1-. Prólogo.

Para una adolescente que tiene el diez por ciento de su vida hecha, recibir aquella fatídica noticia le rompía, metafóricamente, la vida.

Era primavera, y acababan de acabar las clases, Haruko estaba pensando, en el camino de vuelta a su hogar, qué haría estas vacaciones. Porque, las había aprobado todas, y no todas con unos miseros cincos – que sin embargo, en algunas asignaturas, adoraba – , tenía alguna que otra nota media, y eso estaba bien, en comparación con el año anterior. Qué había tenido que recuperar en el único mes de vacaciones que le daban.

Pero este año, no sería así. Nada de cosas malas. O eso, era lo que ella pensaba. Porque al cruzar la esquina que la llevaba hacia la tienda de comida internacional de su padre, se llevó una no muy grata sorpresa.

La tienda, que siempre a esa hora estaba abierta, tenía varias cajas por fuera, habían sido quitados todos los carteles de ofertas y unos hombres sacaban cosas del negocio para meterlos dentro del camión de cargas.

Aceleró el paso atónita, y entró en el antiguo restaurante familiar, vio a su madre como empaquetaba varios cubiertos y se acercó hacia ella con paso lento.

–¿Por qué se... están llevando todas nuestras cosas esos hombres? – preguntó lo más cautelosa posible.

–Bueno, nena, eso es algo que te va a decir tu padre. A ti y a tu hermano, claro – respondió y clavó sus ojos en ella – . ¿Sabes si tu hermano ha llegado ya? – ella negó con la cabeza – , bueno. Haruko, vete a tu habitación a cambiarte, te dejé la ropa sobre... – dudó – , sobre... el suelo.

–Bien,... genial – ironizó – , ¿no podías dejarla encima de la cama?

–Cariño, se la han llevado ya – le explicó con dulzura – , vete a vestirte, y mete esa ropa que llevas en tu mochila.

–No cabe mamá, esto – señaló su bolso – , es demasiado pequeño – le contestó – . Hasta me parece increíble que quepan las cosas del instituto – añadió más bajito.

Segundos después, puso dirección a su habitación, observando a hombres entrar con las manos vacías y salir con las manos llenas.

Unos minutos más tarde, entró a su habitación, ahora vacía, con la ropa que su madre había escogido para ella. Bufó. La recogió del suelo y dejó en este su mochila. Luego, cruzó los dedos y giró sobre sus talones en dirección al baño, esperando encontrarlo como baño y no como habitación cutre.

Y gracias a dios, se lo encontró como baño. Quizás era debido a que los materiales de los muebles del baño estaban hechos de roca, y estaban conectados a tuberías, y demás.

Se cambió mucho más rápido de lo normal, puesto que lo normal era al menos media hora dentro de ese cubículo.

Salió disparada hacia la tienda donde, justo a tiempo, estaba entrando su hermano menor por ella.

–¡Haruto! – gritó su hermana mayor – , ¿Tú entiendes algo de esto? – el niño negó.

–Es... extraño – musitó mirando a su al rededor – , ¿Nos vamos de viaje con la casa? Creía que cuando te ibas de viaje, lo hacías para dejar la casa.

–Es más bien para visitar otro lugar, pero sí, más o menos – contestó su hermana.

–Chicos – habló su padre entrando por la entrada directa de la casa a la tienda – , amor – llamó a su esposa, que dejó de hacer sus cosas – , vamos, tenemos que hablar – los niños se miraron y ambos, caminaron en dirección a la entrada de su casa.

Su padre los llevó hasta el viejo salón, que ahora era un cubículo vacío.

Cuando todos entraron, cerró la puerta.

–Tenemos que hablar – dijo mirando a sus hijos.

–Sí, eso ya lo predecía yo – dijo la mediana de sus hijas.

–Papá tiene algo muy importante que deciros – explicó su madre mirando a su esposo.

–¿Estamos en banca rota y se están llevando nuestras cosas? – dijo el pequeño.

–¡No, no para nada! – dijo su padre – , es solo que nos mudamos. Nos mudamos a Aomori, es una ciudad que está justo en la costa de Japón, en frente del mar que lleva a Hokkaido.

–¿Qué? – susurró Haruko.

–Nos mudamos a Aomori.

–¡Eso está muy lejos papá!

–Pero me han dado trabajo en el restaurante de un hotel de allí. Quieren que hagamos comida de otros países allí, como nos sabemos las recetas...

–¿Por qué? – susurró.

–Hija – habló su madre –, el restaurante no estaba bien, las cosas no nos iban bien. Y ahora con esto, todo irá mejor. Tendrás un cuarto más grande.

–¿¡Por qué crees que eso me importa!? ¡Estaré muy lejos de mis amigos!

–Pero harás nuevos. No hay opción. Nos mudamos – sentenció su padre – recojan el resto de sus cosas. Todas las que hayan quedado, nos vamos en cinco minutos. Y no hay objeciones – dicho esto, salió de la habitación seguido de su esposa.

–No puedo creerlo – musitó – , ¡No!

–Hermana – su hermano pequeño la llamó – , no pasa nada...

–Supongo que no lo entiendes porque eres pequeño...

–¡No soy tan pequeño! ¡Ya tengo diez años! – se quejó.

–Sí, sí tienes razón – bufó – , anda, vete a coger tus cosas. Y las mías, como eres mayor...

–¡Eso es abuso de menores!

–¿Pero no decías que eras mayor?

–Sí sí, pero no tanto – se excusó y giró sobre sus talones.

La mediana bufó y miró a su alrededor. Se mudaban. ¿Podía haber algo peor? ¡Ah, sí! Ir a un nuevo instituto, donde, no conocería a nadie.

Sería una extraña.

La marginarán.

No le hablarán.

Se verá acosada por pijos.

Intento apartar todos esos malos pensamientos de su cabeza y fue en dirección a su antigua habitación, de donde sacó su bolso y su antiguo uniforme de su antiguo instituto, que nunca más volverá a ponerse. Pero, claro, debía llevarlo, eran recuerdos después de todo.

¿Alguien podría tener más mala suerte que ella?

–Quizás exagero... – murmuró en la soledad de su habitación – , Nah – negó – , no exagero. Adiós – se despidió de su habitación, luego, dio un rápido recorrido a la casa y salió por la puerta principal para dar la vuelta a toda su casa, y acabar en frente de la entrada de la tienda. Minutos después, vio a su padre aparecer con el coche e invitarla a subir a él.

Dio una última vista a su antigua vida y se despidió. Luego, abrió la puerta del coche y se sentó.

No le había dado tiempo de despedirse de sus amigos... Pensó por último antes de que su madre y su hermano se subieran al coche y toda su vida pasada, pasara a la historia.

Meses atrás

Era intolerable. ¡Intolerable! ¡No pasarían a la primavera! ¡La primavera, la mejor época de todas! ¿Y todo por qué? ¡Por culpa de los cuatro egoístas reyes! Sí, todo era por su culpa. Habían decidido ser caprichosos y cancelar el futuro verano que se aproximaba. ¡El verano! Eso era algo muy serio.

Y encima habían impuesto nuevas leyes estúpidas, como por ejemplo: Tomar un vaso de leche todas las mañanas, ¿Pensaban que todos eran niños o qué?, u otra como: Se prohíbe ver dibujos animados. Hay que salir a la calle. ¿¡Qué clase de seres malévolos eran!? ¿Y qué pasaba con los niños?

Todo eso transcurría en la pequeña mente de Fukuten.

–Fukuten – su madre lo alertó – , estate quieto.

–¡Pero no lo puedo soportar! – se quejó – , ¡Alguien debe decirle a esos cuatro que se pasan!

–Fukuten – su prometida lo llamó – , no hagas tonterías por favor.

–¿Es una tontería luchar por nuestro mundo? ¡Porque eso voy a hacer! – dicho esto salió corriendo de la casa lo más rápido que sus dos pequeñas y rechonchas piernas le permitían.

–Mitsuki – la madre del joven la llamó – , me da miedo... Tengo un mal presentimiento sobre esto.

–No creo que le dejen pasar, no se preocupe – dijo ella mientras se acercaba a la puerta – .Iré a vigilarle.

–Vale, ten cuidado.

La pequeña hada siguió a su prometido desde una considerable distancia.

Lo veía irse por algunas calles, saludar a algunas personas y continuar decidido hasta el palacio de los dioses.

–Debo admitir – susurró para sí misma – , que yo también tengo un mal presentimiento sobre esto – le siguió desde la distancia, sin embargo, cuando vio que se acercaba al palacio aceleró el paso hasta él y le habló – , Fukuten, tengo un mal presentimiento no deberías hacer esto. ¡Por favor no lo hagas! – le suplicó su prometida – , ¿Y si te hacen algo?

–No creo – le respondió con una pequeña sonrisa – , no creo que sean capaces. Están muy locos, pero dudo que tanto.

Y entonces, entró al castillo.

Nadie lo detuvo, todos le dejaron paso mientras le miraban, sabiendo que quizás, fuese la última vez.

Todo el mundo sabía que nada bueno podría salir de esa visita.

Entró al palacio, caminó por todos los pasillos hasta que llegó a donde quería. A la sala donde se encontraban los cuatro reyes. Sin pensarlo ni siquiera una vez, abrió la puerta e irrumpió en la estancia.

–Necesito hablar con vosotros cuatro – les dijo con firmeza.

–¿Y este que quiere? – preguntó uno de los reyes.

–No sé, ¿le dejamos que hable? – preguntó otro.

–Venga, habla y rápido – exigió otro de ellos.

–Os estáis pasando. ¡Vuestras leyes son estúpidas!¡Y vuestros caprichos también! Os exijo que cambiéis esto. ¡Ahora! – les ordenó.

–¿Y tú quién eres para venir a darnos órdenes? – rió otro. A lo que los demás reyes, le acompañaron – Esto es una gran osadía, sobre todo, a tus reyes.

–Deberíamos castigarle – exigió uno de ellos mientras llevaba una cereza a sus labios y la mordía con sutileza.

–¿Por decir mi opinión y la del resto del reino? ¡Eso es estúpido!

–No veo que nadie se haya quejado, creo que eres el único – rió otro – , ¿qué le hacemos?

El hada se encogió en su lugar.

–¿Le subimos los impuestos a este? – propuso uno.

–¡No! ¡Mejor! ¿Por qué no le quitamos sus títulos? – dijo el rey de la cereza.

–¿Tú qué opinas, rey? – dijo uno de ellos refiriéndose al más mayor del grupo.

El rey se puso pensativo y sonrió al pasar una idea por su cabeza.

–Expulsemosle del reino – sentenció mirando fijamente al hada – , irás a deambular en la galaxia por el resto de tus días – dijo señalandole con su pequeña y redonda mano.

–¿Qué? ¡No podéis hacer eso! – protestó.

–Oh, no que va. Sí que podemos. Mira, lo estamos haciendo – chasqueó los dedos y los guardianes aparecieron al instante.

–Expulsenlo a la galaxia – sonrió su sentenciador.

Mientras tanto fuera de la sala.

Se había metido. Había entrado. Y le habían sentenciado.

Mitsuki había ido corriendo a la casa de los padres de Fukuten para darles la noticia.

¿Qué haría ella ahora sin su prometido?

Llegó a la puerta de la casa y tocó con insistencia hasta la que la madre del joven abrió y la pequeña hada se derrumbó encima de ella.

–¡Ha... ido! – lloró desconsolada sobre el hombro de la que habría sido su suegra – , ¡Y... lo echaron! – la madre de Fukuten la abrazó con fuerza – Mo – lloró – , lo echaron a la galaxia. ¡Morirá en la galaxia! Y no le han dejado despedirse – se apartó mientras sus lágrimas caían sin consuelo por su rostro – , ¿qué hago, Mo? ¿¡Qué debo hacer!?

–Tranquila – le secó las lágrimas – , él estará bien.

–Mo...

–No te preocupes – le dedicó una sonrisa – . Todo estará bien, ya verás.