Diclaimer: Shingeki no Kyojin no me pertenece.

Primera vez que escribo algo de SNK y que me gusta al menos regularmente, que es mierda igual, pero me ha agradado un poco, al menos lo suficiente como para no borrarlo y sentir que perdí el tiempo por completo. No soy experta de esta serie a pesar de haberla visto por completo y que me gustara bastante. Por lo demás, me da miedo Levi —no literal claro, o sea, en qué mundo. Me da miedo que no me quede, eso—. Realmente no me gustaría transformarlo en lo que no es, pero supongo que el hombre no puede evitar ser posible de derrumbar de ojos cerrados —(?)—, existen cosas llamadas pesadillas.


Aquel soldado


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En la oscuridad de la habitación, recostado en su cama, con ojos sellados y lleno de no-paz, esa paz que nadie le da ni le puede dar.

Podría estar teniendo pesadillas, podría, con todo ese sudor haciendo brillar su frente y apoderándose de escasos mechones de su cabello, su piel. Podría estar sufriendo asfixia, con el pecho intentando subir y bajar con tal de conseguir aunque fuere un segundo de vida. Podría, claro, estar bien. Durmiendo sin problemas a pesar del calor que le perla la sien y demás sin piedad.

Podría, sí, ser tantas cosas.

Tantas cosas que nadie recuerda, porque a nadie le importa. Es una herramienta, un pase, una de las grandes esperanzas de la hipocresía. El soldado más fuerte de la humanidad, que acaba con titanes sin piedad, que llena sus manos de sangre al parecer sin darle importancia alguna, porque la meta, el sueño, es —saciar su odio— sobrevivir.

Aunque esa gente que duerme tranquilamente, sin pesadillas, en paz, sin los párpados y el cuerpo lleno de sucia sangre, que puede tener la consciencia tranquila gracias a él y tantos soldados más, serían seguramente los primeros en preguntarse quién diablos era Levi.

"—El soldado más fuerte de la humanidad.

—Oh, aquel hombre que sale y entra cada excursión.

—Ah, vaya qué lástima..."

Una para todos, sin duda. Porque la humanidad se ha transformado en un puñado de egoísmo mezclado de mal agradecimiento, una depresión que se cierne sobre los que son y se creen miserables, más un miedo incontrolable que les hace correr como ratas ante el peligro.

Eso son. Ratas inmundas.

Seres despreciables haciendo sentir a las ratas insultadas.

Que ahora es Levi. ¡Oh, Levi! Sálvanos, muere y púdrete cada día más por nosotros. Pero mañana, cuando no esté, será el próximo pobre humano que tuvo la desgracia de ser bueno en lo que hacía, o la mala suerte de pertenecer a una generación llena de incompetentes. ¡Oh, Mikasa! ¡Oh, Eren! ¡Oh, nuevo título de soldado más fuerte! —que Levi, Levi quedaría en el pasado, recordado sólo de vez en cuando por sus compañeros. Sólo tal vez.

Sin embargo a Levi no le importa —al menos tanto como a los demás. Lo que es igual a nada—.

Podría morir, pero incluso así lo acepta. No importa nada.

Se despertará de un mal sueño para entrar a otro, como siempre, y se dará una ducha a las tres de la madrugada. Se lavará por completo, intentando quitar la sangre que no se va a pesar de ya no estar y, para nada, no importará el dolor que dejarse la piel en casi rojo vivo trae consigo. Aunque no sea suficiente.

Podría morir, pero no importa —o al menos le importa tanto como a ellos.

Ya lo está y cuando desaparezca por completo será, sencillamente, para todos, una lástima —y adiós.