Hola a todos.

Aquí les traigo esta nueva historia. Espero les guste.

Han pasado años desde la perla de Shikon. Aome ahora vive en la aldea junto con Inuyasha y todos sus hijos, entre ellos la pequeña Minako de 5 años. Aqui también vive Rin, quien es la madre del pequeño Yuto, de tres años y único hijo de Sesshomaru. Un día, los dos pequeños deciden salir de viaje para conocer a Sesshomaru y es aquí dónde comienza la historia.

Minako y Yuto

Aome se encontraba sentada en el interior de su casa. Estaba cosiendo algunas ropas mientras Minako se entretenía jugando con una muñeca de trapo… o eso parecía ya que continuamente la niña miraba hacia la puerta como si esperara algo. De pronto se levantó y corrió hacia la ventana de la casa. Aún no alcanzaba a ver por ella, pero eso no la detenía de saltar para intentarlo. Aome volteó a verla y sonrió mientras se levantaba para ir hacia la puerta.

-¡Ya vino! ¡Ya vino! –Exclamaba la niña alegremente.- Mami, ya vino.

-Sï, ya se que ya vino. –Le respondió Aome al mismo tiempo que salía de la casa.

Minako la siguió y tan pronto como estuvo afuera volvió a saltar como si tratara de divisar algo.

A los pocos segundos apareció una joven mujer de cabello negro. A su lado se encontraba un niño de no más de tres años que caminaba con el pulgar metido en la boca y cogido de la mano de su madre. Tenía el cabello plateado y dos pequeñas orejas asomaban sobre su cabeza.

-¡Ya vino! ¡Ya vino! –Volvía a grita Minako mientras los veía acercarse.

Muy pronto la mujer estuvo junto a ellas. Saludó a Aome y luego se inclinó para saludar a su sobrina. Tan pronto esto estuvo hecho Minako tomó la mano del niño y se lo llevó corriendo hacia el interior de la casa.

-¿Crees que esto sea buena idea? –Preguntó Rin algo nerviosa. Realmente no la convencía la idea.

-No te preocupes, no creo que pase nada. Además, aún falta mucho para que anochezca y no hay que preocuparnos de eso por ahora.

-Tienes razón. –Dijo Rin con un suspiro.

-Bueno, en ese caso dejémoslos jugando allá adentro, ya casi es hora de que Minako se duerma, y no creo que Yuto aguante tanto. –Comentó Aome mientras le guiñaba el ojo.

Rin asintió con la cabeza y se rió.

Adentro ambos niños se encontraban sentados en el rincón más alejado de la cabaña. Minako hablaba en voz baja mientras Yuto asentía de vez en cuando con la cabeza.

-Entonces, ¿si estás seguro? –Dijo Minako a lo que Yuto asintió sin sacar el dedo de su boca.

-Esto va a ser divertido. –Dijo Minako y Yuto volvió a asentir.- Mejor vámonos a la guarida para que los adultos no nos escuchen.

Dicho esto Minako se levantó de su lugar y salió de la casa con Yuto siguiéndola. Cuando estaban afuera dieron vuelta a la izquierda y caminaron hasta a llegar a una especie de refugio hecho con ramas y con una tela que cubría la puerta. Entraron y se sentaron uno frente al otro.

-Hoy en la noche, cuando los adultos se duerman… -Comenzó a decir Minako.

-Largo de aquí. –Dijo de pronto un niño de unos siete años desde la puerta- Quiero dormir un rato así que váyanse de aquí.

-¡Nosotros llegamos primero! –Exclamó Minako enojada.

-Y eso que, lárguense de aquí ahora.

-¡No!

-¡Fuera! –Gritó el niño. A continuación jaló a su hermana del kimono y la sacó del lugar.

-¡MAMÁ! ¡Hiromu me quiere sacar del la guarida! –Gritó Minako.

A los pocos segundos Aome llegó al lugar.

-Hiromu, deja en paz a tú hermana. –Le dijo.

-Yo no le hice nada, solo le dije que se saliera por que quiero dormirme un rato ahí.

-Nosotros llegamos primero.

-Pero yo soy más grande y tienes que obedecerme.

-¡No!

-Tonta.

-¡Hiromu! –Exclamó Aome- No le digas así a tu hermana y vete a dormir a otro lado.

-Pero…

-No quiero peros, el que llega primero puede jugar en la guarida.

-¡Qué injusto! Siempre me regañan a mí. –Dijo Hiromu muy molesto mientras se alejaba del lugar.

-Dejaré de hacerlo cuando dejes de molestar a tú hermana, ahora ve a jugar a otro lado y déjalos en paz.

Una vez dicho esto Hiromu se fue del lugar. En cuanto estuvo bastante alejado Aome también se marcho para dejar jugar a los dos niños.

-Me preocupa que se queden a dormir los dos solos. ¿No son muy pequeños? –Decía Rin cuando Aome iba llegando.

-Yo no me preocuparía por eso. –Le respondió Sango.- La Guarida solo está a dos metros de distancia de la casa de Aome y lo más probable es que terminen corriendo a dormir con ella después de un rato.

-Eso es cierto, así que no te preocupes. –Le dijo Aome.

-Está bien.

Mientras tanto Hiromu estaba afuera de la Guarida. Esperaba al momento exacto para poder sacarlos de ahí por que no pensaba rendirse hasta tener el lugar para él solo.

-Y entonces nos vamos. Pero no se donde esté mi tío, ¿tú sabes? –Dijo Minako y Yuto negó con la cabeza.

-Bueno, no importa. Lo buscaremos. Va a estar muy feliz cuando nos vea.

-¡Le voy a decir a mi mamá! ¡Le voy a decir que se quieren ir a ver a mi tío! –Gritó Hiromu desde afuera.

-¡No le vas a decir nada! –Gritó Minako al mismo tiempo que salía del lugar.

-Entonces déjame La Guarida.

-¡No! –Dijo una vocecita. Era Yuto.- No les vas a decir a los adultos.

-¿O que enano?

Yuto frunció el seño tan fuerte como pudo y dio un paso hacia su primo. Hiromu no decidió ignorarlo, después de todo, ¿qué podía hacerle? Bueno, en ese momento sintió dolor y se dio cuenta de que Yuto lo había mordido en la pierna.

-¡Mamá! ¡Yuto me mordió! –Gritó Hiromu luego de aventar a su primo al suelo.

-¿Qué les hiciste ahora? –Preguntó Aome.

-Yo no hice nada, lo que pasa es que…

-Me estaba molestando. –Lo interrumpió Minako.

-Claro que no, tú dijiste que ibas a ir a buscar a mi tío.

-Hiromu, solo estaban jugando. ¿No es cierto? –Aome si dirigió a los niños.

Minako asintió.

-Estabamos jugando a que nos íbamos a viajar como mi tío.

-Ya ves, -Le dijo Aome a su hijo- dos niños no pueden irse a viajar solos. Ahora vamos a curarte eso.

Hiromu se alejó junto con su madre en se momento dejando a los dos niños con Rin que se ocupaba de reprender a Yuto, que volvía a tener el pulgar en la boca, por haber mordido a su primo.

Finalmente todos los adultos se fueron y ambos niños decidieron ir a pasear por la aldea.

-Vamos a conseguir comida para el viaje. –Le susurró Minako a Yuto. Él asintió y ambos comenzaron a caminar en dirección a una de las casas de la aldea.

Minako entró y dejó a Yuto afuera entretenido con una piedra.

-Hola. –Dijo alegremente a una señora que estaba adentro- Voy a acampar.

-No me digas. –Le dijo la señora- ¿vas a dormir tú sola?

-No, Yuto también.

-Eso me parece bien.

-Estamos buscando comida para la noche.

-¿Qué te parece si te doy esto? –Dijo la señora y le dio dos frutas.

-¡Gracias! –Dijo Minako.

En ese momento se escuchó que alguien lloraba. La Señora se levantó de inmediato de dónde estaba y salió a ver.

Afuera estaba Yuto sentado en el suelo llorando. A su lado estaba un niño con una especie de máscara que aparentemente trataba de calmarlo.

-¡Kento! ¿Qué es lo que le hiciste?

-Nada, solo llegue y le dije hola y luego le dije que le iba a enseñar la máscara. Y me la puse y le dije bu bajito y empezó a llorar. Además la mascará no da miedo.

-Eso dices tú, pero te recuerdo que Yuto es un niño pequeño y se asusta fácilmente.

-Vámonos. –Le dijo Minako.

-Pero no da miedo. –Decía Kento para defenderse.

Minako avanzó junto con Yuto. Llevaba las dos frutas en las manos y esta vez Yuto iba a su lado. De nuevo estaba tranquilo como si nada hubiese sucedido y volvía a tener el dedo en la boca.

- Eso le pasa por no dejarnos jugar ayer. –Dijo Minako una vez que estaban suficientemente alejados de las casas. Yuto asintió.

Siguieron caminando hasta que llegaron a una colina. Entonces decidieron subir hasta la cima.

Cuando llegaron se dirigieron directamente a dónde Shipo estaba sentado.

-Comida para el campamento. –Le dijo Minako al mismo tiempo que extendía las manos. Las frutas estaban guardadas en un pedazo de tela que llevaban arrastrando y que habían conseguido de otra señora.

-¿Van a acampar? –Les preguntó Shipo incrédulo.

-Sí, buscamos comida.

-Ok, dejenme ver que tengo. Dijo Shipo y comenzó a buscar en sus bolsillos. Pronto encontró algo y sacó unos cuantos dulces que le dio a Minako. Ella guardó los dulces de inmediato y comenzó a caminar para irse. Yuto, sin embargo no se movió.

-¿Qué te pasa? –Le preguntó Shipo. Yuto extendió las manos.- Eres muy chico para esos dulces, te daré cuando seas más grande.

-¡Dulces! –Exclamó Yuto.

-Cuando seas grande.

-¡Dulces! –Dijo muy molesto, apretando los puños e inflando la boca.

-Tranquilo.

-¡Dul-ces! –Gritó.

-Ya te dije que cuando seas más grande.

-¡DAME! –Gritó más fuerte. Su mano derecha había comenzado a brillar levemente con un color verdoso en donde estaban las uñas. Shipo no notó esto.

-Mira, cuando seas grande te doy, pero ahorita eres muy chiquito.

-¡No soy chiquito! –Gritó. Levantó la mano derecha y Shipo pudo notar que estaba a punto de hacer algo.

-¡Yuto! ¡No hagas eso! –Exclamó Rin quien había estado viendo todo desde lejos. Ahora estaba detrás de Yuto y le sostenía la mano. Yuto gruñía y las lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas de lo enojado que estaba.

-¡Quiero dulces! –Gritó.

-Yuto, todavía no puedes comer de esos dulces. Cuando seas más grande podrás comerlos. Ahora vamos abajo y te llevaré a dormir la siesta. Minako, vamonos.

-Sï. –Dijo Minako que en ese momento se encontraba a un lado de Shipo.

Rin comenzó a avanzar precedida de los dos niños que bajaban corriendo. Cuando estuvieron seguros de que no podía oírlos, dejaron de correr.

-Bien hecho. Ahora tenemos más dulces. –Le dijo Minako a Yuto- Toma.

A cotinuación Minako sacó un dulce que tenía guardado en su faja y después de desenvolverlo se lo dio a Yuto. Él se metió el dulce en la boca y comenzó a chuparlo.