Capítulo 1
40 minutos...
40 minutos contó Rachel cuando reviso su reloj por milésima vez.
Su cuerpo estaba entumecido del frío, al parecer el invierno había comenzado con su mejor carga y ella era una pobre víctima bajo este crudo invierno.
Su ojo hizo nuevamente un tic y soltó un tembloroso suspiro de sus labios, comenzó a frotarse las manos con brusquedad, tratando de encontrar algo de calor corporal pero parecía que eso tampoco estaba de su lado.
Definitivamente Finn había roto todos los esquemas de "novio perfecto". Habían quedado en el parque hace 40 minutos ¡40 MINUTOS! Y ella le había mandado varios mensajes y ninguno de ellos había llegado con respuesta. Sinceramente, ¿qué podía esperar de alguien que llega tarde a sus citas?
Un nudo se forma en su garganta y trata de contener un sollozo, se dice que el invierno es la mejor estación para estar con su pareja, pasar la mayoría del tiempo para superar el frío y hablar de infinitas cosas mientras esperan las fiestas pero Finn no era en absoluto un chico con el cual podría compartir una charla intelectual, su elevado conocimiento léxico muchas veces había dejado al chico mirándola como si le hubiera crecido otra cabeza y ella con mucha paciencia traducía lo que había dicho de un modo más ... infantil.
Muchas veces se habían quedado sin tema para discutir, ella era una chica con aspiraciones y sueños muy grandes, futura estrella de Broadway y él… él era solo un chico básico, aunque era el capitán del equipo de fútbol y el club Glee, sus gustos eran bastantes ordinarios, el fútbol y los videojuegos eran sus únicos pasatiempos.
Suelta un chillido de sorpresa cuando un vaso aparece en su rango de vista, se lleva una mano al pecho para poder ralentizar y calmar las alborotadas palpitaciones de su pobre corazón.
Sube la mirada con creciente enojo, decidida gritar a la persona que le había dado el susto de su vida pero sus ojos se abren con sorpresa cuando descubre dos pares de ojos avellana.
_ ¿Quinn? - pregunta aun sorprendida.
_ Tómalo. - es el saludo a cambio y la morena la mira sin entender de lo que está hablando.
La rubia rueda los ojos pero una sonrisa la descansa en sus labios, mueve su mano hacia ella nuevamente, mostrándole un vaso de café humeante y Rachel no tarda en tomarlo, suspirando con calma cuando la temperatura cálida del vaso traspasa a sus manos .
_ Muchas gracias. - la mira con total agradecimiento, llevándose la bebida a la mejilla para obtener un poco más de calor.
_ Sinceramente Rachel, ¿desde cuándo te quedas en el medio de un desierto parque bajo esta peligrosa temperatura? - le pregunta con una mueca de confusión - Pensé que tu salud era lo primero que cuidabas para no tener ningún riesgo de gripe o para que tu voz no pudiera ser afectada por la tos. - inclina su cabeza, todavía con el ceño levemente fruncido.
Rachel no sabía porque pero dejó finalmente salir todo lo que contenía dentro suyo, se quebró ante sorprendidos ojos avellanas y dejo que todas las lágrimas brotaran de sus ojos. Quinn la atrajo entre sus brazos en una forma de consuelo, provocando que el vaso de café se cayera al piso. Se da cuenta de que la chica estaba completamente congelada. Maldita sea ¿cuánto tiempo había estado parada aquí y con qué propósito?
_ Vamos, tenemos que ir a un lugar con calefacción - anima ella, sin dejar de frotarle los brazos y espalda.
_ Quinn... - nombra con voz quebrada, su cuerpo estaba temblando completamente por el frío y el llanto, ella estaba cien por ciento segura de que un resfriado la iba a visitar mañana bien temprano.
_ Démonos prisa. - apura, pasando el brazo por los hombros, apretujándola bien fuerte contra su cuerpo para pasarle calor y yendo en dirección recta a donde estaba Breadtrix en exactamente tres cuadras.
En todo el camino hacia el restaurante, Rachel no había dejado de desahogarse y aferrarse con fuerza al abrigo de la rubia.
Una vez dentro del lugar, Quinn las redirige hacia la esquina más apartada de miradas curiosas y toman asiento una al lado de la otra.
_ ¿Qué puedo servirle? - la camarera llega a abrir y cerrar de ojos.
Quinn puede adivinar que la curiosidad de esta joven es grande y tiene que contenerse de no rodar los ojos. Casi todos los clientes se han volteado a verlas y cuchicheaban en voz baja lo que especulaban. Aprieta los dientes, enojada y les dispara a cada uno su mirada mortal, sintiéndose orgullosa cuando todos tiemblan y guardan silencio, mirando hacia otro lado.
_ ¿Puedes traer un chocolate bien caliente con unos emparedados? ... de preferencia que sea todo vegano, por favor. - pide y la chica asiente mientras anotaba en su pequeña libreta el pedido, saliendo directamente hacia la cocina.
La morena había logrado calmarse durante ese lapso de tiempo y ahora miraba a Quinn fijamente con asombro.
_ ¿Qué?
_ Recordaste que soy vegana. - le dice con los ojos maravillados y la rubia sonríe de medio lado.
_ Rach, dos años y medio que compartimos la hora del almuerzo junto con los chicos, obviamente, soy consciente que tu dieta es vegana. - responde con un encogimiento de hombros y la morena suelta una risa irónica.
_ No puedo creerlo, Finn siempre se olvida cuando salimos a comer. - baja la mirada con tristeza y la realización golpea la mente de Quinn
_ ¿Te dejo plantada? - pregunta y el silencio a cambio es su respuesta.
Ella niega con la cabeza con desaprobación, sinceramente, no entendía cómo alguien podría dejar plantada en su pareja en este frío invierno.
_ Traté de contactarlo cuando los 15 minutos se formaron en mi reloj pero obviamente no contestó a ninguna de mis llamadas o mensajes. - murmura cabizbaja.
_ ¿Cuánto tiempo esperaste? - tiene que contener las ganas de hablar con enojo cuando la imagen de Rachel en el parque se repite una y otra vez en su mente.
_ 40 minutos, aunque 42 para ser exactos cuando me encontraste. - dice con un levantamiento de ceja.
Quinn suspira y lo vuelve a hacer cuando nota que la ira no deja sus emociones, ahora lo quería era pegar al chico por dejar plantada a Rachel por tanto tiempo.
_ Aquí tienen su pedido. - la camarera vuelve a interrumpir mientras dejaba la taza y el plato de emparedados en la mesa.
_ Gracias. - ambas dicen que al mismo tiempo, esperando que la chica se retire totalmente para que vuelvan a hablar tranquilamente.
_ Por cierto, ¿qué hacías por ahí en vez de estar en tu casa? - recuerda Rachel en un obvio intento de olvidar el tema anterior.
_ Ayer me había quedado en lo de Santana, ya sabes, típica pijamada de chicas. - revolea los ojos con un toque de fastidio.
_ Así que no te divertiste. - puntualiza luego de haber tomado un sorbo a su chocolate caliente.
_ No es eso... el problema es... - se queda pensativa, buscando las palabras exactas para dejar ver su punto de vista - ella y Brittany son como carne y uña, me siento como fuera de onda cuando las dos prácticamente lo están haciendo en medio de nuestro tiempo de película - la cara de Rachel se vuelve de un tono bastante rojo al entender de lo que hablaba.
_ Me compadezco de ti. - responde y vuelve a concentrarse en su comida - Santana seguramente se reiría de mi ahora mismo. - Quinn la mira con confusión - Ya sabes, el desplante de Finn. - se encoge de hombros.
_ Oh ... - suelta en comprensión - No lo creo, tal vez habría ido a patearle el trasero a Finn en este mismo instante. - sonríe y la diva la mira con incredulidad.
_ Santana me odia, Quinn. No haría eso ni en un millón de años.
_ Ella no te odia. - recibir una mirada penetrante de la otra - ¿qué? Es verdad. - se encoge de hombros.
_ Ella ME odia. - resalta una vez más.
_ No lo hace, solo que muestra sus afectos amistosos de una manera bastante... - se golpea la barbilla, tratando de denominarla con una palabra.
_ ¿Tenebrosa? - termina la morena y Quinn se ríe en voz alta.
_ Parecido a eso. - contesta luego de recuperarse un poco - Pero sí, ella en cierta forma es así.
Rachel no sabe porque esta sensación de comodidad está permanentemente con ella, nunca pensó que podría estar tan tranquila al lado de Quinn Fabray pero tiene que recordar que su vieja enemistad había terminado a principios de otoño, cuando su último año como estudiante comenzaba. Habían hablado y aclarado sus diferencias, llevándolas a una tenue y tranquila amistad pero esta era la primera vez que pasaban más tiempo juntas que en cualquiera de sus otros encuentros casuales que solían ser en los pasillos o en la sala del coro.
_ Bueno ¿que deberíamos hacer ahora? - pregunta la rubia casualmente y Rachel la mira con confusión.
_ ¿Deberíamos? - la otra joven asiente - Creo que debería ir a hablar seriamente con Finn. - suspira.
_ Oh no, Finn Hudson hoy no se va a incluir a nuestros planes de cita. - niega rotundamente, sorprendiendo por décima vez a la morena.
_ ¿¡Cita!? - grita, llamando la atención de los demás.
_ Si, hoy saliste para tener una cita así que, como tu novio decidió no presentarse para la ocasión, yo te daré una. - contesta con total calma y divirtiéndose internamente cuando ve los sobresaltados ojos de la cantante.
_ ¿Estoy en un sueño? - se pregunta Rachel, frotándose los ojos con incredulidad.
Quinn suelta una carcajada y le aparta las manos de su rostro.
_ Tu Quinn Fabray ¿me pides una cita a mí que soy Rachel Berry? - sigue en su estupor - Definitivamente estoy soñando. - niega con la cabeza y recibe pequeños golpes en la mejilla - Hey, detente ¿para que eso? - pregunta con un puchero, alejándose de ella.
_ Para que sepas que no estás en un sueño. - le dice con su burlona sonrisa - Vamos, voy a pagar esto y empezaremos con la cita. - habla, sacando su billetera del bolso.
_ O-oye no, espera. – le sostiene de la muñeca - Primero que nada, tenemos que discutir bien el tema de "cita"… - señala, haciendo las comillas con sus dedos - y en segundo lugar, yo fui quien consumió el pedido, por lo tanto, tengo que pagar yo. - hace amague de buscar en su bolso pero Quinn rápidamente la agarra de las manos.
_ Yo fui la que hizo el pedido para ti, así que es mi deber pagar. - levanta la mano para llamar la atención de la camarera.
_ Oh... así que eres la parte masculina en esta "cita" ¿no? - rueda los ojos en broma.
_ La próxima, pagas vos y todo resuelto. - concluye con un encogimiento de hombros.
_ Sabes que indirectamente me has pedido otra cita ¿no? - cuestiona y solo recibe una sonrisa cómplice.
_ ¿Dónde me vas a llevar en esta improvisada cita? - pregunta una vez que ambas hayan caminado una cuadra lejos de Breadtrix.
_ Pues... - revisa la hora en su teléfono celular - ahora mismo el cine debe estar plagado de niños gritones e inquietos y no creo que sea bueno si queremos ver alguna película.
_ Tienes un punto. - concuerda con un asentimiento de cabeza - ¿entonces...?
_ Tengo una idea. - la sonrisa malévola que suelta la rubia despierta demasiado la curiosidad de Rachel - Primero tendremos a ir a una tienda donde alquilen películas.
_ ¿Exactamente qué vamos a hacer? - trata de investigar.
_ Paciencia Berry. - pide con amplia sonrisa, agarrándola de la muñeca y arrastrándola durante cinco calles.
_ Un videoclub... - anuncia una vez que se detienen frente a la tienda - no sé qué tipo de citas hayas tenido, Quinn, pero esto es totalmente raro.
_ Como te dije antes, paciencia. - le sigue dirigiendo esa misma sonrisa malévola y la empuja hacia adentro - Elige las de tu agrado.
Ante este permiso, los ojos de la morena no tardan en iluminarse y rápidamente se dirige al stand de musicales.
_ ¡No más de tres! - le advierte antes de perderla de vista.
Media hora más tarde, en la que Quinn había pasado casi diez minutos incansables de repetirle y hacer razonar a Rachel que no podrían ver veinte películas de corrido, finalmente se decidieron por tres, una en la cual obviamente era "Funny Girl" y las otras eran "Los Miserables" y "Rent".
_ ¿Viniste en auto? - cuestiona la rubia y Rachel niega con la cabeza - Bien, el mío esta estacionado a tres cuadras.
_ ¿Es muy lejos donde tenemos que ir?
_ No mucho pero ya has sufrido demasiado el frío, no voy a arriesgarte a tomar más frío. - no se da cuenta del sonrojo que tiñen las mejillas de la diva.
_ Gracias, Quinn.
Finn estaba totalmente nervioso por decir lo menos. Había pasado parte de la mañana y tarde jugando a los videojuegos con la compañía de Puck y cuando había revisado su celular, sus ojos se habían desorbitado al ver la cantidad de mensajes y llamadas perdidas de Rachel.
Es ahí cuando se acordó de la cita en la que habían quedado hace dos horas, él había salido volando hacia su camioneta y luego de media hora de tratar de encender el motor de su vehículo, se rindió y decidió ir corriendo hacia el parque donde seguramente lo estaría esperando una revolucionada y furiosa Rachel Berry. Cuando llego a la esquina del parque, trago saliva con dificultad y fue al lugar donde habían pactado encontrarse, esperaba los gritos, las acusaciones y las miradas llenas de ira y recriminatorias pero nunca espero el completo y llano silencio ni mucho menos la figura faltante de su novia.
Frunciendo el ceño en total confusión, miro y registro bien a su alrededor en busca de ella. Sacó su celular con la clara intención de llamarla pero ahora eran sus llamadas las rechazadas. Su otra idea era que ella probablemente se haya ido a su casa y el miedo inundó sus sentidos al pensar que ahora tendría que lidiar no solo con la chica sino también con sus suegros, más con Hiram Berry que siempre lo tenía bajo su filosa mirada cada vez que pisaba la casa.
Le tomo solo unos quince minutos llegar a la casa de su novia y con mano temblorosa, toca el timbre, rezando a todos los cielos que sea Rachel o Leroy que le abra la puerta pero parece que nada se compadecía de él cuando aparece su alto suegro, Hiram Berry.
_ Flyinn. - saluda con su escrutadora mirada y el chico se remueve incomodo en su lugar.
_ Finn, señor. - corrige en voz muy baja y se encoge aún más cuando el hombre se pone más serio.
_ ¿No se supone que tenías una cita con mi hija? – pregunta con severidad.
_ ¿E-ella no está aquí? – responde a cambio cuando escucha sus palabras.
_ ¿Cómo? – la voz del hombro sube un poco - ¿Por qué debería estar aquí? Se supone que hace dos horas y media que vuestra cita empezaba. – recuerda y Finn baja la mirada, totalmente avergonzado - ¿Dónde está mi hija? – pregunta.
_ Yo… lo siento, llegue muy tarde a la cita y ella ya no estaba allí, trate de contactarme con ella pero no contesta y pensé que ella había vuelto aquí…
_ Espero joven Hudson que mi hija este sana y a salvo. – le corta con dientes apretados – Lárguese de mi vista antes de que no pueda controlar mis impulsos contra usted. – le advierte y el jugador sale corriendo con gran velocidad.
_ Quinn… ¿Qué hacemos aquí? – pregunta atónita.
_ Acá es donde vamos a ver las películas, Rach. – responde con una gran sonrisa.
_ ¿Estás loca? – la mira con incredulidad – Quinn… ¡es la escuela! ¡En un sábado! – le aclara y esto no parece afectarle a ella.
_ Vamos a entrar. – dice sin reparos, empezando a andar.
_ ¡Quinn! ¿No me escuchaste? – la persigue - ¡Es sábado! ¡La escuela está totalmente cerrada!
_ Subiremos el muro. – voltea a verla juguetonamente, logrando subir el pánico en la morena.
_ ¿¡Qué!? Eso sería infringir las reglas, Quinn. – susurra con dientes apretados, mirando a su alrededor con horror de encontrar a algún guardia.
Pasan por los arbustos, encontrándose directamente con el muro y Quinn se agacha un poco mientras junta sus manos.
_ N-no creo que sea correcto hacerlo, Quinn. Alguien nos podría atrapar. – sigue presa de los nervios y la rubia suspira.
_ Rachel, he hecho esto varias veces cuando era parte de las Skanks y en ninguna ocasión me habían atrapado. Confía en mí. – le pide, mirándola fijamente a los ojos y la morena logra calmarse.
Tomando un tembloroso suspiro, se agarra primero a los hombros de la rubia mientras coloca su pie en la unión de las manos, luego se apoya contra los ladrillos del muro y con el impulso de Quinn, logra agarrarse al borde de él. Ella casi se desprende cuando siente que las cálidas manos de la ex porrista sostienen parte de sus piernas y muslos, ella está bastante segura de que el color de su cara debe rivalizar muy fácilmente con el de un tomate.
_ Ten cuidado ¿de acuerdo? – la voz de la rubia la saca de sus pensamientos y ella atina a asentir mientras se sigue impulsando con sus brazos y con la ayuda de la ex porrista para pasar el muro.
Ella cae con gracia del otro lado y luego observa como Quinn escala con facilidad, pensando que seguramente todos los entrenamientos como porrista le han dado tal agilidad de movimientos, tenía que darle un poco de crédito a Sue Sylvester por entrenar bien a sus porristas.
_ Sigo pensando que esto es una mala idea. – murmura Rachel cuando la otra aterriza a su lado.
_ Rach… estamos en nuestro último año y nos falta medio año para terminarlo ¿enserio te vas a graduar sin antes hacer alguna travesura? – hace su típico levantamiento de ceja.
_ Y-yo, por supuesto que he hecho alguna que otra travesura. – contradice, desviando la mirada.
_ A ver, dime alguna. – desafía.
_ Bueno… cuando hice trampa para que Kurt pudiera ganar la presidencia. – le recuerda.
_ Oh… eso sí que no me lo había esperado. Realmente me sorprendiste aquella vez. – niega con diversión, riéndose un poco – Aunque fue un noble acto por tu mejor amigo. – la mira con apreciación y Rachel tiene que contener las ganas de sonrojarse – Pero creo que sería muy divertido si creas más travesuras para, que en unos años, te puedas reír y contárselo a los demás o ¿no?
La morena duda unos momentos pero la adrenalina que corre por sus venas es muy tentadora y la idea de hacer estas cosas para futuras anécdotas fue bastante emocionante. Con nueva determinación, le da un movimiento afirmativo de su cabeza a Quinn quien sonríe complacida y le agarra de la mano, arrastrándola hacia el camino donde podría llegar más rápido al auditorio.
_ ¿Cómo vamos a hacer para entrar? – pregunta la diva cuando se detienen fuera de la puerta del lugar y se sorprende cuando su rubia compañera saca un juego de llaves.
_ ¿Qué? – cuestiona con diversión al ver su expresión – No he sido la capitana de las Cheerios e integrante de las Skanks en vano. Una tarde pude distraer a Sue y pude quitarle las llaves para hacer una copia de ellas.
_ Cada vez me sorprendes más, Quinn. – dice una vez que logra componerse de su sorpresa.
_ ¿Te parece si arreglas las cosas para que veamos las películas mientras busco algunos bocadillos en la cafetería? – pregunta una vez que entran al auditorio y revisa en las llaves antes de extenderle dos que pertenecen al lugar.
_ Asegúrate de no ser atrapada. – susurra bastante fuerte para su gusto, todavía un poco temerosa de que algún adulto este por el sitio.
Ella se va hacia la oficina donde se haya el proyector junto con el equipo de sonido, no le cuesta mucho familiarizarse con todas las maquinas ya que había estado varias veces antes aquí solo que siempre el profesor Schuester tenía el conocimiento de que la joven estaba ahí y ahora era diferente.
Por un segundo, un pensamiento pasa por su mente y ella se choca la frente con la mano, maldiciendo por lo bajo antes de buscar entre las cosas de su bolso, el celular.
_ Oh no, dime que es una maldita broma. – toca una y mil veces el botón de encendido pero la pantalla de su móvil no parece responder – Vamos, responde por favor. – le suplica.
_ ¿Rach? – Quinn entra por la puerta y ve la desesperación en la chica - ¿Qué pasa? ¿El proyector no anda? – se acerca a ella.
_ No, no es el proyector el que no anda. – la ex porrista le da una confundida mirada – Es mi teléfono, al parecer se le termino la batería y necesito avisarle a mis padres que no estoy con Finn. – le informa, mordiéndose el labio inferior.
_ Te puedo prestar el mío. – ofrece mientras saca el suyo de su bolsillo trasero.
_ ¿Enserio? ¡Gracias! – exclama mientras la abraza con efusividad y toma el móvil.
_ Estaré esperando en las butacas, no te tardes. – avisa Quinn con un guiño, plantando nuevamente los nervios en el cuerpo de la pequeña cantante.
_ Gracias una vez más por prestarme el celular. – dice después de haber hablado y tratado de calmar a sus alterados padres.
El proyector ya estaba encendido y había a empezado a reproducir la película hace dos minutos. Quinn recibe su móvil tarareando algo por lo bajo y Rachel se acomoda en la butaca de su lado, sintiendo la emoción calar por su ser ya que era la primera vez que iba a ver Funny Girl en pantalla grande.
_ Diseñe el proyecto para que cuando termine esta película, empiece la otra. – advierte con su radiante sonrisa y la rubia niega con diversión mientras le pasa la gaseosa y los bocadillos que ha podido encontrar para comodidad de la diva.
Durante todo el transcurso de la película, Rachel había ido buscando diferentes posiciones para estar cómoda, sin saber que se deslizaba poco a poco contra el hombro de Quinn. Esta no le dijo nada cuando ella acomodó su cabeza en su lado, sonriendo ligeramente para sus adentros, se deja estar en esa posición por lo que resta de la película.
Quinn se entretiene con lo que se desarrolla durante la película y la sonrisa no la abandona en ningún momento cuando escucha los guiones en boca de Rachel, le es divertido ver que la chica se sepa de memoria todo lo que dicen los personajes y su piel se eriza cuando la escucha cantar, siempre le sucede eso con ella.
_ Por dios, mira la hora. – advierte luego de terminar la segunda película y la morena le da una mirada interrogante – Son nueve y media pasada. – la mandíbula de Rachel cae totalmente y de un salto se levanta.
_ ¿¡Que!? ¿¡Ya es esa hora!? – grita – Oh dios, si no llegamos a mi casa a las diez, mis padres me van a matar. – empieza a crecer su histeria.
_ Ok, creo que sería bueno si te calmas y empezamos a ordenar todo esto lo más rápido posible para salir de acá. – razona, agarrándola por los hombros para detenerla – Tu ve a detener todos los equipos mientras yo empiezo a limpiar todo el lio de comida que hicimos acá. – señala las butacas donde se encontraba el desorden.
Rachel asiente en acuerdo mientras toma apresurados pasos para parar todo el equipo, sintiendo toda la adrenalina del momento correr por sus venas. Una vez que ambas verifican que todo está tal cual a como habían venido al principio, se retiran del auditorio con mucha cautela y hacen las mismas tácticas para pasar el muro.
Cuando entran al auto de Quinn, la baja temperatura había ingresado también en el vehículo, calando en la piel de la morena quien se frota las manos en busca de calor
_ Ten, ponte esto. – la rubia extiende su mano hacia los asientos traseros y recoge su chaqueta negra – Te mantendrá caliente hasta que la calefacción se adecúe al ambiente. – le informa.
_ ¿Segura? ¿Tú no tienes frio? – pregunta pero al recibir la negativa de la joven con la cabeza, se lo coloca enseguida. Respira profundamente, sintiendo un delicioso aroma inundar sus sentidos.
Pasan en silencio durante toda la trayectoria hasta la casa de Rachel y ella tiene que decir que su día, aunque había empezado siendo un total fracaso, había terminado con mucho buenos resultados. Obvio, ella no se había esperado que terminara consolada en los brazos de Quinn ni mucho menos tener una "cita" con ella para compensar la falta de una desde el principio pero se había divertido mucho y deseaba mucho volver a tener otro encuentro así con Quinn.
_ Bueno señorita Berry, llegamos con cinco minutos anticipados a su casa. – la rubia anuncia, sacándola de sus pensamientos.
La morena mira por la ventanilla y sonríe al ver su casa pero frunce el ceño cuando se da cuenta de un leve movimiento en la cortina de la sala, niega con la cabeza cuando descubre que ciertamente deben ser sus curiosos padres.
_ Muchas gracias, Quinn. – voltea a verla – He disfrutado mucho de este día, gracias por aguantarme cuando estaba… ya sabes… - baja la mirada con un triste suspiro.
_ Hey… él no merece tus lágrimas. – la ex porrista le agarra la mano para llamarle la atención – ¿Dónde está la Rachel Berry que conozco? – le pica las costillas para distraerla, logrando que la diva eche una pequeña risa.
_ Gracias de nuevo. – se extiende para darle un beso en la mejilla – Fuiste una "cita" maravillosa. – elogia sonrojada y antes de salir del vehículo, hace el ademan de sacarse la chaqueta para devolvérsela a Quinn.
_ Quédatelo, tienes que caminar hasta el pórtico y vas a agarrar frio, me lo devuelves el lunes. – le detiene los movimientos.
_ Creo que te tomaste enserio lo de la cita. – bromea la diva y la rubia sonríe con diversión mientras se encoge de hombros.
_ Siendo como eres, mereces lo mejor de lo mejor. – hay un leve tono coqueto y Rachel se sonroja aún más.
_ Me alegra saber que me conoces bastante bien. – abre la puerta y se aferra más a la prenda de la rubia cuando la fría brisa de invierno la golpea – Mándame un mensaje de cuando hayas llegado a casa ¿de acuerdo? – le advierte, agachándose a la altura de la ventanilla.
_ Lo hare, ahora ve antes de que tu garganta sufra un ataque de tos. – contesta logrando que la morena se vaya con prisa hacia su casa.
Se queda esperando a que la joven entre por la puerta y antes de hacerlo, Rachel voltea y sacude su mano en forma de saludo. Quinn arranca nuevamente y conduce hacia su casa.
La morena cierra la puerta, apoyando su frente contra ella y suelta un alegre suspiro pero se tensa cuando escucha una aclaración de garganta. Poniendo su mejor sonrisa, voltea a ver a sus padres, Leroy tenía una divertida sonrisa mientras que Hiram estaba cruzado de brazos con el ceño altamente fruncido.
_ Jovencita, creo que nos tienes que explicar un montón de cosas. – su alto padre replica con seriedad y la mira completamente – Además de decirnos también porque portas una chaqueta que no es tuya. – sus ojos se entrecierran más.
_ Creí que papi te había notificado de todo. – mira con reprimenda a Leroy quien desvía su mirada hacia sus manos, encontrándolas más interesantes.
_ Solo me dijo que estabas bien y a salvo del frio. Y ese auto del cual bajaste no era el de tus amigos Kurt o Mercedes. – se queda en silencio unos segundos – Así que dime ¿con quién estuviste y en dónde?
_ Quinn me encontró en el parque, papa. Si no fuera por ella, de seguro estaría ahí por horas enfriándome. – suelta un bufido al recordar ese momento.
_ Prácticamente tres horas ya que Flynn vino a buscarte acá cuando no te encontró allá. – los ojos de Rachel se abren enormemente.
_ ¿¡Tres horas!? – grita aun sin creérselo pero luego sacude la cabeza – Lo que me sorprende es que se haya acordado. – se masajea la frente.
_ Lo que a mí me sorprende es que tu padre lo haya dejado ir. – comenta Leroy.
_ Lo amenace y conté el tiempo cuando se fue corriendo. – termina con una pizca de orgullo por poder atemorizarlo pero luego frunce el ceño - ¿Quinn? ¿Quinn Fabray? ¿La misma que te atormentaba en el primer año?
_ Somos amigas ahora. – responde con rapidez para salvarla y recibe una curiosa mirada de parte de ambos hombres – Nuestra relación de enemistad cambio a principio de este año así que ya no tienen que preocuparse por que me atormente o algo. – murmura mientras acariciaba el cuello de la chaqueta, encontrando cierta tranquilidad.
_ Bueno, si han podido arreglar vuestras diferencias adecuadamente y si crees que ella es sincera, entonces no tenemos ningún problema. – sonríe Leroy y cuando el más alto estaba por hablar, recibe un fuerte codazo de su esposo. Haciendo una mueca de dolor y acariciándose con sutileza su costado.
_ Confiamos en tu buen juicio con las personas, cariño. – concibe con dientes apretados y el rostro de su niña se ilumina.
_ Muchas gracias, si me disculpan… tengo que ir a cargar mi celular y comenzar con mi rutina antes de ir a dormir. – se excusa, besándole la mejilla a ambos hombres – Buenas noches. – se despide, recibiendo las mismas palabras.
El lunes por la mañana era menos friolenta pero igual todos los estudiantes andaban bien abrigados mientras paseaban por los pasillos. Rachel parecía la menos afectada, portadora de una gran sonrisa mientras se acercaba hacia su casillero con la cabeza bien en alto. Nadie podía arruinar su buen humor en ese día… excepto…
_ ¡Rachel!
Excepto Finn Hudson. Ella rueda los ojos mientras abría su casillero para buscar los libros asignados para el día, su paz mental no había durado mucho tiempo.
_ Rachel. – llama nuevamente su novio, colocándose a su lado y poniendo su mejor cara de cachorro regañado.
_ ¿Qué quieres Finn? – trata de no sonar muy dura sin siquiera dirigirle todavía ni una mirada.
_ Yo… quiero disculparme por lo del… sábado. – se pasa la mano nerviosamente por la nuca – Perdón por no avisarte. – baja la mirada avergonzado – Mi camioneta se descompuso y-y mi celular no tenía batería…
_ Y yo que pensé que nuestra relación se basaba en la honestidad. – le corta, volteando a verlo seriamente – Dime la verdad, Finn ¿Qué hiciste el sábado? – lo enfrenta con brazos cruzados, levantando más los nervios del futbolista.
_ Yo…
_ Hey amigo. – Puck le golpea el hombro amistosamente - ¿Listo para que te gane otra vez en los juegos? Todavía me estoy regodeando de la paliza que te di el sábado. – se ríe, sin darse cuenta de los problemas que le trae a su amigo.
_ Así que juegos… - murmura con creciente ira la morena.
_ Si sexy judía, deberías haberlo visto… – continua pero al ver que ambos están callados bajo un tenso silencio, se retrae de decir más palabras - ¿Algo mal?
_ ¿Sabes lo que pasa, Noah? – pregunta Rachel, manteniendo a raya sus ganas de hacer un numero en medio del pasillo – El sábado habíamos quedado en tener una cita y nos íbamos a encontrar en el parque que está cerca de Breadtrix y ¿sabes lo que paso? – lo mira con dureza, poniéndolo también nervioso.
_ ¿Q-qué paso?
_ Estuve esperando por unos largos cuarenta minutos debajo del frio, arriesgando mi salud para esperarlo, mi cuerpo casi se congela por completo debido a eso. – responde y Finn mira hacia otro lado con culpa mientras que Puck abre los ojos con sorpresa.
_ Amigo ¿enserio hiciste eso? ¡El tiempo había llegado a un grado ese día! – expresa, golpeándole el brazo con fuerza.
_ Lo se ¡lo siento! – se disculpa.
_ Debería de mandar a Santana para que te tire un granizado en la cara, Hudson. – irrumpe Quinn mientras pasa hacia su casillero.
_ ¿Por qué no te metes en tus propios asuntos, Quinn? – pregunta con brusquedad el chico alto.
_ ¡Finn! – reprende Rachel – Realmente deberías de agradecerle a ella que no me dejo morir en medio de ese horrible frio.
_ ¿Qué? – mira confundido a ambas chicas.
_ Olvídalo… - resopla la morena - ¿Por qué no te vas por tus cosas ya que tu casillero está en el otro pasillo? – claramente le manda la indirecta de que no quiere hablar con él por el momento.
_ Pero Rach…
_ Quinn, no te vayas aun, hay algo que tengo que darte. – lo ignora totalmente mientras cierra su casillero y se acerca a la rubia quien le dirige una sonrisa.
_ Creo que te va a costar un poco recuperarla. – dice Puck mientras le da palmadas en la espalda y Finn lo aparta, enojado.
_ ¿Por qué no te callas por una vez? Ya has hecho mucho por hoy. – ironiza el chico, empujando al chico y yendo con pesados pasos por el pasillo.
_ Acá esta tu chaqueta. – dice la diva, sacando la prenda de su bolso.
_ Puedes quedártelo. – recibe una incrédula mirada – Piénsalo como un regalo de cumpleaños atrasado ya que el 18 no te pude dar nada.
_ ¿M-me regalas tu chaqueta?
_ Te queda mejor a ti que a mí, el estilo Fabray combina bien con el tuyo. – halaga y Rachel sonríe con timidez.
_ Gracias… por cierto, te traje algo más. – hurga nuevamente en su bolso y saca un recipiente de plástico, extendiéndoselo a una curiosa Quinn – Son galletas, las hornee como muestra de agradecimiento por lo que has hecho por mí el sábado.
_ Rach, no hacía falta que los hicieras. – abre la tapa y el rico aroma inunda sus fosas nasales y no puede contenerse a agarrar uno y probarlo bajo la atenta mirada chocolate. Sus ojos se iluminan ante el rico sabor que explota en su boca y luego de tragar la primera galleta, agarra otra para comerla.
La morena termina de morderse el labio para reemplazar sus facciones a una gran sonrisa cuando ve que la rubia vuelve a comer más de la masa horneada, la tensión que contenía en su cuerpo desaparece y un profundo alivio cae en su lugar.
_ Si esto es lo que recibo por llevarte a una cita, creo que te pediré salir todos los días. – comenta Quinn luego de tragar su tercera galleta, sin ser consciente del sonrojo que se instala en las mejillas de la diva – Por cierto, todavía nos falta ver "Rent" y las películas tengo que devolverlas pasado mañana ¿quieres venir después de Glee a mi casa o a la tuya? - ofrece para sorpresa de la otra.
_ Pensé que ya las habías devuelto. – responde y ambas se ajustan a sus bolsos y libros cuando la primera campana retumba por los pasillos.
_ No alquile tres películas para no verlas, Rach. – ladea su cabeza con una media sonrisa y empiezan a caminar a la misma clase que comparten - ¿Y qué dices? ¿Tu casa o la mía? – vuelve a lo anterior y la morena se queda pensativa.
_ En el sótano de mi casa está preparado una sala de cine. – deja salir la información y la rubia lo entiende en el primer momento.
_ Definitivamente la tuya. – y siguen su camino en un cómodo silencio.
