Los personajes de Naruto no me pertenecen; sin embargo la trama de esta historia es mía.


Pandita

Una dulce niña disfrutaba de su tarde de primavera. Corriendo por las praderas más florecidas, reía al sentir cosiquillitas sobre su nariz. Aquel polen que saltaba a su paso, llegaba picadamente a su naricita. Simple, amable y dulce, como naturalmente era.

Su cabello color marrón se hallaba peinado en dos pequeñas trencillas, que a su vez se enrocaban atadas por cintas color rosa. Sus pequeños ojitos, no era de color, pero era grandes y sus enormes pestañas los resaltaban, aunque de por si tenían su propio brillo. Su cuerpito era de un niño de seis años. Vestía una blusita china color rosa y un pantalón liviano de un color neutro. Sus piecitos eran pequeños, y lucían unas sandalias azule, que gastadas aun soportaban todos sus juegos.

Corrí hasta donde la orilla del río, y sin importar que se mojara atravesó el mismo. En su juego era una gran kunoichi, que aventuraba a peligros inigualables. Trepó un pequeño árbol de tronco bajo, y desde la altura observó lo esplendido del paisaje. Aun sintiéndose bajita trepó más alto, donde una rama finita que aduras penas soportaba su peso de niña.

A lo lejos sus ojitos percibieron algo. Regresando por donde ella vino, cerca de la zona donde los verdaderos ninjas entrenaban, había un niño. Inmediatamente pensó, que dentro de su juego infantil, cabía un compañero de equipo. Entusiasmada trepó un poco más, quería verlo mejor. La pequeña madera crujía a sus pies y ella ignoraba su falta de equilibrio, porque aquel niño que entrenaba duro la tenía inspirada. Concentrada miraba cada movimiento, hasta que de un momento a otro su cabeza dura golpeo contra la tierra. La pobre ramilla no resistió nada más, y cedió a la gravedad.

Olvidando su golpazo, y dolor de cabeza, corrió en dirección a donde aquel pequeño se hallaba. Se acercó pero mucho antes de darse a conocer ante él, se detuvo. Prontamente la habían detectado, el chiquillo giró su rostro con el seño fruncido y la observó; mientras, ya bastante intimidada, se abría paso entre los arbustos para dar su cara. Levantando su manita saludó, agraciada, y luego lentamente la bajó sin tener respuesta. Mientras sus deditos se retorcían avergonzados, miró de arriba a bajo al pequeño presente.

Aquellos ojos grises la veían furiosos. Él niño traía su cabello largo, atado pero muy limpio. Su tez era blanca, como la porcelana chica. Tenía unos labios finitos, que al igual que su mirar estaban hechos un nudito.

Tenten, dulce y fina como lo era, tapo su rostro con sus manitas, y entre los dedos lo volvió a espiar. Allí continuaba parado, con una mirada oscura y un reflejo de espejo roto. Pero ignorando la frialdad del niño, y ruborizada de vergüenza, destapó su cara y se atrevió a mirarlo bien.

-Si quieres…- pronunció escondiendo la voz bajo una mascara de vergüenza- podemos jugar juntos-

Era una propuesta muy buena, de eso ella estaba segura, pero aun así bajaba la cabeza y escondía la cara, aparentando que en los pastizales existía algún objeto de su interés. Pero era una simple fachada, porque internamente luchaba con el miedo y la alegría, puesto a que no todos los días se encontraba con un niño tan lindo y de su misma edad.

Mas, se encontraban en mundos alternos y túneles diferentes, porque por la cabezota de él solo pasaban rechazos. No soportaba ver a la pequeña repúgnate, tan melosa y adorable. Su peinado de mimada, su ropita limpia y aquella sonrisa nena que toda nena de mamá tienen en la cara. Odiaba eso, detestaba a los niños malcriados, y mucho más si tenían una apariencia tierna y juguetona. Así que sin más, y pasando su mirada sobre ella, orgulloso y engreído, pegó la vuela y se dirigía lejos de la mocosa.

Al verlo girar, sin respuesta, ella levantó la vista y se preocupó; quizás su timidez le molestó a su amiguito. Y sin perder el tiempo, sus pequeños pies se despegan del suelo y corren apresurados tras él.

-Espera amiguito- alcanzó a decir con su chillona vocecilla, mientras le tomaba el brazo y lo hacía detenerse.

Y en el juego de acción y reacción, en cuanto ella tomo del brazo al niño este volteó a empujarla, haciéndola caer de cola al suelo, con unos ojos asustados y casi llorosos. Tenten, lo veía sorprendida, nunca se había topado con un chiquillo tan agresivo y maleducado, pero lo que más le sorprendía era ese gestó tan soberbio y libertino que él portaba. Le dolía que la hubiera tratado de esa forma, se sentía humillada y poca cosa, en el fondo de un pozo negro y sucio. Su labio inferior tiritaba y sus ojos brillaban ante la tormenta que se aproximaba. Estaba apunto de llorar, y aquel niño tonto seguía con su postura frívola.

Desagradable, molesta, mimada y también llorona; todas las cosas malas que una mocosa puede tener, ella las llevaba comprimidas en ese cuerpo tan pequeño y torpe. Con esos ojos, él la miraba. La menos preciaba por se distinta, por ser malcriada, por débil y tonta. La miró con ira, y luego le dio la espalda para continuar su camino.

El viento resopló como nunca antes en el día, mientras la pequeña Tenten aguantaba sus lágrimas y veía al otro niño alejarse con cada segundo. Y tras verlo desaparecer, soltó con dolor y pena el llanto, como si liberara el león muerto de hambre que llevaba consigo. Su voz retumbaba en el ambiente, como retumba cualquier grito de dolor. A ella la habían herido, de una manera cruel y despiadada, porque su única intención era jugar con él, no fastidiarlo. Y así, hipando para contener su condena, se levantó del piso y se dirigió a casa.

El día caía lentamente, colorando el cielo y trayendo la luna. Mientras que por las pedregosas calles de la aldea, la pequeña Tenten camina directo a casa. La tristeza se le iba pasando mientras sus piecitos avanzaban. El día se hacía noche, las calles se oscurecían, y una nena de solo seis años de edad, se dirige apenada por el sector mas feo de su ciudad.

A media cuadra, un hombre de especto sombrío, buena altura y un aspecto agresor, observaba como la niña se acercaba lentamente. Sus oscuros ojos estaban bien puestos en el pequeño cuerpo de la nena, como el pantalón se fruncía a su paso y su remera rosa se encontraba algo mojada. Se fijó en las débiles manitas de Tenten, que se refregaban cada tanto en sus ojos lloroso; y como su pequeña boquita rosa se encontraba fruncida de furia. Era una niña muy linda e inocente para encontrarse tan sola sobre las calles más feas del pueblito.

-¡¿Qué haces a esta hora en la calle, Tenten?!- reprendió el hombre.

Sorprendida, levantó la cara y se fijó en el sujeto que la llamaba. Con una mezcla de emoción y miedo corrió desesperada a él, que instintivamente al verla acercarse, se acuclillo para estar a su altura. Ambos se abrieron de brazos y él la levantó rápidamente del piso.

-Perdona papito- dijo tomando la cara del sujeto y regalándole un beso sobre su mejilla- Estaba jugando-

Yuga, sabía que su hija era inocente, pero no ignoraba que era muy picara para todas las cosas; conocía sus debilidades y jugaba sucio. Aquél beso cariñoso era el punto que le saltaba en contra, Tenten estaba al tanto de eso, no podía retarla cuando ella lo recibía del tal modo. Resignado inclinó su vista, ya estaba a su merced.

-Vamos a preparar la comida Tenten- dijo sin más, llevándola a dentro.

Las estrellas espiaban por la ventana, y los vidrios parecían pinturas magnificas del cielo, con una luna romántica y dulce, redonda y acaramelada. La pequeña Tenten, de codos a su ventana admira como el resplandecer de la noche tiene su propia belleza.

-¿Papá?- lo llamó sin voltear, mientras él preparaba la mesa.

Al escuchar su vocecilla, levantó sus ojos y los posó en su pequeña. Así como ella admiraba las grandezas del cielo, él admira el brillo de su niña. No logra evitar que una sonrisa se poso sobre su rostro, estaba más que orgulloso; nunca pensó que los errores traen regalos tan preciosos. Efectivamente la vida lo había golpeado duro, le regalo lo que muchos envidiarían.

-Tenten… ¿Por qué no me ayudas a terminar la cena?-

Cuando giró lentamente a verlo. Aquellos oscuros ojos estaban directamente posados en ella, con ese tono y sentimiento que aun no comprendía del todo; combinación de alegría y seriedad. Y asintiendo lentamente se levantó de su lugar.

-¿Papá?- lo volvió a llamar cuando estaban sentados a la mesa- ¿Soy fea?-

Repentinamente sorprendido, levantó su cabeza, deseaba verla, creer que esa pregunta era algo absurdo de niños; sin embargo se dio cuenta de que Tenten estaba cabizbaja y levemente apenada.

-¿De donde sacaste eso?- prenunció sin cuidar su tono, puesto a que no creía que esa fuera realmente una buena pregunta; para él padre, su hija era la flor más bella.

-Es que los niños no quieren jugar conmigo-

-Tenten…- llamó abriendo sus brazos, y ella se levantó para correr a ellos, sentir el abrigo y alivio que solo el cariño otorga.

Resoplando su nariz y enjugando sus ojos se aferró al cuerpo que la sostenía. Él, protector con su beba, la abrazó. -Mi nena- agregó- créeme esto que te digo, no eres una niña fea. Es que aun no te conocen y no lo divertido que es ser tu amigo.-

Risueña, la pequeña levantó sus ojos con un poco más de seguridad. Era cierto; quizás los demás niños aun no la conocían; pero tendría muchas oportunidades al comenzar la academia.

-Tenten- llamó el hombre- quiero mostrarte algo-

La puso en el piso. Tenía algo que de seguro animaría a la niña; y por supuesto la haría olvidar aquel asunto. Se levantó, mientras su pequeña seguía uno a uno sus movimientos. Tomó de su bolsillo una llave pequeña y se dirigió a la cómoda. Sobre el mueble había un baúl de madera tallada, con una cerradura muy chica, donde curiosamente se escondía el secreto que le rebelaría su padre a tan solo instantes. Yuga tomó el baúl y se sentó en el suelo; sobre la alfombra, expectante a que su hija se acercará y se sentara junto a él.

-Esto, llegó esta mañana- señalaba la caja, mientras metía la llave y le daba vueltas para abrir.

Los ojos de Tenten, tenían borradas las lágrimas; y ahora observaban atentos a lo que las manos de su padre hacían; viendo como lentamente la llave daba vueltas. Parpadeaba curiosa, y alzando la avista con impaciencia.

-¿Quieres ver que es?- preguntó al ver como la paciencia de aquella niña se agotaba rápidamente; y esta asentía su pequeña cabeza al escuchar la pregunta.

La tapa lentamente fue abierta, por las manos del padre, manteniendo el suspenso que inquietaba a la pequeña. Pero los ojos de Tenten se desilusionaron al ver que en el fondo de la caja, sobre las sedas oscuras, había un abanico cerrado. Ella esperaba algún objeto con doble filo; pues su padre vendía armas y amos era aficionados sobre el tema. A pesar de se pequeña, ella tenía un padre que la incentivaba en sus gustos.

-Es un abanico- dijo molesta girando el rostro a otro lado, ignorando aquel objeto tan vano.

-¿Por qué lo desvalorizas? ¿No te parece muy bello?- preguntó tranquilo viendo las reacciones que su hija tenía para con él.

Desde la distancia, veía de reojo, para confirmar las palabras de su padre; pero seguía siendo un objeto poco importante para ella. Se acercó nuevamente, viendo como su padre le extendía los brazos con cariño; y sin soltar a su papá volvió a mirar adentro de la caja.

-Sabes Tenten- tomó nuevamente la palabra, soltando a su pequeña para verle a los ojos- Este simple abanico, es un objeto muy valioso, no deberías juzgarlo por lo que aparenta. Cosas como esta son, muchas veces, mejores armas que las catanas que conoces- he hizo una breve pausa para tomar entre sus manos el contenido de la caja- Además, aun no los has abierto.

Cuando se lo ofreció, lo miro roñosa; pero después la curiosidad se hizo más fuerte de ella y lo aceptó para luego abrirlo. Aquel paño de colores que se abría ante su rostro, no era más que un resplandor que se reflejaba en sus ojos café, iluminado de asombrosa magnitud su mirar. Sobre la tela de aquel, tan vano, objeto se hallaba una pintura magníficamente aplicada, de mariposas esbeltas sobre un paisaje de laguna. Estaba simplemente maravillada. La combinación de colores, el resplandor de la pintura, y aquella emoción que trasmitía el paisaje maestro.

Desde su lugar, solo podía admirar la fascinación con la que su hija admiraba. Estaba feliz de poder apreciar como poco a poco los ojos de su hija se abrían más y más. Para su suerte, Tenten estaba muy distraída como para recordar la tristeza que hace un rato la atosigaba, pero mirando el reloj se dio cuenta que ya se estaba haciendo tarde y debía de acortarse para madrugar al otro día.

-Tenten- llamó- puedes quedarte con él, lo traje para ti; pero que no te sorprenda que algún día se convertirá en el arma más confiable que tengas-

Con aquellas palabras poco fiables, y con el consentimiento de que su hija asentía firme al entender esa frase; volvió a guardar el abanico; y la tomó entre sus brazos para llevarla a dormir. La llevó al cuarto, dejando sobre la mesita de noche la caja y su contenido, y la acostó. Era malo dando buenas palabras, pero antes de irse le besó la frente a su niña. Y al retirarse, volvió su vista apagando la luz.


Espero que les guste.

Si, si tiene continuación...

Y ojala disfruten de leerla como yo lo hago escribiéndola!!!

...siempre... a mi estilo Sugg