Capítulo 1. El inicio de todo.
Hermione estaba muy nerviosa, ese sería su primer día en el Ministerio de Magia, en el Departamento de Control y Regulación de Criaturas Mágicas. Su sueño se convertiría realidad, ayudar a los elfos domésticos y abogar por sus derechos. No era un puesto muy importante puesto que era un trabajo de medio tiempo que le permitiría estudiar Derecho Mágico a la par.
Eran cerca de las ocho de la noche y ella ya tenía todo listo para el día siguiente, sus padres habían llamado para darle ánimos, ellos se encontraban en Escocia, habían decidido retirarse a un lugar más tranquilo y dejar el aturdidor Londres, después de un año viviendo en la tranquilidad de Australia, habían decidido que querían seguir con ese ritmo de vida; sus amigos habían prometido que irían a visitarla esa noche, celebrarían que ese era su primer fin de semana viviendo sola en un pequeño pero acogedor estudio en la capital inglesa. Recordaba todo lo que había pasado con ellos los últimos ocho años de su vida pues aunque el último no habían estado juntos físicamente, sí lo habían hecho a través de cartas y cuando ella podía visitar Hogsmade, ellos se aparecían en la villa mágica para pasar el fin de semana como en los viejos tiempos, como amigos…
*Flashback*
-Ron, ¿podemos hablar un momento, por favor? –le dijo a un hombre pelirrojo que estaba sentado a la mesa venciendo a todo mundo en el ajedrez mágico.
-¿Qué pasa, Herms? –preguntó Ron un poco atribulado pues presentía lo que su novia le diría, las cosas no marchaban bien, eran monótonas y al cabo de unas semanas de ser novios toda la chispa se había terminado.
-Ron, tú sabes que te quiero mucho, que te amo… -dijo la castaña mientras tomaba la mano de su novio entre las suyas- pero no sé, en estas últimas semanas me he dado cuenta que lo que sentía por ti no es el amor que te mereces, creo que sólo era atracción de lo prohibido o de algo así como un capricho… te quiero sí, te amo, pero…
-Como a un hermano, ¿no? –dijo el muchacho un poco triste, a fin de cuentas le dolía que no hubiera funcionado esa relación, pero sería más triste continuar con algo que ambos sabían, no era amor de pareja.
-Así es, Ron. Y en verdad perdóname pero no puedo verte de otra forma, eres mi hermano, con el que compartí infinidad de aventuras pero nada más –dijo ella con una expresión de congoja en la cara, no sabía cómo tomaría estas palabras, después de todo, Ron siempre había sido inseguro.
-Sé a dónde vas, Herms, y creo que es lo mejor, no podemos seguir engañándonos, yo también quería que funcionara esto, pero no puedo besarte sin pensar que es como si besara a Ginny, a mi hermana –dijo el pelirrojo acariciando una mejilla de Hermione.- Te amo y siempre te amaré pero como a una hermana.
Se abrazaron fuertemente y prometieron nunca engañarse ni dejarse de querer, a fin de cuentas, ambos sabían que aquella relación no tendría futuro.
Después de un tiempo, no supieron decir cuánto exactamente, despegaron sus cuerpos pero no sus almas que se habían unido como las de dos hermanos de sangre. Él le ayudó a empacar, a otro día regresaba a Hogwarts a terminar la escuela, cosa que ni él ni Harry habían querido hacer.
*Fin del flashback*
Estaba ensimismada con sus pensamientos cuando llamaron a la puerta. Dos hombres, uno alto, pelirrojo, fornido, traía una pizza familiar entre las manos (después de todo, había aceptado comer comida muggle). Mientras que otro traía bajo su brazo varias películas para pasar una buena noche de domingo. A otro día se integraban formalmente a la vida laboral.
-¡Harry! ¡Ron! Pasen, ¡en hora buena han llegado! En verdad estoy nerviosa por mi primer día –dijo una alegre castaña al ver a sus dos mejores amigos ahí parados frente a ella. Siempre lograban tranquilizarla… en especial uno de ellos…
Qué diantres, eso no podía ser, él era como su hermano. Pero es que esos ojos color esmeralda, ese cabello negro azabache, tan despeinado como siempre que hacía parecerlo más sexy de lo que ya era. Sus anteojos, esos redondos anteojos que desde niño había usado, su voz, su anatomía, su sonrisa… ¡No! Eso no podía ser, ¿por qué se fijaba en eso? Si él era su pequeño hermanito, el niño que vivió, el héroe del mundo mágico… Deja de pensar en él de esa forma Hermione, se decía.
-¡Eh! Herms, ¿quién es el que te hace suspirar que nos dejas aquí a la entrada de tu departamento, eh? –la más dulce y sexy voz la había sacado de sus pensamientos.
-Oh sí, pasen –hizo un ademán y dejó que sus invitados entraran a su perfecto estudio.
Después de unas cuantas horas de películas, Ron y Harry decidieron que era momento de retirarse, ellos también comenzaban la vida laboral a otro día y lo mejor sería dejar que su amiga descansara lo suficiente. Se despidieron no sin antes ayudar a Hermione a recoger y sacar la basura al contenedor del edificio.
Cuando ella ya estaba a punto de dormir, tenía puesto un lindo camisón color durazno que realzaba su hermosa silueta, alguien llamó a la puerta.
-¿Quién diantres viene a esta hora de la noche? –pensó.
Al abrir la puerta se encontró con que unos hermosos ojos color esmeralda la esperaban del otro lado, era Harry que había olvidado la cartera y a otro día no tendría tiempo de pasar a recogerla.
La dichosa cartera no aparecía por ningún lado, sólo les faltaba ver debajo de los sillones. Cuando ella se agachó, Harry pudo ver como el camisón se le subía unos centímetros por las piernas, pero qué… tenía que eliminar esos pensamientos inmediatamente. No podía ser que viera a su mejor amiga como se ve a una pareja. Comenzó a sentirse incómodo y por fin recordó que era magos, los mejores magos de su generación y no podían invocar la cartera con un simple hechizo.
-Accio cartera –dijo y la cartera salió de detrás del televisor ¿Qué hacía allí? No lo sabía, lo único que importaba es que ya se podría retirar.
-Oh sí, que somos magos ¿verdad? –rió Hermione, era gracioso, no se le ocurrió usar la magia y ahorrar tiempo.
-Y los mejores de la generación, Herms –asintió Harry. –Bueno, yo me retiro, ahora sí te dejo descansar.
Hermione lo acompaño a la puerta, él iba delante. La castaña se pegó con la pata de la mesa de centro en el dedo chiquito del pie y profirió maledicencias. El azabache volteo y al ver que su amiga brincaba sobre un pie corrió a ayudarla, llegando a ella justo en el momento en que la castaña se balanceaba pues había perdido el equilibrio y cayó sobre Harry, quien al sentir los senos de la chica sobre su pecho, sus labios muy cerca uno del otro y ese dulce aroma a sandía que destilaba su perfume…
La chica no se movió por unos segundos, le gustaba esa sensación, sentir el cuerpo de Harry debajo de ella. Cuando comenzó a notar que algo entre sus piernas incrementaba su tamaño y temperatura quiso reaccionar pero ya era demasiado tarde.
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Aquí vengo con esta historia, es mi primer fic y espero que lo disfruten.
Esta historia también la estoy publicando en PotterFics, por si la han leído ahí, no crean que la he robado.
Saludos
MonsePotter
