NI SIQUIERA LA MUERTE


Nota del Autor - ¡Saludos! Procuraré que esta introducción no sea demasiado larga, pero si queréis leer directamente la historia, saltad hasta la siguiente línea y empezad donde se acaba la cursiva.

Cuando la camarada BRabbit15 me desafió a escribir un one-shot centrado en Levi y Petra, sin más reglas, se me ocurrió en seguida una (¿buena?) idea y me puse manos a la obra inmediatamente. Ya tenía varios temas dándome vueltas en la cabeza, su sugerencia fue como un pistoletazo de salida para lanzarme a convertirlos en esto que ahora leeréis; aproveché que la inspiración estaba a mi lado para escribir sin pausa durante días, aunque me estoy tomando mi tiempo para corregir mientras lo paso todo a ordenador, asegurándome de que no hay erratas ni incoherencias.

No había un límite máximo, pero la extensión final superó con creces la típica de un one-shot, así que decidí convertirlo en un "five-shots" para que fuera más sencillo leerlo sin perderse. Tengo esa tendencia a gastar mil palabras aunque sólo sea para decir buenos días… En cualquier caso, espero que lo disfrutéis; si os gusta, siempre podéis comentar o hacer sugerencias, o mandar un PM, normalmente contesto con bastante detalle.

Una vez más, mi agradecimiento a BRabbit15 por haberlo iniciado todo con su propuesta.

Este "five-shots" no participa en los Retos del foro Cuartel General de Trost, pero os animo igualmente a pasar por allí, echar un vistazo a las distintas secciones y participar en sus juegos y actividades; estoy seguro de que los fans de SnK encontraréis cosas interesantes.

Para terminar, una aclaración bastante necesaria: en caso de discrepancia entre el manga y el anime, para las descripciones de los personajes, normalmente sigo el manga. A muchos os extrañará que Petra tenga el cabello rubio y los ojos azules, pero así aparece en las escasas imágenes a color de que disponemos; además, se trata de un detalle importante, como se verá más adelante.

AVISO LEGAL – No, no soy el genial Hajime Isayama. No, no soy el dueño de la excelente Shingeki no Kyojin. No, no soy millonario gracias a lo que escribo en FANFICTION.


CAPÍTULO UNO – MUERTE EN LA NIEVE

[Publicado originalmente el 12 de abril de 2015 con una extensión de 4.850 palabras.]


Año 1851.

La guerra entre el Imperio de Sina y la República de Trost continúa.

En el Bosque Negro, zona de frecuentes conflictos entre ambos bandos…

Era una hermosa noche de Luna llena. El gran cuerpo celeste tomaba la luz del Sol escondido y la convertía en etérea plata, derramándola suavemente por igual entre todos los lugares y todos los hombres, aunque intentaran matarse unos a otros por el hecho de llevar uniformes distintos.

Entre los pinos altos y enormes, con el verde de sus hojas perennes cubierto por una imprevista nevada, avanzaba con paso vacilante una solitaria figura. Bajo un cielo ahora despejado, con la Luna y las incontables estrellas como silenciosos testigos, el único ruido que se oía era un suave crujido sobre el blanco manto de nieve, conforme se movían fatigadamente aquellos pies enfundados en botas de cuero negro; un calzado cuyo corte revelaba el oficio de su dueña.

Una soldado era quien avanzaba a duras penas por aquel melancólico lugar; concretamente Petra Ral, una de las mejores legionarias que podía ofrecer la República de Trost, lo cual no era decir poco. Su uniforme verde oscuro, y la capa del mismo color que ondeaba a su espalda, mostraban las señas inequívocas de haberse visto en una temible batalla. Aunque por su profesión se veía obligada a matar o morir, ella era el tipo de persona que, en otras circunstancias bien distintas, habría disfrutado de aquel paisaje tan tranquilo y tan pacífico; no se habría limitado a mirar, habría creado algo, como un dibujo al carboncillo o acaso un poema.

Incluso las rapaces nocturnas y los temibles predadores guardaban un silencio respetuoso, como si la nieve fuera una helada mortaja y aquel lugar fuese a convertirse pronto en la espartana tumba de la legionaria. Sus manos estaban manchadas de sangre, tanto propia como ajena; de ellas, y de su cabeza, caían algunas gotas que iban dejando sobre la nieve un rastro escarlata. La misma Petra Ral era consciente de que no le quedaba mucho tiempo… y de que nadie asistiría a su funeral en aquel aislado paraje.

–Y a pesar de todo, es un buen sitio… –susurró con esfuerzo.

La vacilante figura siguió avanzando. Casi parecía una niña; bajita y delgada, con cabellos rubios que la Luna transformaba en plata. Sus ojos azules, apenas abiertos, no eran fríos como la nieve que la rodeaba, sino cálidos; como las ventanas de una cabaña en cuyo interior ardiese un acogedor fuego. Sin embargo, aquel fuego, aquella vida se iba apagando con cada paso; pronto se extinguiría, si nadie hacía algo para impedirlo. Petra Ral ya no podía salvarse a sí misma, necesitaba ayuda…

...y estaba sola en aquel bosque.

Aun así, no dejó de caminar. Se llevó una mano al pecho, allí donde tenía cosida, en la chaqueta de su uniforme, la insignia de la Legión: ala blanca sobre ala azul… las Alas de la Libertad. Una Libertad que le habían enseñado a defender a toda costa, frente a aquellos enemigos que pretendían arrebatársela; una Libertad por la que había aprendido a matar… y por la que ahora le tocaba morir.

Pero todo aquello ya no importaba, o al menos pronto dejaría de hacerlo. La guerra eterna contra el Imperio, emboscadas y combates, disparos y explosiones… Todo eso habría quedado atrás antes del próximo amanecer.

La legionaria no llevaba mucho equipaje para aquel viaje. Entre el caos de la batalla y lo precipitado de la huida, había perdido las armas y las municiones; sólo tenía su uniforme, salvo el gorro de lana verde que también había extraviado, y una vieja mochila a la espalda, con varios agujeros de bala y vacía de la mitad de sus contenidos.

–¿Acaso ha servido para algo? –preguntó quedamente, a nadie en concreto o puede que a todos; no obtuvo respuesta.

Petra era una persona tranquila, amable, sensible, pacífica… aunque a la hora de la verdad no dudaba en apretar el gatillo, sobre todo para evitar que los enemigos hicieran lo mismo contra sus compañeros. También solía considerarse optimista; normalmente no habría hecho un comentario como ése… pero la idea de que pronto moriría no era lo único que la desanimaba.

Todos los suyos habían muerto.

Había sido una apuesta arriesgada, pero, ¿cómo no arriesgarse? Era mucho lo que estaba en juego, y si salía bien el Imperio recibiría un golpe tremendo, no sólo en su orgullo. Sabían que la información sobre el paradero de Kenny Ackerman, el infame "Carnicero de Karanese", era fiable; tenían la oportunidad de hacer justicia, de demostrar que las masacres de civiles no quedarían impunes, que la República no se aliaba con criminales de guerra sino que los ejecutaba.

Era justicia. Era venganza. Era la manera de evitar que algo así pudiera volver a ocurrir. El Carnicero tenía que morir.

Y lo habían conseguido. Puede que no viviesen lo suficiente como para poder contar su historia, pero la historia sí contaría más adelante su hazaña.

Kenny había muerto, al igual que tantos otros. No fue el único imperial que cayó en combate. Y de los legionarios que se atrevieron a infiltrarse, la élite de la élite conocida como "Escuadrón Levi"… sólo ella quedaba en pie; y no por mucho tiempo.

Gunther Schultz, Eld Jinn, Auruo Bossard… Levi.

Todos habían muerto. Y Petra Ral pronto se uniría a ellos.

¿Para qué seguir adelante, entonces? Estaba cansada… El dolor no era un problema, al menos no tanto; el frío se había ido encargando de eso, ya no sentía prácticamente nada. Sabía que, abandonada a sus propias fuerzas, ya no tenía ninguna posibilidad; pero incluso si la tuviera, ¿para qué molestarse? Todos muertos… Levi muerto. Si la persona que más le importaba en el mundo ya no estaba, ¿para qué seguir sufriendo?

Petra tomó su decisión. Ya no podía más.

Consiguió llegar, a duras penas, hasta el pino que tenía más cerca; estuvo a punto de tropezar y se agarró con una mano a la gruesa y rugosa corteza. Estaba fría. Aun así, le pareció oler la savia que, lentamente, latía dentro de ese tronco.

"Este árbol ya está más vivo que yo."

Se quitó la mochila y la dejó caer a un lado. Apoyó la espalda contra aquel pino y fue deslizándose poco a poco, hasta quedar sentada sobre la tierra cubierta de nieve; dejó de notar el frío enseguida. Conforme pasaba el tiempo, ya no sentía nada en absoluto.

"Mejor… mejor así."

Su cuerpo iba apagándose, pero su mente aún seguía lo bastante despierta como para volver a recordar.

Recordar…

Recordar a su Escuadrón reunido en torno a la mesa de operaciones, examinando los distintos planos y documentos antes de lanzarse a la acción. Excitados por la misión que les había encomendado el Mariscal Erwin; una misión de la mayor importancia y que, según él, sólo ellos podrían llevar a cabo con éxito.

Nadie había mencionado el (más que probable) precio de aquél éxito, pero todos sabían que no iba a ser una excursión por el campo; eran soldados, legionarios, y conocían los riesgos.

La mesa de operaciones… para siempre vacía, con sillas igualmente vacías alrededor. Sus compañeros ya no volverían a ocupar aquellos sitios; ella tampoco.

Gunther Schultz, con sus ojos oscuros y cabellos negros peinados de aquella manera tan rara hacia atrás, como si fuera un pájaro; él era el primero en reírse, de ésa y de tantas otras cosas, pero cuando se trataba de algo serio pocos podían igualar su fiereza y determinación.

Eld Jinn, rubio, ojos marrones, el mejor amigo de Gunther a pesar de parecer su opuesto; muy serio cuando el asunto tenía poca importancia y, en cambio, capaz de bromear tranquilamente mientras hacía equilibrios sobre la fina línea que separaba la vida de la muerte.

Auruo Bossard, ojillos color avellana y cabellos castaño claro, tratando siempre de hacerse el duro y soltando palabrotas sin venir a cuento; aunque a veces fuera el bufón del equipo sin darse cuenta, una vez que empezaban los tiros, Petra podía estar tranquila sabiendo que él vigilaba sus espaldas.

Y Levi… su Capitán. Estoicamente silencioso, mientras escuchaba con atención el parecer de sus subordinados, aun cuando su expresión aburrida pareciese indicar lo contrario; tras valorar todas las opciones, era capaz de concretar el plan de acción en unas pocas órdenes que todos seguirían sin rechistar, con plena confianza en el hombre que siempre les había liderado desde el frente, compartiendo con ellos todos los riesgos.

Y las pocas ocasiones en que Petra había dudado, ver a aquel hombre seguir adelante sin mirar atrás la había animado a hacer lo mismo. Sólo pensar en él le daba fuerzas: sus cabellos negros como ala de cuervo, sus ojos de un gris metálico implacable como el cuchillo de combate que siempre llevaba con él, su presencia imponente a pesar de ser poco más alto que ella… pero sabía que, bajo aquel exterior inconmovible, había alguien que se preocupaba por sus subordinados, como si fueran su propia familia.

Pero claro, eso había sido antes… cuando todos estaban vivos.

La infiltración a través del Bosque Negro fue un éxito. Marchaban ligeros, apenas lo imprescindible para su misión: entrar, matar y salir. Uniformes y capas, que vinieron bien cuando les sorprendió aquella nevada imprevista, aunque no habían echado equipo de invierno; hubo varias protestas a pesar de tener los gorros, porque nadie había traído guantes. Desde luego, iban bien armados: munición en abundancia, granadas, revólveres y los nuevos fusiles de retrocarga; un tirador entrenado podía disparar entre diez y veinte veces por minuto, según las circunstancias y la precisión que quisiera alcanzar.

"Está siendo demasiado fácil," había comentado Auruo, con fingido fastidio. "¿Dónde se han metido las patrullas imperiales?"

Claro que había sido demasiado fácil. Como que había sido una trampa.

Se suponía que Kenny Ackerman iba a pasar varios días en una cabaña situada lo más lejos posible de la civilización, acompañado a lo sumo por media docena de miembros de su guardia personal. Según los rumores, se trataba de un "retiro anual" que el Carnicero celebraba cada año para enfrentarse a sus propios demonios, devorarlos y hacerse más fuerte; si la mitad de las cosas que se decían sobre él eran ciertas, aquel monstruo debería estar en un manicomio, en vez de tener el mando de la más infame de las unidades imperiales.

Lo sorprendente fue que, cuando el Escuadrón Levi llegó a su destino, el chiflado de Kenny estaba allí… haciendo de cebo para cerrar sobre ellos la trampa formada por un centenar de soldados de la Policía Imperial. No había confusión posible: sus siniestros uniformes negros sin capa, con aquellas boinas del mismo color tan características y sin distintivo alguno, no dejaban lugar a dudas.

Pero los legionarios sabían que su objetivo estaba allí, tentándoles; también sabían que, en cuanto diesen un paso más y entrasen en aquel claro del Bosque Negro, avanzando hacia la cabaña que había justo en medio, se desataría el infierno. Sus sospechas sobre una emboscada ya eran entonces prácticamente una certeza, pero, ¿qué iban a hacer? ¿Decir "es demasiado peligroso" y dar media vuelta, con el rabo entre las piernas? Eran legionarios, tenían una misión… y ni siquiera mil imperiales habrían podido detenerles. Así que avanzaron.

El primero en caer fue Gunther. Le dieron justo en el cuello.

Pero había leyendas, en las tierras del lejano oriente, sobre guerreros capaces de dar un último golpe aun después de haber perdido la cabeza. Quizás Gunther tuviera a alguno de ellos entre sus antepasados, porque a pesar de estar ahogándose con su propia sangre no dejó de luchar; empezó a lanzar con fuerza todas sus granadas, una detrás de otra, como si estuviera poseído.

Una de aquellas explosiones acabó de golpe con varios oficiales que dirigían la emboscada, tratando de completar el cerco allí por donde habían cruzado los legionarios, para rodearles por completo. La confusión momentánea entre las filas imperiales permitió a Levi y los otros supervivientes alcanzar la cabaña; Gunther les había salvado, pero no pudieron evitar que cayera abatido por numerosos disparos de policías que, furiosos, ardían en deseos de vengar a sus superiores.

Petra y sus tres compañeros tampoco se quedaron cortos: con aquellos rifles que tan bien sabían utilizar, lanzaron un diluvio de balas sobre las ventanas de la cabaña, donde los "voluntarios" imperiales que hacían de cebo intentaban frenarles en vano; muchos policías usaban aún rifles de avancarga y sólo podían disparar la mitad de rápido que un legionario.

Así que, mientras sus enemigos trataban de orientarse entre la confusión del cerco, y los pocos que había en la cabaña tenían que agachar la cabeza constantemente, Levi y los suyos consiguieron echar la puerta abajo y entrar en el edificio.

Lo que siguió fue una carnicería.

Petra sacó inmediatamente su revólver y, casi sin pensar, disparó dos veces contra una de las figuras vestidas de negro. Justo después recibió su primera herida en aquel combate: un fuerte golpe en la cabeza, seguramente un culatazo, que le hizo caer al suelo y dejar de ver por un instante… hasta que sintió un par de poderosas manos alrededor de su cuello, tratando de estrangularla.

Cuando recuperó la visión, se dio cuenta de que tenía encima a un imperial que parecía más un demonio que un hombre: sus ojos verdes brillaban como dos fuegos fatuos, su expresión era la de un maníaco y sus gritos dejaban bien claro lo que iba a hacerle a ella, antes y después de matarla.

Fue por eso que Petra no sintió muchos remordimientos cuando le metió en la boca el cañón de su revólver y apretó el gatillo.

Nunca antes había visto tan de cerca el efecto de un disparo a bocajarro sobre la cabeza de alguien. Ya no se le olvidaría jamás.

En otras circunstancias habría vomitado, habría gritado… Pero se trataba de una lucha a vida o muerte, sus compañeros dependían de ella y sólo tuvo tiempo para quitarse de encima el cadáver, acercarse a una ventana y seguir disparando, esta vez con su rifle.

Naturalmente, Levi había supuesto que ella podía apañárselas por su cuenta; tanto él como Auruo y Eld habían tomado posiciones en las otras ventanas, cubriendo los cuatro costados y frenando con plomo y metralla el avance del enemigo. Todo lo que hizo el Capitán, además de seguir moviéndose con aquella celeridad que parecía sobrehumana, fue aclararle que no, no se había cargado a Kenny sino a otro chiflado llamado Djel. Sin embargo, aquella firmeza implacable era lo que Petra necesitaba justo en ese momento; sus compañeros seguían luchando, por tanto ella también lo haría. Simplemente no había otra opción.

No tardó mucho en perder la cuenta de a cuántos imperiales habría matado o herido. A pesar del riesgo de morir horriblemente en cualquier momento, con un centenar de policías devolviendo con creces cada disparo, conforme fue pasando el tiempo aquello se convirtió… en algo un poco monótono, la verdad. Sus uniformes negros destacaban con claridad después de aquella nevada que nadie se había esperado; la luna llena aumentaba aún más este efecto. Cada vez que uno de ellos intentaba avanzar o cambiar de posición, las manos de Petra parecían moverse por sí solas para apuntar y apretar el gatillo; aunque a veces era difícil saber, desde tan lejos, si había fallado o simplemente un policía ocupaba enseguida el lugar de otro.

El tiroteo se hizo tan intenso que, para poder entenderse entre ellos, los legionarios habrían tenido que hablar a gritos; sin embargo, estaban entrenados para comunicarse por señas en lo más intenso del combate. Fue así como se coordinaron para no descuidar ninguno de los flancos; mientras mantuvieran a raya al enemigo, éste tendría que seguir usando sus rifles anticuados en vez de revólveres o granadas. Kenny estaba allí, en algún lugar del cerco de figuras negras; alguien como él no podría resistirse a intentar acabar personalmente con la unidad de élite republicana. Cuanto más tiempo aguantasen, más probabilidades habría de que aquel bastardo fuese uno de los que cayeran para no volver a levantarse jamás; incluso si ninguno salía vivo de allí, el precio merecería la pena con tal de mandar al Carnicero al infierno.

Auruo fue el siguiente en morir.

No es que le hirieran de gravedad, como a Gunther antes; Petra no pudo tomar de la mano al más irritante de sus compañeros, tratando de consolarle… no hubo ocasión. Una bala certera atravesó el pecho de Auruo y le destrozó el corazón, matándole en el acto. Su cuerpo quedó tendido hacia afuera, doblado sobre la ventana que había defendido hasta el final. Aquel legionario murió como había vivido: insultando y provocando a sus enemigos, llevando a voz en grito la cuenta de todos a los que había matado. Lo último que Petra le oyó decir fue "diecisiete".

Y poco después… se hizo el silencio. De pronto, cesaron los disparos.

Levi, Eld y Petra se miraron entre ellos; sin necesidad de intercambiar palabra, supieron que algo estaba a punto de ocurrir. El rubio, manteniendo la calma en todo momento (siempre lo hacía), fue el primero en reaccionar; siguió su instinto y se acercó con cautela a la posición que había estado cubriendo Auruo. Parecía oírse un ruido extraño, si el enemigo probaba otra táctica sería ahí donde…

Entonces, cual espectro vengativo, Kenny Ackerman entró de un salto en la cabaña por aquella ventana. El demonio de cabellos rubios tenía unos ojos verde-azulados que parecían brillar prometiendo muerte; llevaba un sombrero que le daba un aire aún más siniestro… y una escopeta recortada.

Eld era quien estaba más cerca. Reaccionó con rapidez. Casi consiguió disparar primero. Casi.

Kenny vació sobre él los dos cañones. El legionario cayó, sin dar un solo grito, con el pecho destrozado; murió antes de tocar el suelo.

Y Petra se quedó paralizada.

El Carnicero no. Arrojó su arma descargada contra Levi y le lanzó un cuchillo a la legionaria; creyó oírle gritar "¡con todo mi cariño!", creyó ver una enorme sonrisa en su tenebroso rostro.

Supo que iba a morir.

O más bien, debería haber muerto en ese momento… pero si había alguien capaz de desafiar a la Muerte, ése era precisamente el Capitán Levi.

Otra persona habría empujado a Petra, o saltado delante de ella, para recibir el letal golpe en su lugar…

Levi desvió aquel cuchillo con el suyo propio, dando un tajo tan feroz que el de Kenny quedó clavado en el suelo, y luego siguió moviéndose con velocidad sobrehumana, justo a tiempo para herir al Carnicero en una mano, obligándole a dejar caer un revólver que había sacado de alguna parte… pero no antes de apretar el gatillo.

La bala impactó en la pared, a apenas unos centímetros de donde estaba la cabeza de Petra.

Kenny sacó otro revólver, Levi siguió dando feroces tajos con su cuchillo, manteniéndole a raya… pero la legionaria sabía que su Capitán estaba más pendiente de ella que de su rival. Petra se sintió inútil, impotente; se había quedado paralizada al ver de frente a la encarnación del mal, pero eso no había detenido a Levi… ni a Eld, que había intentado luchar hasta el último momento.

Justo cuando se daba cuenta de que Kenny ya estaría muerto si no fuera porque ella estorbaba a su Capitán, él la miró… con furia, como si le hubiera leído la mente; toda la fuerza, toda la energía que albergaba en su interior aquel hombre, salió a través de sus ojos y Petra casi sintió físicamente el golpe, casi pudo oír su mudo grito de "¡espabila!" mientras él seguía luchando.

La impresionante figura le hizo recordar en un instante porqué se alistó, porqué aspiró a llegar a ser algo más… a convertirse en una legionaria. Petra no confiaba del todo en sí misma, pero Levi nunca había dudado de ella, nunca había dejado de creer en ella. ¿Como podría fallarle ahora?

Y entonces la soldado Ral reaccionó. Apuntó con su rifle. Disparó.

Falló.

Pero Kenny había tenido que hacer un movimiento imprevisto para esquivar el tiro…

Levi no desaprovechó aquella oportunidad. Se lanzó sobre él y le rajó el cuello de un solo tajo, con tanta potencia que poco le faltó para cortarle la cabeza.

Entre asombrado e incrédulo, con una sonrisa enorme y absurda en los labios, el Carnicero cayó de rodillas y luego de cara al suelo. Levi no corrió riesgos y le incrustó el cuchillo en la nuca, con tanta fuerza que la guarda de la empuñadura chocó contra el hueso del cráneo.

Misión cumplida.

El problema era lo que venía después.

Los imperiales habían dejado de disparar cuando su "jefe" decidió asaltar él solo la cabaña donde se habían atrincherado los legionarios; pero no pasaría mucho tiempo antes de que los policías decidieran avanzar o, simplemente, dieran por muerto a Kenny y continuasen disparando.

Levi observó entonces a Petra con calma, como si cargarse a uno de los mayores enemigos de la República fuese algo que él hacía todos los días.

"Cuando te dé la señal, corre. Por donde hemos venido, los imperiales apenas han terminado de estrechar el cerco, allí son más vulnerables."

No lo dijo, lo ordenó. Petra supo muchas cosas en aquel momento… demasiadas; una de ellas era que no sería capaz de desobedecer la última orden de su Capitán.

Levi había recogido rápidamente tantas armas, municiones y granadas como pudo, dejándolas en pequeños montones al lado de cada ventana. Cuando terminó, se apostó vigilando el lugar por el que tendría que huir Petra. Ella todavía no se sentía capaz; no lo había asimilado, tenía tanto que decirle y tan poco tiempo…

Su Capitán la miró. Aquellos ojos grises, que absorbían el resplandor plateado de la Luna, la atravesaron con una intensidad que Petra jamás había sentido antes. Con aquellos labios, con aquella voz, con aquella determinación, él pronunció una sola palabra.

"Ahora."

Y acto seguido se desencadenó de nuevo el infierno.

Petra no dudó; no podía. Salió corriendo; no se detuvo. Era la última orden de su Capitán.

Multitud de figuras negras empezaron a moverse a lo lejos delante de ella. Tan pronto como se levantaron, volvieron a caer, como fulminadas por la ira divina; como si Petra tuviera a la Muerte de su parte. Por la velocidad con que los imperiales eran abatidos, supo que Levi se estaba empleando a fondo… y ella decidió seguir su ejemplo.

Sin dejar de correr, Petra fue lanzando las granadas que le quedaban; después disparó con su rifle y lo dejó caer; luego descargó su revólver contra cualquier cosa que intentara interponerse en su camino. Cuando se quedó sin munición, también soltó esa arma y corrió tan rápido como pudo; le ardían las piernas, le ardían los pulmones, le ardía el cuerpo entero… pero siguió corriendo.

Petra avanzó a toda velocidad sobre la nieve, con su capa verde ondeando al viento; parecía volar, como si de sus espaldas saliesen aquellas Alas de la Libertad que eran la insignia de la Legión. No se detuvo por nada; ni por las balas que zumbaban cada vez más cerca de sus oídos, ni por las aterradoras explosiones que ella parecía esquivar en el último momento, ni por los gritos airados de los vivos ni por los agonizantes de los que pronto estarían muertos.

Ni siquiera se detuvo cuando notó varios impactos brutales en la espalda.

Aquella carrera de la que dependía su vida, impulsada por la desesperación y la locura, la llevó por fin hasta los hermosos y solemnes pinos del Bosque Negro; de algún modo, una vez que se vio entre ellos, Petra sintió que estaba a cubierto, a salvo… pero aun así no dejó de correr.

Detrás de ella, cada vez más lejos, seguían oyéndose disparos y explosiones; Levi seguía luchando. Fue entonces cuando la invadió una esperanza absurda: que el Capitán también podría escapar o incluso acabar por sí solo con todos los enemigos; quizás pudiera volver para ayudarle y así entre los dos…

Inmediatamente después oyó una explosión tremenda, sin punto de comparación con cualquiera de las otras que se habían oído antes, a lo largo de aquella noche siniestra.

Dejaron de oírse disparos.

Lo supo.

Levi estaba muerto.

Estaba muerto porque se había sacrificado para que ella pudiera escapar.

Muerto, como Gunther, Auruo y Eld.

Muerto, como pronto lo estaría ella, a pesar de todos sus esfuerzos.

Petra Ral dejó de correr, luego dejó de andar y finalmente se recostó contra el tronco de aquel pino que había elegido para morir; un buen lugar para sentarse sobre la nieve y esperar la llegada del dulce sueño del que ya no despertaría, dejar que el letargo provocado por el frío y la pérdida de sangre hiciera su trabajo.

Pronto seguiría a sus camaradas. No tenía sentido continuar por sí sola. El Escuadrón había caído, Levi había caído… y ella también caería. Así era como tenía que ser: luchaban juntos, morían juntos… seguir viviendo, precisamente ella, sería una falta de respeto.

Tampoco es que pudiera hacer otra cosa distinta, abandonada a sus propias fuerzas… En realidad, si aquel final era de todas formas inevitable, preferiría acabar con ello cuanto antes. Sin embargo, hasta las bestias nocturnas guardaban un silencio que parecía respetuoso; como si el Bosque entero fuese consciente de lo que estaba ocurriendo.

De pronto, sintió una punzada de remordimientos. Todos sus compañeros habían muerto tan rápido… y ella en cambio todavía seguía allí, con unos minutos de tiempo que no sabía cómo aprovechar.

"Qué desperdicio… pero es que ya sé cómo va a terminar esto. ¿Para qué molestarse?"

Ya no sentía nada; si acaso, un dolor que no era físico. Simplemente, su corazón se había detenido al oír aquella explosión atronadora; no estaba segura de que desde entonces hubiera vuelto a latir… como si su pulso hubiera cesado en el mismo momento en que lo hizo el del Capitán.

"Si él se encontrase en mi situación, ¿le pasaría lo mismo? ¿Estaría preguntándose qué sentido tiene todo esto? No, él seguiría luchando hasta el final… pero es lo que ha hecho y ahora está muerto."

Su vida iba apagándose; se iba extinguiendo el fuego que animaba su cuerpo, el fuego que ya apenas brillaba en sus ojos cada vez más somnolientos.

"No estará tan mal… Ya no habrá guerras, ni combates, ni tiros, ni explosiones… No más sangre. Tranquilidad, paz. Incluso si al otro lado no hay nada y simplemente desaparezco… Tampoco me importa tanto. Está bien. Está bien así."

Petra Ral siguió desapareciendo, sin llegar a morir. Estaba muy cerca. Llegó un momento en el que no pensó nada, no sintió nada; por un momento, dejó de respirar y su corazón dejó de latir.

"Ya está."

Y entonces…

Le vio.

Se acercaba a ella, poco a poco, iluminado perfectamente por la luz de la luna.

Caminaba entre los pinos sin hacer prácticamente ruido; sus botas apenas hacían crujir la nieve con cada paso que daba. Era tan etéreo, tan ligero…

"¿Es una ilusión? ¿O es él de verdad? Siempre ha sido sigiloso como un gato…"

Petra se dio cuenta de que había empezado a sonreír. Algo parecido a la esperanza volvía a crecer dentro de ella.

Su uniforme verde oscuro estaba impecable, una proeza de la que sólo Levi habría sido capaz, incluso después del más terrorífico de los combates. El pañuelo blanco que llevaba al cuello, con tanta elegancia como siempre, ondeaba levemente al igual que su capa. Los cabellos, negros como ala de cuervo, perfectamente peinados; bajo las finas cejas, sus ojos grises observaban a Petra con atención.

"Si contemplar esos ojos va a ser mi eternidad… entonces no me importa morir."

Otra persona se habría sentido atemorizada, al ver ante sí a aquel ángel de la muerte. Petra no. Es más, le pareció que Levi estaba demasiado serio… como preocupado. Aquella idea le inspiró ternura.

–No pasa nada, Capitán –musitó–. En realidad no me duele… ¿Sabe? Me alegra que sea usted quien haya venido a por mí.

Levi la oyó… y su expresión cambió por completo. Cuando habló, lo hizo con tal "sutileza" que Petra ya no tuvo ninguna duda: verdaderamente se trataba de su Capitán.

–Deja de decir tonterías, Ral, y mueve el culo de una vez.

Entonces, se dio cuenta de que había estado confundiéndose: Levi no había venido a llevársela. Petra notó un escalofrío y, acto seguido, una sensación eléctrica; como si un relámpago hubiera recorrido de pronto todo su cuerpo, haciendo resurgir en ella una fuerza de la que no se creía capaz.

De algún modo, despertó; más de lo que lo había hecho en toda su vida.

Volvió a sentir el dolor, pero no le importó demasiado; eso significaba que aún estaba viva. También pudo sentir la presencia de Levi, que se había ido acercando a ella; algo físico, sólido, real.

Y entonces Petra se dio cuenta de que, en realidad, no quería morir. Porque no estaba segura de lo que habría al otro lado; porque, en este mundo, aún tenía la posibilidad de hablar con su Capitán… de aquella conversación para la que antes no hubo tiempo.

"Espera un momento, Muerte… todavía no."