Ella soñaba con flores multicolores y césped verde.
¡Gracias mamá! La cena estaba deliciosa.
Agarraba una canasta y empieza a recorrer el campo.
¡Phil, ten cuidado! ¡Norman! Ayúdame con esto.
El cielo teñido de un precioso azul violáceo, entre manchas amarillas y nubarrones de algodón.
¡Oye Emma! ¡Vamos a jugar!¡Wow! Eres increíble. ¿Cómo logras ganarles?
El aire fresco se incrustada en sus pulmones, llenándolos de oxígeno puro y pacífico.
Deja de ser tan despistada, la pieza va a la derecha.
Arranca una amapola…
¡No! ¡No te vayas! Escaparemos… juntos lo prometo pero-
Una espina lastima el dedo anular y sangra.
Díganme ¿Creen poder cumplir con eso? ¿Escapar de aquí?
Las espinas empiezan a incrustarse en la piel, rasgando y dejando sangre a su paso.
Debes sobrevivir pase lo que pase. Emma…
El viento ruge a lo lejos, llevándose los pétalos .
¡Ray! ¡Norman! ¡Chicos!
Un rayo atraviesa el horizonte, se incendia el campo y las flores se consumen en leguas de fuego.
Que aprove-
–¡Emma! ¡Emma! ¡Despierta! ¡Es una pesadilla!
Gritos ensordecedores retumban en las paredes, ecos que se desvanece pero vuelven a repetir el mismo tono de angustia y dolor que se ahogan en la garganta, tratando de aflorar y salir a la superficie.
–¡YA BASTA! – Luego de sentir unas sacudidas, Emma despierta gritando y llorando en medio de la habitación.
–Tranquila, sólo fue un mal sueño. Aquí estoy–. susurra una voz gentil que logra calmar un poco sus nervios.
Cuando visualiza el lugar donde se encuentran, es cuando su pulso vuelve a regularse o por lo menos eso intenta.
Unos brazos pálidos la envuelve en un abrazo cariñoso.
–Yo… lo siento, no quería…–hipaba desesperada por calmarse, la cabeza le daba vueltas y a penas podía pensar o siquiera articular palabra. La pesadilla la había dejado en casi un estado catatonico, incluso a punto de colapsar.
–No pasa nada. Todo está bien –insiste el más alto, esta vez, acariciando los cabellos de la niña de sus ojos, tratando de transmitirle un poco de paz. Sabe que los recuerdos siguen intactos y atormentan de manera atroz e inconsciente.
Si estuviera en sus manos, quitaría lo malo y dejaría sólo los recuerdos que evoquen alegría y calidez.
Pero sabe que es imposible.
–Estamos bien ¿Verdad?–interroga Emma mientras se acurruca más al lecho de Norman.
–Si, Emma. Estamos bien y ya nada nos va a atormentar. Lo prometo.
Ella sólo asiente lentamente y se deja envolver por la calidez ajena.
Los pétalos incinerados, quedan a la deriva entre restos mortales. El sol sale una vez más y el campo vuelve a renacer.
