Holi! Nadie me conoce en este fandom (ay) pero ALGUIEN me animó a publicar esto. Es sobre un shipping que amo hasta las estrellas. Espero que les guste.
Annie
Capítulo único
Disclaimer: SNK le pertenece a Isayama.
Advertencia: Universo alternativo.
Aquel viernes había sido el más lluvioso de todo abril. Muy pocas personas se encontraban por las calles y de vez en cuando se apreciaba algún paraguas pero nada más que eso hasta que dieron las cinco de la tarde. Fue ahí mismo cuando cientos de jóvenes salieron de sus clases, tan emocionados con respecto al fin de semana que ni siquiera se preocupaban de que la gran mayoría no poseía un paraguas para protegerse de la lluvia. En las cadenas de televisión habían predicho que llovería inmesamente pero poca gente se fió de esto. Últimamente el servicio metereológico de Kioto no era la fuente más confiable. Así que al poco tiempo de salir de la escuela, muchos se arrepintieron de no haber hecho caso a los periodistas del clima.
Uno que estaba completamente arrepentido era Bertlholdt Fubar.
Bertlholdt no es precisamente un chico que podría llegar a parecerle interesante a una gran multitud debido a su personalidad taciturna y su completa timidez. Además de poseer actitudes que desentonan con su físico al ser un muchacho altísimo que luce como si tuviera una fuerza sobrehumana. Si, luce como un chico bastante extraño pero no sólo eso, también es muy despistado. Antes de irse a la escuela, hoy temprano, le recomendaron llevar algo para protegerse de la inminente tormenta pero al estar sumido por completo en sus pensamientos sin importancia, no escuchó absolutamente nada. Ahora estaba con su uniforme empapado y protegiendo su mochila a toda costa, rogando que cuando su mejor amigo saliera, saliera con un enorme paraguas para compartir. O al menos un paraguas normal, se conformaba con cualquier alternativa. Mientras tanto, seguiría bajo un pequeño techo que no lo cubría mucho pero era lo único a lo que podía aspirar. Todos los techos "geniales" estaban ocupados por otros estudiantes que planeaban sus fines de semana. Bertlholdt pensó que él no tenía nada que hacer, ni este viernes a la noche, ni el sábado, ni el domingo. Su fin de semana le pertenecía tanto que no lo compartía con nadie. Bueno, tal vez con su amigo pero tampoco era algo tan importante. Su punto era, al final de todo, que no iría a ningún lugar especial. No.
Suspiró un par de veces, mirando a la calle y esperando que el diluvio cese de una buena vez, que pare al menos los treinta minutos de viaje que tiene... o tal vez veinte. Si, veinte minutos serían suficientes si camina rápido, pero no demasiado.
Reiner, el amigo que estaba esperando, se estaba tardando más de lo usual. Se suponía que iría a preguntarle algo a una de sus compañeras y volvería pronto. Pero, también, tratándose del rubio, era probable que la conversación con esa chica se hubiera prolongado. De a poco, la gente se comenzaba a ir por lo que el escándalo de voces se estaba calmando también. Él supuso entonces que habían pasado más de veinte minuto desde que el timbre los liberó y que cada vez sentía más frío aunque es primavera. En su interior era pleno invierno a pesar de que sus ojos veían otro ambiente. Eso no hacía otra cosa más que causarle más frigidez. El paisaje y la gente le parecía completamente indiferente con lo que sentía dentro.
Pero entonces sintió unas pisadas que iban con lentitud, como si la lluvia no existiera. Por al menos dos segundos, pensó que era Reiner y que pronto se irían de ese escenario. Sus orbes verdes quedaron sorprendidas al ver que se trataba de una chica con un paraguas verde aguamarina. A él aquella sombrilla le llegaba hasta el pecho y poco más. La chica era muy baja o él es que simplemente goza de una gran estatura. Tal vez ambas. Fuera lo que fuera, esa chica había cruzado la calle con dirección a una tienda. La vio desde átras. Tenía el cabello rubio y la piel blanquecina. Parecía una modelo pero era muy pequeña para serlo. Aunque su pequeñez le provocaba ternura, así que no le molestaba para nada. Era bonita. Intentó, desde el exterior, poder observar su rostro. Quería saber el color de sus ojos y no quería imaginarlos. Quería verlos. Ella terminó su compra, así que volvió a cruzar. Fue ahí cuando los vio.
Eran celestes. Tan celestes que parecían de una especie de cristal, tenía miedo de que si los miraba por mucho tiempo, se romperían. La expresión que tenían era neutral, como si nada importara. Sus labios eran finos y parecía que estaba forjados con una mueca natural. Su rostro era perfecto. No tenía problemas de admirarlo por siempre. Claro, si ella se lo permitía.
Inconscientemente (o tal vez no tanto), Bertlholdt tosió. Lo suficiente como para que ella alzara la mirada hacia él. La chica parecía que estaba yendose por el lado derecho pero se detuvo con la acción de Fubar. Lo miró friamente y, cuando estaba a punto de marcharse, él decidió hablar.
—¿Cómo te llamas?—. Fue una pregunta simple, pero era lo único que podía formular en el momento. Tal vez en ese instante no podía invitarla a salir pero al menos quería saber su nombre.
Ella frunció levemente el ceño.
—Annie.
—Me gustan tus ojos, Annie.
Con decir eso, bastaron dos segundos para que ella se fuera, sin decirle nada.
Aún así le pareció, por una mílesima de segundo, que la expresión de sus ojos habían cambiado al hacerle el cumplido. Que no tenía el semblante neutral, que era algo diferente. No sabía lo que era pero le había agradado. Le había agradado Annie y esperaba que el sentimiento fuera recíproco.
La miró hasta que la perdió de vista.
—Bertl—. Era su amigo el que le hablaba. —¿Tardé mucho?
Él negó con la cabeza, sin dejar de ver a ese misterioso lado derecho.
—¿Qué pasó?
—Hablé con una chica—. Dijo con una sonrisa un poco tonta.
—En serio? ¿Con quién?—. El rubio, no enterado de nada, le dio una mirada cómplice y pícara.
—Se llama Annie.
Uno, dos, tres, cuatro...
—¿¡Leonhardt!?—. Gritó con histeria. Si, probablemente todas las personas de esa cuadra se enteraron de quien estaban hablando.
—¿Qué tiene de malo?
—Tiene una nariz enorme—. Comentó con un tono burlón.
—Oh...—. Meditó por unos segundos, pensando en ella. —No me había fijado.
Reiner no pudo evitar lanzar una gran carcajada.
—No me digas que te gusta—. Volvió a reirse. Su amigo sonrió.
—No lo sé.
A pesar de estar teniendo una conversación bastante interesante, pronto se dieron cuenta de que la lluvia era consistente.
—¿Tienes paraguas?—. Preguntó Bertlholdt.
—Creí que tú tendrías.
Sin nada más que hacer, comenzaron una carrera en contra de la lluvia para llegar a sus casas sanos y salvos. O al menos no tan mojados. Durante el camino, Reiner volvió a molestar a su amigo con respecto a la apática rubia. Bertlholdt no negó ni afirmó. Simplemente lo ignoró.
Que haya hablado con ella no quiere decir que de repente le gusta... aunque antes de dormir pensó en ella al ver el cielo anochecido.
Si, los ojos de Annie se verían hermosos con la luz de la luna.
FIN.
¡Eso es todo! Las reviews siempre son bien recibidas *guiño* (?)
Bye bye.
