasta nostálgica) y tiene que apoyar sus manos sobre las rodillas de Harlequin para no perder el equilibrio. Se miran el uno al otro directo a los ojos y de repente el ambiente se vuelve distinto, casi íntimo, diferente al de las veces anteriores que fueron tan repentinas.
—Bueno —pronuncia Helbram y su aliento se siente cálido contra la piel de Harlequin—. ¿Quieres empezar tú o…?
—P-puedes hacerlo tú —Harlequin traga saliva, pero lo sigue viendo casi sin parpadear, como para demostrar que no va a echarse para atrás con eso.
—Vale —dice nuevamente—. Bien.
—Bien…
Se mantienen en esa posición por lo que a ambos les parecen casi horas, aunque no deben haber sido más de un par de segundo. Helbram vuelve a inclinarse hacia adelante mientras cierra los ojos con fuerza y entonces—
Sus labios se encuentran y— es torpe, demasiado torpe. Al principio Harlequin ni siquiera se mueve, como si no supiera qué hacer, pero de apoco empieza a corresponderle, esforzándose para no temblar de los puros nervios. Ni siquiera puede creer que estuvieran haciendo eso, por tercera vez. Tampoco Helbram puede terminar de creerlo y— oh, los labios de Harlequin eran malditamente suaves y no debería de estar disfrutando tanto de todo eso pero—
Lo hace.
Se separan luego de un momento, aún ambos con los ojos cerrados y volviendo ya a la posición anterior; frente a frente sólo que sus rostros más separados. Helbram abre los ojos para toparse con los de Harlequin y le sonríe ligeramente, mas él no responde su sonrisa, no de inmediato.
— ¿Y… y bien? —musita rascándose la nuca ansiosamente.
—Uhm… —Helbram comienza a acomodarse el flequillo mientras se enfoca en cualquier cosa que no fueran los ojos de su amigo—. Estuvo bien, supongo. Para nada tan horrible como decías tan exageradamente —toma una inhalada profunda antes de añadir, con un tono más entusiasta—. Descuida, estoy seguro de que todo saldrá bien con Diane en su cita.
Harlequin asiente sin oponer resistencia esta vez, lo cual le sorprende. Y por un instante parece tan ausente como al principio de todo aquello, pero entonces le sonríe y recarga su cabeza contra la pared.
—Gracias Helbram, por esto… Ya sabes… —expresa, más calmado de lo que se supondría debería estar después de algo así, ¿pero eso era algo nuevo acaso?
—Te dije que no era nada —afirma volviendo a su modo de antes.
Se quedan en silencio otro par de segundo, una tensión ligera flotando entre ambos hasta—
—Y bien, ¿qué era eso de tu libro que querías mostrarme? —le pregunta Harlequin de súbito.
Arquea ambas cejas ligeramente ante el repentino cambio de tema, sin embargo no quiere hacer sentir mal a su amigo o presionarlo a seguir hablando del asunto; por lo que acepta ese cambio (incluso si una parte de él quiere decir algo).
— ¡Ah! ¡Claro! —Se inclina para recoger el libro del suelo y abrirlo en la página que había querido mostrarle— ¡Sólo mira estas ilustraciones Harlequin! ¿A qué no lucen geniales? ¡Hasta se pueden ver los detalles en las alas de las hadas! ¿Eh?
Señala las imágenes casi frenéticamente, con una gran sonrisa dibujada en el semblante, y Harlequin ríe levemente ante su actitud infantil; pues él era la única persona que conoce que se emocionaría tanto por algo así.
El resto de la tarde la pasan en completa normalidad, como si nada extraño hubiera pasado entre ellos. Como si Helbram no lo hubiera besado y ya por tercera vez desde que se conocen, sólo que—
Sólo que esta vez había sido correspondido.
(...)
Así que:
Al final en realidad Harlequin no habría necesitado de esa "práctica de besos" en primer lugar, la tan anhelada cita le terminó pareciendo (para su pesar) más una salida de amigos que otra cosa.
Claro que aquello no desvanecería sus esperanzas, su segundo año está a poco de comenzar y cualquier cosa podría pasar en esos meses. Con algo de suerte reuniría finalmente el valor para confesársele, tarde o temprano. O al menos eso es lo que le asegura una y otra vez a Helbram— y a este le parece más bien como si tratara de convencerse a sí mismo, empero no lo dice en voz alta. Tiene otras cosas por las que preocuparse después de todo.
Como la forma en que ya no es capaz de negarse la razón detrás de aquella opresión molesta en el pecho que siente, cada que Harlequin abre la boca sólo para parlotear acerca de Diane. Simplemente no es capaz de seguir mintiéndose a sí mismo, de que es posible— no, no posible, no en realidad.
Le gusta su mejor amigo.
Así de simple.
Y problemático.
