Shaman King, claramente, no me pertenece.
La primera sonrisa que mostró en frente de ella fue tan honesta que inmediatamente después de darse cuenta de lo que estaba haciendo se paró, pateó la papelera más cercana y se fue sin decir ni una sola palabra con las manos enterradas en sus bolsillos mientras en su cabeza maldecía a todos los espíritus existentes, ignorando por completo los gritos y quejas de la enana pecho de tabla que se quedó sentada sola y tan molesta –y desconcertada- que acto seguido se chisteó de dientes y partió en dirección opuesta, esta vez maldiciendo a sus suegros por haberle dado vida a un ser tan malcriado.
Amidamaru permaneció sentado en silencio en su estratégico puesto en un árbol cercano a donde la cita de su nuevo amo llevaba lugar y tras analizar la situación no pudo pero reírse hasta sentir que sus lágrimas eran tan reales como las de un ser vivo.
Aquello era absurdo, pensó para sí mismo. Las diferencias entre Hana y sus padres eran tan palpables pero a su vez tan inexistentes que Amidamaru por primera vez en varios años consideró seriamente el comunicarse con el padre del nuevo heredero solo para compartir su preocupación -y entretenimiento.
La historia de los dos amantes sensatos de hace ya un poco más de 14 años tomaba una nueva forma en dos pelmasos que se negaban a caerse tolerarse, por mas que la química fuese obvia hasta para la vieja ciega de Kino, quien Amidamaru no dudaba estaba seguramente riéndose a carcajadas desde los grandes espíritus.
Encogiéndose de hombros comenzó su marcha detrás de su obstinado amo, quien entre dientes no paraba de quejarse de cuanta bobada le encontraba a Anna III, y con un suspiro el viejo samurai no esperaba más que esta vez esta nueva historia de amor no dejara de por medio a otro niño abandonado y negado a verle el lado bonito a la vida.
Es que después de leer el capítulo seis de Flowers no pude evitar que mi corazón de fangirl amara a estos dos idiotas, I'm not even chotto gomen.
Robín.
