El aire estaba impregnado del olor del humo dulzón del tabaco de pipa, del sake y de diversión en la taberna. Era muy amplia, llena de mesitas bajas rodeadas de cojines sobre los cuales se sentaban los clientes. Había una mujer, sentada en una mesa, que captaba la atención de muchos de ellos; tenía una melena rubia cobriza ondulada, de ojos color azul hielo, gruesos labios con un sensual lunar en la mandíbula y unos descomunales pechos entre los cuales se perdía la cadena de un collar. Muchos hombres la contemplaban embobados, con las mejillas rojas por la bebida, y comentaban en voz alta su atractivo, mas no la molestaban, pues su atuendo consistente en un shihakusho negro, revelando su cargo como shinigami del Gotei 13.
Un hombre joven entró en el bar y echó un vistazo. Era alto y de constitución atlética, cabello y ojos negros, tres largas cicatrices verticales que atravesaban el lado derecho de su rostro, el número 69 tatuado en la mejilla izquierda. La chaqueta de su chaqueta kimono negro carecía de mangas. El shinigami localizó a la voluptuosa mujer y se acercó a ella dando pesadas zancadas.
-¡Shuuhei!- saludó la shinigami con una sonrisa, alzando una botella de sake.
-Hola, Matsumoto- dijo el recién llegado sentándose junto a la mujer.
Rangiku Matsumoto sirvió sake en dos vasos, posó el codo sobre la mesa y apoyó la mejilla en la palma de la mano.
-Kanpai- dijeron al unísono, brindando y bebiendo.
Después de un buen rato charlando, Matsumoto resopló.
-Llegan tarde. Por un maldito día libre que tenemos, van y se quedan haciendo el papeleo.
-¿Quiénes iban a venir?
-Los de siempre: Kira, Renji, Ichigo y Kaede.
Hisagi suspiró y sonrió ligeramente.
-Ya vendrán, estarían ocupados… ah- fijó la vista en la puerta- Ahí vienen.
Acababan de entrar tres hombres en el local. Uno de ellos era delgado, pálido y rubio; los otros dos eran más musculosos y llevaban un haori blanco sobre el shihakusho negro de shinigami, dando a entender que poseían el rango de capitán; uno de ellos tenía el pelo naranja y erizado, y el otro era pelirrojo, con su melena recogida en una coleta alta y visibles tatuajes en el rostro y cuello. Los recién llegados se sentaron en la mesa junto a Matsumoto y Hisagi.
Después de unos 10 minutos de brindis, sake, bromas y amenazas, Hisagi frunció el ceño.
-¿Y Kaede-san? Aún no ha llegado.
-Yo la vi caminar con el capitán Hitsugaya hace unas cuantas horas, cerca del Senkaimon- comentó Kira, mirando la mesa.
-Ah, sí- dijo Matsumoto, distraída- Mi capitán me comentó que se iba al mundo humano de visita.
-¿También Kaede-san?- preguntó Hisagi.
-Ya volverá- gruñó Renji, sacudiendo las últimas gotas de la botella de sake- ¡Camarero! ¡Otra botella, por favor!
Después de unas cuantas horas, los cinco shinigamis abandonaron el bar; cuatro de ellos iban bastante ebrios, caminando dando torpes zancadas por las calles del Rukongai. Ichigo y Renji iban delante del grupo, prácticamente apoyados el uno en el otro, entonando ridículas canciones de borrachera. Detrás de ellos iban Kira y Matsumoto, teniendo que cargar el primero con su compañera, que iba colgada de él murmurando quejas sobre el comportamiento de Gin Ichimaru respecto a ella. Algo más rezagado iba Hisagi, que caminaba recto totalmente sereno. Apenas había bebido dos vasos de sake.
Observó a sus compañeros; se lo habían estado pasando en grande. Seguramente darían una vuelta al lago, como siempre, antes de ir a casa. Al día siguiente Matsumoto se quejaría de la resaca y Renji tendría algún ojo morado por haber llegado tan borracho a casa; Rukia no compartía el entusiasmo alcoholizado de su marido.
-Kira- llamó Hisagi.
-¿Qué pasa, Shuuhei-senpai?- preguntó el rubio con la lengua embotada.
-Me voy a casa, me duele la cabeza.
Antes de que nadie pudiera quejarse, el subcapitán de la novena división había desaparecido usando el shunpo.
Hisagi suspiró, ya lejos del lugar. Pretendía habérselo pasado bien esa noche, ya que los seis compañeros de tragos tenían el día libre. Había pensado en emborracharse y reír junto a los demás, pero faltaba algo… más bien alguien. Kaede no había dado señales de vida en toda la noche. ¿Estaría bien? ¿Tendría mucho trabajo? ¿Le habría pasado algo? ¿O se había ido al mundo humano cuando ya habían quedado los seis amigos?
Suspiró de nuevo mientras levantaba la cabeza y contemplaba la luna llena entre las ramas cargadas de flores de los cerezos.
-¿Dónde estás, Kaede?- se preguntó en voz alta.
-Aquí, ¿no me ves?
El teniente dio un respingo. En efecto, ella estaba ahí, en medio de la calle desierta. Kaede Gainsborough, una joven de mediana estatura, pálida, cabello largo, liso y negro moviéndose en abanico por la brisa nocturna, rostro ovalado, facciones armónicas y ojos de un verde intenso.
-Ka… ¡Kaede-san!- exclamó el shinigami.
-Yo también me alegro de verte, Shuuhei- dijo Kaede, ladeando la cabeza.
-¿Por qué no has venido? Hemos tenido que empezar la fiesta sin ti.
Empezaron a caminar en la misma dirección con calma.
-No estaba de humor- respondió la cetra-. Lamento no haberos avisado.
-No pasa nada.
Siguieron andando en silencio. Kaede se acomodó el haori blanco de capitana con el kanji de 5 en la espalda.
-Por curiosidad, ¿dónde has estado?
La mujer se encogió de hombros.
-Fui al mundo humano de visita.
Hisagi observaba el rostro de su compañera; parecía que una pequeña sonrisa asomaba a sus labios.
-¿Pasó algo? Pareces feliz.
La morena torció el gesto.
-Nada, sólo recibí la visita de alguien inesperado…
Se detuvieron delante de una puerta de madera en un muro. Daba al jardín de la casa de Kaede.
-Bueno, Shuuhei, ya nos veremos mañana.
-Que descanses, Kaede-san.
En cuanto las puertas de madera se cerraron, Hisagi empezó a darle vueltas a la cabeza de nuevo. Hacía mucho tiempo que no veía a Kaede sonreír inconscientemente.
Kaede se dejó caer sobre el futón, extenuada. Había sido un día tan largo… Lo que había pasado esa mañana, cuando sus hijos se marcharon a la Academia de Técnicas Espirituales, parecía haber pasado hacía meses.
Se incorporó y se desvistió para ponerse una cómoda yukata de seda para dormir, se acostó en el futón y apagó las luces. La casa estaba tan silenciosa sin Kurohyo y Hinode…
La última cetra miró el techo y sonrió para sí. Sí, estaba feliz. Hacía mucho que no sentía lo que sentía ahora. La persona que había visto en el mundo humano.
-Grimmjow…- murmuró antes de quedarse dormida.
