Bueeeno, ya que soy muuy fan de estas dos magníficas series, se me ocurrió que sería divertido juntarlas en un oneshoot peero se me alargó y terminé con unos 5 capitulos .

Antes que nada, un pequeño aviso, este no es un fic yaoi ni por el estilo, y tampoco voy a pensar en ningún tipo de escena o así para que encajen épocas y lugares. Será una especie de mezcla, en Londres, y época victoriana de Kuroshitsuji, pero seguramente meteré objetos o frases modernas de el mentalista, para que encaje o porque sí. Lo escribo por diversión no quiero comerme la cabeza en esas cosas, así que agradecería que no criticarais la falta de precisión histórica que pueda haber.

"Era otra mañana tranquila en la mansión Phantomhive. O al menos todo lo tranquila que podía ser con las explosiones producidas en la cocina por el "chef" de la mansión, Bard, con su fiel lanzallamas. En otro lado de la gran vivienda, estaba la sirvienta, Mei, que intentaba, sin éxito, sacar la vajilla y poder prepararla para la visita que recibirían al anochecer, aunque terminó toda hecha añicos en el suelo. Se quedó mirando los trozos unos segundos.

-¡BUAAAAAAAA! -lloró- ¡Sebastiaaaan! ¡Losientoo!- se disculpó de rodillas al mayordomo que acababa de entrar al escuchar el ruido, y la miraba con cara entre cansada, y enfadada.

-Aah... -suspiró Sebastian- Mei, ¿Cuántas veces debo repetir que tengas cuidado con los platos? Si siempre se te caen, deberías bajarlos de uno en uno y con el mayor cuidado posible. -la regañó, mientras recogía los pedazos.

-¡eso, eso!, ¡je,je! -una grave risa se oyó desde la entrada de la estancia.- oye, Sebastian, hay que comprar más carne, la que había está algo chamuscada, je.

El chef, aún con los pelos revueltos, y quemados, y el lanzallamas en la espalda, se llevó un cigarro a la boca al acabar la frase.

El mayordomo se giró, para estar de cara a Bard.

-No deberías regañar a Mei. Tú has quemado, ejem -Sebastian se aclaró la garganta- ¡TRES CUARTOS DE LA COCINA Y CASI TODA LA COMIDA! ¡Ve a limpiar inmediatamente! - gruñó quitándole el arma al cocinero.

-¡yo recogeré esto ahora mismo! - informó la sirvienta, aún de rodillas y con lágrimas detrás de sus enormes gafas.

Sebastian se limitó a soltar otro suspiro y salir del lugar. Se fue a vigilar a Finny, el jardinero. Por suerte esta vez no había destrozado el jardín, simplemente se paseaba y jugaba con los animalillos que había en él. Sebastian, desde una de las ventanas de la mansión, miraba, y hablaba consigo mismo.

-Bueno, uno de tres. Al menos éste no ha roto nada. Será mejor que me encargue del tema de la comida cuanto antes, y vaya a avisar al joven amo de su cambio de clase. -sacó un elegante reloj de bolsillo, lo miró un momento, y lo volvió a guardar- las diez y media, hora de las clases de violín.

Y con un ágil giro, se volvió por los pasillos de la mansión a la habitación de su joven amo.

*Toc* *Toc* -tocó dos veces la puerta, y sin esperar respuesta, abrió.

-Joven amo- dijo al entrar- es la hora de cambiar de actividad.

Con una mirada a la doncella que estaba a su lado enseñándole los secretos del francés, ella recogió el libro y se marchó de la habitación, no sin antes mandarle tareas para la próxima clase.

Olvidé mencionar que el joven conde que lidera la mansión, no es otro que Ciel Phantomhive, un temible noble de 13 años, con cabellos grisáceos y tono azulado, con un bello azul en el único ojo que llevaba al descubierto, puesto que el otro estaba oculto tras un parche de color negro.

Con una cara y tono tan serios como poco comunes en alguien de su edad, se dirigió a su fiel mayordomo.

-Sebastian, haz que pase la maestra de violín. Cuanto antes comience antes acabaré y podré ocuparme de los asuntos importantes.

-Sí, mi señor. -contestó el mayordomo sin rechistar, con una pequeña reverencia.

No tardó en volver a subir junto a la maestra de su amo, y volver a salir cerrando la puerta.

-Pronto será la hora del té.- murmuró para sí mismo mientras bajaba las escaleras- Será mejor que vaya preparándolo.

Y tras hacerlo cuidadosa y perfectamente, cuando se disponía a subírselo a su joven amo, un gran coche negro aparcaba en la entrada.

-¿Quién será a estas horas? -Se preguntó- No esperamos visita tan pronto...

Dejó la bandeja de plata en la mesa, y caminó hasta la puerta, justo a tiempo para abrirla antes de que los inesperados visitantes llamaran. Una mujer en uniforme y un hombre trajeado aparecieron al otro lado.

-Eemm.. ¿Está... el conde... emm, en casa? - logró preguntar la mujer. Y enseñando una placa de policía, continuó- Somos de la brigada de homicidios.

-Lo siento.- contestó Sebastian, aún algo extrañado- pero no hemos llamado a ninguna brigada de policía.

-¡Je! -soltó el hombre que la acompañaba- So venimos porque nos hayáis llamado, sino porque hemos recibido una carta de amenaza.

-No creo que eso le interese a mi señor.

-la carta de amenaza,- continuó el hombre- es hacia tu señor. Por eso estamos aquí. Nos han ordenado no perderle de vista pase lo que pase. Hasta que se resuelva el caso.

-hmm, perdone mi indiscreción, pero han dicho que eran de homicidios... esto no debería...

-No hemos dicho que no hubiera muertos.- interrumpió el hombre con una sonrisa picarona.- No es el único noble al que han amenazado.

-De momento, - siguió la mujer- es el último. Los otros dos ya están muertos.

El intrigado mayordomo se quedó pensativo durante unos segundos, y luego les invitó a pasar.

- Debo avisar al señor sobre esto. Enseguida vuelvo. Por favor, tomen asiento. Es la hora del té y al joven amo no le gusta perdérsela.

Y tras terminar la frase, Sebastian subió a buscar a su señor.

-¿Joven... amo? - preguntó Lisbon, la mujer, a su compañero, Patrick Jane. - ¿Porque le llamó joven?

-¿No lo sabes?- contestó Jane con tono burlón- El cabeza de familia de los Phantomhive tiene 13 años. Aunque se dice que su actitud no lo aparenta. La verdad, tenía muchas ganas de conocerle en persona, he leído alguna que otra historia sobre él, pero ya sabes, nunca es lo mismo.

-¡Por eso le regalaste esas entradas a Grace y a Riksby, para poder venir tú como mi acompañante!

-Hey, solo quería asegurarme, y no está bien deber favores al jefe - contestó de nuevo con una sonrisa.

El elegante mayordomo volvió a aparecer en la sala, sujetando una bandeja de plata en su mano derecha, en la cual llevaba el té que había preparado.

-El señor bajará enseguida. ¿Desearían una taza de té? -preguntó, mostrando los recipientes y las pastas de té.

-No gracias.- contestó secamente Lisbon.

-Yo sí, por favor. No todos los días un mayordomo te ofrece té de primera calidad en la mansión de un conde. -aceptó Patrick.

Sebastian asintió y sirvió el té. En ese instante el joven Conde apareció por las escaleras, con su cara y pose serias de siempre.

-Mi mayordomo me ha informado de que alguien ha osado amenazarme. -dijo mientras bajaba las escaleras, y sin dejar de mirar a los inesperados invitados.

-Qué mirada tan siniestra para alguien de su edad...-le susurró Lisbon a Jane.

Sebastian, que ahora estaba al lado de Ciel, mostró una pequeña sonrisa, y le acomodó la silla al joven conde para que se sentara.

-No necesito vuestra protección.- comenzó a hablar Ciel, sin dejar de mirar cómo se movía el té que sujetaba con su mano derecha.- Pero si alguien amenaza mi nombre, lo lamentará. ¿Qué es lo que sabéis?

Lisbon y Jane cruzaron sus miradas, y parecieron mantener una fugaz conversación. Lisbon se aclaró la garganta.

-Verá, no tenemos mucha información. Nos llegó una carta de amenaza contra la familia Vent. Cuatro días después se encontró al cabeza de familia brutalmente asesinado en su propia mansión. Nadie sabe nada.

-Una semana más tarde, -continuó Patrick- nos llegó la misma carta, pero ésta vez estaba escrita amenazando a los Jhebwel. Diez días más tarde se encontró de nuevo al representante de la familia asesinado, de la misma horrible forma, también dentro de su casa.

-Por eso hemos venido. -explicó Lisbon- Las dos familias anteriores tampoco quisieron nuestra protección, por más que insistimos. Esta vez no ocurrirá lo mismo. Lo evitaremos y cogeremos a ese ca...- Teresa paró al recordar la edad de Ciel-... malhechor.

Ciel arqueó una ceja y posó su taza vacía en la mesa.

-¿Eso es todo? ¿No tenéis nada más?

Conde y mayordomo se miraron disimulada y rápidamente. Jane tomó la palabra.

-Bueno, hay una cuestión bastante posible que estamos barajando.- soltó en un tono picarón.- Creemos que las dos veces el asesino fue alguien de dentro, probablemente del servicio. Por eso debemos interrogarles a todos.

Lisbon ayudó a la propuesta de Jane mostrando una orden del juez.

-Quiera o no nuestra ayuda conde, - dijo Lisbon.- se la vamos a dar. Repito, que no dejaré que le ocurra nada.

-¡Tsk! - soltó Ciel.- Está bien, pero ninguno de mis sirvientes me traicionaría.

-No lo sabes hasta que ocurre...- dijo Patrick. -Yo me encargaré personalmente de hablar con ellos, después de charlar un rato cont... con usted. Hemos investigado un poco, y resulta que son todos bastante nuevos en su mansión. No deben de llevar siquiera tres años.

Ciel contestó con un gran silencio.

-¡Uf! ¡Qué emocionante es esto de hablar con un conde! - Jane cambió de tema mientras dejaba su taza de té, ahora vacía, en la mesa. - Un té realmente delicioso.- dijo con una sonrisa, mientras Sebastian recogía.

-Si me disculpan, - se excusó el mayordomo.- he de llevar esto a la cocina.

Y con una pequeña reverencia desapareció de la habitación.

-Él será el siguiente con el que hablaré. - dijo Patrick mirando la puerta por la que se había ido el mayordomo.

-Pues vale. -contestó Ciel. - Pregunte lo que se le antoje, pero pregúntelo rápido. Soy una persona ocupada.

-Lisbon, si quieres puedes volver a la oficina, esto me llevará un rato.

-No te lo crees ni tú. No pienso dejarte solo.