Los Samuráis fueron la clase guerrera que gobernó el Japón durante 1400 y 1500.
Surgidos de las diferentes provincias del País del Sol Naciente, fueron conocidos también como 'Bushi'.
Eran hombres que tenían como único modo de vida el 'Bushido'. Honestos y de total confianza. Vivían vidas frugales; sin interés por la riqueza y cosas materiales, pero con gran veneración por el orgullo y honor. Grandes jinetes, luchadores, expertos en las artes marciales, exhibían notable habilidad con el arco y la espada.
Eran hombres leales al Emperador y a su Daimyo. Hombres de valor verdadero que luchaban solos, uno contra otro, invocando en cada batalla el nombre de su familia, rango y hazañas, buscando a un oponente similar para librar una lucha justa.
No temían a la muerte. Entablaban combate sin importar cuales fueran las dificultades. Muriendo en la guerra honraban a su familia y a su señor.
En 1600 llegó el tiempo de la unificación, y las luchas en Japón cesaron.
Entonces, avanzado el final de la era Tokugawa, en los últimos de 1700, Japón comenzó a moverse hacia una vida mas modernizada, mas "Occidental". Los samuráis y su modo de vida fueron oficialmente abolidos en los primeros años de 1870.
Sin embargo, no fueron olvidados del todo...
A través de las décadas han surgido organizaciones clandestinas cuya única misión es resguardar y perpetuar el sagrado conocimiento confiado a los practicantes del arte de la guerra.
Dichas sociedades, denominadas "Clanes" por la sabiduría popular, reclutan, incluso contra su voluntad, a aquellos exponentes del arte que tienen el talento suficiente para emprender el difícil camino del Verdadero Guerrero, enfrentándolos de pronto a un destino que nunca imaginaron y que tampoco desearon.
Esta, es la historia de uno de esos hombres...
