Agridulce día de la madre

Hola, estoy de regreso con esta pequeña historia inspirada en el día de la madre. Se me ocurrió tras leer una noticia antigua de los años 1930 acontecida en una salitrera perdida en medio del desierto de Atacama, por supuesto que la modifique un poco y sirvió de base para esta historia. Aqui en Chile el dia de la madre se celebra el segundo domingo del mes de mayo a diferencia de otros lugares y estamos en pleno otoño y los dias inclusive en medio del desierto (atacama) pueden ser bastante frios y extremos (la temperatura oscila entre los 20 º C al 0 ºC dentro de un mismo dia) No tiene lemon pero esta en categoría M por ser de contenido adulto. Así que si eres sensible o delicada abstente de leer. Como es ya habitual, unas hurras a Kishimoto-Sama autor de Naruto y todos sus personajes, sin el mi mente delirante estaría frita sin duda alguna.


Ella se levanto pesadamente del incomodo catre de campaña, que cada día que pasaba parecía estar en guerra con sus costillas, su columna vertebral, en realidad con cada uno de sus huesos. Como extrañaba su cómoda cama en Suna, la calefacción y todos aquellos pequeños lujos de la modernidad. Es que estar embarazada casi a punto de parir en un agujero como donde estaba metida, era para desmoralizar a cualquiera, pero Matsuri con solo dieciocho años, nueve meses de embarazo ya cumplidos, no estaba dispuesta a dejarse vencer tan fácilmente por la sórdida realidad.

Como fue a parar a ese olvidado páramo ya no tenia ninguna importancia. El caso era que a tan temprana edad estaba próxima a convertirse en madre soltera. Del padre de su hijo si le preguntaban, dependiendo del lugar o circunstancia tenia una respuesta apropiada: si se trataba de alguien de Suna simplemente decía que fue un desliz algo sin importancia, una aventura de una noche que termino en un embarazo no deseado y que ni siquiera recordaba quien era el padre de la criatura. Si se trataba de los humildes pero tradicionalistas habitantes del paramo sencillamente les decía que había enviudado, les contaba que el padre del bebe había muerto atacado por armas blancas (en realidad narraba la muerte de su propio padre que fue presenciada por ella, por eso podía añadir realismo al relato). Ninguna de las dos historias era verdadera, ella jamás fue de aventuras, desde su pubertad siempre amo al mismo hombre y fue el y no otro quien la hizo mujer y sembró en ella la semilla de la vida ya casi a punto de germinar, su hijo si bien no fue planificado era producto del amor. El padre de su hijo estaba vivo, pero esa verdad se silenciaria en su boca, ya que el se ahora se debía a otra mujer y el atrevimiento de darle un hijo bastardo podía costarle a ella y su pequeño la vida.

Al principio los habitantes la miraban con sospecha, un ninja entre ellos nada bueno podía significar, pero al ver que era solo una pobre muchacha sola y embarazada, les ablando el corazón lo suficiente como para dejarle una casucha semi derrumbada donde guardaban animales. Y ese era el lugar donde actualmente tenia fijada su vivienda la que poco a poco con desechos recogidos en los alrededores fue reformando y transformándola en un lugar mas habitable; en ese lugar el dinero para lo único que servía era para prender fuego (era tan pobre que la única moneda valida era el trueque).

Esa mañana estaba particularmente fría y no lograba abrigarse. Tampoco tenia mucho con que hacer fuego, en el desierto usaban una planta combustible llamada yareta la que había que ir a buscar lejos en una caminata de un día de ida y otro de regreso y en su estado no era para nada recomendable.

Buscando distraerse un poco, se puso a pensar acerca de la fecha, mientras calentaba un poco de agua para hacerse un te e intentar capear el frio. Recordó que era el día de la madre. Añoró los días felices cuando se colaba a la cama de sus padres y le dedicaba dibujos y regalos infantiles a su madre, sintió mucha pena de no poder ir a verla al cementerio en Suna como era su costumbre. Tampoco pudo evitar unas lagrimas al pensar en lo mucho que necesitaba a su mamá en la situación que estaba viviendo, necesitaba su amor, sus cuidados y sus consejos. No sabia si podría darle frente a lo que se le venia encima ni tampoco si iba a ser una buena madre como lo fue la suya.

En respuesta a sus cavilaciones, su bebe hizo un violento giro en su vientre causándole dolor en sus costillas y en su cóccix, al parecer el discrepaba de sus dudas. Sin duda el seria su mayor admirador en cuanto naciera. Pensando en su hijo próximo a nacer, volvió a reparar en que tenia muy poco con hacer fuego y el no tendría con que calentarse. Recordó que a una hora de camino en dirección a la montaña había un caserío abandonado y que en el podría recuperar de las casas ruinosas algo de madera con que hacer leña y poder abrigar a su bebe próximo a nacer. Contenta con su descubrimiento, en seguida puso manos a la obra: busco un hacha pequeña, cuerdas, una mochila con una pequeña ración de comida y agua mas una manta con que cubrirse en caso que el viento se hiciera fuerte y comenzara a levantar arena. Por las dudas también llevo unos kunais, shurikenes y papeles explosivos. Su bebe parecía aprobar el plan ya que se revolvía muy inquieto en su vientre. Durante todos esos meses se habían aprendido a conocer, el bebe era muy sensible a los cambios de animo de ella.

Camino hasta las ruinas sin ninguna dificultad, al llegar se dio cuenta que estaba frente a una "mina de oro" no solo habían muchas cosas que podían servir como leña sino que también habían muchas que otros y ella misma en otro tiempo hubiese considerado basura pero ahora les veía múltiples usos para mejorar su hogar. Trabajo picando leña buena parte del día y se detuvo a media tarde porque se comenzó a sentir mal. Sentía que su sexo le pulsaba y que sus caderas eran de goma y que su bebito cada vez se movía con mas fuerza.

Pensó si descansaba un ratito pasaría la molestia; por el contrario comenzó a notar que el dolor pulsátil que parecía más bien un kunai rasgando su intimidad era cada vez mas seguido y mas rítmico. Preocupada, decidió regresar a su covacha aunque se negó a irse con las manos vacías. Ato una buena cantidad de leña y la cargo a su espalda, tratando de caminar lo mas aprisa que se lo permitía su condición.

Cuando el sol se escondía tras las dunas, sintió como una gran cantidad de liquido comenzaba a escurrir entre sus piernas y con pavor comprobó al tocar con su mano la cabecita de su bebe asomando en su entrepierna; el parto ya era inminente y que pariría sola sin ningún tipo de ayuda en medio de la arena. Con dificultad desprendió su ropa y la tendió en la arena para recibir sobre ella a su bebito. Se agacho trabajosamente según lo que le dictaba su instinto, pariendo como un animal cualquiera, una autentica fiera del desierto. Cuando sintió la necesidad intensa e inaguantable de pujar lo hizo cegada por el dolor, sus gritos de dolor, angustia y desamparo el viento del desierto los silencio.

De pronto sintió un gran alivio y abrió los ojos. Bajo ella entre sus manos se removía la criatura mas hermosa que jamás hubiese visto. Era un niño diminuto, estaba todo sucio de sebo y de liquido. Su piel muy blanca (la más blanca que alguna vez hubiese visto) y unos hermosos ojos aguamarina le miraban con curiosidad. Lo acerco temblorosa hacia su pecho y lo cubrió con sus ropas para darle calor y se dejo caer de espalda en el suelo. Al secarle y abrigarlo el recién nacido comenzó a llorar y ella por instinto lo puso en su seno para amamantarle. Nada la había preparado para eso: una cosa es el juego erótico de pareja pero la succión vigorosa de un bebe hambriento era igual a miles de agujas clavándose en su pezón, si bien el dolor era intenso también era soportable, solos los dos en medio de la nada no había otra opción de darle alimento a su crio.

En ese momento y acompañada por nuevas contracciones que anunciaban el alumbramiento de su placenta, Matsuri no pudo seguir conteniendo dentro de ella la pena y frustración retenida por meses, simplemente dio rienda suelta al llanto, se sentía vejada por estar pariendo en mitad de las dunas sobre la arena como si fuera un animal, su hijito que debía haber nacido con los mejores cuidados en Suna, estaba desnudo, expuesto a las inclemencias y el viento estaba pegando a su piel delgada y húmeda la arena: eso no debía de ser así, debió haber nacido siendo esperado por una familia, protegido, amado y no en ese abandonado lugar. En su corazón los maldijo a todos y a cada uno por encontrarse en ese infierno junto a su pequeñito, inocente de las maquinaciones y ambiciones de otros por culpa de quienes se encontraba naciendo en tan agreste lugar . Se odio por ser tan ilusa de pensar que el amor devoto que profesaba por ese hombre bastaría para cambiarlo todo y al final lo único que obtuvo fue ser violentamente expulsada con lo puesto de su hogar, que era sencillo pero tenia todo lo necesario para subsistir junto con su pequeño. De lo único que se alegraba es que al ser todo tan rápido nadie reparo en sus ropas sueltas que ocultaban su vientre abultado de siete meses al momento de recibir la orden de salir de Suna en menos de veinticuatro horas y con indicación de hacerlo por cinco años a un destino olvidado y de paso con una orden de alejamiento por la misma cantidad de tiempo, no solo referente a el hombre que amaba sino que también hacia todos sus amigos, debía salir rápido y en silencio de la aldea .

Su hijo seria solo suyo, volvió a repetir la promesa que jamás saldría de su boca el nombre de ese hombre; no lo haría solo por rencor sino por temor a exponer a un peligro mortal a su bebe si se revelaba la verdad. Era por eso que todos esos meses rogó en sus plegarias que su pequeñito fuese igual a ella, al ver sus ojitos estos no eran negros como los suyos sino unos afilados ojos aguamarinas muy abiertos que le miraban con curiosidad mientras era amamantado, no pudo evitar sentir temor del destino si alguien no deseado les encontraba en ese estado tan vulnerable.

Cuando el dolor aminoro un poco probo ponerse en pie y cubrirse con algunas de sus ropas para caminar hacia el caserío con su hijo en los brazos, tratando de no pensar en el dolor urente en su entrepierna, esforzándose en llegar lo mas rápido a su guarida y poder vestir y abrigar a su pequeño que aun no tenia nombre. A pocos metros de entrar en el caserío cayo desmayada producto del agotamiento, rápidamente fue socorrida por los lugareños que se percataron en seguida de lo sucedía al ver un recién nacido aun unido a su cordón fuertemente aferrado por sus brazos.

Despertó un par de horas después en un futon con su bebe fuertemente prendido de su pecho. A pesar de lo precario del lugar, se sentía muy bien. Se pregunto si acaso ya estaban muertos con su bebito. La respuesta llego al instante al encontrarse con la curandera del lugar que la estaba inspeccionando junto con su pequeño.

-Han corrido con suerte. Podrían haber muerto los dos en medio de la nada, los salvo tu entrenamiento ninja y que tienes mucha leche, con eso mantuviste a tu hijo abrigado- le dijo la mujer.

-Gracias a Ud. y las personas de aquí, jamás lo hubiésemos logrado con mi bebe. Puedo preguntar ¿y este futon? No extraño ese horrible catre pero no encuentro ético quitarle la cama a otra persona- dijo cortésmente Matsuri.

-No se lo has quitado a nadie porque su dueño se murió. Puedes ocuparlo sin remordimientos por el tiempo necesario. Ahora trata de descansar. Y otra cosa importante: aquí a los pelirrojos se los considera peligrosos porque son mas susceptibles a ser contenedores de demonios y peor si tienen los ojos claros. Por su propio bien lávale sus cabellos con oxido de cobre (verde) para que se vea castaños como los tuyos- la mujer al decir esto descubrió la cabeza del bebe que estaba cubierta con una gorra, si bien era prácticamente calvo, tenia unas escasas hebras color rojo fuego. Parecía que alguna cruel deidad deseaba burlarse de Matsuri.

Finalmente quedo a solas con su pequeñito que aun no tenia nombre. Pensó en la lista de nombres que tenia en mente. Finalmente se decidió por uno.

-Te llamaras Kojama Rasa, igual que tus dos abuelos. Gracias por hacerme tan feliz en medio de tanta tristeza y gracias por este día de la madre tan especial- le dijo Matsuri a su bebe, dandole un besito en la frente, este le contesto con un bostezo para quedar profundamente dormido, bien apegado a ella, disfrutando de su calor.

El tiempo paso, como dicen por ahí lo cura todo. Matsuri se había volcado por completo a la crianza de su hijo; ella vivía y respiraba por el, tal como antaño lo había hecho por su padre. Nunca más volvió a estar con un hombre, la sola idea le fastidiaba e incluso le daba asco. Tenia mucho temor que le hiciesen daño a ella o que pudiesen llegar a maltratar a su pequeñito, sin contar con el evidente riesgo que alguien pudiese llegar a sospechar la verdad acerca del origen de su pequeño.

Vivir en un lugar tan apartado, definitivamente tenia sus ventajas y una de ellas era su lejanía con los chismes y maquinaciones de Suna, pero tenia claro que pronto tendría que regresar, su misión o mejor dicho exilio tenia una duración de cinco años en medio del páramo, era cuestión de tiempo que le mandasen a llamar de regreso y eso le llenaba de angustia. A pesar de la estrechez económica, lo desolado del lugar que le había enseñado nuevas lecciones de supervivencia, su hijo había crecido sano y feliz siempre apegado a ella y los lugareños habían terminado por aceptarlos logrando una buena convivencia. Se había preocupado de que creciera sin traumas ni ideas preconcebidas acerca de su personita, sencillamente era un niño feliz que tenia las dunas del caserío como su patio de juegos y corría descalzo junto a los demás chiquillos tras las cabras.

Su hijo estaba cumpliendo cinco años y nuevamente coincidía su cumpleaños con el día de madre, no podía evitar la emoción de verlo convertido en un pequeño hombrecito. El se acerco a ella y le dio un abrazo y un besito pegajoso en la mejilla, diciendo:

-¡Feliz Día mamá!- mientras se aferraba a su cuello.

Ella no necesitaba nada más para ser feliz, con su pequeño lo tenia todo y por seria capaz de soportarlo todo y mataría (literalmente) si con eso aseguraba su bienestar.

¿Fin?

Espero haya sido de su agrado esta historia cortita. Si queda o no como one shot depende de sus comentarios. Quería probar salir un poco de los lemons, aunque si se continua la historia es muy probable que haya uno. Espero no haya quedado muy lacrimógeno. Un abrazo y nos leemos.