—El Amor no es Egoísta—

Por Zury Himura

Correcciones: Claudia Gazziero.


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, la historia por otro lado es enteramente mía. 2. Cualquier parecido con algún fic, novela o película anterior es meramente coincidencia y se prefiere no profundizar en eso.

3. Se aceptan gustosamente solo reviews positivos. Favor abstenerse de críticas destructivas y comentarios grotescos. 4. Zury Himura se reserva el derecho de admisión de reviews mala onda. 5. Zury Himura ama todos por igual, muchas gracias por sus comentarios anteriores.


Capítulo I: Lo más profundo de tu ser

En el dojo Kamiya todos reían y hasta se abrazaban. Por efectos del sake todos se veían bonitos. Después de regresar con vida de la isla donde Enishi había tenido cautiva a Kaoru, el Kenshin-gumicelebraba ya desde hacía cuatro días seguidos.

Como si fuera una costumbre que habían adquirido al llegar en las noches la fiesta comenzaba. Kaoru sólo reía de vez en cuando, pues su mirada divagaba en búsqueda del miembro más importante para ella: Kenshin. Desde que llegaron, el pelirrojo había estado un poco raro, se portaba mejor que antes; más atento y hasta se permitía abrazarla con más frecuencia, le decía palabras de cariño que antes no había oído de su parte, hasta la tomaba de la mano y eso para ella ya era un gran avance.

Lo buscó aquella noche, se encontraba sentado en la entrada del dojo, relativamente distraído mirando hacia el cielo. Pensó en ir a su encuentro y preguntarle si todo se estaba bien, pero no lo hizo, lo contempló de lejos y una expresión de tristeza se apoderó de su rostro. Lo inusual en esos días era que estaba muy pensativo, distraído y hasta se podría decir que estresado. «Creí que todo eso ya había quedado en el pasado». ¿Qué podría hacer si ya había intentado de todo para mitigar sus culpas? Verlo tan cabizbajo la ponía mal y hasta se frustraba al saber que ella no sería de gran ayuda. Sólo había una persona que podía ayudarle pero desgraciadamente ya no estaba entre ellos.

—Si tan sólo Tomoe hubiera vivido… —Kaoru se frotó la cabeza y entró al dojo—. Nada de esto le pasaría a mi Kenshin; él sería feliz y no tendría esta vida llena de culpas —musitó muy consciente de lo que ella estaba diciendo, pues con una Tomoe no habría un Kenshin en su vida. Pero en realidad: ¿Quién era ella para ser una egoísta? Ella amaba con toda el alma a aquel hombre y si fuese necesario renunciar a él para poder verlo feliz ella lo haría con gusto, aunque le doliera en lo más profundo de su ser.

Una apesadumbrada Kaoru caminó hacia donde se encontraba un abstraído Kenshin y se sentó junto al él.

—Que hermosa está la noche —comentó, y lo miró con una sonrisa.

—Sí, es verdad. El cielo está muy despejado. Sin duda alguna mañana será un día muy hermoso —respondió, y volviéndose hacia Kaoru la tomó de la mano—. ¿No lo cree señorita Kaoru? —añadió con una sonrisa, la cual a Kaoru le pasó por desapercibida, al sumergirse en lo más profundo de sus pensamientos.

Kenshin seguía hablando con una gran sonrisa en el rostro y ojos risueños, pero ella sólo lo oía susurrar a lo lejos, restándole importancia a lo que decía. No dejaba de pensar en el muy famoso "señorita". Kaoru siempre tomó esa palabra como un obstáculo en la relación, pues mientras Kenshin la elevaba a otro nivel ella sentía que él se alejaba más por su diferencia de edad o de respeto hacia ella. En fin, ya le había dicho muchas veces que le molestaba que pusiera esa distancia pero a Kenshin le entraba por un oído y le salía por el otro… O simplemente la ignoraba.

—Sí, creo que así será. Pero ¿por qué te has separado del alboroto de allá dentro? —El pelirrojo entrelazó sus dedos con más fuerza y respiró profundo provocando un leve sonrojo en Kaoru.

—Aprendí durante este tiempo a dar gracias mirando a hacia un cielo estrellado, señorita Kaoru. Me gusta salir todas las noches para contemplar la noche, me siento en paz… —Miró a Kaoru con dulzura. Que hermoso era contemplarla y estar tan cerca de ella, sobre todo tocarla.

Cuando Kenshin creyó que Kaoru estaba muerta, muchas veces alzó sus ojos al cielo y rogó que nada de lo que estaba viviendo fuera verdad. Conforme los días pasaban, se dejaba morir lentamente mirando al mismo cielo, lo único que quería: estar junto con el amor de su vida, Kaoru.

—Sé que es difícil para ti estar rodeado de tanto loco como lo somos nosotros Kenshin, no obstante, no puedo negar preocuparme por ti… —Los ojos de Kaoru se orientaron hacia el piso. Sintió los dedos del joven en su barbilla, aplicó un poco de fuerza obligándola a mirarlo.

—No se tiene por qué preocupar, señorita Kaoru. Nunca en mi vida me había sentido más feliz, nunca. —Los orbes de Kaoru se llenaron de lágrimas al percibir una mirada de angustia en el rostro de su acompañante. Lo delataba, aunque él dijera que no era nada, algo en su mente lo perturbaba y así como era Kenshin de reservado sabía que sería misión imposible que él se abriera completamente con ella—. Entremos con los demás; usted tiene que divertirse y no preocuparse tanto. Como ya le expliqué, mañana es un día de varias sorpresas. —Se incorporó, ayudando a Kaoru a levantarse.

Él se veía cansado, fatigado y un poco débil. ¿Sería el esfuerzo que había hecho durante la pelea con Enishi? ¿Se sentía triste y extrañaba a su ex esposa? ¿Cómo podría saberlo sin preguntarle? ¿Cómo podía ayudarlo?

II

Había sido un día largo y estresante. A pesar de que Misao estaba allí y la animaba, no podía dejar de pensar por lo que Kenshin estaba pasando. Lo más seguro era que, como consecuencia del secuestro, él se sentía más culpable y ahora si se iría para siempre. Ella no lo permitiría, el dojo era su hogar y nunca dejaría que su cansado corazón volviera a vagar cargando con aquella oscuridad de su pasado.

Su cuarto era el único lugar donde ella se sentía segura y el único lugar donde ella podía reflexionar sin darle explicaciones a nadie. Era el único lugar donde podía soñar con el hombre que amaba aún sin ser correspondida. Pese a que Kenshin hubiera expresado que el dojo era su hogar y que lucharía por su presente, la sombra de Tomoe jamás la dejaría ver con claridad si era agradecimiento o amor en verdad lo que el espadachín sentía.

No tenía ganas de cepillarse ni de verse a la cara, sólo vería reflejada la preocupación y el temor de una despedida definitiva. «¿Por qué no?» Recordó el regalo de cumpleaños que Tae le había obsequiado antes de irse de viaje. Abrió el cajón de un mueble y sacó con cuidado un pequeño collar.

Kaoru, esto es por tu cumpleaños, ya que no estaré por motivos de negocios tendré que darte mi regalo por adelantado, con todo mi afecto. ─Tae le sonreía, mientras le entregaba una cajita junto con un ramo de flores.

Sin duda era hermoso. Era una cadena fina de oro blanco con un pequeño reloj de arena color negro que colgaba. Al ver que la arena no se movía decidió inspeccionarlo antes de mostrárselo a Kenshin. Lo volteó de ambos lados y pudo leer en cada uno de los extremos, con diminutas letras:

"El tiempo es especial hasta que lo necesitamos"

"Desea en lo más profundo de tu corazón"- O.D.O

Sonrió al terminar aquellas frases. Pensó en la muerte, pues muchas personas no le daban importancia a la vida que tenían ni al tiempo para poder disfrutar a las personas que tenían a su alrededor, hasta que una enfermedad o accidente trágico se asomaba a sus vidas, entonces se lamentaban por la insuficiencia de tiempo.

Se incorporó y tomó la punta de una peineta de metal que extrajo de otro cajón. Enterró el fierro en medio del reloj de arena pues este era el punto que controlaba el movimiento. Kaoru estaba muy emocionada, Kenshin sería el primero en ver su regalo de cumpleaños. Iría rápidamente y le explicaría lo que para ella significaban las frases que acababa de leer. Sin duda, Kenshin se asombraría de las deducciones hechas y se sentiría orgulloso de ella. Notó como unos pequeños granos de arena comenzaron a caer y sus labios se curvaron en una vasta sonrisa.

—¡Finalmente! lo logré, lo arreglé yo solita sin necesidad de Kenshin —anunció muy contenta, mientras abrochaba la cadena detrás de su cuello. Ésta era una novedad para ella, por lo cual estaba muy exaltada.

Se dirigió al primer piso donde todos sus invitados seguían celebrando.

—¡Kaoru! Pensé que ya te habías dormido… —Muy sonriente, Sanosuke la recibió —. Ven acá y disfruta de las bobadas que la borracha de Misao le anda diciendo a su señor Aoshi. —Sanosuke la tomó del brazo y la dirigió al porche donde estaban sentados observando a una Misao ebria, como si se tratase de una distracción—. ¡Te lo perdiste! Primero, la comadreja le reprochó a Shinomori por haberla abandonado —Enumeró con los dedos los actos de aquella noche y prosiguió—, segunda: le reclamó que casi se hecha a su abuelito en la alianza con Shishio. —Alzó otro dedo—. Y tercero y el más vergonzoso: se le declaró al cubito de hielo.

Kaoru se sorprendió ante esta última acción de su amiga. Pobre de Misao, un día antes le había dicho que se le declararía a Aoshi, pero no sabía que sería de esta forma. Y lo más lamentable: había recurrido al alcohol para darse valor sin tener en cuenta la cantidad.

—Lo que sigue Kaoru, me lo vas a agradecer el resto de tus días y por eso quiero que le pongas a uno de tus hijos mi nombre como paga. —La joven se soltó del brazo de Sanosuke y un poco asustada por conocer los alcances de Sanosuke lo miró fijamente intuyendo peligro.

—¿Qué le hiciste a Kenshin, Sanosuke? —Frunció el ceño mientras que se apresuraba a llegar donde el pelirrojo se encontraba.

—Te lo alisté Kaoru, él será el próximo en cuanto a declaraciones concierne. —No se iba a perder tal espectáculo así que corrió tras Kaoru.

El luchador esperaba esa declaración por casi un año y medio. Pues después de la lucha contra Jinei, él reparó lo que aquellos dos sentían. Pero sus sospechas fueron confirmadas cuando Shura, la pirata que algún día habían conocido, declaró que en la ausencia de todos ellos Kenshin, como agradecimiento, le había ofrecido su vida por haber salvado a Kaoru. También le mencionó que no dejó de pensar en Kaoru ni un solo momento, ni la noche antes de su supuesta "ejecución".

Kaoru paró en seco haciendo que Sanosuke chocara tras ella. Al llegar, Kenshin feliz de la vida «bailaba» con Yahiko. De hecho sólo se tomaban de las manos y daban vueltas. Kenshin sonreía al igual que Yahiko, siguieron la acción por unos instantes antes de parar al notar que otro par los observaba.

—¡Señorita Kaoru! yo…digo, yo… Pensé que se había ido a dormir y… ¡hip! Tomé una copita nada más. —El pelirrojo tambaleante se acercó con dificultad a Kaoru, la cual estaba que explotaba del enojo. No sólo lo estaba con él, sino con el irresponsable cabeza de gallo que mañana por la mañana seria degollado por ella misma—. Yahiko me pidió que le enseñara algún ataque de la escuela Hiten… ¡hip! Pero ya le dije que no quiero… Y mejor decidimos imitar la danza de las espadas del señor de Misao, digo… digo, del señor Aoshi... Y ¡mire ya casi nos sale! —Al escuchar esto, Aoshi dejó por allí tendida en el piso a su linda Misao, que ya se encontraba dormida, y avanzó hacia los muchachos, se contuvo y enfurecido observó cómo sus «amigos» «ejecutaban» su técnica.

—¡Mira fea y aprende! Ya que yo, Yahiko… ¡hip! Mijou…shin he logrado fusionar algunos golpes de la técnica de…Kenshin, y ahora una de Shinomori al estilo Kamiya Kashin…hip…hip.

—Eso quiero verlo niño —soltó el ninja ya muy fastidiado con aquel circo.

—Vamos Kenshin, ya te enseñé como eran los pasos. —El niño estiró su mano para tomar la de Kenshin.

—Yahiko no creo que sea ¡hip! buena idea… ─confesó el pelirrojo, al reparar el semblante sombrío del joven ninja.

—No empieces, Kenshin que primero… ¡Hip! Tú estabas risa y risa, hasta dijiste que… lo hacíamos mejor que Shinomori. ¡No seas modesto! —Le jaló la mano y comenzaron a dar vueltas por todo el patio de la casa—. ¡Kenshin, saca tu sakabattou y yo mi shinai. ¡Hip! ¡Es tiempo!

—Yahiko, creo que me estoy mareando… —dijo el pelirrojo.

—¡Aguanta Kenshin! Hiko se sentirá orgulloso de ti y dejara de decirte estúpido pelirrojo —formuló el niño, dándole más velocidad a la vuelta.

—En realidad, es estúpido pupilo Yahiko… ¡Hip! —Entrecerró sus ojos con un gesto de enfado—. Pero… Creo… Que voy a vomitar —anunció el pelirrojo, y soltó a Yahiko, haciéndolo volar por el aire—. Lo siento, Yahiko pero no te quiero ensuciar… ¡Hip! —declaró el espadachín, apresurando su paso hacia el baño.

—Ahora veo porque le dicen estúpido pupilo —dijo Yahiko, sobándose y dándose cuenta que su ebriedad había desaparecido considerablemente por el golpe. Se paró y se retiró a su cuarto para no verle la cara de hielo a Aoshi, bueno y también por la vergüenza, le dejaría todo a Kenshin.

—Buena suerte, señorita Kamiya. —El ninja le tocó el hombro a Kaoru en señal de caridad y se retiró a recoger a Misao que se había despertado en medio del espectáculo y se encontraba con la mitad de cuerpo ya dentro del pozo de agua.

—Bueno Kaoru no creo que quieras una declaración en el estado en el que se encuentra mi amigo. —Sanosuke se encogió de hombros—. ¡¿O aun así quieres besitos?! —Sanosuke esperaba un golpe de parte de la kendoka, sin embargo, no lo recibió. Se limitó a mirar a Kaoru que parecía molesta. No, las palabras eran: decepcionada y enfadada. Se frotó la nuca con la mano y no le quedo de otra más que guardar silencio y retirarse a su cuarto.

A Kaoru no le importó que todos se fueran, ella tenía que esperar a Kenshin y hablar con él.

—Lo siento, señorita Kaoru. —Con la mirada baja, el pelirrojo salió del baño. De verdad se sentía avergonzado pero no podía negar que se había divertido—. Pensé que estaba durmiendo y por eso acepté tomar junto a Sano. —Se acercó a Kaoru, quien seguía con la mirada fija al piso—. ¿Qué es lo que le pasa? ¿Es otra cosa la que le preocupa? —añadió el espadachín, mientras se acercaba a la kendoka.

—La extrañas… ¿verdad Kenshin? —Lo miró fijamente.

—¿Extrañar a quién?

—A Tomoe, ella siempre ha estado en tus pensamientos y en tu corazón y eso jamás cambiara.

—Tomoe fue mi esposa y ocupa un pedacito de mi corazón, eso es algo que jamás va a cambiar Kaoru. —La joven sintió un una estocada al corazón—. Pero...ese pedacito es mínimo, sólo la recuerdo y la respeto como tal. Ella es sólo eso, un recuerdo.

—No puedes ser así de abierto sin tomar. Cuando fui contigo hace unas horas no te reíste como con Yahiko, parecías serio y pensativo. —Caminó tratando de alejarse del espadachín pero este le siguió.

—Kaoru, usted no es mi amiga. Usted no se puede comparar con ellos. A usted sería incapaz de aventarla por el aire sin importar que se rompa la cabeza. —Sonrió un poco al auscultar las risas de su Kaoru—. Tal vez será mejor que hablemos de esto después, me duele la cabeza y mañana tenemos muchas cosas que aclarar, cosas que no he tenido la oportunidad de dejar en claro con usted desde que Enishi se la llevó. Así que… vaya a dormir que mañana sabrá todo de una buena vez. Kenshin la tomó del brazo y la acompañó a su habitación.

—Gracias Kenshin y buenas noches. —Se despidió, mientras entraba a su cuarto.

—Buenas noches Kaoru… —Esperó que la puerta de la habitación se cerrara —. Buenas noches mi hermosa y linda Kaoru… mañana será el día que sabrás que te amo desde hace mucho tiempo.

Tres horas antes de sus borracheras…

—¡Himura! Ya está todo listo para la fiesta de cumpleaños de Kaoru, ya todo depende de ti —decía Misao con una actitud muy positiva—. Tae llegó ayer y me ha informado que el restaurante estará arreglado para mañana y que las flores junto con el anillo que le compraste a Kaoru están allá muy bien escondidos.

Kenshin, mentalmente agradecía por su nuevo trabajo con la policía local y en el restaurante Akabeko, sin estos y la recompensa que le habían dado después del combate contra Shishio, jamás hubiera sido posible poder comprarle una joya tan hermosa como la que merecía Kaoru.

—¡Qué bueno Misao! Gracias por todo lo que has hecho para ayudarme. —Se acercó, fundiéndose en un abrazo con la niña.

—Bueno, también Tae me dijo que como mañana será tu compromiso, no será necesario que vayas a trabajar, que de hecho, te tomes tres días libres para festejar y regreses el lunes. —Kenshin no cabía en sí de la emoción, no podía tener más suerte como en ese momento.

—Le agradeceré mañana, he estado muy nervioso con todo esto. Me he tratado de acercar a Kaoru como me lo aconsejaste, pero no sé, me cohíbo con las palabras; no quiero que me salgan mal y me rechace —musitó el joven con un aire de preocupación.

—¡No seas tonto, Himura! Primero, Kaoru se avienta al rio más profundo antes de rechazarte. Tú sabes todo lo que ha sufrido por tu silencio, hasta me dijo que cree que todavía amas a tu difunta esposa —señaló con molestia.

—La recuerdo sí, pero Kaoru es el amor de mi vida, un amor sin culpabilidad, sin venganzas, inocente, sólido y sincero. Todo lo que ofrece este amor es lo que quiero. Siento agradecimiento hacia Tomoe y respeto su memoria pero sólo eso —Sabía que debería dar más explicaciones, o más que eso, pues la jovencita lo miraba cruzada de brazos esperando la llegada del convencimiento—. Tú sabes cómo sufrí por Kaoru cuando pensé que estaba muerta. Yo…Yo me quería morir junto con ella. Pero dije y prometí que jamás volvería a matar y por eso no hice nada directamente contra mi cuerpo. Pero en realidad cuando me fui al Rakuninmura, no comí, no bebí y no me atendí las heridas que eran graves. En lugar de eso, sólo decía que estaba cansado y que sólo quería «dormir». Era el infierno para mí y me di cuenta, más que antes, cuanto amaba a Kaoru. Sabía que la amaba, pero no sabía qué era de esa clase de amor sin límites. Cuando Tomoe murió, yo aún quería vivir hasta crear la nueva era. Mas sin embargo, con Kaoru, no me importó nada y me quería dejar morir poco a poco, sin romper mi promesa. ¿Entiendes lo que esto implica?

Misao lo miró asombrada. Era verdad, cuando él creyó en la supuesta muerte de Kaoru no le importó nadie, ni Sano, ni Yahiko, nadie más. Sólo quería «estar» con Kaoru, lo cual era alcanzarla hasta la muerte sin tener que romper su promesa de no matar pues eso lo incluía a él.

—Tienes razón Himura, pero todo lo que me dijiste se lo tienes que decir a ella. Kaoru necesita oírlo de tus labios. No asumas que ella lo sabe por tus acciones —Kenshin le sonrió suavemente y colocó una mano sobre su hombro.

—No te preocupes, tú fuiste la primera que escuchó parte del discurso que le daré. Yo la amo y créeme que este es la clase de amor que perdurará más allá de la muerte misma. Al conocerla aprendí a valorar la vida y querer protegerla por ella… para estar con Kaoru, hasta que la muerte nos separe.

—¡Himura! De sólo escucharte me da ganas de decirle cosas bonitas a mi señor Aoshi, tal vez esta sea una señal. Pero para esto necesito un empujoncito —Destapó una botella de sake y tomó como si fuese simple agua.

—¡Misao! No creo que sea buena idea —Kenshin buscó con alarma a cierto dueño de los ojos azules más fríos que el hielo mismo.

—¡Vamos Himura, tómale! Vamos a celebrar tu futuro compromiso —Le decía, ofreciéndole la botella de sake—. ¡Ándale! De todos modos ya le dije a Sano y a Yahiko que te le ibas a declarar a Kaoru.

—¡¿Qué?! —Se asustó, ya conocía las ideas tan fuera de lo común de su amigo Sanosuke y si debía temer que alguien arruinara su compromiso, más que él mismo, esa persona era: su amigo, el luchador.

—¡Amigo Kenshin, aquí estas! Te estaba buscando —Llegó Sano junto con Aoshi caminando tras él—¡Te reto unas competencias de bebida como la última vez!…

Después de 3 horas…

—Kenshin… —Kaoru suspiró al sentarse en su futón—. Ni siquiera tuve tiempo de mostrarte mi regalo —añadió, tomando el reloj de arena entre sus manos—. A veces pienso que la amas como jamás podrás amarme a mí. Quisiera no verte sufrir, estaría dispuesta a sacrificar lo que hay entre nosotros, aunque no me hubieras conocido y poder saber que tú eres feliz.

Lagrimas comenzaron a rodar por las mejillas de la joven kendoka. Era medianoche y ella seguía despierta sollozando y lamentándose por no poder ayudar a su Kenshin. Volteó hacia abajo y abrió su puño dejando al descubierto su pequeño reloj de arena —Si pudiera evitar cosas de su pasado —Se dijo—. Yo desearía… Desearía evitarte sufrimiento y poder ayudar a Kenshin para que no tuviera que pasar por esto, para que el fuera feliz… —Aquello fue lo último que pudo articular antes de quedarse totalmente dormida. Inconscientemente abrió su puño donde el reloj de arena se encontraba, éste brillo por unos instantes y la arena cambio de color de un negro brillante a un blanco cristalino.

IV

En algún lugar de Kioto durante el Bakumatsu.

—Señorita, ¿se encuentra bien? —Kaoru despertó con un fuerte dolor de cabeza, miro a su alrededor confundida de su locación, era un callejón—. Es mejor que se vaya de aquí, las noches son muy peligrosas. —El anciano ayudó a Kaoru a ponerse de pie. —De pura casualidad pasaba por aquí y la note tendida inconsciente en el suelo. No podía dejarla aquí, así que decidí esperar a que despertara.

—Gracias señor, pero no sé que estoy haciendo aquí, me duele mucho la cabeza. —Se llevó ambas manos presionando su frente al no poder controlar el dolor.

De repente se vieron interrumpidos por unos pasos que provenían del techo que los cubría. —No se mueva señorita, no se mueva —ordenó el anciano, se acercó sujetando con cuidado a Kaoru para que no pudiera moverse.

—Pero…

—Son los hitokiris, correrá sangre esta noche.

—No lo podemos permitir, está prohibido el uso de las espadas, es más tengo que ir al dojo para pedir ayuda. —Se soltó del agarre y comenzó a correr.

—¡Espere...! —El anciano se dio por vencido y se dedicó a esconderse en un rincón.

Kaoru no reconocía las calles por las que estaba corriendo, todo se veía diferente, menos moderno y solitario. Sabía que no había tiempo que perder, tenía que llegar a alguna calle principal, encontrar a alguien y pedir ayuda. La pelinegra paró en seco al ver pasar frente a ella, justo a unas calles adelante, a un joven pelirrojo de coleta alta.

—¡Kenshin! —Kaoru corrió con todas sus fuerzas para darle alcance.

Ahí estaba Kenshin, de espaldas justo enfrente de ella. Parecía esconderse de alguien, o más bien, vigilaba a alguien. No sabía lo que estaba pasando, le dolía la cabeza y no reconocía el lugar. Pero al menos ahí estaba Kenshin, él le ayudaría a entender lo que le había pasado. Estaba algo cambiado, vestido y peinado diferente, sabía que también eso sería parte de su explicación. Así que se acercó con cautela para no sobresaltarlo. El pelirrojo no se movía, vigilaba a alguien muy de cerca. Kaoru estiró su mano para tomar la del joven y advertirle que ella se encontraba justo de tras de él, pero la vaina de la espada del joven la detuvo enterrándosele, un poco, en el cuello.

—Ni se te ocurra mover un dedo más o morirás en este instante. —Una voz fría y ronca anunció.

—Ken… Kenshin —Kaoru tomó la vaina tratando de alejarla de su cuello—. Deja de jugar y dime a quien vigilamos. —Kaoru alejó de un manotazo la espada del pelirrojo y observó a un grupo de hombres, incluyendo adultos y un joven.

El hitokiri sorprendido dio media vuelta y la miró con frialdad.

—¿Cómo demonios sabes mi nombre y quién eres tú? —Kenshin la apretó del brazo con tal fuerza que la chica se quejó de dolor—. Te tengo que matar… pero antes quiero que me digas: ¡¿quién diablos te dijo mi nombre?! ¡¿Para quién trabajas?! Y ¡¿Quién eres?!

—Kenshin, tu mirada.

—¡¿Qué demonios tiene mi mirada?! —Frunció el ceño al no entender a lo que la chica se refería.

—Tus ojos… son los de Battousai. —Kenshin sonrió arrogantemente.

—Hermosa… yo soy Battousai.

Continuara…


Notas del Autor: espero que les guste y comenten!