Holi... He venido a traerles una historia nueva.

Ya que este fic lo he escrito bastante largo he decidido actualizar dos veces por semana, o al menos eso fue lo que me propuse, el próximo capitulo lo subiré el jueves.

En cuanto al titulo he decidido ese por que así se llama una canción de FTIsland que va un poco de acuerdo con la historia, digo, por si quieren escucharla ;)


El traqueteo del carruaje era el único sonido que se escuchaba dentro. Había un silencio incomodo, mi esposo estaba frente de mi mirándome con aquellos ojos verdes, un color verde esmeralda hipnotizante. En ocasiones me permitía posar la mirada la mirada en ellos, pero de inmediato la apartaba.

Él me recorría con la vista, al parecer le agradaba el contacto de mi cabello, cada que está cerca mío tiene que enredar sus dedos entre mi pelo, arruinando el elaborado peinado que suelen hacerme cada día.

El carruaje se detuvo de golpe, me asome por la ventana y pude divisar un enorme castillo, nuestra nueva residencial. Mi esposo se levantó de su asiento, abrió la puerta y bajo, dejo la puerta abierta para que yo pudiera salir.

Me levante y al acercarme a la puerta me tendió la mano para ayudarme a bajar, yo ignore éste gesto y baje sin ayuda alguna.

Al estar fuera del carruaje pude admirar mejor aquella arquitectura.

-Perdone que haya tardado un poco, pero la construcción se retardo y por eso nos vimos en la necesidad de vivir en los aposentos de mis padres. Le ruego me disculpe- se disculpa por algo sin importancia.

-No fue problema, agradezco su consideración al construir esta residencia.

-No es nada, considérelo como un regalo de bodas.

Sorprendente. Y con sorpréndete quiero decir estúpido, el mejor regalo de bodas que podría haberme dado habría sido enviudar.

Me sujete de su brazo y comenzamos a adentrarnos en aquel lugar. Me guió por entre los pasillos, escaleras y ventanales. Llegamos hasta un jardín en la planta alta, éste está decorado con flores de todos los colores, en especial con anchusa itálica, mis flores preferidas, no tengo idea de si es una casualidad o es intencional, ya que no recuerdo haber mencionado en algún momento ese dato.

El jardín da vista al resto del valle ya que nuestra residencia fue construida en la cima del cerro.

Caminamos entre los pasillo y vi que en el centro de este colocaron una fuente. La figura de esta era Venus, la diosa Romana del amor y la belleza. Nos acercamos a ella y para romper el silencio me atreví a preguntar lo que ya sabía.

-¿Es acaso la diosa Venus?

-Así es. Debo decir que aunque se trate de la diosa de la belleza no se compara con la belleza de usted.

-Me alaga.

Seguimos caminando hasta llegar a la habitación principal. Está centrada y a los costados hay dos habitaciones más pequeñas que la que supongo será la nuestra, entre ellas hay pasillos que llevan a otro más largo, con grandes ventanales con imágenes romanas.

Entramos por una de las puertas de los costados; la habitación estaba decorada con un papel tapiz de color rojo y flores pintadas en el, del techo colgaba un gran candelabro de oro, los muebles estaban en sintonía con el papel tapiz de color verde.

-Esta será su habitación-lo mire con cara incrédula-. Yo dormiré en una de las habitaciones de los costados, pero cuando tengamos visitas nos veremos en la necesidad de compartir esta habitación para evitar que corran los rumores.

Vaya, después de todo logre el no tener que dormir con él. En la noche de bodas intento tocarme, pero en ese momento corrí a encerrarme en el cuarto de baño de la habitación; al día siguiente se le notaba molesto, ¿y cómo no estarlo?, éramos marido y mujer, y yo debía cumplirle en la cama como toda buena esposa, sin importar qué seguíamos en la necesidad de dormir en la misma cama, después de todo debíamos actuar como un buen matrimonio frente a sus padres y el resto de la sociedad, aún así sigo tan virgen como el día en el que nací.

-Puede quedarse aquí un momento, pero por favor no tarde mucho en bajar- dio la vuelta y salió de la habitación.

Me senté sobre la cama, no quería bajar, yo quería irme de ahí, volver con mi familia, pelearme con mi torpe hermana y que nuestra madre nos riñera por nuestro comportamiento, a mi padre diciéndome que sería una gran madre de familia, a mi alegre abuelo enseñándonos pintura a mi hermana y a mí, aunque yo no fuera tan ágil como ella.

Resbalaron unas lágrimas por mis mejillas y enseguida las sequé con mi pañuelo. Debía renunciar a ese tipo de vida, ahora el hogar de mi familia estaba separado varios kilómetros del que ahora era el mío.

Salí de mi habitación y baje las escaleras para ir al comedor. Al entrar en el lugar pude ver a toda la gente de servicio. Él se puso de pie y fue hacia mí.

-Ella es la señorita Chiara Vargas. Como sabrán yo soy Antonio Fernández Carriedo. De ahora en adelante somos los patrones del lugar- nos presentó.

Todos hicieron una reverencia, entre ellos se encontraba una joven que tenía una vestimenta diferente a las demás, su ropa era menos raída; no vestía como campesina.

-Pueden retirarse- dio la orden-. Excepto tú, Guadalupe; permanece por favor.

La joven se detuvo de manera abrupta y volvió para detenerse frente a nosotros.

-Chiara, ella es Guadalupe, será tu nueva dama de compañía.

-Es un placer señorita Vargas- me hizo una reverencia.

-Por favor ayúdala a acomodarse en su habitación.

-Sí señor.

Nos dirigimos al lugar y al llegar ella se quedó plantada en el marco de la puerta, supuse que al no tener confianza estaba esperando mi aprobación.

-Por favor pasa.

La muchacha entró tímidamente, era muy joven aún, si acaso tendría dieciséis años, tampoco era de edad en extremo corta.

Físicamente se podría describir como alguien de estatura un poco corta, de un metro con cincuenta centímetros aproximadamente, su piel era morena y el cabello lo tenía sujeto en un par de trenzas.

-Por favor ayúdame a sacar la ropa de mi baúl.

Comenzó a sacar mis vestidos y a guardarlo en mi nuevo armario.

La chica era indígena, o eso supuse; sus rasgos me decían que no era criolla, como solían ser las damas de compañía de algunas de las muchas de las otras grandes familias.

¿Pero qué era lo que hacía que escogieran a esta muchacha sobre todas las demás mujeres para ser mi dama de compañía? Seguro que las otras tendrían mucha más experiencia, tal vez mi marido la escogió por ser joven y se le ocurrió que podríamos llevarnos bien.

Cuando terminó de arreglar mi habitación rompió el silencio.

-¿Necesita algo más?

-Por ahora no, gracias, puedes retirarte.

-Con su permiso.

Se inclinó y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

Me quede sola en el gran cuarto, extraño a mi antigua dama de compañía; era una mujer alegre, procedente de los países nórdicos, a veces era la única que me soportaba cuando hacía alguna de mis rabietas, y también era mi confidente.

Desde que contraje nupcias no la veo, ni a ella ni a mis padres. En ocasiones veía a mi hermana, al parecer tan pronto como me case el menor de los hermanos Beilschmidt fue a pedir su mano. Claro, ella no podía casarse siendo yo soltera.

No me molesta que lo haga a la corta edad de los dieciséis, lo que me encoleriza es aquel prometido suyo. Ludwig Beilschmidt, un prusiano alto y fornido, muy frío y serio a mi parecer.

No estoy segura de que es lo que habrán pensado mis padres sobre la relación de Felicità con este alemán, a mi me parece inconcebible, ya que desde siempre he sentido aversión sobre los germanos. Pero no puedo hacer nada, mis padres han dado su aprobación y dentro de poco será su fiesta de compromiso, algo bueno que saldrá de eso es que podre verlos, si no es que están muy ocupados ese día, la excusa que han dado para no ir a visitarme después de mi boda.

Supongo que después de haberme obligado a casarme con este hombre, cuatro años mayor que yo, no se atreven a mirarme a la cara.

Llamaron a la puerta sacándome de mis pensamientos.

-Adelante.

Se abrió la puerta permitiendo que Guadalupe hiciera aparición en la habitación.

-La cena está servida, señorita.

-Muchas gracias, puedes retirarte.

Hace una reverencia una vez más, aquello me molesta. Aada había dejado de hacer eso hace años ya que después de tanto tiempo juntas ya teníamos la suficiente confianza y le pedí que dejara de hacerlo.

La cena fue incomoda, como supuse, ya que sólo estábamos él y yo en ese gran comedor.

Como desearía que por lo menos mis suegros estuvieran aquí, ellos hacían que los momentos en que estábamos juntos fueran más amenos, ya que eran muy amables conmigo, después de todo creo que les agradaba, ya que si no fuera así no me habrían escogido como la esposa de su hijo.

Tras algunos intentos por comenzar una conversación por parte de él entró una de las sirvientas con una bandeja y una carta en ella, como era de suponer se trataba de correspondencia para mi marido.

Yo no tenía ninguna amiga que pudiera escribirme, no sólo porque a pocas jóvenes se les enseñara a leer y a escribir, si no porque nunca pude hacerme de una ya que mi humor no me lo permitía, y encima todos preferían convivir con mi hermana antes que conmigo.

Mi esposo tomó el sobre de la bandeja y miro el nombre del autor de la carta.

-Gilbert Beilschmidt-

-La leeré después, gracias- la mujer reverenció y se marchó.

Se guardo el trozo de papel en el saco; pronto terminamos la comida y agradecimos los alimentos a la cocinera. Después de esto me levante de la mesa y antes de que pudiera marcharme él me impidió la huida.

-¿No le gustaría ir a dar un paseo nocturno?

-Me encantaría, pero hoy fue un día algo ajetreado por la mudanza y estoy algo cansada, creo que iré a asearme y después a dormir.

-Ya veo. Que descanse bien.

-Muchas gracias, le deseo lo mismo. Ahora con su permiso me retiro- me despedí y me marche del lugar.

Tal vez haya sido mi imaginación, pero me pareció ver melancolía en su sonrisa, no me resultaba raro que me sonriera a pesar de todo.

Desde que lo conocí me pude dar cuenta de que es un hombre que sonríe ante todo, ni siquiera estar atado de por vida a una persona que no ama le quita la sonrisa.

Incluso el día de nuestra boda mostro una gran sonrisa, una de las más radiantes que le he podido admirar, tal vez porque se supondría que era uno de los días con más dicha de nuestras vidas, así que yo también intenté parecer alegre por ello.

Para mi suerte me topé con una de las mujeres del servicio en el pasillo.

-Ah, disculpe. ¿Podrían preparar agua caliente para asearme?

-Claro señorita-una reverencia.

-Y por favor pídale a Guadalupe que vaya a mi habitación.

-Entendido señorita. Con su permiso- otra reverencia más.

Este nuevo lugar me resulta molesto y hostil.