Disclaimer:

Los personajes, trama y detalles originales de Harry Potter son propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury, Scholastic y Salamandra (libro), Chris Columbus, Alfonso Cuarón, Mike Newell, David Yates, Warner Bros y Heyday Films (películas).

Advertencias:

Basado en la obra de los libros, con influencias de las películas.

La clasificación indica temas que no son propiamente para menores o personas sensibles a asuntos relacionados con la violencia física o psicológica, además de uso de lenguaje vulgar. Queda a discreción del lector el contenido.

Notas introductorias:

Hace un tiempo tuve un sueño extrañísimo…

A raíz de mi otro fic de Harry Potter (De goblins, pociones y otros menesteres) me puse a leer los libros de nuevo, digo, para no cometer errores graves de concordancia. Estaba terminando la piedra filosofal cuando me quedé dormida, y soñé… algo como esto…

Dedicatorias:

Para Ellis y Sifu Sihaya, que comparten conmigo una visión similar sobre Harry.


Para aprender a perdonar

Harry pensó en sí mismo como un monstruo amoral, porque aunque podía sentir su dolor, no podía evitar seguir sintiendo rabia en su interior.


Uno cosecha lo que siembra

Charing Cross era una de las calles más transitadas que en su vida había visto, absolutamente nada parecido a su querido Little Whinging, muchas personas pasaban a su lado evadiéndola por poco debido al estrecho espacio para tantos viandantes que querían solo huir del calor veraniego que recién empezaba. Apenas la miraban por encima del hombro, con la chaqueta color camello aún encima, parecía como si esperara que cayera un diluvio torrencial aún siendo medio día con el sol inclemente cayendo a plomo, pero la extrañeza de las personas no era algo para desperdiciar más de dos segundos de la tan ocupada vida. La anciana delgada de cuello largo y afiladas facciones mantenía sus pequeños y brillantes ojos clavados en el letrero de la tienda, con los labios fruncidos, las cejas levemente contraídas en una expresión de suma concentración, giró un momento para ver al lado, a la otra tienda y de nuevo a la primera.

La imagen recordaba a los programas de vida natural; a los suricatos que olfatean el aire esperando la llegada del depredador con la cabeza muy en alto, y aunque los dependientes de ambos establecimientos ya habían salido a preguntarle si podían ayudarle en algo, por toda respuesta movía la cabeza, daba un par de pasos para fingir alejarse pero volvía a regresar. El espacio era el adecuado, forzaba su memoria, se obligaba a recordar y desenterrar lo que por años no quiso ni permitió formar parte de su mundo…

Su mundo.

—Disculpe…

La mujer volvió a saltar, con el gesto mas hosco reflejado en el rostro, la mueca de disgusto por ser interrumpida en la consulta a su memoria.

— ¿Está usted bien?

Un hombre grande, de cara redonda pero amable, se había inclinado un poco para verle. Ella empezó a temblar levemente mientras su corazón empezaba a golpear furiosamente en su pecho, la nariz se movía con rapidez, su respiración era demasiado rápida pero algo en ella le decía que era el indicado, que no podía haber nadie más que usara un jersey amarillo durante el verano, nadie que supiera el protocolo de vestimenta adecuada, por eso había recurrido a esa chaqueta color camello y la bufanda púrpura, pesó que sería como un código.

—Busco algo.— dijo sin poder controlar su temblor, tenía miedo, si estaba equivocada se convertiría en el hazme reír de la sociedad, sería tachada, señalada, más de lo que podría soportar su viejo corazón.

—Dígame, si puedo ayudarla…

—A alguien… —corrigió cuando en su mente apareció súbitamente una opción que antes en su aturdimiento no se le había ocurrido con la frialdad lógica y razonable que le hubiera gustado.

—A Harry Potter.

El nombre estaba pronunciado, todo daño estaba hecho, y sus esperanzas se resumían a una puñado de heridas que tal vez nunca sanarían enteramente, a un rencor no anunciado por una deuda saldada por la comida escatimada, la ropa de segunda mano, los cumpleaños omitidos, el dormitorio bajo la escalera, los castigos, las burlas. Si había algo que pudiera deberle lo había pagado al protegerla a ella y su familia hasta que todo hubo pasado. Sus ojos se volvieron acuosos y sus labios temblaron tanto como sus manos.

—Ah, ya veo… él no vive aquí, pero viene a menudo, le puedo decir dónde vive…— dijo el hombretón pero ella volvió a estremecerse abriendo mucho los ojos y tensando el largo cuello como si con ello pretendiera crecer hasta superar la estatura de su interlocutor.

—No, no ¿No puede llamarlo? Yo no… yo nunca…

Nunca podría visitar su casa, el sentimiento de repudio que ella ejerciera sobre otros que visitaban Privet Drive la aplastó sobrepasando la desesperación que estaba tocando. El hombre inclinó un poco la cabeza, con los labios entreabiertos exhalando un suspiro.

— ¿De dónde lo conoce?— preguntó él sin mirarla, aunque ella no se percató puesto que tampoco tenía la vista al frente, sino de regreso al límite de una tienda con otra.

—Es mi sobrino…

—Ya veo… acá afuera no es muy placentero estar con este calor, mejor será que pasemos.

La vieja asintió sin mirarle, pero solo en un parpadeo, una fracción de segundo en que se distrajo, el límite entre las dos tiendas pareció ensancharse y finalmente frente a ella se revelaba el nombre que su hermana mencionara varias ocasiones cuando aún vivían ambas en la misma casa.

El caldero chorreante.

Nuevamente tembló, y su rostro arrugado perdió color gradualmente, el hombre debió asistirla para cruzar el umbral porque una fuerza desconocida para ella la clavó a la acera de lo que ella hubiera llamado en otros días "mundo seguro", "mundo conocido", "mundo normal", todo lo que había creído firmemente se desvanecía, aceptaba lo que había negado por tanto y no había vuelta atrás, penetraba a ese mundo desconocido tal vez para nunca volver, ni ser ella misma nuevamente, no se dio por enterada cuando se hubo sentado a la mesa de un sitio apartado, pero sus manos encontraron donde recargarse y ya con la piernas sostenidas por algo más que su fuerza ahora desvanecida, dejó la cabeza al frente y soltó a llorar.

El hombre que la había traído se preguntaba si debía llevarle algo de tomar, y si debía hacerlo, qué era lo que tenía que ser para no romper el esquema, su esposa estaba fuera, al menos eso decía la nota y la señora de la limpieza no había prestado la mayor atención. Se rascó la barbilla meditando, y optó por lo que era más simple: llamar a Harry.

.

Harry se había tapado la boca justo a tiempo como para que el bocado que tenía no fuera directo a la cara de Hermione. A Ron, sin embargo, no le importó escupir lo que tenía, que para fortuna del reporte que esperaba ser atendido a un lado del escritorio de Harry, no era mucho.

La única mujer presente no encontraba divertida la situación, a tantos años de la última guerra mágica y la paz absoluta se veía distante todavía, había aún magos que creían en la pureza de la sangre pese a que ninguno se alzaba en contra con la formalidad de un acto bélico a gran escala, pero siempre había personas no mágicas que terminaban enroladas con el mago menos indicado, y, como en el caso que acababa de contarles, obtenían estornudos con abundante mucosa por tres días seguidos. Aparentemente inocentes bromas sin efectos graves, pero siempre impulsadas por un desprecio heredado, un sentimiento de superioridad que para Hermione no debía permitirse.

—Vamos Hermione, si le estornudas mocos verdes en la boca de quien te va a besar es gracioso.

—No, no lo es Ron, es asqueroso, y cruel, la pobre chica es la burla de toda la escuela.

—Debiste permitir que les borraran la memoria, Hermione.

—No, ninguno conoció la causa, ni vio al mago, ni era un color extraño, era solo una gran mucosidad, solo fue un mal momento para estornudar, además, eran más de cuatrocientas personas, sin contar a los asistentes de escena. No se comprometía en absoluto cualquier cláusula del Estatuto Internacional del Secreto.

Harry buscaba algo para limpiarse y retirar lo que había sacado accidentalmente, nada en todo el día había parecido tan entretenido como el reciente momento de furia idealista de su amiga. Aunque concordaba con ella en ciertos aspectos de visión, era imposible no reírse cuando ella lo contaba, tal como lo contaba.

Esa mañana tal vez se hubiera quedado dormido, pero Ron, que no sabía perder el tiempo a solas, le había buscado hacía una media hora mas o menos, y unos diez o quince minutos después de él, había entrado su compañera a la oficina con las manos en la cintura y un discurso sobre "las muchas ocupaciones que había y que ellos no tomaban en serio". Regañándoles estuvo por unos diez minutos, y los últimos cinco fueron para contar el motivo de su mal humor previo a encontrarlos haciendo nada.

Ella había dejado la puerta abierta, sin hacerse esperar las notas interdepartamentales entraban una seguida de otra y Harry las abría intercalando la conversación, luego las apilaba a su lado con tal de atenderlo en un rato más. Ya se había limpiado, aunque tenía la sensación de tener aún algo dentro de la nariz, resignadamente escuchaba de nuevo el sermón de su amiga, no obstante, al desdoblar el último papel violeta pendiente, su cara se contrajo en un gesto severo poco usual en él. Sus compañeros lo notaron al instante, pues incluso se había puesto de pie haciendo la silla para atrás con un chirrido descuidado.

— ¿Harry?— preguntó Hermione.

— ¿Crees que habría problema si me desaparezco un rato?

— ¿Todo bien?

—No lo sé, Neville dice que tengo que ir al Caldero, que es urgente.

Los Weasley intercambiaron miradas pero ninguno agregó nada más y la mujer asintió para hacerle saber a Harry que ellos cubrirían cualquier imprevisto.

El mago salió de su oficina rápidamente, aún con el ceño fruncido y el papel en la mano, la determinación y la curiosidad iban por partes iguales, pero estaba convencido de que Neville no le llamaría por algo con poca importancia, era tan urgente como decía.

Tras un rato en el ascensor, donde afortunadamente no se encontró con alguien interesado en prolongar una conversación más allá del cordial saludo, y el tramo pertinente hasta una zona "libre", finalmente apareció en el Caldero Chorreante. A su encuentro, tal como lo esperaba, apareció un angustiado Neville.

— ¡Harry!— exclamó apenas lo vio —No sabía qué más hacer, creo que es grave, a Hannah le costó mucho calmarla.

Harry frunció más las cejas, como si fuera posible.

— ¿A quién?

—Ven.

Neville estaba aturdido, lo que había empezado con llanto se tornó en solo unos veinte segundos, en una crisis nerviosa, la vieja no dejaba que nadie se acercara, daba brincos como si temiera que le fueran a hacer algún daño y el episodio duró unos minutos tras los que debieron subirla a alguna de las habitaciones para no alarmar a los clientes que se sospechaban la naturaleza de la mujer. A esas alturas, Neville temía que hubiese sido atacada por algún mago extremista. Condujo a Harry hasta el número doce y torpemente abrió la puerta permitiéndole el paso.

—Está aquí.

Hannah salía en ese momento, silenciosamente saludó a Harry inclinando la cabeza y desapareció en el corredor.

Harry decidió entrar, acercándose a la ventana donde le daba la espalda una mujer enfundada en una chaqueta color camello, una bufanda púrpura y un horrible sombrero verde de plumas. Miraba por la ventana, aparentemente Hannah había dejado que la ventana mostrara la vista de la calle muggle.

— ¿Hola?— dijo Harry siendo lo único que se le ocurrió para llamar la atención de la anciana. Esta lentamente se dio vuelta, despacio y temerosa, como quien mira detrás de su hombro a quien le ha estado siguiendo desde hacía varias calles con la intención de efectuar un asalto.

— ¿Harry?

— ¿Tía Petunia?

La verdadera sorpresa se la había llevado Harry, nunca se había imaginado verla ahí, en una zona mágica, vestida así, en general volver a verla después de tantos años. Ni siquiera podía concebir aquello como probabilidad y acarició la punta de su varita por debajo de la túnica ¿A qué venía eso? Las dudas lo asaltaron pasmando la expresión incrédula de su rostro, su cuerpo en general no reaccionó cuando ella se levantó sacándose el sombrero despacio, como si al hacerlo todo a su alrededor fuera a desaparecer dejándola nuevamente sobre la acera entre dos tiendas cuyos dependientes estarían por llamar a la policía.

Sus pequeños ojos enmarcados de rojo por haber llorado, inflamados, con los párpados caídos y las arrugas bordeándolos completamente, se clavaron en su sobrino que apenas había cambiado, se veía mucho más robusto, nada comparado con el pequeño enclenque que había en su memoria rezagado a un rincón desde hacía tanto tiempo.

Sabía que Harry había visto una o dos veces a Dudley, y que se enviaban una carta por Navidad, pero ni ella ni Vernon lo habían vuelto a ver, o pronunciar su nombre, una vez que pudieron ser libres de regresar a su casa. Pero tenerlo ahí frente a ella, un adulto de ridícula pero pulcra ropa, era como irreal.

Las cejas de la anciana se arquearon, sus ojos a punto de volver a desbordar llanto se llenaron de lágrimas, pero ella se serenó, se contuvo, y llevó las manos hasta la bufanda que pensaba quitar, pero a último momento solo se aferró a ella como si consistiera en un amuleto que la protegería, aunque eso fuera absurdo para Harry, su tía no creía en amuletos.

—Van a matarlo, Harry…— susurró más como un chillido de un animal dando un último respiro —Van a matarlo si no lo ayudas…— insistió dándose la vuelta rápidamente puesto que no había podido contener las lágrimas.

— ¿A quién?— preguntó Harry una vez que se hubo concentrado enteramente a lo que fuera que estaba por venir.

—Vernon siempre dijo que ya estábamos malditos, que no nos dejarían en paz… siempre quisimos creer que todo eran malas bromas de la gente rara….

Harry se hizo hacia atrás, ni estando en territorio mágico podía controlar su manera despectiva de referirse a todo lo relacionado con lo que no fuera "normal".

—Pero yo lo sabía, yo sabía lo que era en realidad, pero nunca les dije, porque pensé que todo estaba bien…

El mago se inclinó cuando ella volvió a flaquear en sus fuerza, pero ella se apoyó de la cama para no caer y decidió mejor sentarse ahí.

— ¿Como podía suceder una monstruosidad así?— dijo gimoteando, pero sin mirar a Harry, hasta entonces, él notó que su rostro estaba inflamado, y todo su ojo izquierdo estaba amoratado.

— ¿Qué fue lo que pasó? ¿Acaso los atacaron?— preguntó temeroso de recibir la respuesta, para su alivio, enseguida ella negó con la cabeza dándose cuenta de lo que Harry veía, se intentó cubrir con una de sus delgadas y huesudas manos.

—Fue un accidente, y fue también mi culpa ¡Oh Dudley! ¡Ya es tan grande y fuerte que a veces no se controla!

Harry volvió a su expresión dura. Dudley, de más joven, siempre daba patadas y llegaba a golpear a sus padres, a veces por accidente, más con la intención de hacer berrinche que de lastimarlos, pero de ahí a pegarle con la misma saña que a él o alguno de los otros niños, nunca, y ya que era un hombre adulto, pegarle a su anciana madre, ya fuera por rabieta o mala intención, no le gustaba ni una ni otra.

—Yo quise entrometerme cuando Vernon dijo que no era nada que no se arreglara con unos golpes, Dudley estuvo de acuerdo ¿Cómo iba yo a contrariarlos?

Harry entrecerró los ojos poniéndose derecho ¿Realmente su tía pensaba que después de malcriarlo toda la vida, su hijo podría ser algo más que un insolente? Que además tenía la talla de un oso antes de invernar.

Soltó un suspiro cansado.

—Vernon dijo que era mi culpa, yo tengo la mala sangre, yo contaminé a su hijo… y a su nieto…

El mago volvió a tener una gesticulación ¿Acaso estaba tratando de decirle que…?

—Encerraron a Harold en el sótano, y Vernon lo azotó, lo van a dejar ahí hasta que termine el verano, está amordazado, vaciaron su habitación, desaparecieron las fotografías, como si no existiera, para que no… para que no…

— ¿Reciba su carta de Hogwarts?— preguntó adivinando más que seguro, solo había visto al niño unas dos veces y por menos de media hora que era lo que habían durado las visitas.

Petunia asintió y echó a llorar nuevamente cubriéndose el rostro con las manos.

—Solo me dejan bajarle comida dos veces por semana, Vernon dice que el muchacho tiene que pasar desapercibido, que no va a permitirlo como contigo, que no va a dejar que la sangre de su sangre se vuelva un monstruo ¡Oh, Harry! ¡Van a matarlo!

Harry se sentó del otro lado dejándose caer pesadamente.

— ¿Dudley de verdad lo aceptó?— preguntó con la voz irreconocible a fuerza de contener una creciente furia que no había sentido en años — ¿A su propio hijo?

—Vernon le asegura que es la cura…

— ¡Pero es que no está enfermo!— estalló el mago volviéndose a poner de pie — ¡¿Es que son idiotas?! ¡No es una enfermedad!

Empezó a dar largos pasos de un lado, se sentía horrorizado y asqueado, porque lo peor del caso, era que Vernon estaba en lo correcto, si lograba infundirle miedo y poca estima al niño, si lograba traumatizarle a tal grado que no quisiera ni pronunciar palabra, sus poderes quedarían suprimidos, disminuidos a nada, y ciertamente, tal vez desaparecidos, como el mismo Neville que no fue sino hasta que comprendió su propia grandeza que fue capaz de escapar del estigma que su abuela había untado en él, ¡O Merope!

Si el experimento de su tío daba resultados -y lo haría- no quería ni imaginarse lo que pasaría después ¿Organizaría pláticas para padres muggles que tienen hijos magos?

Se limpió la boca con la manga de la túnica aunque no tenía nada salvo un sabor amargo.

— ¿Y la madre?— preguntó él después de un rato — ¿También es una loca que está de acuerdo en torturar a su propio hijo?

—Ella abandonó a Dudley cuando le explicamos lo que sucedía, dijo que ese hijo no era suyo…

Harry dio un fuerte golpe contra la pared, tenía intenciones de reventarla pero no lo hizo.

—Un marido imbécil y un hijo sin cerebro. — escupió furioso.

Petunia solo volvió a llorar. Sabía que no tenía nada para ir a pedir, solo su propio orgullo doblado por el dolor que le partía el corazón con su nieto encerrado como bestia.

Harry no tenía deuda alguna, Harry no tenía compromiso alguno, Harry no estaba siendo afectado de ninguna manera directa, Harry no tenía la obligación de escuchar sus súplicas cuando ella solo tuvo para él un cuarto de escobas, ropa de segunda mano y sobras de comida.


Comentarios y aclaraciones:

Y bueno, un experimento más para Harry Potter, como he dicho en "De goblins, pociones y otros menesteres", tal vez existan algunos errores de concordancia con la trama de la saga, pero muy ligeros, lo que sucede es que leí los libros en la secundaría, de eso ya pasaron algunos ayeres. Cualquier cosa grave, por favor háganmelo saber, aunque desempolvaré el acervo para evitarlo.

¡Gracias por leer!