Capítulo 1:

ALICE


Desde hacia un rato que estaba despierta.

Sentía con fuerza cada parte de mi cuerpo, y sabía a la perfección que me encontraba bien, que no tenía ninguna herida o daño. Pero aún así no podía moverme por más que quisiera.

Y no es que algo o alguien externo me lo estuviera impidiendo. Era yo misma, en el fondo, la que me lo impedía. O para ser más exactos mi mente, que sin importarle lo doloroso que fuera no paraba de bombardearme una y otra vez con preguntas como ¿Donde estoy?, ¿Que ha pasado?, ¿Quien soy?

Por más que me esforzaba no recordaba nada, ni una imagen o un sonido que me guiaran a alguna respuesta satisfactoria. Todo estaba en blanco, o al menos lo que respectaba a mi vida, porque por lo demás podía recordar perfectamente. Sabia nombre de animales, nombre de plantas, nombre de países, y hasta recordaba pasajes bíblicos o de la historia de la humanidad. Recordaba nombres de escritores y libros, inclusive recordaba algún poema, algún refrán y alguna canción infantil. Pero cuando pensaba en mi, mi mente se bloqueaba, sin ninguna respuesta.

Solo por una fracción de segundo vi un rostro hermoso, de un joven de unos 20 años, tez pálida, ojos dorados y pelo como la miel. Pero con unas extrañas marcas en la mandíbula y en el cuello. Pero tal como vino se fue. Por eso pensé por mucho tiempo que había sido producto de mi imaginación.

No se cuanto tiempo me quede allí sola con mis pensamientos. Seguramente varias horas. Y hubiera seguido así, sino hubiera sido por una sensación en mi garganta que me pillo por sorpresa y que poco a poco fue cogiendo fuerza. Era una sensación de sed tan fuerte, que sentía como si mi garganta ardiera.

El dolor era tal, que ya ni siquiera podía pensar con claridad. Solo quería saciar mi sed, y para ello tenía que moverme.

Cuando finalmente abrí los ojos, olvide por un momento mi desgarrada garganta, y me quede anonadada viendo por primera vez el mundo. Y es que la idea que tenia en mi cabeza sobre las cosas, no tenían punto de comparación con lo que ahora veía. Los colores, texturas y formas bailaban para mi, al igual que lo hacían los aromas de las cosas más insignificantes y los sonidos de todo a mi alrededor. Y no es que antes no pudiera sentirlos, sino que estaba tan absorta en mi interior que no había sido consciente de lo asombrosos y fuertes que eran.

El bosque que tenia delante mio era tan hermoso y único en cada uno de sus detalles que me costaba no quedarme atrapada en él. Era como si en su totalidad tierra, plantas, aire y animales formaran un solo ser armonioso creado solo para deleitar mis sentidos.

Pero pese al sueño increíble que estaba viviendo en ese momento, mi garganta sedienta y adolorida no me daba un respiro. El desgarrador dolor que venía de mi interior no solo no cesaba sino que iba cada vez más en aumento y no sabia como calmarlo.

Desde donde estaba podía oír un río, y pensé que tal vez allí podría refrescarme un poco.

Decidí correr en la dirección de la que provenía el sonido del agua, y cuando me di cuenta ya estaba delante del río, pero muy lejos de donde había estado antes. Era como si en cuestión de un par de segundos hubiera volado a través del bosque hasta llegar allí, y sin ninguno esfuerzo físico por mi parte.

Es cierto que no tenía recuerdos de mi vida anterior, pero presentía que la velocidad con la que me había movido no solo era extraordinaria, era imposible en el mundo real. Definitivamente esto era un sueño del que me iba a costar despertar.

Me acerque al agua para beber un poco y aunque no se veía nada apetecible lo hice. Acto seguido la saque toda de mi boca con bastante asco y nauseas. Volví a intentarlo y con el mayor de mis esfuerzos me la trague. Sabía fatal y en lugar de ayudarme, solo empeoro la sensación de sequedad en mi interior.

Frustrada por la situación y sin saber que hacer, caí de rodillas frente al río.

Delante mio apareció una criatura hermosa como ninguna otra, parecía un ángel de perfectas facciones. Era un ser delgado, de piel pálida como la luna, pelo corto y negro como la noche, y ojos rojos como la sangre. Su deslumbrante belleza propia de una escultura helénica, intimidaba bastante, pero a la vez atraía, sobretodo por su aire picaresco que recordaba a un duendecillo propio de los cuentos de hadas.

Sin embargo lo que más llamaba la atención de la imagen, era el mal estado en el que se encontraba la pobre criatura.

Sus ojos, pese a la fuerza de la mirada, se veían tristes y vacíos. Su hermoso rostro estaba extremadamente sucio con manchas de tierra y polvo. Su deslumbrante pelo estaba revuelto y con hierbas incrustadas. Su vestimenta estaba tan manchada que apenas se podía apreciar que alguna vez fue blanco, y la tela estaba tan rota y vuelta jirones que apenas cubría su cuerpo.

Se me encogió el corazón. ¿Como un ángel tan hermoso podía estar en tan malas condiciones?

La verdad es que sentí tanta pena que quise ayudar a la criatura, y no fue hasta que mi mano toco el agua y las ondas distorsionaron la imagen, que no me di cuenta que ese ser hermoso pero mugriento y mal vestido era yo. Yo era la chica de ojos rojos como la sangre.

Sentí vergüenza de mi misma, y de mi mal estado. No sabia porque me encontraba así, pero me prometí con todas mis fuerzas que nunca más volvería a verme de una forma tan lamentable.

Y apenas tuve ese pensamiento, algo extraordinario sucedió. Pude verme a mi misma desde fuera. Me veía mirándome al espejo de un elegante tocador, y esta vez estaba bien vestida, arreglada y radiante, pero sobretodo me veía feliz.

Lo raro es que la imagen de mi cabeza no era como si hubiera dejado volar a mi imaginación, sino más bien como si mi alma se hubiera escapado de golpe a otro lugar diferente para mostrarme esa increíble revelación. Esta visión solo duró un par de segundos, pero era tan real que me impacto de sobremanera, y desee con todas mis fuerzas que se hiciera realidad.

Me arroje al agua, aún con la ropa puesta, y deje que el rio me lavara por completo. Me quite las hojas y ramas que tenia enredadas en el pelo y me peine como pude con las manos. Sabia que pese a ello no me vería ni de cerca como la chica de la visión, pero seguro daría menos pena que antes.

Cuando mi ropa hubo secado y el dolor de mi garganta fue completamente inaguantable, decidí marcharme. Pero como no tenia ningún rumbo especifico decidí seguir la corriente del rio a la espera de encontrar algo que me sirviera para calmar mi sed.

Mientras caminaba despacio por el bosque, mi cerebro se perdía entre ideas con todo lo que había sucedido hasta ahora, tratando de encontrar una explicación lógica.

Andaba sin fijarme bien en el camino y sin darle importancia a lo que me iba encontrando. Pese a que todo seguía teniendo una belleza maravillosa ante mis ojos, nada me incitaba a detenerme.

De golpe un maravilloso olor llego hasta mi, me cautivo por completo y me dejo sin aliento. Era tan fuerte el aroma que me aturdía y no me dejaba pensar bien, por lo que perdí el control de mi cuerpo, y al mando se pusieron mis salvajes sentidos. Mi garganta rugió desesperada ante el olor, y me dio a entender que fuera lo que fuera que produjese ese elixir, era lo que quería y necesitaba.

Desee tenerlo y satisfacer mis deseos sin importar el precio. Nuevamente y por unas milésimas de segundo, mi mente viajo a otro lugar en donde me veía a mi misma limpiándome los labios de algo rojo. En ese momento no estaba segura de lo que era, pero la simple imagen termino por hacerme perder la poca cordura que me quedaba y corrí como nunca antes lo había hecho. Dispuesta a saciar mis ansias.

En un abrir y cerrar de ojos había llegado. Y justo ahí delante mio estaba el origen de ese maravilloso aroma: Una chica.

Ella era de tez negra, alta, delgada y bastante joven. Iba vestida con un uniforme blanco que contrastaba bastante con su piel, y llevaba su pelo rizado perfectamente recogido en un moño alto.

Creo que no fue consciente de mi llegada, hasta que sus ojos negros se cruzaron con los míos. Al comienzo retrocedió un par de pasos por el inesperado encuentro, pero luego se quedo quieta y me miro de una forma extraña como de reconocimiento y sorpresa, pero no dijo nada.

A medida que me acercaba poco a poco a ella sentía como mis ansias crecian y el dolor de mi garganta aumentaba sin cesar. No entendía nada, y seguía sin pensar con claridad porque ya no era dueña de mi propio cuerpo. No. Ahora era una bestia más del bosque, salvaje, temible, letal...y ella lo sabía.

Empezó a retroceder lentamente, mientras su corazón por el contrario latía muy rápido, como preparándose para la huida. Podía oírlo perfectamente pese a la distancia que nos separaba, al igual que su respiración entrecortada por el miedo.

La chica corrió con todas sus fuerzas por el bosque, pero yo prisionera del deseo, me abalance sobre ella tirándola sin dificultad. Al caer ella se hirió la pierna con una piedra afilada que había en el suelo y empezó a sangrar.

De mi garganta salió un rugido animal, que solo se detuvo cuando mis labios tocaron su herida y mi boca se lleno de su sangre.

Mordí con fuerza para llevarme más de ese liquido preciado, mientras con una sola mano inmovilizaba a mi victima para que no escapara. Poco a poco sus patadas, golpes y gritos fueron disminuyendo hasta desaparecer.

Aún sabiendo que mi placer la estaba matando, era incapaz de detenerme y seguí alimentándome de ella como el monstruo que era.

Solo me detuve con su último aliento, cuando me miró a los ojos y me preguntó con voz rota:

- ¿Porque señorita Alice?¿Porque?

Dicho eso, su corazón dejo de latir y murió.

Solté su cuerpo frió y me limpie la boca con la mano, tal y como había visto antes en mi visión. Pero a diferencia de lo que imagine, no sentía placer, solo tristeza y rabia por lo que había hecho.

Ella me conocía. Ella, a diferencia de mi, si sabía quien era. Ella tenia las respuesta que yo buscaba y ahora ya no me las podía dar porque estaba muerta. Yo era un monstruo, una asesina que debía pagar por mis pecados, y este era mi castigo divino. La ignorancia.

Cuando me dí cuenta de lo que había hecho, tuve unas ganas incontrolables de llorar, por ella, por mi. Pero pese a tener el alma rota en mil pedazos no rodó ni una lagrima por mis mejillas. Y eso también era un castigo.

Grité de desesperación. Grité hasta quedarme sin voz. Y una vez lo hice me eche al suelo, y acuné al cuerpo sin vida de la mujer con la esperanza de despertarme de esta pesadilla. Pero el tiempo pasó y pese a estar mentalmente exhausta, me fue imposible perderme en el mundo de Morfeo.

Cuando el sol se puso, el bosque quedo envuelto en la penumbra.

Igualmente era capaz de ver con mis increíbles ojos todos los detalles de los arboles con precisión, era capaz de escuchar cada sonido a mi alrededor y era capaz de sentir todos los aromas de la noche.

Acompañada por el sonido de los grillos y de las ranas, decidí enterrar a la mujer en el mismo lugar donde horas antes le había arrebatado su vida. Era lo mínimo que podía hacer por ella.

No me fue difícil remover la tierra con mis propias manos, e inclusive llegue a romper con los dedos algunas rocas y algunas raíces que me iba encontrando. Era como si pese a mi corta estatura, este hermoso mundo no estuviera preparado para mí.

Tras hacer una pequeña oración en la tumba, me marche de allí sin mirar atrás.

Seguía sin rumbo alguno, por lo que me limite a vagar por el bosque hasta que no hubo más de este. A cambio el paisaje se convirtió en hermosos prados de cultivos que se extendía hasta e final del horizonte donde el sol se empezaba a levantar.

Después de tantas horas de oscuridad en el bosque, veía por primera vez en mi nueva vida el majestuoso sol, por lo que estaba contenta que sus rayos me abrazaran y me consolaran de la larga noche que había pasado. Pero allí donde los trozos de tela que arrastraba no me cubrían mi pálida piel, aparecieron diamantes, o más bien diminutos astros que brillaban a la par del sol.

Me quede mirando mis manos, mis brazos y mis piernas desnudas sin poder creerlo. La visión era tan hermosa como extraña. Parecía como si mi piel estuviera compuesta por espejos y reflejara cada rayo de sol.

Pero de repente la imagen cambió. Mi mano desapareció ante mis ojos y en su lugar apareció un niño pequeño que jugaba con una pelota. De repente el niño se gira y mira hacia donde estoy yo. Asustado llama a su padre que esta a unos metros recogiendo la cosecha. El pequeño me señala y dice:"¿Papá que es eso?" El padre al verme se pone rigido, coge su escopeta que descansa en una piedra cercana y le pide al niño que se esconda. Viene hacia a mi decidido. Me apunta con el arma, dispara, pero falla pese a no haberme movido de mi sitio. El hombre aún más nervioso se acerca y aprieta nuevamente el gatillo. Esta vez la bala me golpea en un brazo pero rebota como una piedrecilla insignificante contra un bloque de marmol. No estoy herida, pero si empiezo a estar molesta. Aún así, no quiero hacerle daño, solo quiero que me deje tranquila. Me doy la vuelta con la intención de marcharme, pero sus palabras, que me hieren más que las balas, me frenan en seco: "No me engaña tu cara angelical, asqueroso demonio. Repeles la luz porque no eres digna de ella...vuelve a las tinieblas de donde has venido".

La ira se apodera de mi, me giro sin pensarlo dos veces y con un ligero movimiento de mi pequeño brazo, separo su cabeza del resto del cuerpo. El niño aterrorizado me mira desde su escondite mientras lamo sin piedad la sangre del cadáver...

Luego todo terminó igual que empezó. Volví a tener delante mio la imagen de la mano resplandeciente.

No entendía nada. ¿Que había pasado? ¿Donde estaba el cadáver? ¿Y el niño?¿Era esto normal, o estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba?

Caí de rodillas rendida por el desespero y el cansancio. ¿Que clase de pesadilla sin sentido era esta? Solo quería despertar…

Cuando finalmente me pude recomponer un poco y levantarme de allí, vi a los lejos al niño de mi visión. Pero ahora no temblaba de miedo, sino que jugaba felizmente con su pelota, mientras que su padre recogía tranquilamente la cosecha. Aún no me habían visto.

Respiré con alivio ante la imagen, pues yo no quería hacerles realmente daño, y sobretodo al niño que por alguna razón me recordaba a la chica del bosque. Pese a que mi garganta ardía nuevamente al recordar la sangre, no quería perder otra vez el control. Y es que por alguna razón que no terminaba de entender, esta vez tenía la oportunidad de hacer las cosas bien y no la iba a desaprovechar, pues no quería cargar con más penas en mi consciencia. Debía irme de allí y pronto. Debía marcharme antes de que el pequeño me viera y la visión de muerte se cumpliera irremediablemente.

Volví al bosque, donde su oscuridad me ampararía durante las horas de sol igual que había hecho antes. Mi brillo era peligroso y ahora lo sabia. Con él llamaría la atención siempre y debía evitarlo. Si quería abandonar la sombra, era imprescindible cubrir mi cuerpo si no quería cumplir la profecía de mi mente.

Nuevamente y sin esperarlo abandoné el presente y me vi a mi misma con una especie de capa con capucha roja, que cubría a la perfección mi piel.

Tras volver, una sonrisa lleno mi rostro. Tenía una primera meta, conseguir ropa adecuada.

Camine nuevamente por el bosque, aunque sin saber muy bien a donde dirigirme. Las horas pasaron, y pese a toda la actividad física y al hecho de no haber dormido no me encontraba cansada, al menos no de forma física. Sentía que podría seguir así indefinidamente.

Cuando el sol llego a su punto más alto en el cielo, escuche algo diferente a los sonidos del bosque, a los que ya estaba habituada. No estaba segura de lo que era, pero me llamo la atención lo suficiente para acercarme a mirar.

Nuevamente y sin planearlo recorrí una distancia considerable en tan solo un abrir y cerrar de ojos. Pero no fue hasta mi llegada que comprendí realmente lo que había escuchado desde el otro lado del bosque: el sonido de una nana.

La chica que la tarareaba a muy baja voz, lo hacía mientras se duchaba a conciencia en el rio, pensando que se encontraba completamente sola.

Afortunadamente aún no había percatado mi presencia, sobretodo porque además de sentirme muy incomoda con la inesperada escena, volvía a sentir el ardor insoportable en mi garganta, y quería marcharme de allí cuanto antes.

Pero cuando me disponía a irme sin que me descubriese, me di cuenta que al lado del rió se encontraba una hermosa capa y unos zapatos a juego. Justo lo que necesitaba para poder salir del bosque durante las horas de sol.

Rápidamente cogí la ropa y corrí lejos de ella, antes de que descubriera el robo.

Cuando estuve segura de haberme alejado lo suficiente, me detuve y con más calma me dispuse a vestirme. Para mi sorpresa, la capa y los zapatos me iban perfectos, tanto que parecían hechos a mi medida y eran realmente cómodos.

De forma inconsciente, me acerque al río para ver mi nuevo aspecto, pero no fue por la belleza de la imagen por la que me quedé anonadada mirando el reflejo, sino más bien porque visto desde esta nueva perspectiva pude reconocer por primera vez el atuendo. La capa roja con caperuza que había robado era exactamente igual a la que había visto antes, y esta imagen me hizo entender finalmente una de las cosas que rondaban mi cabeza desde hacía rato, el significado de mis visiones.

Estas no eran simples sueños o divagaciones de mi mente, como en un comienzo creí. Tampoco eran fantasías, deseos reprimidos o alucinaciones. No, eran pinceladas del futuro. Y es que por alguna extraña razón, yo en medio de está pesadilla que estaba viviendo, tenía un don: la clarividencia.

Me reí para mis adentros cuando pensé en ello, pues era irónico que entre todos, justamente ese fuera mi don. A diferencia de los demás, era incapaz de saber nada de mi pasado, pero podía ver con claridad el futuro.

Pero no todas mis visiones se habían realizado como la de la capa roja, pero otras como la del padre y el hijo no. ¿De que dependía entonces?

Reflexione un momento sobre lo sucedido en ambos casos y me di cuenta de la respuesta: las decisiones. Y de golpe todo fue claro como el agua. El futuro a diferencia del pasado no es algo fijo e inamovible, depende de un sin fin de variables para que se cumpla, por lo que si alguna cambia porque el sujeto toma una decisión diferente, el resultado cambia. En resumen, el futuro no está grabado en piedra como algunos creen, depende del libre albedrío.

Pensé en esta idea hasta no poder más y rozar la loca obsesión, y solo me detuve cuando el dolor de mi garganta fue tan fuerte de acallar cada pensamiento mio.

Tenia sed y lo sabía. Pero la última vez que había sentido eso, una persona inocente había muerto y la idea de repetirlo me atormentaba profundamente. Aún así lo deseaba. Deseaba con todo mi ser probar una vez más la sangre.

Trate de resistirme ante el deseo, pero me fue imposible. La bestia que llevaba dentro volvía a tener el control y estaba fuera de si.

Con mi nuevo atuendo salí del bosque en busca de una presa de la que alimentarme.

Corrí entre los campos de cultivo pero ya no había gente trabajando. Seguí corriendo guiada por mis instintos hasta ver a lo lejos una pequeña cabaña con luces encendidas.

Sin pensarlo dos veces fui hacia allí y no me detuve hasta la entrada. Desde fuera podía escuchar perfectamente la respiración y los latidos de 2 seres, aunque sonaban diferentes el uno del otro. Al abrir la puerta me embriago de golpe todo el aroma de las cosas que había allí dentro y de sus dos habitantes, y pese a no oler tan bien como la chica del bosque, se me hizo agua la boca.

Mientras caminaba sigilosamente por el miedo a ser escuchada y así alertarlos de mis oscuras intenciones, procuré no distraerme con la hermosa decoración hogareña de la cabaña, muy distinta a la imagen del bosque silvestre al que ya yo pertenecía.

Cuando entré en la habitación, la imagen con la que me encontré me golpeó tanto que me hizo recuperar la cordura y dejar momentáneamente mi lado salvaje.

Dentro había un hombre muy mayor en la cama durmiendo, acompañado por un hermoso gato.

El hombre respiraba con dificultad, y su corazón latía débilmente. Estaba muy delgado, y esto sumado a su rostro pálido y con ojeras, le daba un aspecto mortecino. Seguramente al señor no le quedaban mucho tiempo de vida.

La habitación a diferencia del resto de la casa estaba hecha un desastre. Habían vasos y platos sucios apilados por los muebles, junto a prendas de vestir, medicamentos y polvo, lo que me indicaba que el hombre apenas se movía de su habitación y desde hacia días que no tenía fuerza para recogerla.

La imagen me daba mucha pena y remordimiento. Quería ayudar al hombre, tanto como deseaba su sangre en mi boca, y no sabía que hacer.

Era consciente de que podía acabar con su vida fácilmente si me lo proponía, es más, ya le había arrebatado la vida a alguien antes. Pero matar a un moribundo a sangre fría es más difícil que matar a alguien en un momento de locura como me había sucedido a mi. La garganta me ardía hasta desgarrarme por dentro, pero aún así a diferencia de la primera vez, era plenamente consciente y dueña de mis actos, por lo que el miedo al remordimiento me invadía. Un león al igual que yo, caza por necesidad, pero él no se detiene a pensar sobre la ética que hay en arrebatarle la vida a la gacela y si esta sufrirá o no. Un verdadero depredador no llega nunca a sentir empatía por su presa, yo si lo hacía y eso me carcomía por dentro.

Mientras estudiaba que hacer desde la puerta de la habitación, el gato gris pardo, que se veía lleno de vitalidad comparado con su dueño, me miraba fijamente aunque no de manera desafiante. Parecía curioso por mi presencia allí, aunque no le molestaba en absoluto. Solo desvió momentáneamente la mirada cuando su dueño empezó a hablar entre delirios.

Con voz seca y ronca, el hombre empezó a hablar muy rápido, aunque no en un idioma conocido para mi. No estaba segura de si era holandés u alemán lo que estaba hablando, pero lo que si sabía era que esas palabras que salían de su boca no eran para mi, ya que aún no se había percatado de mi presencia. Parecía como si hablara consigo mismo para consolarse por su situación.

Estuvo así un rato, hasta que el gato decidió salir de su cama de un salto, para marcharse a descansar a otro sitio. Al pasar alado mio fue cuando el hombre me descubrió espiándole desde la puerta. No estaba segura de porque estaba aún allí, la verdad es que debería haberme marchado al verme incapaz de cazar. Pero me había quedado, observando.

Al comienzo se mostró asustado al verme, pero poco a poco su expresión de pánico fue cambiando por una de alegría. Y la miá por una de recelo. ¿Porque se alegraba de verme allí?

- ¿Porque has tardado tanto?

Esta pregunta me descolocó por completo. ¿Acaso me conocía igual que la chica del bosque?¿Tenía alguna respuesta para mi?

No respondí, pero a cambio me acerque un poco más a su cama.

- Por un momento creí que te habías olvidado de este pobre viejo. Pero ya veo que no, porque has venido por mi.

Seguí sin responderle, por lo que el continuó hablando con dificultad.

- Hermoso ángel de la muerte, ya me has hecho esperar mucho, por favor llevame contigo. Dame el descanso que tanto anhelo.

Ahí lo comprendí. El no me conocía de nada. Simplemente confundió mi belleza con la de un ser divino, por lo que pensaba que yo había sido enviada para otorgarle el descanso eterno. El pensaba que yo era la muerte. Y en realidad, no estaba tan equivocado, puesto que cuando entre en su casa fue con la firme intención de arrebatarle la vida. Una gran parte de mi aún lo deseaba desesperadamente, pero otra muy grande quería lo contrario, quería que viviera y que su vida fuera una demostración de mi fuerza de voluntad.

- En este mundo no me queda más nada por hacer. He vivido y he vivido bien. Deseo marcharme ya y descansar. Solo me da pena dejar a mi gato Drake. No se que será de él cuando yo abandone este mundo. Pero ya estoy tan débil que soy incapaz de cuidar más de él. Solo espero que encuentre alguien que lo quiera casi tanto como yo lo he hecho. Es un gran animal…

Dicho esto el gato empezó a ronronear entre mis piernas, como confirmando todo lo que el viejo me había dicho.

- Por favor, apiadate de mi y ayudame. Me duele mucho, desde hace semanas el dolor no cesa, y en lugar de disminuir va en aumento…No puedo comer, no puedo dormir, no puedo casi ni moverme. Esto no es vida...apiadate de mi hermoso ángel.

Cerré los ojos un momento y medite sobre su petición. El hombre estaba muriendo, y cada latido de más, era una agonía para el. Yo ya no quería matarle, pero marcharme dejándole así era tan egoísta como arrebatarle la vida solo por mi propio deseo.

Lentamente asentí con la cabeza para darle a entender que cumpliría su última voluntad.

- Gracias. - Dijo el con dificultad en medio de un jadeo.

Me acerqué lentamente a la cama donde estaba recostado el hombre. Le cogí con cuidado su mano y le dije al oído:

- Buen viaje.

El asintió con lagrimas en los ojos. Luego los cerró y espero a que la oscuridad lo consumiera por completo mientras recibía el beso de la muerte.

Tras haberme alimentado, y habiendo calmado el escozor constante en mi garganta, me sentía mucho mejor. Ahora podía pensar con más claridad y tratar de planificar mi siguiente movimiento. Pero la verdad es que volvía encontrarme sin rumbo alguno y sin metas, por lo que decidí quedarme en la vieja cabaña en compañía de Drake.

El gato era muy cariñoso tal y como había dicho el hombre, pues se la pasaba ronroneando y restregándose todo el tiempo contra mí. La verdad es que era muy agradable tener compañía aunque no fuera de mi misma especie, y pese a sonar a locura hablábamos, o al menos yo lo hacía y el me miraba seriamente como si me entendiera cada palabra que le decía. Por primera vez desde que me había despertado en este mundo, no me sentí sola.

Al cabo de unas horas y tras dormir una buena siesta encima mío, Drake sé levantó de golpe y empezó a maullar. Le consentí y le hable como había hecho hasta ahora, pero el gato siguió maullando más y más fuerte.

- ¿Que quieres pequeño?¿Pasa algo malo? - Le pregunte curiosa.

Pero el simplemente siguió maullando como respuesta. Sin embargo, yo no sabía mucho de gatos por lo que no entendía el significado de sus maullidos, y no fue hasta que dio un gran bostezo que comprendí realmente lo que quería decirme: Tenia hambre.

Rápidamente mire por toda la cocina, pero no encontré nada que pudiera darle de comer. Seguramente el viejo llevaba días en la cama sin levantarse, por lo que no quedaban reservas en casa.

Drake, como si entendiera la situación, maulló con pesar. Pero cuando un pajarillo se poso en una rama de fuera, Drake se calló a la vez que sus hermosos ojos verdes se abrían al máximo, y de un salto trataba inútilmente de alcanzarlo, púes el vidrio de la ventana se lo impedía. Con pena, el gato volvió a llorar.

Aún con miedo de no volverle a ver nunca y quedarme nuevamente sola, le abrí la puerta y ví como se alejaba corriendo por el bosque disfrutando de su libertad.

Mientras esperaba el regreso del gato, decidí quedarme en la cabaña, porque por alguna razón la sentía como un refugio seguro en el que quedarme. Y no es que tuviera miedo a las criaturas del bosque u a las personas, púes ya sabía el poder de mi naturaleza salvaje, sino que temía por ellos. En lo posible quería relacionarme lo menos posible para evitar hacerle daño a las personas, al menos hasta que tuviera más respuestas de lo que estaba pasando o me sintiera lo suficientemente fuerte para controlar mi sed.

Como no tenía nada que hacer, me puse a recoger un poco la cabaña por dentro, y cuando menos me lo esperaba la estaba redecorando a mi gusto. En cuestión de poco más de media hora, parecía una casa nueva. Estaba todo perfectamente limpio y ordenado. La decoración estaba trabajada hasta el último detalle, y las flores que había recogido en el jardín le daban un olor muy agradable y fresco.

Cuando acabe estaba bastante satisfecha con el resultado, tanto que por primera vez en esta nueva vida, tuve la sensación de hogar.

Todo era perfecto dentro, todo menos yo que volvía a estar hecha un desastre después de la larga jornada que llevaba, así que decidí arreglarme un poco. Parecía tonto teniendo en cuenta que no esperaba que nadie más me viera, pero recordaba mi promesa en el río cuando dije que no volvería a verme nunca más de forma lamentable. Y quería cumplirla, por mi misma. Así que me lave a consciencia y me vestí con la ropa que había en la cabaña. Aunque no me valía del todo porque eran ropas de hombre, logre apañarmelas haciendo pequeños arreglos con pinzas y lazos que encontré. No era la dama hermosa que había visto en mi visión, pero era mejor que nada.

Cuando se escondieron los últimos rayos de sol, mi amigo Drake volvió. Escuche venir su pequeño corazón desde muy lejos, y supe que era él, porque su característico olor ya lo tenía registrado en mi memoria. Así púes cuando estaba a solo unos pasos de la entrada, le abrí la puerta para que entrara.

Se le veía sumamente feliz, como si hubiera tenido en medio de todo un gran día. No parecía extrañar mucho a su amo, y me pregunte si era porque no lo recordaba ya o si era porque de alguna forma él había entendido sus deseos de descansar y estaba agradecido de que finalmente lo hubiera conseguido.

Los días pasaron sin mayores contratiempos. Drake salia cada mañana a pasear por el bosque, mientras que yo evitaba en lo posible cruzar la puerta de la cabaña, por miedo a cruzarme con alguna persona. Pero con cada segundo que pasaba mi sed iba poco a poco en aumento. Sentía la garganta arder a tal punto de que el dolor era prácticamente inaguantable. Y cuando ya estaba por perder la poca fuerza de voluntad que me quedaba y salir en la búsqueda de algún pobre desgraciado que se cruzara en mi camino, algo inesperado sucedió. Drake volvió una noche de su caza arrastrando un regalo para mi: un conejo. El animal estaba en unas condiciones horribles, pero su pequeño corazón aún latía con fuerza en su pecho, y pese a no oler tan bien como un humano, ese sonido mezclado con el olor a sangre me atrajo con locura, y cuando menos me lo esperaba estaba bebiendo desesperadamente de él.

Al acabarme su última gota de sangre sentí desespero. Necesitaba más sangre, púes había sido tan poca la que había podido conseguir del conejo, que en lugar de calmar mi sed la había aumentado. Ahora quería más y lo quería ahora sin importarme el precio a pagar.

Salí al campo llevada por la locura y corrí hasta que mis instintos asesinos me llevaron a la presa más cercana que tenía en ese momento: un gran zorro macho.

Sin miramientos me lancé al cuello del animal y de un mordisco le rompí la piel y el cuello, y bebí hasta satisfacer mis deseos.

Pese a no tener comparación con la sangre humana, la sangre de zorro sabía mucho mejor que la del conejo, y también me satisfacía un poco más. Además, ahora que podía pensar un poco más con cabeza fría, me daba cuenta realmente de el maravilloso descubrimiento que había hecho gracias a mi pequeño amigo. Podía saciar mi terrible sed con los animales, podía vivir sin matar, y tal vez si me esforzaba mucho en un futuro podría vivir cerca a las personas...

Y como por arte de magia, al tener esta idea mi cerebro nuevamente me transportó muy lejos de allí a una extraña escena en donde yo cazaba ciervos con mis manos, acompañada de 4 hombres y 2 mujeres más. Pero no parecían personas normales, su belleza era infinita, sus movimientos gráciles y rápidos, sus ojos eran todos de color caramelo claro y su piel deslumbraba como diamantes. En pocas palabras, eran como yo: Ángeles malditos, necesitados de sangre para subsistir.

Yo me veía absolutamente radiante, feliz y segura de mi misma, pero aún así mi atención no estaba centrada en mi en absoluto, sino más bien en uno de los chicos de la visión. Por más que quería no podía dejar de mirarle, y no porque fuera el más alto del grupo o más corpulento o el más agraciado de todos, sino porque

su rostro me era extrañamente familiar. El joven se parecía mucho al que había visto en mi despertar cubierto de marcas de media luna. Pese a la rudeza de sus facciones y a lo mucho que podía intimidar su presencia, su aire de guerrero me atraía irracionalmente...

Y como si mi otro yo me estuviera leyendo el pensamiento, me sorprendió saltando con elegancia a la espalda del chico. Él como respuesta al asalto, la tomó con delicadeza y la trajo hacia adelante para robarle un tierno beso de sus labios, que a su vez eran mis labios. Luego me miró con cariño, y me sonrió de tal manera que me dejó sin aliento.

Para mi pesar, volví abruptamente al presente, donde ni él ni sus acompañantes estaban. Solo estaba yo en el oscuro bosque. Y quería verle, quería verle con desespero. Pero sobretodo quería saber quien era y como encontrarle, porque aunque pareciera una locura, le deseaba.

¿Pero como hacerlo?¿Donde empezar a buscar?

Luego de divagar un rato por el bosque sin encontrar respuestas, decidí volver a la cabaña donde me esperaba Drake. Parecía nervioso, seguramente por verme salir antes de esa manera. Cuando me acerque a él me recibió con ronroneos, y me alegre mucho de no haberle hecho daño en medio de mi locura, porque no me lo hubiera perdonado jamás.

Mientras Drake dormía en mi regazo pensé un poco más en ese joven misterioso lleno de cicatrices, pero sobretodo pensé en ese beso robado que algún día le daría. ¿Pero cuando sería? ¿Porque no me daban mis visiones alguna otra pista sobre él o sobre como encontrarle? ¿Y si no lo hacían?

Hasta ahora no tenía ningún control sobre ellas. Iban y venían a su antojo, mostrándome pequeñas fracciones de futuro. Imágenes que muchas veces no lograba entender o descifrar hasta que no las veía en mi presente. Pero, ¿y si lograba controlarlas y así descubrir más cosas que me guiaran hasta él?

Tras esa idea, decidí entrenarme todo el tiempo que pude. Siempre que no estaba de caza, cuidando la cabaña o de Drake, estaba entrenando en mi mente. Tratando de ver el futuro a mi antojo, pero este se me escapaba y solo me mostraba de vez en cuando alguna imagen fugaz de cosas insignificantes de mi día. Sin embargo con el paso de las semanas empece a notar pequeños avances, sobretodo tras hacerme con una baraja de naipes y jugar a adivinar la carta. Era un juego aburrido y monótono, pero daba sus resultados, y eso me animaba a seguir haciéndolo.

Después de varios meses, le vi nuevamente como recompensa a todo mi esfuerzo. Estábamos en una especie de bar, y él estaba sentado en la barra atrapado en sus pensamientos y con el semblante muy serio. Yo, por el contrario me mostraba radiante y segura a la vez que me acercaba a él. En el momento en que nuestros ojos se cruzaban por primera vez, le reclamaba con una gran sonrisa por su tardanza, y él aunque confundido por la recriminación, se levantaba de la silla a la vez que se quitaba el sombrero, como buen caballero sureño. En respuesta a ese acto, yo estiraba mi mano hacia él para que me la besara. Pero en el momento en que sus labios tocaron nuevamente mi piel, mil corrientazos me atravesaron por todo mi cuerpo y me hicieron regresar a mi presente. Deseosa de verle de nuevo.