Advertencias: Leve toque shonen ai.
Nota: ¿Verdad que son adorables? (L).
Beta: Charlone.
Palabras: 325.
Disfruten la lectura.
Una seguridad no aceptada
No quería admitirlo, al menos no en voz alta, principalmente porque sabía que si lo hacía el otro chico no dejaría de molestarlo por largo tiempo y, peor aún, Yuuko se enteraría –porque siempre, siempre, se enteraba– lo que significaría la perdida total de paz en su vida; y Watanuki no era tan tonto como para arruinarse él solito la poca tranquilidad que lograba conseguir. Aunque, tal vez, lo que más le afectaría sería la sonrisa de Himawari-chan cuando comentara que eso se debía a lo bien que se llevaban los dos –una idea completamente errónea y alejada de la realidad.
Aun en contra de esa vocecita en su cabeza que se empeñaba en repetirle una y otra vez que no lo hiciera si respetaba su integridad, se acercó a Doumeki, de tal modo que estuviera junto a él, pero a la vez pareciera que no era así. Cuando lo hizo, notó como el arquero le miraba de reojo y se preparó para contraatacar cualquier comentario que pudiera decirle; pero para su extrañeza, ninguna palabra fue pronunciada por parte del otro.
Watanuki bajó sus defensas ante ello, preguntándose si algún bicho raro le había picado. Decidió ignorarlo y concentrarse mejor en lo que en verdad era importante. Yuuko le había ordenado que consiguiera oden de los zorros, pero como Mokona estaba ocupado en quién sabe qué, le había tocado ir con Doumeki en esa ocasión. Por eso caminaba sin temor por aquella calle oscura y tenebrosa a altas horas de la noche, y es que lo que no quería admitir era que Doumeki le otorgaba una seguridad que nunca creyó poder sentir. Fuera lo que fuera, Watanuki agradecía el ir con él esa noche, su rostro lo demostraba, a pesar de que su comportamiento y sus palabras pudieran indicar lo contrario.
Lo que no notó fue que al parecer Doumeki sentía algo similar, o al menos la pequeña sonrisa en su rostro daba esa idea.
Fin de la historia.
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