El mundo y los personajes de Twilight pertenecen a Stephenie Meyer, yo sólo juego con ellos. Esta historia nació para fines de entretenimiento y no busco lucrar con ella.
Mi ángel de la muerte
By Angelique Kaulitz-Cullen-Black
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Prólogo
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Crack. Crack. Crack.
Cerré los ojos, firmemente, jadeando a causa de dolor insoportable que hundía todo mi ser en la desesperación más abismal.
Desde el principio mismo, desde que mis sueños comenzaron, debí haber sabido que mi destino estaba ya decidido. Debería haber comprendido, la primera vez que desperté, sorprendida por mis visiones nocturnas, que aquello no era una pesadilla, era mucho más…
Todo había sido demasiado real, nítido, incluso aquella primera vez.
Sus labios, sus ojos, su piel, su cabello.
Inclusive gracias a la sorpresa que depararon mis pesadillas, acepté, había buscado Internet al respecto. Sueños con ángeles perfectos. ¿Quién iba a pensar que mi ángel era un demonio? Tal vez, ni siquiera había sentido afecto por mí en todo ese tiempo. Era difícil de saber. Tal vez, siquiera sus besos estaban destinados a pertenecerme, no de la manera en la que le pertenecí yo a él.
Pero no estaba arrepentida.
No estaba arrepentida de amar a mi destructor, aunque estaba segura de que pronto sería consumida totalmente y desaparecería. No estaba arrepentida, porque ahora, pese a que ya no quedaba tiempo, le había encontrado sentido a mi vida. Cuando llegué a la ciudad, a Volterra, algunos meses atrás, buscando a mi hermano, ya sabía que díficiles pruebas se encontrarían en mi camino pero ni siquiera eso, pudo prepararme para lo que vendría luego…
Un ángel de la muerte.
Un ángel que, en las noches cálidas, se escurría en la oscuridad de la habitación y lograba que mi ser entero le perteneciera. Un ángel de ojos rojos, piel fría y labios llenos. Un ángel hermoso, que me había condenado con sus besos y caricias, a la muerte.
Mi ángel de la muerte.
Crack. Crack. Crack.
Un quejido sollozante escapó de mis labios cuando escuché que otra de mis costillas se destrozaba en mi interior, alejando, momentáneamente, cualquier alivio que estaba adormeciendo mi tortura. Estaba a punto de sumergirme en la más profunda oscuridad, lejos de cualquier posible retorno, y lo sabía. Lo había sabido desde el principio, desde el comienzo mismo de mis pesadillas.
Y era inevitable.
Apenas podía distinguir nada entre las sombras causadas por el dolor más insoportable.
Incluso respirar, aquella acción tan necesaria para la vida, resultaba inauditamente dolorosa. Por momentos, a decir verdad, juraría que todo se volvía rojo a mí alrededor.
Curiosamente, sentía ganas de reír porque aquel dolor era absurdamente insoportable… Y, a la vez deseaba llorar desconsoladamente, debido a que mis fuerzas para resistirlo, parecían insuficientes.
Sólo necesitaba resistir un poco más.
En estas últimas semanas, especialmente, había conocido el dolor de formas inimaginables, espantosas y agónicas.
No merecía este dolor, de eso estaba segura.
Algo estaba desgarrándose furiosamente, y estaba casi segura, de que ese algo era yo.
¿Qué crimen había cometido para que el castigo sea este?
Tenía la respuesta, por supuesto.
La respuesta estaba en mi vientre. En… mi bebé.
Abrí los ojos, al escuchar otra vez, las misma voces, pero sólo un sector de mi mente estaba prestando atención a las palabras que se susurraban entre medio de mis jadeos, que perforaban el ambiente. Ladeé el rostro, cuando conseguí enfocar la vista y encontré aquella cara del ángel que era responsable de mi dolor. Los labios llenos estaban curvados de una manera extraña. No era una sonrisa. Los ojos, del color escarlata de la sangre, me miraron con fijeza, con una especie de rabia y, con, ¿lástima?
Sentí algo frío rozar mi piel ardiente y un súbito alivio me invadió, llenándome casi por completo. No sentía nada, absolutamente, nada. Todo a mi alrededor había dejado de tener sentido.
El dolor había desaparecido, por completo.
Pero, el sopor era sólo eso, sopor. El letargo del cansancio, del agotamiento, me permitió escapar del dolor con una leve sonrisa de calma… Las voces eran lejanas, de otro sitio, un lugar absurdamente distante… La realidad. ¡La realidad era dolorosa! Y, en cambio, el lugar al que había sido arrastrada era, por contraste, puro alivio.
O lo fue… hasta que escuché su llanto.
¿Debería llamarle llanto a aquel susurro jadeante y agitado?
Un segundo más tarde, comencé a luchar contra el sopor. Luché, por supuesto que luché. Luché para abrirme paso, para deshacerme de ese letargo en el que inconcientemente me había sumergido, casi sin notarlo.
Quería conocer a mi bebé.
La necesitaba, más que al oxigeno, que casi no residía en mi cuerpo, más que a mi corazón, al que no hallaba, más que…
— ¿Qué sucede? — Dudó una voz totalmente nueva, pero igual de hermosa que todas las demás. No conocía a nadie con ese acento, por lo que no distinguí a la persona que estaba allí.
— Ella… Me ha bloqueado — Esa era una voz indescriptible, suave, nerviosa pero encantadora, perteneciente a un coro de ángeles. La reconocí enseguida, aunque sonaba demasiado… Extraña. Era la voz de mi ángel.
Con infinito esfuerzo, logré enfocar los ojos. — Mi bebé — Articulé, con dificultad.
La realidad no era roja, como había pensado, pero el dolor comenzaba a palpitar frenéticamente, bajo mi cuerpo, agazapado para atacarme. Jadeé, conteniendo los sollozos de mi pecho y manteniendo el ritmo de mi corazón, con gran esfuerzo. Mi ángel o mi demonio personal, me miraba. Me observaba, con aquellos grandes ojos rojos y con cada vez más pesar, bañando sus pupilas.
Había llegado mi hora.
— Alec — Masculló la otra voz, en un tono más irritado de lo comprensible. Mi ángel/demonio giró su rostro hacia su portador. — Enséñasela
¿Qué? ¡Mi bebé no era una cosa! ¡Cómo se atrevía a…!
La furia venció el dolor durante un escaso minuto.
Sólo es el deseo de mi maestro. Esas habían sido sus palabras cuando le pregunté porque me había elegido a mí, una simple mortal. Y cobraron, ahora sentido. Fue frío y fue cruel. Sin embargo, no le creí. No del todo. Destrozó mi corazón, si eso es posible, y aun así, seguí amándolo. Uno de los dos amaba, y, mientras él estuviese conmigo, eso era suficiente.
Sin embargo, ahora me marcharía, y yo no podría enseñarle a amar.
Ella sería amada. Ese pequeño ángel, mi bebé, merecía ser amado.
Pero antes de que pudiese dejar que la rabia consumiera los últimos segundos de mi existencia, la vi. Era un pequeño cuerpecito el que estaba en los brazos de mi ángel, mi ángel maligno, y el rostro, el rostro más perfecto del universo estaba contemplándome con sus grandes ojos azules.
Y todo se desvaneció, como la vez anterior, cuando esos ojos enormes me contemplaron.
Sentí paz.
Y pude sonreír.
Al fin, todo había acabado. Mi vida, la causa entera de mi existencia era libre, mi hija, mi todo…
— Mi ángel — Articulé, mirándola con adoración. Mi hija, mi corazón, era un verdadero ángel.
Con un último esfuerzo, le dirigí una última mirada a mi ángel maligno, que aun me sostenía una mirada indefinible, indescifrable, ilegible, y le sonreí a él también. Le sonreí a mi ángel de la muerte, porque al fin, con mi bebé entre sus brazos, él había logrado su anhelo ¿no? Ahora, tal vez, con ayuda, él podría amar a mi bebé. No sabía porqué lo hacia, no tenía idea de que era lo que sentía él por mi, pero deseaba que amase a mi hija con su corazón dormido, ella era la criatura más perfecta de este y todos los demás mundos. Necesitaba que la amase, aunque él no supiese amar.
Pronto todo acabaría, era perfectamente conciente de ello.
— Alec — Susurré, a modo de despedida. Los ojos rojos me miraron y ciertamente, creí ver dolor en el fondo de sus iris.
Tal vez, después de todo, mi ángel de la muerte también me amaba. Y no necesitaba aprender a amar.
Con aquella última idea plasmada en mis pensamientos, les dediqué a mis dos ángeles, los últimos latidos de mi corazón.
Todo había acabado.
Era el final.
Mi final.
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¡Mi primer fic de Twilight!
Desde hacia un tiempo quería escribir algo sobre esta saga, a la que amo, y la idea llegó cuando vi Amanecer parte II. Por supuesto, esa película ha sido mi fuente de inspiración en mis últimos fics. Aquí les dejo el prólogo de la historia, una historia que no va a ser muy extensa pero que, en realidad, me interesa describir. Los protagonistas, obviamente, son los Vulturis y de ellos, el principal, es Alec.
Es algo confuso, sí, pero más adelante se sabrá como continua, o como empezó está historia XD
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Saludos ^^
