Tercer intento! Admito que he publicado esta historia 3 veces hoy. Hace mil años que no usaba esta web y me ha complicado mucho su uso xD Pero ahora que ya recuperé mi cuenta oficial y puedo volver a publicar por ella, la lanzaré como corresponde.

Disclamer: Ao no exorcist no me pertenece. Si así fuera, Rin sangraría, lloraría y sufriría el doble, y no sería un muchachito tan feliz. Y Yukio sería menos desgraciado de lo que es.

Summary: El Fuego devorador se acerca a Assiah a pasos agigantados. Viene tras el olor de la pequeña llama que crece al alero de los Exorcistas. Una fuerza indomable que pretende envolver a Rin y convertirlo en el Rey que merece ser.

Notas: El Rey Rojo es un personaje que aparece fichado en Ao no Exorcist Wiki como oficial, pero que aún no aparece en el manga, por lo que me inventé todo de él. El personaje full OC que coloqué está inspirado en un personaje de Yami no Matsuei que me obsesiona, pero el nombre que le dejé está basado en una serpiente de la cosmivisión mapuche.

También hay algo de ooc y moral demoníaca voluble. Además, hay mezclas de situaciones entre el manga y animé. No hago referencias al final del animé, sin embargo sí aparecerán personajes y situaciones del manga posteriores al Rey impuro. Cualquier duda, siéntanse libres de consultar (y les recomiendo absolutamente seguir el manga. En serio.)

Los nervios están comiéndome. Es mi primera publicación en casi 10 años. Espero no haber perdido el toque.


Hono

Parte I

Era una noche estrellada de invierno cuando el bosque se abrió de pronto en un claro, dejando pasar a una criatura de forma humana, con largo cabello escarlata, cuernos de un oscuro negro con finas líneas doradas suavemente curvados hacia el cielo. El recién llegado exhaló y observó con curiosidad el vaho que su propia respiración dejó fugazmente. Sopló una vez más, rápidamente y sabiéndose solo, disfrutando de la nubecita.

Hacía varios miles de años que no visitaba Assiah. Quizás un poco más. Ya ni siquiera lo recordaba. Su último recuerdo de ese mundo era el cielo pintado de escarlata por las incontrolables llamas de los países ardiendo que había dejado en su camino.

Hoy, sin embargo, era pura casualidad la que había hecho que sus pasos lo llevaran a ese pequeño mundo que –creía- haber subyugado hacía mucho tiempo.

No pudo evitar la sorpresa de sentir tanta vida alrededor. Usualmente sus conquistas no terminaban así. Algo había raro ahí. Quizás su Padre nuevamente había liberado alguno de los mundos que él, trabajosamente, conquistaba para su Gloria.

-No sé de qué me sorprendo. Samael sacó su macabro sentido del humor.

El Rey Demonio del Fuego, El Rey Rojo, El Jinete de las Llamas, El Amante de la Muerte. Con sus mil nombres a cuestas, Iblis caminó por Assiah, pensando que no pasaría mucho tiempo antes de que se dieran cuenta de que no estaba en donde debía estar.

Entonces lo notó. Por sobre la inexistencia de aromas –estaba convencido que la guerra le había quitado el don de apreciar los olores correctamente- una fragancia suave que le recordó a su Padre llamó su atención.

-Padre… ¿estás… aquí?

Pero eso era imposible. Se le había informado que Satanás estaba durmiendo un sueño recuperador después de un incidente en Assiah. Saber que no estaba herido de muerte, y que los Reyes no eran convocados le bastó para seguir en su puesto de batalla, pero no puedo evitar la curiosidad que esa traza suave que se desvanecía en la nieve le causaba.

¿Quién podía emanar ese aroma tan peculiar, que sólo su Padre tenía?

A grandes zancadas avanzó por la oscuridad del bosque. Sus pisadas quemaban el suelo y todo lo que su cola tocaba se convertía en cenizas.

Iblis suspiró ante la fragilidad de ese mundo. Sin embargo tenía que admitir que era uno de los más hermosos que había visto en su larga vida. Destruirlo una vez había sido no menos doloroso que destruir otras hermosas civilizaciones en pos de la Gloria de su Padre.

-Tan frágil…

Se concentró para ocultar al máximo su poder mientras caminaba. Pronto su escolta aparecería y no quería dejarle ninguna pista.


Rin despertó de su sueño con un sabor extraño en la boca.

La escasez de luz le indicó que aún no amanecía. Maldijo por lo bajo, ya que era domingo y hacía frío, sin embargo se obligó a levantar cuando vio que Yukio se había quedado dormido sobre su escritorio, quizás hacía cuántas horas.

Con cuidado lo llevó hasta su cama, aprovechando que estaba aún tibia (Yukio había abierto su propia cama y nunca se acostó en ella, por lo que las sábanas estaban húmedas), y aprovechó de ir hacia la cocina por una leche caliente. También dejó remojando algunas hierbas en agua hirviendo, previendo que su gemelo despertaría con un resfrío de los mil demonios.

Ukobach estaba durmiendo dentro del horno, por lo que Rin simplemente se ubicó frente a la ventana para esperar a que el agua hirviera.

Algo le molestaba suavemente en el estómago. Algo que tenía que ver con su sueño. En el, había un gran incendio, en donde enormes llamas rojas parecían consumir las azules. No importaba cuan grandes eran, las flamas escarlatas avanzaban y avanzaban, eliminando las azulinas sin ninguna dificultad.

No era que se creyera pitoniso, pero la posibilidad de un fuego más poderoso que el suyo lo inquietó en demasía. Rin sentía que no estaba haciendo grandes progresos en su uso –contrario al uso de la espada, en donde Shura realmente estaba haciendo un estupendo trabajo-, aunque entendía la prohibición que tenía sobre su poder, y el temor que los demás sentían.

-Será… ¿qué el fuego azul no es el más fuerte…?

Un ruido sordo llamó su atención. Venía del dormitorio. Seguramente Yukio había despertado ("despertado") y su subconsciente estaba tratando de volver a trabajar.

Okumura avanzó por la cocina, sacó un segundo tazón y enfiló al dormitorio. Ahí, como bien había imaginado, estaba su hermano con la cara pegada a la pared de la cama. Como sus camas quedaban en lados contrarios de la habitación, la costumbre hizo que tratara de bajar por el lado derecho, cuando debería haberlo hecho por el izquierdo.

El demonio dejó los tazones sobre su escritorio y avanzó sobre el castaño. Menos mal le había quitado los lentes antes de acostarlo o ahora tendría algo más que la nariz roja.

-Yukio…

-Nii…Nii-san…

Oh si. Okumura Yukio-sensei también tenía problemas para despertar, solo que –al levantarse más temprano- nadie debía lidiar con eso.

-Toma algo de leche.

-¿Qué… hora…? Leche…

Rin vació medio tazón sobre el otro y volvió con su gemelo, que mantenía su aire ausente sentado en la cama.

El medio-despertar de Yukio era peor que el de Rin, pero menos común. Era más profundo, porque el menor ni siquiera terminaba de salir de su mundo de sueños, por lo que simplemente no conectaba ningún pensamiento coherente.

-Aquí tienes, Yukio-touto.

-Nii-san…

Al mayor siempre le hacía gracia lo limitado del vocabulario de su hermano al despertar.

Con cuidado le entregó el tazón y supervisó que no se quemara. Luego bebió en dos sorbos el suyo, y se acomodó junto a su hermano.

-A dormir, Yuki-chan.

-Cama… no… cama…

-Tu cama está húmeda porque la dejaste abierta. Sólo acomódate.

Esta vez, sólo por precaución, Rin tomó el lado de la pared.


Yukio abrió los ojos ante el roce inesperado de algo que estaba tendido junto a él. No estaba en su cama. Definitivamente no estaba en su cama.

Se sentó rápidamente, costándole un poco identificar la habitación en donde vivía. La perspectiva era distinta a la de todos los días, pero finalmente se dio cuenta de que estaba en la cama de su hermano.

Rin dormía con pesadez a su lado, escondido en las mantas como un gato con frío, con la respiración pausada y suave.

El castaño se rascó los ojos y sintió un punzante dolor cuando se tocó la nariz. No recordaba haberse golpeado para nada, sin embargo el estar junto a su gemelo, más los tazones que estaban en el escritorio le decían que Rin le había atendido durante la noche, nuevamente.

-Dios… ¿cuántas veces han sido ya?

Cada vez que se quedaba dormido por trabajar tanto, la rutina se repetía: Amanecía correctamente acostado en su propia cama, con un tazón de leche a un lado, y recibía de desayuno lo usual más un brebaje frío con miel de hierbas para el resfrío, dejadas en remojo por su hermano la noche anterior.

Debía hacer muchísimo frío para que Rin decidiera que durmieran juntos.

No era que le molestara. De hecho, sentirse mimado por Nii-san era algo que le gustaba mucho, aunque rara vez podía permitirselo, excepto por las comidas, las pocas veces que coincidían.

Muy en el fondo –y sin que nadie lo supiera –Yukio extrañaba terriblemente los días en donde eran Shiro, Rin y él, pasando la jornada entre juegos y cuentos. Incluso ya siendo secretamente entrenado para ser exorcista, aquellas tardes en que Rin les sorprendía con panqueques y leche con chocolate eran su oasis entre toda la horrible información que su padre estaba mostrándole.

"Un día verás el peor lado de tu hermano. Pero debes estar ahí para acompañarlo"

Yukio no podía creer que alguien que hiciera una chocolatada tan rica pudiera ser alguien que tuviera un lado malo, a pesar de saber bien los líos en los que Rin se metía a diario. Sin embargo sí veía a su hermano como algo susceptible a ser atacado, debido a su arrojo natural, por lo que su obligación era volverse fuerte y protegerlo.

"Rin solo quiere cocinar, Papá. Yo me encargaré del resto"

Sin embargo ahí estaban.

-Yo me encargaré del resto…

Suavemente acarició el cabello de su hermano. Tan suave, con ese brillo azulado tan característico. Entonces la cola apareció entre las sábadas, yendo hacia el frente, rascando la nariz de su dueño y provocando un estornudo.

El castaño no pudo evitar sonreír. La leche le había hecho despertar de buen humor.

-Buenos días, Nii-san.

Rin abrió los ojos pero no se podía decir que estuviera despierto. Lanzó un enorme bostezo al aire y se estiró todo lo que el alto de la cama se lo permitió.

-Buenos días, Yukio… ¿Quieres desayunar? –preguntó entre bostezos más cortos.

-Claro.

Se levantó primero y fue hacia su cama. Era hora de bañarse y comer.

Era su primer día libre en mucho tiempo y planeaba disfrutarlo.


Iblis observó el amanecer desde la copa de un enorme cerezo. Recordaba esa estrella. Le llamaban Sol. Y también recordaba esa pequeña estrella a la que llamaban como su hermano: El Lucero de la Mañana.

La silueta de la enorme construcción sobre la colina parecía monumental y le recordaba el palacio real del último continente que conquistó, muy muy lejos de Assiah.

Había sido un bonito castillo, pero lo había quemado hasta sus cimientos.

-Hace frío…

La punta roja de su nariz le demostró lo descuidado que se estaba volviendo por culpa de Kai. Los últimos seiscientos años habían sido muy cómodos con alguien como ella cuidando de sus necesidades más básicas.

Un estornudo seguido de una flama redonda que salió de su nariz rompió con el ambiente tranquilo del amanecer.

El Gran Rey Rojo estaba resfriado.

Entonces lo sintió. Suavemente, una capa negra y gris con un enorme cuello peludo cayó sobre sus hombros, mientras su conocida presencia se materializó, flotando a su lado.

-¿Cómo me encontraste?

-Me has hecho buscarte por medio universo, Iblis. Estoy enojada.

-¿Cómo…?

-Si crees que ha llegado el día en que puedas escapar de mí, estás demasiado equivocado.

Escondiéndose en su capa favorita, el demonio miró a su lado, para apreciar la luz anaranjada del sol sobre su guardiana.

Kai era uno de sus seis capitanes. Una compañera de toda la vida, con quien había entrenado desde pequeño, hija de un comandante de su padre. Se habían criado juntos y practicamente todas sus batallas habían luchado juntos.

Ella tenía una bonita melena negra, piel apiñonada y adornos plateados. A diferencia de otros demonios, no tenía cuernos ni cola en forma humana. La tenida que llevaba era de invierno con una elegante capa de plumas violeta muy, muy oscuras.

Como hija de la serpiente de fuego, sus llamas no tenían mucho que envidiar al fuego azul de su Padre o al suyo (escarlata), sin embargo su fuerte eran las armas de larga distancia.

-¿Y bien?

-¿Eh?

-¿Qué hay aquí que llamó tu atención?

-Un aroma.

La mujer volteó confundida. Conocida era la incapacidad de Iblis de sentir aromas.

-¿Un aroma?

-Huele como mi Padre.

El sol terminó de salir sobre las montañas. En las zonas más altas había nieve, mientras en el horizonte se avisoraban las nubes que traerían lluvia.

-Avancemos Iblis. No quiero estar afuera cuando comience el aguacero.

-¡Kai! –rápidamente bajó del árbol para seguir a su compañera –¡No te he autorizado a seguirme!

-Tengo órdenes de tu Padre de estar contigo en todos lados.

-Uy, ella, la buena esposa.

Sus reflejos lo salvaron del golpe que cortó el aire.

-¿Así me tratarás cuando estemos casados?

-¡Como si quisiera casarme contigo!

La Corte había dispuesto hacía tiempo ya que Iblis y Kai procrearan, por el bien del Palacio de Fuego y el Ejército Conquistador, sin embargo –yendo de campaña en campaña –ambos habían escaqueado el compromiso.

No era que no hubiera atracción. De hecho, había mucho más que eso, sin embargo no estaban seguros de que eso del matrimonio fuera a funcionar. Eran soldados curtidos en la muerte y en el combate, y desde que eran unos niños que no convivían en la cotidianeidad de la corte de Gehenna.

Así como Iblis tenía múltiples sobrenombres, Kai tenía los propios: Serpiente de la Muerte, Castigo Divino, Guadaña Mortal.

Casarse y jugar al marido y la esposa no era para ellos.

-Insisto en que debes desposar a la hija menor del Conde de Turán, Iblis. Ella es perfecta para ti.

-¿Qué tiene de perfecta?

-Es pequeña, educada y sumisa. Además tiene cuernos y cola.

-No me molesta que tú no tengas cuernos y cola.

-Pero a otros sí.

-Tus hermanos los tienen. Solo las mujeres no los heredan, ¿verdad?

Ella no contestó. El tema del matrimonio no era de su agrado.

-¿Sabes quién creo que es perfecto para ti? El consejero del Salón de Guerra.

-Iblis, sabes que nadie quiere por esposa a un demonio a la que llaman Guadaña Mortal.

-Es tu culpa por usar una hoz. Las dagas te sientan también.

Kai suspiró ante la insistencia.

-Recuérdame porqué acepté ser tu consorte, Iblis.

-Porque somos amigos de infancia y nos conocemos hace más de dos mil años.

-¿Sólo por eso?

-Y porque me amas secretamente.

-Debí estar ebria. Tu padre suele hacer preguntas complicadas cuando uno está ebrio.

Los demonios caminaron con decisión a través del bosque, que cada vez se hacía menos denso, rumbo a la sede oriental de la Orden de la Cruz Verdadera, lugar desde donde ese suave aroma estaba llamando con desespero al Jinete de las Llamas.


Era, definitivamente, un domingo helado. En el horizonte ya se oteaban las nubes que mojarían la semana, por lo que Rin había decidido ir a abastecerse de algunas buenas verduras a la ciudad, dejando a Yukio al cuidado de Shiemi.

-Lamento que hayas tenido que venir tan de repente, Shiemi-san.

- No hay problema, Yuki-chan. Rin me dijo que te quedaste dormido en el escritorio anoche.

-Si… es cierto.

-¡Debes cuidar tu salud, Yuki-chan! –le espetó la rubia muy seria en su kimono rosado –Rin se preocupará mucho por ti si enfermas.

El Okumura sonrió tratando de parecer culpable. No se sentía mal para nada, pero el par de estornudos que lanzó bastaron para que su hermano lo enviara a la cama con té, sopas y Kuro en su forma real sobre él para mantenerlo acostado, si era necesario.

El familiar ronroneó en el regazo del castaño. No era normal que se quedaran solos, pero esta vez su maestro había sido tajante.

"Necesito que te preocupes de que Yukio no se levante. Aplástalo si es necesario"

Por tanto pretendía cumplir con su petición a cabalidad, así que se quedó muy atento a las acciones del gemelo.

-Rin llegará pronto. Espero que no lo encuentre la lluvia.


Iblis y Kai se encontraban en la zona externa de la ciudad, observando con algo de curiosidad.

-¿Porqué están estas barreras aquí?

-…Corrígeme si me equivoco pero… esto es obra de Samael…

-¡¿Porqué están estas barreras aquí?!

Sin embargo el aroma se hacía mucho más fuerte desde ese punto, y el Rey Rojo se negaba tajantemente a abandonar su camino.

-Podemos quemarlas. –le sugirió su compañera. –Entre ambos no debería ser problema.

-Si hacemos eso, probablemente el dueño de ese aroma huirá o quizás incluso podría morir.

-Nadie que lleve el aroma de tu padre podría morir por algo como eso.

El Rey Rojo entonces lo sintió. Un calor suave, precedido de una presión en el pecho. Y, por supuesto, el intenso aroma.

-¿Lo sientes, Kai? El olor del fuego de mi Padre…

-¿Está cerca?

La guerrera oteó la zona de la ciudad que tenía a la vista. Una gran masa de gente se veía comerciando distintos productos comestibles, pero en medio de la multitud era difícil distinguir a alguien.

-Iblis…

-No te preocupes. Le haré saber que estoy aquí.


Escondido en un callejón, con el corazón desbocado y la respiración entrecortada, Rin no tenía cabeza para tratar de entender qué era lo que le estaba pasando.

Iba tranquilamente caminando hacia la feria para buscar verduras frescas cuando comenzó a sentir ese particular aroma. Sus sentidos se alertaron de inmediato. El olor le recordaba, de alguna extraña forma, el sueño de la noche anterior.

La normalidad que lo rodeaba lo tranquilizó e hizo sentir un poco estúpido. Sin embargo ese olor seguía ahí.

El aroma del fuego…

Obligándose a pasar de la ansiedad, continuó su camino, recordando la lista de verduras que debía comprar. Tenía que durar toda la semana, y debía ser de temporada. También llevaría fruta, para que Yukio pudiera tomarlas en cualquier momento y comerlas, si es que él no estaba para cocinarle.

Las montañas que rodeaban la ciudad eran fácilmente visibles de esa zona. Al ser un sector periférico, las cosas eran más baratas porque los distribuidores vendían sin la necesidad de pagar los peajes de ingreso al centro o a las grandes ferias de la ciudad, que estaban más cercanas a la Academia. Simplemente perfectas para un presupuesto reducido como el suyo.

Entonces ocurrió. Su pecho se cerró violentamente y el aire dejó de pasar. El mundo se fue a negro rápidamente.

Tropezó con un hombre que le preguntó si estaba bien. Tembló al sentir contacto con esa persona y le pidió un poco de agua. El sujeto le dejó en la entrada de un callejón con una botella que llevaba en la mano, mientras le pedía que esperara, que iría por alguien que lo ayudara.

Se arrastró un poco más tratando de no estar a la vista. Necesitaba aire, necesitaba que su corazón se tranquilizara, y entonces –aterrado, sin saber qué pasaba –pensó en Yukio y Kuro.


El familiar levantó los orejas en un movimiento repentino que asustó a Yukio y Shiemi. El gato estaba tenso como un resorte, y comenzó a jalar la manga del exorcista con insistencia.

-K-Kuro… qué…

El demonio entonces se volteó hacia Nii, que estaba junto a la ventana tomando un baño de sol, y lanzó un chillido espeluznante. El pequeño hombre verde se unió entonces a su nerviosismo y jaló también de Shiemi.

-Yuki-chan…

-…Nii-san…

Kuro entonces respondió con otro chillido. Moriyama no tuvo tiempo de seguirle el paso a su amigo de la infancia.


-¿Y bien?

Iblis se encogió de hombros en un gesto despreocupado.

-¿No esperabas que viniera corriendo, verdad?

-¿Entonces para qué hiciste eso?

-Solo para que supiera que estoy aquí.

Kai hizo un mohín de fastidio mirando la multitud que no se había alterado en lo absoluto.

-Quizás fue demasiado pronto. Hay muchas calles pequeñas y no logro ver a toda la gente.

-¿Te empiezan a fallar los ojos, Castigo Divino? –se burló el Rey -¿Entonces es mentira que puedes matar un ave en pleno vuelo a kilómetros de distancia?

-Puedo darle a tu trasero con una flecha a través de la montaña, Líder Idiota.

-Entonces encuéntralo y tráemelo.

La guerrera entonces afiló los ojos hacia un pequeño alboroto en una esquina.

-Como ordenes.


Notas de la Rio:

¿Qué tal? Estas son las primeras 10 páginas de este fic, que en realidad fue concebido como oneshot, pero son casi 60 páginas, así que las subiré por parte :).

Espero que les haya gustado.