Carlisle y Esme
Capítulo 1 – El encuentro
Anochecía y divisé la cuidad que se abría paso, era extraño ver un acantilado a las puertas de esa ciudad, cuál era su nombre? No lo recordaba, simplemente subí al autobús sin importar su destino, era lo último en lo que podía pensar.
Mis ojos… ya no podían derramar más lágrimas, al parecer se habían secado; los sentí cansados a tal grado que en varias ocasiones los cerré para descansar pero veía esas imágenes y gritos que hacían que los abriera nuevamente. Llegamos a la terminal y fue cuando me di cuenta que tenía un problema. Estaba sola, sin un techo y en una ciudad totalmente desconocida para mí.
Caminé entre las calles tratando de pensar en cómo conseguir un techo donde pasar la noche y comida, hasta ese momento recordé que debía alimentarme para que él también se alimentara. Sólo eran 3 meses, pero sentía todo su pequeño ser ahí, en mi vientre moverse cada centímetro. No me di cuenta, pero me introduje en una calle no muy transitada y oscura, ni mucho menos de unos hombres que charlaban casi al final de ésta.
-Buenas noches señorita.
Uno de ellos se acercó y tuve un mal presentimiento.
– Quizás podría ayudarle con su equipaje. – Sonrió y quiso tomar mi maleta, no lo permití y me hice hacia atrás.
-No… no, gracias. – Comencé a caminar hacia atrás, ellos se acercaban cada vez más; uno de ellos miró al de su izquierda.
– Que mal educada, no lo crees así Jack?
- No tengo dinero si eso es lo que desean, tampoco tengo nada de valor, por favor… déjenme ir. – Traté de no sonar aterrorizada ya que así me sentía, cuatro hombres contra mí, no tenía ni la más remota idea de cómo defenderme, estaba totalmente perdida.
- Si no tienes nada de valor, entonces puedes divertirnos...
Una sonrisa malévola se dibujó en el rostro de todos ellos. Tiré la maleta y cubrí mi vientre mientras retrocedía, no sabía qué hacer excepto... gritar.
-Auxilio, ayúdenme! - Grité tan fuerte como pude, incluso cerré los ojos esperando un milagro o, esperando el momento en que ellos me atacarían. Un segundo, dos segundos, no se escuchaba nada y de pronto un gran estruendo, no tuve el valor de abrir los ojos. Nuevamente hubo silencio...
- No creo que sea conveniente que camines por aquí, no es seguro.
Esa voz me hizo sentir segura y decidí abrir los ojos. Estaba frente a mí, lo miré de pies a cabeza, me extendía la mano, alcancé a ver una pequeña sonrisa. No me había dado cuenta que estaba en cuclillas, razón por la cual me extendía la mano, titubeando estiré la mía y la toqué, era muy suave pero extremadamente fría, reaccioné retirando un poco la mano.
- Disculpa pero hace frío. - Entendí que me estaba explicando lo fría de su mano, me arriesgué y decidí darle la mano.
Estando frente a él en la oscuridad, no podía ver muy bien su rostro, había muy poca luz, sin embargo, me latía a mil por hora el corazón, no sabía si era por el susto o por la cercanía de ese extraño. De repente, recordé a los hombres que querían agredirme y volteé para verlos, estaban tirados en un rincón junto a la basura -lo que eran ellos- y al parecer estaban inconscientes, miré al extraño sorprendida y me devolvió una sonrisa.
-Ellos no deben de tardar mucho en despertar. - Hizo un ademán para mostrar el camino y yo le hice caso, extrañamente no sentía temor y caminé junto a él hasta salir de esa calle oscura.
-Permíteme tu equipaje. - Se detuvo y miró mi pequeña maleta.
- No gracias, estoy bien.
Ya había sido demasiada la molestia de salvarme para que cargara mi maleta.
- Insisto.
Miré sus ojos aprovechando la luz de los faros, eran dorados y la expresión en ellos… no pude resistirme, le di la maleta.
- Gracias... señor...
No me había dicho su nombre y quería saberlo ya.
- Lo siento, no me he presentado. Mi nombre es Carlisle Cullen. - Hizo una reverencia.
-Yo soy Esmeralda Kennedy, aunque prefiero que me llamen Esme. - Me sonrojé, esperaba que no lo hubiera notado.
- Mucho gusto Esme. - Sonrió y casi me da un ataque de lo hermoso que se veía.
Seguimos caminando y me invitó una taza de café, la verdad es que tenía hambre, pero con tal de seguir con la presencia de Carlisle, podía tomarme todo el café que me diera.
Llegamos a un restaurante, era algo elegante, lo sabía por la decoración que tenía, no era tan ostentosa pero no caía en lo ordinario.
-Doctor Cullen! - Dijo el recepcionista de la entrada. - Bienvenido sea nuevamente.
Doctor? Carlisle era doctor? Vaya, seguían aumentando sus cualidades.
-Buenas noches, John.
El recepcionista lo miró y después a mí, sonrió de manera cariñosa y suspiró.
- Permítame llevarlos a su mesa de siempre.
Carlisle hizo un ademán de aprobación y le seguimos hasta una mesa hasta el fondo en una esquina.
Llegamos y Carlisle corrió una silla adelantándose al recepcionista y me la ofreció. John estaba desconcertado, pero luego volvió a sonreír. Tomé asiento y me acomodé. Nos dejó la carta y se retiró.
-Vamos, ordena algo para cenar.
Había escuchado mi estómago gruñir?
- Sólo tomaré un café, gracias. - Le mentí.
- Esme debes comer, tu viaje debió haber sido largo y estarás hambrienta.
Me sonrojé y demasiado, parecía un tomate, abrí la carta para esconder mi rostro, vaya que era extraño estar con Carlisle.
-Doctor Cullen, usted también cenará?
No había visto la carta para nada, sonreía ligeramente y me veía, me veía demasiado.
- Por favor Esme dime Carlisle, me haces sentir viejo. - Se inclinó hacia mí y volvió a enderezarse.
-Sí... sí, está bien... Carlisle. - De nuevo me sonrojé.
Pedí algo para cenar, mi apetito había crecido desde hacía 3 meses, la verdad es que prácticamente devoraba todo y en ese momento no era la excepción. A pesar de todo el tiempo que él me miró, no evitó que dejara de comer.
-Y bien, tienes algún lugar a dónde ir?
- La verdad es que... - Puse mis manos en mi regazo y las miré - no sé dónde pasaré la noche pero por favor doctor Cullen, es decir, Carlisle… no te preocupes, estaré bien. - Lo miré y sentí que mi rostro ardía, no me imagino cómo me veía, pero por la expresión de Carlisle, era un carbón al rojo vivo.
-Por favor Esme, permíteme ofrecerte mi casa, por lo menos esta noche.
- No... no, no es correcto. No quiero causarte problemas con tu familia. - Seguramente su esposa pensaría mal, porque debía tener esposa...
- No creo que Edward se oponga, la casa está sola la mayoría del tiempo y un huésped le daría un poco de vida. – Sonrió de una manera tan encantadora que necesitaría una cubeta para recoger los restos de mi ser derretido.
-No me parece correcto abusar de ti de esa manera, me has ayudado demasiado. – Toqué el pequeño bulto de mi vientre, la verdad es que no tenía idea de lo que sucedería cuando me despidiera de Carlisle.
-Dime Esme, si no es una indiscreción… pero, cuántos meses de embarazo tienes? – Sentí cómo me caía un gran balde de agua helada, lo miré en shock. Cómo sabía de mi embarazo? – Pe… pero cómo…
-Disculpa por entrometerme, lo supe por tus síntomas. – De repente su cálida sonrisa desapareció y su rostro se llenó de preocupación. – Una mujer en tu estado debería estar bajo un techo y con muchos cuidados.
No sabía qué decir, no se me ocurría manera alguna para decir que no, aunque… la verdad es que no quería decir no.
– Tengo… creo que tengo 3 meses. – Susurré de tal manera que no creí que me hubiera escuchado.
-Vaya, 3 meses. – Oh, sí me escuchó. – Creo que no hay más que decir, vendrás a nuestra casa. – Se levantó y podría jurar que estaba entusiasmado, sus ojos brillaban de tal forma que parecían desbordar mucha alegría.
Dejó un billete de 10 USD y salimos, era demasiado dinero para lo que habíamos consumido más la propina. Nos acercamos a la puerta donde se encontraba el recepcionista y se despidió de él. Aún había gente en la calle, algunos saludaban a Carlisle con respeto, otros con más formalidad, de repente, se detuvo abruptamente.
-Sucede algo? – Miré hacia alrededor buscando algo, pero ni siquiera yo sabía qué era.
-Creo que escuché a mi hermano Edward. – Tenía la vista fija a lo lejos de la calle, estaba un poco serio, como concentrándose en algo. – Ven, te lo presentaré. – Me miró y volvió a sonreír. La verdad es que me sentí mucho mejor, el verlo serio me asustaba, más bien, me preocupaba. Asentí con la cabeza y caminamos hacia donde él estaba viendo.
De repente, de entre las sombras, poco a poco apareció un joven que se dirigía hacia nosotros, se notaba un poco tenso. Cuando estuvimos frente a él pude distinguirlo mejor, tenía el mismo color de ojos, dorados, su pelo era castaño cobrizo, tez pálida igual que Carlisle y guapo, muy guapo, estos hermanos fueron concebidos con mucho amor para ser así de perfectos.
-Hola Carlisle, señorita buenas noches. – Hizo una reverencia y después sonrió; como si no fuera suficiente con Carlisle, este joven tenía una sonrisa preciosa. Me sonrojé de nuevo, ya parecía algo normal en mí, esperaba que con la poca luz no se me notara.
-Buenas noches. – Hice una pequeña reverencia.
– Él es Edward, mi hermano.
Ya lo creo que si.
–Mucho gusto. – Sonreí esperando no verme tonta.
-Edward, ella es Esme Kennedy, se quedará en casa el día de hoy, espero que no haya ningún problema.
Se miraron fijamente, sí… parecía haber un problema y el problema era yo. Después de mirarse medio minuto se relajaron un poco.
-Esme, será un placer tenerte en nuestro hogar, aunque realmente nunca estamos ahí, no seremos buenos anfitriones.
Definitivamente no le agradaba la idea, pero no fue descortés.
-No será problema, además, sólo estaré esta noche. – Me dolía decir eso, pero no quería causarle problemas a Carlisle.
-Bien, debemos irnos. – Carlisle tomó la maleta y me señaló el camino.
De reojo, me parecía que intercambiaban miradas, como hablar sin decir palabra alguna. Muy extraño. Nos acercamos a un coche, Carlisle abrió la puerta trasera y dejó la maleta lo más lejos posible, luego me invitó a entrar.
-Gracias.
Como siempre, me sonrió. Subí y luego él se acomodó en el asiento delantero junto a Edward, el cual manejaría.
Llegamos en 10 minutos, era enorme! Muchas ventanas que daban hacia la calle, un portón grande en la entrada junto a una reja por donde se veía la entrada de la casa; un extenso jardín se abría hacia un costado, ya que del otro lado había un consultorio que sin duda, era donde trabajaba Carlisle. Al entrar, fue la misma reacción; muebles de la época, otros más antiguos y cuadros, muchos cuadros. Sin embargo, faltaba algo, el toque femenino tal vez.
-Te mostraré tu habitación, por aquí. – Subió las escaleras y yo le seguí, tenía miedo de perderme en ese inmenso lugar. Llegamos al final de un pasillo, donde se encontraba una puerta de caoba no muy grande. – Esta será tu habitación. Ponte cómoda. – Abrió la puerta y encendió la luz, estaba acogedor, pero podía estar mejor.
- Gracias Carlisle, espero no estar causando problemas. – Me sentía preocupada.
– No te preocupes, es sólo que Edward no está acostumbrado a las visitas. - Dejó la maleta en una cómoda y se acercó a mí, supongo que para despedirse. – Debo irme, debo atender mi consultorio, parecerá algo extraño pero somos algo nocturnos Edward y yo. Que descanses. – Volteó y se retiró.
Esa noche como otras, no pude dormir si no hasta la madrugada, era curioso, pero también yo era una persona nocturna y siempre había sido un problema para mi familia. Abrí los ojos y el sol ya estaba en lo más alto, era muy tarde. Rápidamente me arreglé y salí corriendo a la sala, pero no había nadie, sólo silencio.
Había una nota en la mesa central, creo que era de Carlisle: "Buenos días, Esme. Puedes prepararte comida con lo que hay en la alacena, si necesitas algo, puedes comprarlo con el dinero que he dejado. No te preocupes en preparar algo para nosotros, no comemos en casa. Por favor siéntete como en tu casa y libre de hacer en ella lo que quieras. Hasta la noche. Carlisle"
Me preparé comida y decidí preparar para ellos, sabiendo que contradecía a Carlisle, debía agradecerle de alguna manera todas sus atenciones. Más tarde, decidí que haría algunos cambios en la casa, para que pueda lucir mucho mejor. No sé cómo logró adivinarlo Carlisle pero aprovecharía la oportunidad que me había dado.
Cambié algunos muebles de lugar, quité algunos otros y los coloqué en el sótano de la casa. También compré unas flores para poner en ciertos lugares para darle un poco de color y vida. De esta manera, pude conocer cada rincón de la enorme casa, pero sobre todo, el despacho de Carlisle. Hermosas pinturas colgaban de la pared; se veían que eran antiguas así como sus libros. Los cuadros misteriosos e interesantes, admiré cada una con mucho cuidado, viendo los paisajes, las personas, parecían contar una historia. Me llamó mucho la atención un cuadro donde aparecían unos ancianos y un joven entre ellos, juraría que era Carlisle, pero era imposible, tal vez debió ser algún pariente, quizás su abuelo o tatarabuelo.
Terminé casi al anochecer, tomé un baño y preparé mis cosas, que realmente no habían sido muchas las que había sacado de la maleta. Tenía que buscar un lugar dónde quedarme y un trabajo, necesitaba dinero, necesitaba hacer una vida nueva y prepararme para mi bebé. Llegaron pronto, se escuchó el ruido del automóvil, salí a recibirlos, casi caigo de lo nerviosa que me encontraba. Bajaron del auto y se dirigieron hacia mí.
-Buenas noches Carlisle, Edward. Bienvenidos.
Entraron y se detuvieron a admirar. Realmente estaban sorprendidos, se les veía en el rostro.
– Me tomé muy apecho tu proposición de hacer algunos cambios Carlisle, espero que no te moleste. – Me sonrojé.
-Debo reconocer que quedó estupenda.
Me sorprendió que respondiera Edward, creí que no le agradaba.
– Qué opinas Carlisle? – Avanzó hacia la sala y le dio una mirada a todo su alrededor.
-Tienes razón Edward, la casa luce maravillosa. Gracias Esme, no sabíamos que eras una decoradora de interiores estupenda. La verdad es que sí necesitaba este cambio la casa. – Sonrió y no pude evitar desviar la mirada, debía estar igual de roja como cuando nos conocimos.
-Quería agradecerles de alguna manera, todo lo que han hecho por mí y esto es lo que podía ofrecerles. Por cierto, también me tomé la libertad de prepararles algo para la cena, sé que me pediste que no lo hiciera Carlisle pero como les decía, quería agradecerles. – No sabía la cara que tenían, ya que sólo miraba al suelo. Estaba avergonzada y temerosa.
-Bueno, ya hemos cenado. – Contestó Edward, imaginé que sería él quien contestaría. - Pero podemos comer lo que preparaste más tarde.
Levanté el rostro para verlos, ambos sonreían.
-Gracias, no debí hacerlo. Discúlpenme. - Volví a ver al suelo.
-No te preocupes, fue algo noble de tu parte. - Carlisle se acercó y puso su mano en mi hombro y me sonrió. Está por demás decir que me sonrojé, sin embargo no dejábamos de vernos a los ojos, me estaba perdiendo en sus ojos dorados, eran muy hipnotizadores.
-Te vas?
Carlisle y yo miramos a Edward, quien señalaba mi maleta.
-Bueno... como dije ayer, sólo me quedaría un día. No se preocupen, encontraré un lugar dónde vivir y un trabajo. No quiero ser una carga para nadie y mucho menos para ustedes. - No, realmente no quería ser una carga para ellos.
-Carlisle, será mejor que le digas. Si me disculpan, iré a mi habitación. Te veré más tarde en el consultorio. - Edward subió a su habitación y nos dejó solos.
-Sucede algo Carlisle? Qué debes decirme? - Edward me había dejado muy intrigada, estaría ocurriendo algo malo?
-Bueno, me temía que no aceptaras quedarte más tiempo aquí y que tratarías de conseguir un empleo, por eso le comenté una idea a Edward. Escucha Esme, he atendido a muchas mujeres en su parto y he revisado algunas durante la gestación, pero no he tenido la oportunidad de llevar un registro exacto de todo ese periodo y quisiera que me ayudaras a realizar ese estudio. Qué opinas?
Que qué opinaba? Sonaba genial, la verdad es que era primeriza y no sabía cómo llevar mi embarazo y también estaba Carlisle, para haberlo conocido desde hace 1 día, estaba demasiado atraída hacia él que quería conocerlo más.
-Como me ayudarás en la investigación, te pagaré y podrás estar aquí, realmente hiciste un trabajo excelente. - Echó un vistazo rápido. - Ven, sentémonos. - Nos sentamos aunque nos acomodamos de tal manera que quedamos juntos pero uno frente al otro. - Y bien?
-Carlisle... yo... - Estaba tan emocionada que no pude aguantar las lágrimas, rodaron una tras otra y lo abracé. - Claro que acepto. - Su cuerpo se sentía frío pero no importó, sentí sus manos en mis brazos, frías pero suaves a la vez. Aun así reaccioné y me separé de él. - Lo siento, fue la emoción.
-Te parece bien si comenzamos mañana? - Ahora mismo si es posible, pensé.
- No tengo ningún problema sin comenzáramos hoy. - Sonreí. - Sólo tengo una petición, que creo que no es un problema para ti. - Tenía que pedirlo.
-Te escucho. - Toda su atención estaba en mí, eso me intimidó un poco.
-Bueno, quisiera que los estudios se realizaran por las noches. - Parecía querer replicar. - Espera por favor. Tengo problemas para dormir en las noches, ya de madrugada me da sueño y duermo parte del día; siempre tuve problemas con eso durante toda mi vida, era muy molesto para todos. - Realmente quería explicarle todo.
- Podemos investigar eso también. No había escuchado de algo así, claro, excepto por nosotros. Pero volviendo al tema, podemos hacerlo como lo deseas, tú eres la paciente. - Se puso de pie. - Bien, iré a leer un poco y más tarde iré al consultorio, deseas acompañarnos? - Claro que quería.
-Por supuesto. Te veré más tarde. - Me levanté sin dejar de mirarle. Era muy hipnotizador.
Así, decidí ir a mi habitación y acomodar mis cosas en el cuarto que sería mío por un tiempo.
