¡Hola! Tenía tiempo sin pasarme por estos lares, y probablemente no les interese pero ya que he recibido varios mensajes preguntándome sobre esta historia creo que es justo con ustedes que sepan que sucedió: la vida. A veces no alcanza el tiempo entre la universidad, el trabajo y las obligaciones. Así que había abandonado la historia, no para siempre, pero si durante un buen tiempo, creo que ya ha pasado un año! En fin, regresé, la historia sigue siendo la misma pero la narración cambió. Subiré los capítulos que estaban antes con el nuevo estilo.

Espero escuchar de ustedes y saber que opinan. Como siempre deseo que disfruten!


CHAPTER ONE

"There's a boy, lost his way, looking for someone to play, there's a girl in the window tears rolling down her face. We're only lost children, trying to find a friend trying to find our way back home..."


El repiqueteo de la lluvia contra el ataúd era incesante. Las gotas de agua mantenían un ritmo constante y casi musical. Ni desde que salieron aquella triste mañana ni mucho menos cuando llegaron a su destino, la lluvia no se había detenido por nada.

Aunque, ¿qué podía esperar ella de ese mísero lugar que había adoptado como casa? Nunca salía el sol, nunca dejaba de llover.

En algún punto entre la salida de la funeraria y la llegada a la pequeña capilla le había dejado de importar que su cabello estuviese ligeramente mojado al igual que su vestido. También le había dejado de importar que el frío estuviera calando sus huesos y que si no se cubría pronto su cuerpo iba a desarrollar una hipotermia severa.

Si era honesta consigo misma le había dejado de importar todo.

Isabella estaba en primera fila dentro de la única capilla de Forks. Aquel lugar siempre le había parecido curioso, no solo por su arquitectura victoriana sino también por su ubicación.

Alzándose pequeña pero majestuosa en uno de los tantos acantilados que Forks tenía, con las olas de la playa como eco, estaba la iglesia. Limitaba con La Push y lucía como si hubiese sido extraída de alguna historia vieja y romántica y puesta allí. Lucía como un recuerdo triste de tiempos mejores. Se veía envuelta en un aire de soledad y con su interior inusualmente cálido.

Lucía perfecta.

El agarre de René se hizo más fuerte y por un segundo Bella pensó que la sangre que se suponía tenía que llegar a su mano, se había detenido justo en la muñeca donde los dedos de su madre iban a probablemente dejarle una marca.

Tomó una honda respiración e hizo un conteo regresivo en su cabeza.

El Pastor Webber seguía citando pasajes bíblicos y resaltando como él había sido un buen hombre. Como su vida había sido un ejemplo. Como había servido con tanto esmero a la comunidad de Forks.

El Pastor Webber recalcó como el jefe de policía de un pequeño pueblo olvidado por todos había estado presto a ayudar cualquiera fuese la circunstancia.

El Pastor Webber estaba hablando de Charles Swan, su padre que ahora yacía frio, inerte y sin vida dentro de un ataúd de madera cobriza y con grabados hechos por sus amigos de La Push.

"Pero ninguno de nosotros," continuó el Pastor, "conoció a Charlie tal como su hija lo hizo."

Aquella era la parte del programa que René había preparado donde se suponía que Bella tenía que intervenir y dar las últimas palabras para así dar paso a su sepultura no muy lejos de allí. Había dejado que su madre arreglara el funeral y el entierro porque ella no estaba segura de poder hacerlo adecuadamente. En primer lugar porque su cabeza aún no asimilaba del todo la idea de la muerte de Charlie, y en segundo lugar porque la misma René se había ofrecido a hacerse cargo de todo y Bella estaba tan exhausta que no quiso discutir.

Había pasado tanto en los últimos meses que ella no se sentía con muchas ganas de pararse allí al frente y decir un discurso preparado. Además ella era firme creyente que si las cosas no se habían dicho en vida a la persona que amabas, después de muerta ya para qué.

Sin embargo se puso en pie y soltando la mano de su madre caminó hacia el frente.

Aclaró su garganta y sus ojos buscaron con urgencia el fondo donde las imponentes figuras de los nativos de La Push resaltaban entre el resto. Había mucha gente, ella estaba casi segura que todo Forks estaba abarrotado en la capilla.

"Mi padre no era una persona especialmente amigable," comenzó, "era más bien ermitaño," no pudo evitar la sonrisa suave que se extendió por sus labios, "le gustaba ir de pesca antes que ayudarme a cocinar, y jamás en su vida supo cómo hacer una sopa sin que antes se le quemase el agua. No era una persona cariñosa y rara vez daba un abrazo sin sentirse incómodo. Era corto de palabras pero directo cuando hablaba. Y siempre que podía y que yo le permitía, anteponía sus necesidades y deseos a los míos. Efectivamente ninguno lo conocía como yo lo hacía. Y nadie lo amaba como yo lo hacía," Bella suspiró y echó un vistazo a su madre, "de lo único que me arrepiento es de no haberle dicho las suficientes veces que lo amaba y lo orgullosa que estaba de ser su hija."

Hubo un silencio, de aquellos que se apoderan en momentos en lo que un grupo de gente no sabe cómo proceder en un momento delicado o incómodo. Después de un par de segundos su madre tomó vocería y todo lo que pasó después de eso fue borroso y confuso.

Bella fue arrastrada de un lado a otro y asentía sin saber muy bien qué le preguntaban. Era rodeada por brazos que no conocía y le susurraban palabras de aliento que realmente no necesitaba escuchar. Al menos no de ellos. Ella solo quería llegar a casa, acurrucarse bajo las cobijas y dejar que el mundo siguiese su curso sin ella por un buen rato.

"Oye, Swan," giró su cabeza para encontrar a Jake completamente vestido. Desde que había descubierto que era un hombre lobo y que fuese aceptada por la manada como la adoptada blanca con membresía especial, Jake y la manada completa se mantenían siempre sin camisa por todas partes cerca de ella, por lo que verlos con ropa era… bueno, raro, "mi padre y los ancianos harán una fogata en honor a Charlie," su sonrisa genuina y suave hizo que cualquier plan por dormir hasta que la necesidad la arrastrase fuera de la cama fuese arrojado a la basura.

"Estaré allí," prometió.

"Lo sé," la forma como sus ojos castaños brillaban la hicieron sentir en calma, y el calor que emanaba fue recibido gustoso por su cuerpo que ya comenzaba a tiritar de frío.

Jake lo notó, notó que su nariz estaba roja y sus dientes comenzaron a castañear por lo que dio un paso al frente y la envolvió en sus brazos calientes. Bella no podía expresarle cuán agradecida estaba por ello. Por ese abrazo que significaba no solo calor a su cuerpo sino a su corazón.

Desde que ellos se fueron, la manada de La Push había sido su primavera en pleno invierno. Y cuando Charlie fue diagnosticado con leucemia en su última etapa, se convirtieron en su firme cimiento y su rayo de sol. Su padre había muerto con la tranquilidad de que su hija ya no tenía una tendencia a ser un poco asocial y que iba a estar bien protegida.

De hecho, Charlie había muerto con la tranquilidad de que Bella no era la misma de antes. Seis meses podían hacer mucho en una persona.

Se sentía estúpida y desagradecida siempre que recordaba su auto infligida miseria e infelicidad. La forma como había hecho sentir desesperado a su padre al verla sumida en tanto dolor. Era respetable sufrir una ruptura después de terminar las cosas con alguien que se amaba demasiado pero en definitiva no era sano en ninguna manera quedarse sumido en un pozo de desesperación.

Por lo que cuando la realidad de Charlie la abofeteo y comenzó a cuidar de él al segundo mes, se sentía menos miserable. Comenzó a darse cuenta del valor de las pequeñas cosas en la vida, y con el paso del tiempo las sonrisas y bromas venían de manera natural. La manada era experta en mostrarle todo el tiempo que la vida era una fracción muy corta de tiempo, que las risas jamás eran escasas y que las horas se debían aprovechar al máximo. Había aprendido tantas cosas en tan poco tiempo y de personas que jamás pensó.

Su acercamiento a Charlie, su tiempo con la manada e incluso el instituto habían hecho que la realidad de la enfermedad de su padre y el dolor de su ruptura con Edward fuese menos... triste. Pero desde el día anterior, cuando el corazón de su padre había dejado de latir, todo el dolor acumulado se había propagado por su cuerpo juntándose con el dolor de la muerte de Charlie y ahora ella se había convertido en una granada que podía explotar en cualquier momento.

"Bella," el susurro de su madre hizo sacudir sus pensamientos. Se despegó suavemente de Jake y parpadeó tratando de enfocarse. Jake le lanzó una mirada que prometía una conversación y asintió hacia René para luego desaparecer entre la gente.

"¿Uhm?"

"¿Quieres irte a casa?" preguntó con un tinte de preocupación en su mirada.

"Sí."

"Ve y descansa, cariño, yo me encargo de todo aquí," René la rodeó en un abrazo fuerte, "te amo cariño," su voz era un susurro que se iba con el viento, "cambia esta ropa y toma un baño caliente. Por favor."

"No te preocupes, estaré bien."

Agachó la cabeza y serpenteó entre la gente en busca de su viejo monovolumen. Evitó las personas como si su toque diese lepra, y al parecer todos entendían el mensaje de no acercarse a ella en ese momento. Una vez dentro de su auto, dejó que el peso del día, las preocupaciones y el dolor se fuesen de ella por un momento para tratar de manejar en paz.

Se imaginó una playa de arena blanca y agua turquesa. Se imaginó en una hamaca meciéndose mientras la brisa con sabor a sal jugaba con su cabello y el sol le calentaba las mejillas. Se imaginó con un libro en la mano y una risa en los labios.

Isabella Marie Swan solo quería llegar a casa y soñar con cielos abiertos y el sonido de olas chocar en la orilla.

.

I MES

.

Tick Tock.

Tick Tock.

Tick.

Tock.

El repiqueteo sincronizado e indetenible de las manecillas del reloj de pared de la sala inundaba toda la silenciosa casa. Bella había aprendido a asociar y conectar aquel sonido con los golpeteos de su corazón. Suaves y lentos, pero seguros.

Marcó el compás del reloj con los dedos que al tamborilearlos rítmicamente contra la mesa hacían eco. Aquella costumbre la había adquirido recientemente. Era como un pequeño incentivo a su corazón para que se mantuviera a ese ritmo durante todo el día. Y en momentos de necesidad eran un recuerdo para que su corazón no olvidase que pasara lo que pasase debía seguir latiendo… latiendo suave y lento.

Se levantó justo cuando las manecillas marcaron las siete y media. Aún se levantaba temprano, era algo intrínseco en su naturaleza contra lo que no podía luchar. La diferencia era que ya no le gustaba llegar temprano al instituto, ahora, entre más rápido entrara a clase y entre más rápido saliera de ellas, mucho mejor.

Tomó las llaves del monovolumen y salió entre la triste llovizna. El frío aire de la mañana golpeó su rostro haciendo enrojecer sus mejillas y congelar su nariz. Ajustó su abrigo negro y entró al auto, encendiendo la calefacción de inmediato. Si iba a conducir media hora, porque el monovolumen no podía acortar ese tiempo a los quince minutos que realmente tomaba el trayecto hasta el instituto, al menos no iba a congelarse.

Manejó con paciencia y a la mayor velocidad que le permitió el cacharro. Jake no se cansaba en decirle una y otra vez que debía dejar el viejo auto en sus manos para arreglarlo.

Sam, el alfa de la manada de La Push tenía un terreno que había adecuado como un taller que funcionaba hasta como ferretería en toda la entrada del territorio nativo, donde todos los hombres lobos trabajaban. Era su forma de mantenerlos a todos ocupados y vigilados. Además de que había resultado un buen y próspero negocio.

Bella se había negado justo la semana pasada a que Jake y algunos de la manada revisaran el auto bajo la excusa de que su pequeña gran chatarra no necesitaba de nadie y que así como era estaba perfecta. Una gran mentira. ¡Claro que ella quería que su camioneta fuera un poco más rápida! Pero la idea de cambiar algo en ella, incluso su lentitud agobiante y aquel sonido extraño que hacía al encenderse le aterraba.

¿Por qué? Ella no sabría explicarlo. Quizá se debía a los muchos cambios por los que había pasado. Lo más probable es que fuese que cada vez que veía la camioneta, la sonrisa de Charlie aparecía en su cabeza. Cual fuese la razón, se negaba a la idea de añadir otro cambio en su vida. Al menos no en ese momento.

Llegó justo a tiempo para escabullirse en el salón de clase en silencio pero no para pasar desapercibida. Había cambiado, todo el mundo podía dar fe de ello y una de las más grandes pruebas era su constante llegada tarde o más bien su llegada exactamente a tiempo y su falta de interés por mejorar ese aspecto.

"Señorita Swan, pensaba que no nos honraría con su asistencia el día de hoy, de nuevo", Madeleine Simpson, una mujer que pisaba casi los setenta años cuyo tono bien podía ser interpretado como un reto para una lengua rápida o una acusación que no dejaba lugar para una réplica. Era la única en todo el cuerpo de docentes que no la miraba como si fuese un cachorro a pocos días de una muerte por eutanasia. Y era precisamente esa razón por la que Bella le tenía aprecio.

Decidió no responder el comentario y se acomodó en su lugar al lado de Ángela dándole una sonrisa por saludo.

Había días de días. Días en los que las horas pasaban más rápido y días en los que ella quería tener un reloj universal cuyas manecillas ellas pudiera mover a su antojo para adelantar el tiempo. Hoy era uno de esos días en los que se asombró de haber llegado al último periodo de clases sin asesinar a alguien en el intermedio. Y no era porque ella tenía alguna clase de odio hacia la raza humana, era sólo a las personas que la observaban con lastima y parecían no tener otra cosa más que hacer que verla caminar todos los días y cuchichear rumores que Dios sabe ya por donde iban.

"Bella," se detuvo a mitad del estacionamiento.

"Hola Ang, Jess ¿qué sucede? ¿Necesitan un aventón?" preguntó amablemente. A su lado estaba Jessica. Había sucedido algo entre Jessica y Lauren que las había separado y al parecer el desacuerdo había sido de tal magnitud como para que su amistad terminara abruptamente. Bella no lo sabía y tampoco le apetecía andar preguntando para averiguar. Se conformaba con que Jessica se juntara con Ángela y se le pegara esa linda costumbre de no andar inmiscuyéndose en vidas ajenas y ser, sorprendentemente, una buena amiga.

"Oh no, Jessica me llevará hoy. Sabes, ese taller está demorando demasiado en reparar mi auto. En fin, el baile de otoño ya está cerca e iremos a ver vestidos mañana, ¿te apuntas?"

Bella vaciló. Los bailes no eran algo en lo que era particularmente buena. Una cosa era tontear en una fogata con la manada o en casa mientras aseaba, y otra muy distinta era un baile de instituto, con vestidos y citas. Su falta de coordinación era increíble y el amor que tenía su rostro por el piso también.

Sin embargo, Ángela y Jessica habían sido tan buenas con ella los últimos meses y Bella había aprendido a darle un chance a la vida y todas las cosas buenas que traía salir a divertirse y ser joven.

"Seguro, me apunto."

"¡Genial!" Jessica aplaudió con entusiasmo, "nos vemos mañana entonces."

"Claro," le sonrió, "oh, ¿Ángela? Conozco un lugar donde pueden arreglar tu auto más rápido," la susodicha parpadeó confundida, "quizás la otra semana podamos ir."

"Me encantaría," respondió acomodando con un dedo sus lentes.

Bella se despidió y subió a su auto.

Mientras conducía de regreso a su casa miles de pensamientos invadieron su cabeza. En ocasiones como aquellas cuando su cerebro se sobrecargaba de recuerdos y su corazón sufría un desbordamiento de emociones no podía conducir con claridad. Daba vueltas en su auto como su cabeza también daba vueltas sobre asuntos pasados, presentes y futuros.

Pero en esa ocasión se distrajo demasiado que no notó que ya no estaba yendo a casa, por el contrario estaba a pocos metros de la entrada del camino que conducía al claro. Al claro que solía ser de él. De ella. De ambos. Su corazón dio un brinco desesperado y tuvo que orillarse para tomar una respiración profunda e inesperadamente molesta. No era dolorosa como solía serlo cuando recordaba, era más bien como una opresión sobre su pecho que llegaba a ser fastidiosa.

Otra cosa que había aprendido era que si bien no podía inmiscuir demasiado la cabeza en los asuntos del corazón y viceversa. Podía domarlos a ambos usando un poco del otro. En ocasiones el estúpido corazón necesitaba ser domado con bozal y correa por el cerebro.

En otras ocasiones el cerebro debía dejarse guiar por el corazón y tomar decisiones saludables y sensatas.

Y había momentos en los que ambos parecían estar de acuerdo en tomar decisiones bien estúpidas.

Bajó del auto y colgó su mochila al hombro. Volvió a tomar una gran bocanada de aire antes de comenzar su camino que por alguna razón su cabeza aún recordaba a la perfección y que a pesar de las cortadas, los golpes y las caídas durante el trayecto, llegó, casi viva a su destino no planeado.

¿Qué era lo que ella hacía allí? No tenía la más mínima idea, aquel claro se extendía majestuosamente frente a sus ojos. Era una de las vistas más hermosas que había visto en toda su vida. El pasto le llegaba hasta más allá de los tobillos y las flores silvestres adornaban el lugar con su multitud de colores. Era increíble como sin haber sol el lugar brillaba como si hubiese sido desprendido de algún cuento infantil.

Su mirada recorrió el lugar antes de gritar.

Gritó como jamás lo había hecho. Gritó por su padre, gritó por Edward, gritó por ellos. Gritó por lo rota que se sentía. Gritó por todo y a la vez por nada. Gritó porque se suponía que eso debía hacerla sentir mejor, pero aquello simplemente provocó que dos lobos del tamaño de un león aparecieran frente a ella en un parpadeo.

Bella ladeó la cabeza.

"No es que no me alegre de verlos, pero, ¿qué están haciendo aquí?" la loba de pelaje gris tenía sus ojos alertas y su postura de defensa obligó a Bella a justificarse, "no ha sido nada," la tranquilizó, "solo era yo realizando un experimento."

Leah le echó una mirada a su hermano quién asintió, le dio una mirada y si un lobo pudiera sonreír juguetonamente ella estaba segura que él lo hubiese hecho. Salió corriendo del claro desapareciendo en el bosque. Y como era su costumbre últimamente, la altiva loba cambió de forma frente a Bella, quedando completamente desnuda.

La primera vez que Leah se había transformado frente a Bella había sido una situación incómoda, demasiado incómoda. Pero ultramente necesario. Leah se había herido una pata en forma de lobo y no había médico cerca. Por más de que los lobos curasen a gran velocidad había que acomodar la pata de manera adecuada para que pudiese sanar, y Bella era la única que tenía experiencia en primeros auxilios y que estaba cerca. Pero para ello tenía que volver a su forma humana. Ella sabía cómo curar un tobillo o una pierna, no una pata.

Antes de aquella situación, las cosas entre Leah y ella no eran bastante amigables. De hecho decir que la loba la soportaba ya era demasiado. Bella por su parte se sentía curiosa hacia ella. Leah tenía un temperamento explosivo y una personalidad de hierro. Había construido muros aparentemente impenetrables que bien habían sido consecuencia de estar rodeada de hombres todo el tiempo y ser la única mujer lobo en una manada cuyos pensamientos estaban interconectados… o la acumulación de dolor y soledad que habían hecho mella en su corazón.

Pero entonces un tobillo y un fémur roto, más la soledad de la playa por unas horas le permitieron a ambas llegar a términos y luego convertirse en buenas amigas. Dos mujeres entre tanta testosterona era un respiro y Bella había aprendido a confiar en ella tanto o más que como lo hacía con Jake.

"¿Has perdido la cabeza?" siseó.

"Solo un poco," respondió abriendo la mochila y sacando un minúsculo short que apenas alcanzaba a cubrirle el trasero y una camiseta ajustada sin mangas que llevaba consigo desde que Leah y ella comenzaron a considerarse la una a la otra como amigas. Se los aventó.

"Mujeres blancas…" masculló seguido de un par de palabras en el dialecto Quileute.

Bella fácilmente se sentía como el ser humano más plano e insignificante del mundo al lado de Leah. La chica era alta y curvas por todas partes. Además la forma como su cabello liso y negro le llegaba hasta la cadera hacía que ella deseara cortárselo por pura envidia. Era una menuda cabellera. Tenía los ojos vivaces y del color de la noche que hacían un bonito juego con sus rasgos nativos y piel oliva.

"¿Qué haces acá? ¿Están patrullando?" preguntó curiosa.

Leah comenzó a caminar asumiendo por defecto que Bella la seguiría. El problema no era seguirla, sino seguir su paso. Los lobos tendían a olvidar que ella era humana, pequeña y escuálida.

"No son tiempos seguros para que los humanos vaguen solos, menos tú y menos en los bosques," advirtió, "en especial tú." Bella rodó los ojos.

"¿Qué sucede?"

"Ayer Paul y Embry estaban patrullando más allá de la línea cuando sintieron la esencia de un vampiro. Paul lo persiguió hasta el acantilado pero el vampiro saltó. Hoy lo volvimos a sentir pero no lo hemos visto," anunció. Bella se detuvo en seco. Un cosquilleo se deslizó por sus piernas.

"¿Cómo es?" Leah se detuvo y la recorrió con la mirada de aquella forma que siempre hacía cuando trataba de leerla. A Bella le parecía enervante como los ojos de Leah eran calculadores y… lobunos aún en su forma humana.

"No son ellos, y tampoco es como ellos," respondió finalmente, "ojos borgoña, piel oscura, y cabello largo," describió. Isabella cambió su peso a su pierna derecha sintiendo una molestia repentina. Las probabilidades eran mínimas pero estaban ahí.

"Quizá… quizás sepa quién es."

La mirada de Leah no cambió, simplemente dio media vuelta y retomó el camino para salir del claro.

"No sé por qué no me sorprende, ¿quién es?"

Bella aceleró el paso pero tropezó en el proceso con una rama. No cayó de boca contra la fría tierra mohosa porque Leah alcanzó a agarrarla por el codo y estabilizarla. Maldijo por lo bajo.

"Puede ser Laurent," respondió sacudiendo su pantalón.

"¿De los que quisieron matarte una vez?" Bella asintió con lentitud haciendo una mueca.

"Pero él se había ido a Alaska intentando la dieta animal."

Leah soltó una carcajada seca.

"Sabes, es realmente curioso como intentan ir en contra de lo que son, rayan en el punto de lo admirable. Por supuesto jamás dirás que dije eso," los pasos de Leah no se sentían. Por un minuto a Bella le parecieron como si ni siquiera tocaran el piso, a comparación con ella que hacía tanto ruido que le era imposible pasar desapercibida en el bosque. Aunque en su muy pobre defensa, Leah estaba descalza, "pero la cosa es que ellos son vampiros, criaturas que pertenecen a las sombras y la oscuridad. Nunca se puede pelear contra lo que eres."

"Hay casos de casos, Leah."

"No pienso discutir eso contigo," la loba aminoró el paso para ir su ritmo, "¿qué hacías en el bosque, Isabella? De todas las personas en este pueblo a la que menos pensé que vería sola en un bosque era a ti."

"No lo sé," respondió con sinceridad, "¿me creerías si te dijera que llegué aquí sin darme cuenta?"

Leah volvió a darle esa mirada larga. Bella había adquirido esa costumbre de ella, o característica. Su rostro era inexpresivo y sus labios era una línea gruesa. Remataba su expresión fría y calculadora con una ceja ligeramente levantada y sus ojos fijos en el rostro de ella.

Aquello de que adquiríamos expresiones y hábitos de otros por tanto andar con ellos era cierto.

"Supongo. Evita hacerlo nuevamente, están sucediendo cosas…" Leah sacudió la cabeza y dejó a Bella con una oración rota colgando en el aire. No presionó por saber más.

"¿Han doblado el patrullaje?"

"Sí, pero para ser honestos sin la guía completa de Sam y el apoyo de Jared no podemos hacer mucho, y tú bien sabes cómo me sabe a vinagre lo que he dicho."

Llegaron a la camioneta.

"¿Aún entrenan a los nuevos?"

"Un lobo nuevo es… complicado y requiere mucha atención. Teníamos tiempo sin tener vampiros y ahora…"

"Complicado, entiendo. Entonces, ¿no hay fogata hoy?"

Leah negó. Subieron a la camioneta y Bella de inmediato agradeció el calor que proporcionaba el interior de su auto.

"Me toca patrullaje nuevamente en la noche… con Jake," tragó en seco provocando que Bella soltase una risita, "cállate, solo cállate," advirtió hundiéndose en el asiento del copiloto.

"¿Qué? No he dicho nada."

"Estabas a punto," rodaron los ojos.

"Le haces frente a Sam, a Paul, a toda la manada. Incluso antes de que pasara lo que pasó eras mordaz con Jake. Y ahora…" hizo el giro para tomar la carretera a La Push. Leah gruñó. Y Bella no pudo evitar estremecerse ligeramente porque aquello no era la expresión básica que se utiliza de gruñir, no, Leah realmente gruñó bajo y gutural.

"Solo pasó una vez entre nosotros y no volverá a suceder jamás," sentenció dando por finalizada la conversación, "además, él tiene un crush por ti," la lluvia que había sido una constante en el día disminuyó hasta casi desaparecer.

"No lo tiene."

"Tú no lo tienes en tu cabeza siempre, Swan," Bella soltó un suspiro.

"Él sabe que solo somos amigos, es como un hermano."

"Eso no evita que él piense sobre ti, y no precisamente como una hermana. Aunque gracias a todo lo bueno en este mundo no es ni de cerca tan fastidioso como patrullar con Sam o estar en forma lobuna con Sam," se enfurruñó en el asiento cruzándose de brazos.

"¿Tan intenso es el lazo?" la loba se encogió de hombros.

"Entiendo la imprimación, pero que la entienda no significa que me gusta o que no duela," eran pocas las veces que Leah hablaba con sinceridad sobre sus sentimientos y cuando lo hacía Bella le prestaba la máxima atención posible.

Tomó el camino apedreado que descendía a la aldea.

"Yo aún no lo entiendo, es decir, ¿Sam y Emily se veían todos los días hasta que una vez simplemente se imprimaron?"

"Algo así, ¿realmente esperas que sepa?" preguntó cortante, "trato de ignorarlo lo más que pueda, a ambos, tomo turnos en los que Sam no está y evito ir a un lugar si sé que Emily está allí…" calló al segundo que comenzaron a ver las humildes y hogareñas casas de la aldea.

"Apesta," susurró sin saber que más decir. Bella podía intentar entender las leyendas y la magia que rodeaba a las Quileute pero era difícil seguirles el ritmo o el sentido.

Leah tomó una bocanada de aire.

"Realmente apesta," dijo ausente y olfateando el aire.

"No me refería a…"

"No," la cortó, "apesta, huele casi como a carne quemada y…" arrugó la nariz, "¿qué es ese olor?" musitó bajando de golpe de la camioneta a pesar de que Bella no la había estacionado aún.

Leah caminó hasta la casa de Sam, que se había convertido en algo así como el cuartel general de los lobos, además de que era una de las casas más grandes en La Push. Bella dudó entre quedarse en el auto o salir, pero cuando Leah salió con una mueca de sonrisa en el rostro supo que todo era seguro.

"¿Qué pasa?" preguntó bajando y acercándose a ella.

"Uno pensaría que por ser nativos al menos sabrían como iniciar un buen fuego para una barbacoa," le hizo señas para seguirla hasta el patio trasero, "¡eh, chicos! He traído ayuda, muévanse de esa cocina antes de que ocurra una desgracia," gritó una vez habían pasado la cerca.

Leah no parecía notarlo pero Bella sí lo hacía. Había cierta naturalidad y familiaridad en como ella se movía en esa casa. Como conocía cada rincón y trataba de negárselo a sí misma. Sin duda debía ser difícil para ella estar allí a sabiendas de que aquella casa ya era el hogar de Emily y Sam.

"Les dije que esperásemos a una mujer pero, ¿alguna vez me escuchan? ¡No!" refunfuñó Embry pinchando con su tenedor un pedazo de carne negra.

Un coro de holas y Bellas resonó en sus oídos. Les sonrió.

"¿Dónde está Jake?" preguntó al escanear el lugar y no encontrarlo, "¿y Sam? ¿Cómo es que están aquí holgazaneando y no trabajando?"

"Por favor Bella, no nos dañes el momento," replicó Paul desde el piso. Tallaba algo en un trozo de madera del tamaño de su dedo índice.

"Jake y Sam están entrenando a los nuevos," gritó Seth desde la cocina revisando el refrigerador industrial, "por cierto Lee, Jake dijo algo sobre que no podía patrullar contigo esta noche," masculló a su hermana con la boca llena.

Bella enarcó una ceja a Leah quien le dio una mirada de advertencia. Los secretos no existían entre los lobos, la mente estaba tan conectada que hasta podían filtrarse sentimientos y que un lobo pudiese bloquear algo… era improbable. Pero de alguna manera Leah y Jake lo habían logrado. Ponían a pensamiento público lo que ellos querían, seleccionaban de sus pensamientos lo que ellos deseaban que el resto supiera. Por supuesto ninguno de los lobos conocía esto. Solo Bella.

"¿Quién patrullará conmigo entonces?" preguntó la loba cambiando radicalmente de tema.

"Paul lo hará," tragó e hizo una mueca arrugando su nariz, "por favor Bella, ¿puedes salvarnos? Eso es asqueroso," apuntó con la cabeza a la carne.

"Veré que puedo hacer," le sonrió al chico que se había convertido en un pequeño no tan pequeño pero sin lugar a dudas exasperante hermano menor, "desaparezcan de esta cocina y vayan a… hacer cosas de lobos."

"¿Cosas de lobos?" Embry se acercó a ella. El hombre lobo le sacaba por lo menos cinco cabezas y su cuerpo musculoso y gigante hacían que su figura se viese minúscula a su lado, "cosas de lobos," murmuró bufando, "harás comida decente y comestible, esa es la única razón por la cual no discutiré contigo… cosas de lobo… ¿alguno escucha lo que esta mujer blanca dice?"

La cocina comenzó a despejarse entre risotadas estruendosas y un Embry mascullando por lo bajo. Leah rodó los ojos.

"Vamos, hagamos algo masticable," comenzaron a trabajar entre silencios cómodos y cortas conversaciones. Llegaron a un punto en que la pregunta casi semanal de Leah hizo aparición mientras picaba la verdura, "¿cómo lo llevas?"

Bella detuvo el cuchillo y levantó la mirada.

"Si finjo estar bien, ¿no estaré bien?" se encogió de hombros, "¿qué hay de ti?" preguntó de vuelta.

Aquella era otra de las cosas que habían hecho que Leah y ella se acercasen más. Sus papás habían muerto recientemente. Eso y que ambas habían sido casi que abandonas por las personas que amaban. Las coincidencias entre ellas habían dejado de ser simples coincidencias y pasado a ser hechos que las habían destinado siempre a encontrarse.

"Si finjo estar bien, ¿no estaré bien?" respondió con una sonrisa, "algunos días son mejores que otros, tú lo sabes," retomó sus verduras, "tengo la esperanza que podre estar completa de nuevo pronto."

"La esperanza es a lo único que nos aferramos cuando la situación es desesperanzadora," Bella sacó del horno las papas. Leah rió

"Tú mi querida amiga eres un pequeño rayo de sol," Bella golpeó su hombro juguetonamente y sonrió.

"Quiero parecerme a ti," bromeó. Quedaron en silencio por un par de minutos antes de que Bella hablara con seriedad: "cuando te rompes, puedes recoger los pedazos de tu vida y armarla nuevamente pero nunca quedará igual a como era antes, siempre habrá un pedazo de ti que estará roto."

"¿No es esa la idea?" Leah se levantó de la encimera, "¿no volver a ser como antes?"

"Lo es, pero la idea tampoco es estar roto siempre."

"Mi padre solía decir que todos nacemos rotos y que dejamos de estarlo cuando nos damos cuenta que somos la mitad de un todo. Cuando hemos encontrado la pieza faltante de nuestro todo entonces las historias que se cuentan sobre el amor se vuelven ciertas."

"Harry Clearwater era todo un romántico."

"Sí," sonrió Leah, "lo era."

Bella pasó la tarde en La Push rodeada de la mana, como casi siempre lo hacía cuando no le tocaba turno en el trabajo. Pronto al asado improvisado se unió Sam y Jake, este último intercambió una mirada con Leah y se movió hasta el otro extremo del lugar para comer porque aparentemente así era como dos personas medio adultas libraban la incomodidad y aunque no quisieran admitirlo, la tensión sexual. Era totalmente ridículo, si le preguntaban.

La noche iba cayendo con más afán por lo que Bella se despidió de todos y dejó que Jake la acompañase hasta su casa.

"Es enserio Bella, debes dejar que revise esta chatarra," lo miró. Jake era de la clase de chicos que no podía dejar las manos quietas en su regazo. Estaba revisando la guantera y toqueteando la parte inferior del asiento.

"Nadie te invito a acompañarme," respondió centrándose en la carretera.

"Disfrutas de mi compañía, lo sabes," Bella lo miró de reojo. Sus manos ahora recorrían la puerta del copiloto. Si bien Jale era inquieto aquello estaba rayando ya en lo absurdo y eso solo podía significar una sola cosa.

"¿Hay algo que quieras decirme, Jake?" preguntó. Sus manos finalmente cayeron a su regazo y Bella pudo escuchar como tomaba aire estruendosamente.

"Bella, estás viviendo sola."

"Vaya observación hombre lobo."

René le había rogado que se fuese con ella a Phoenix pero dado que ya tenía dieciocho años ella podía decidir qué hacer y por muy extraño que llegase a parecer había decidido quedarse en el pequeño y lluvioso pueblo de Forks a terminar el instituto y demostrar que podía sobrevivir a todo lo que la vida le lanzara. A la muerte de su padre y a una ruptura desastrosa, ella podía con eso y realmente lo estaba consiguiendo.

Ya después de acabar el instituto vería a dónde ir.

"A lo que me refiero," dijo, "hay fríos rondando por aquí nuevamente y tú eres un imán para el peligro…"

"Déjame adivinar, crees que es muy peligroso para mí vivir sola," concluyó por él. Lo vio asentir, "¿y tú sugieres qué…?"

"Ven a vivir a la aldea," respondió, "estoy seguro que Sue te recibiría con los brazos abiertos, vivirías con Leah," sugirió soltando las palabras de golpe. A medida que se iban acercando a la casa la voz de Jake se hacía más urgente, "estaríamos pendiente de que nada te sucediera y no vivirías sola Bells."

Bella aparcó el auto en la entrada y apagó el motor.

Los ojos suplicantes de Jake le decían que todo lo que él había dicho, lo había dicho enserio. Podía ver la urgencia y la preocupación. Bella sintió un calor extenderse por su pecho.

"Hay muchas personas que viven solas en Forks, Jake, no puedes proteger a todas ellas llevándolas a vivir a la aldea," comenzó escogiendo sus palabras con cuidado, "decidí vivir sola. Estoy haciendo esto por mí, necesito hacer esto, y no me pasará nada. Además ustedes siempre están patrullando," le recordé, "voy a estar bien."

"Isabella…"

"Voy a estar bien."

Jake suspiró.

"Eres terca."

"Si el problema es que viva sola, desde mañana pondré un anuncio diciendo que hay una habitación disponible para arrendar," respondió.

Su trabajo de medio tiempo en la tienda de los Newton le alcanzaba, más lo que Charlie había dejado para ella en una cuenta de ahorros y lo que su madre le enviaba semanalmente. No necesitaba realmente el dinero de un alquiler pero necesitaba con desesperación que el cuarto de Charlie se convirtiese en otra cosa. Además de que siempre podía ser interesante, y si eso tranquilizaba de alguna manera a Jake entonces todo iba perfecto.

"¿Estás hablando enserio?"

"Sí."

"Bien, supongo que eso es un poco mejor," bajaron de la camioneta, "¿te toca trabajar mañana?" Bella negó.

"No, pero iré a comprar un vestido," Jake enarcó una ceja, "no me mires así," se defendió, "creo que iré a Port Ángeles mañana en la tarde con dos personas más," recalcó, "así que no me esperen."

"Nos vemos entonces, Bells," se despidió con su sonrisa brillante y se perdió en el bosque.

Bella abrió la puerta y agradeció de inmediato el calor que le brindaba su pequeña casa que en el último mes había cambiado tanto como ella. Ahora era más moderna y limpia. Cada rincón había sido renovado, inclusive el exterior pintado y arreglado. Se podía respirar tranquilidad, paz y soledad. Mucha soledad.

Con parsimonia subió las escaleras hacia su habitación, pasando por la de Charlie, no sin antes echarle un vistazo nostálgico. Mandó a su cerebro a callar y a su corazón a desconectarse por el día. Tendría suficiente tiempo mañana para sentir y ahogarse en penas, ahora solo quería tirarse a dormir. Sentir las sabanas suaves contra su cuerpo y la almohada bajo su cabeza mientras era arrullada por la brisa que golpeteaba su ventana.

La mejor forma de terminar el día para Bella era cansada porque solo así podía tener un sueño sin pesadillas.


Sofía.