-¡Hinata! ¡Hinata Shouyou! ¿Nos estás escuchando?

El muchacho levantó la cabeza y miró a sus compañeros de clase, que lo observaban de brazos cruzados y con cara de pocos amigos. Se veía claramente que lo único que los había movido a hablarle era su moral. De otro modo, nunca lo habrían hecho. Y eso Shouyou lo sabía muy bien.

-No, disculpad, ¿qué queríais?-respondió con voz carente de emoción.

Ellos chasquearon la lengua, molestos; aun así, uno de ellos retomó la conversación.

-Estábamos diciendo de ir a un goukon después de clase. ¿Te apuntas?

-No, muchas gracias, hoy tengo cosas que hacer-dijo mientras recogía sus cosas.

-Oh, bueno, no te preocupes. Otro día será-contestó su compañero. Sin embargo, era obvio que le alegraba su respuesta negativa, y que sabía que ese día no iba a llegar,

Nadie quería estar con Hinata Shouyou, y él tampoco quería estar con nadie. Había sido siempre así y nadie lo cuestionaba. Sin embargo, aún había quien le ofrecía participar en planes y actividades por mera cortesía, sabiendo de antemano que Shouyou diría que no.

Nadie en la universidad había conseguido nunca acercarse al muchacho. Siempre estaba en silencio, caminaba como un fantasma, como si no quisiera dejar rastro de su paso, y apenas hablaba cuando otros le dirigían la palabra.

Con la misma pasividad de siempre, terminó de meter todo en su mochila y salió del aula, bajo la mirada cargada de desprecio de sus compañeros. Nadie entendía a ese chico bajito y pelirrojo, que no se había esforzado en ganarse la simpatía de siquiera una persona.

Ese día iba a regresar de la universidad caminando. Había decidido dejar la bicicleta en casa, pues, inconscientemente, aún prefería moverse sobre sus pies, como antaño, aunque sólo fuera para ir y volver de las clases.

"A pesar de que no pueda hacer más", pensó.

Para hacer el camino más ameno, sacó su teléfono y conectó los auriculares. Enseguida reparó en un mensaje que llevaba días en su bandeja de entrada, sin abrir, y que ni siquiera se había molestado en eliminar de la cortina de notificaciones.

"Parece que quiera hundirme a mí mismo aún más", se reprochó mentalmente, disponiéndose a borrar el mensaje. Sabía perfectamente de quién era y no le interesaba para nada. Antes de eliminarlo le echó un vistazo. El remitente era Suga. Siempre él, el único que seguía preocupándose por él y buscándolo de vez en cuando, a pesar de que el propio Shouyou no pusiera mucho de su parte. Una punzada de dolor lo recorrió.

"Re: Sugawara

Asunto: ¡Hola, Hinata! El sábado vamos a hacer una reunión los chicos del viejo equipo del Karasuno. ¿Quieres venir? Seremos pocos, pero buenos w. Las chicas también me han confirmado su asistencia, e incluso Ukai va a pasarse por allí. ¡Apúntate! Será divertido y tendremos ponche. Si te interesa, llámame.

Shouyou suspiró y presionó el botón de borrar. Inmediatamente, las palabras de su amigo, si es que aún podía seguir llamándolo de esa forma, desaparecieron. En el fondo, era mejor así; actuar como si nada de su anterior vida hubiera existido era lo único que tenía sentido para él. El pasado ya no iba a volver, las cosas nunca serían como antes. Suga tenía que aprender a dejarlas estar.

Sin embargo, ese nunca había sido el fuerte de Sugawara Koushi.

-¡Hinata!

El bajito se dio la vuelta, sobresaltado. Esa voz le había resultado condenadamente familiar, y un escalofrío le recorrió la espalda. Definitivamente, debía estar viendo visiones. No podía tener a Suga a escasos metros de distancia. Aquello no podía estar pasando.

Sin embargo, se percató de lo real que era cuando el mayor lo abrazó como si la vida le fuera en ello. Shouyo se sintió incómodo, y trató de apartarse de forma disimulada. Cuando al fin el otro lo soltó, se cruzó de brazos y le espetó:

-¿Qué haces en Sendai, Sugawara? Te suponía a bastantes kilómetros de aquí, en Akita.

-No tengo clase hasta dentro de una semana, así que pensé en pasarme por aquí para ver a mis padres… y a vosotros. ¿Te llegó mi mensaje?

Shouyou no respondió y desvió la mirada. Realmente no sabía muy bien qué decirle. De todos modos, en el fondo sabía que no hacía falta que le confirmara a Suga que había visto todos sus mensajes, pero que no había querido responder a ninguno de ellos. Eso él ya lo sabía; siempre había tenido una abrumadora facilidad para leer los sentimientos de los demás como si de un libro abierto se trataran.

-Entiendo-habló Suga, con un tono mucho más severo que el que el pelirrojo había estado acostumbrado a escuchar. El silencio reinó entre ambos durante unos segundos, hasta que el mayor retomó la palabra-. No puedes seguir así, Hinata. No puedes seguir huyendo de tu pasado constantemente.

-Tú no tienes ni idea-masculló-. No creas que puedes venir aquí después de años sin vernos y decirme qué es lo que tengo que hacer. No tienes derecho.

Suga se apoyó en la pared y soltó un suspiro. Aquello iba a ser aún más complicado de lo que había siquiera imaginado.

-Hinata… Dame al menos un poco de tu tiempo. Vamos a tomar algo, ¿quieres? Hablemos. Hace mucho que no sabemos el uno del otro, tenemos que ponernos al día.

El primer impulso de Shouyou fue negarse. No había mucho de qué hablar porque su vida había consistido en un agujero negro durante los últimos tres años. Sin embargo, consideró la oferta de Suga, porque incluso él mismo desconocía cuándo se volverían a ver.

-De acuerdo. Tienes una hora. Después me iré, estoy ocupado-cedió finalmente.

La radiante sonrisa del mayor no se hizo de esperar.

-Hay una cafetería cerca de aquí que…

Pero Shouyou ya había dejado de escucharlo, enfrascándose en sus pensamientos.