(N/A): A pesar de los giros inesperados, esto efectivamente es un EdxWinry. Todo esto surgió para resolver, según mi punto de vista e inspiración, de qué manera Ed y Winry podrían culminar juntos, así que si no te agrada la pareja, con mucho respeto te invito a retirarte ;D de lo contrario, espero que la lectura sea de tu agrado :D Pongo fe en que éste fic sea bien recibido con el año nuevo ¡Felíz 2009! xD

Prólogo

Cerrando de golpe aquella maleta de cuero café que estaba sobre la cama, y cuya cubierta ya empezaba a desgastarse, tristemente el muchacho rubio que estaba de pie frente a ésta, con talante austero rebajó junto con el ánimo sus almibarados quinqués, finalmente los posó en el suelo hasta no ver más allá de sus pies que desde el inicio de su esperanzada travesía permanecían firmes, y, al igual, incompletos.

Nunca le había agradado cerrar o abrir esa maleta de viaje, la acción sólo confirmaba que no tenía hogar, ni a donde ir. De nuevo tendría que cargar con ella hacia un destino y un futuro incierto.

Quién diría que dentro de esa valija, que ante el ojo humano contenía más que unas cuantas prendas, albergara de manera personal asimismo su inexorable fe, la que desafiante cada mañana se enfrentaba a la cruel realidad, porque después de quemar su casa y perder el cuerpo de su hermano en un fatídico intento por volver a ver a su madre, era lo único que le quedaba. El valor era lo que le permitía cargar con la maleta, pero no era precisamente eso lo que le pesaba, sino la culpa y la angustia de no volver a considerar la palabra felicidad en los marcados y limitados márgenes que él mismo había trazado en su vida inocente e infantilmente la noche en la que creyó no volver a ver la luz del día, al menos no como antes, ni con los mismos ilusos ojos.

Sin darse cuenta otra vez se había distraído con el panorama que se vislumbraba a través de la ventana en su habitación del cuartel. Nubes blancas en cielos turquesa enriquecían el despejado panorama de ciudad Central, pero… ¿Por qué? ¿Por qué él sólo veía nubes grises y cielos oscuros? Bajó la cabeza. Esos ataques al pensamiento cada vez eran más fuertes, y él, más débil. Su fe empezaba a franquear, si bien no podía tapar el sol con una mano, tampoco podía ocultar con una sonrisa lo que el pasado le había labrado en el cuerpo y su ser. Disimular con actitudes contrarias cada vez era más difícil, ¿Acaso era creer o engañarse? Sonrió, como siempre, obligadamente; Era obligarse a creer.

Las enfrentas con las que lidiaba consigo mismo eran mucho más violentas e hirientes que las que tenía con sus enemigos. Luchaba por que esas malditas heridas de la infancia no volvieran a sangrar, malditas porque no atreviéndose a dejar cicatriz se resistían a sanar, las que como sangre lágrimas querían derramar. Un dolor, una retención, trascendente y cada vez más potente apuñalaba cobarde la cordura de Edward Elric, recordándole que esas heridas del alma le acompañarían aún después de la muerte. Encararse cada mañana con el reflejo de aquel que consideraba culpable del entorno que ahora presenciaba y que nostálgicamente ahora llamaba presente lo perturbaba cautelosamente en la intimidad de su ser. Él era su peor enemigo. Si caía, caía para siempre. Si se dejaba vencer, moriría en vida. Secretamente el joven alquimista agonizaba en el silencio.

Una pregunta. Mortífera, venenosa y corrosiva. La que corrompiendo la tranquilidad humana convierte lo concreto en un infierno, la que logrando escapar de sus labios siempre se preguntó en voz baja por ser prohibida.

- ¿Y…si nada de esto hubiese sucedido, cómo sería mi vida?

~o0o0o~

- ¿Por qué me miras así, Edward?- dulcemente Winry le inquirió al pillarlo observándola tan detenidamente mientras ella trabajaba en su implante de metal.

- No es nada.- respondió el de mirada miel rindiéndose con una sonrisa, y desde ese día, supo que lo detestaba. Muy en el fondo detestaba llegar a la casa Rockbell.

Lo había comprobado. Lo vio en sus ojos. A pesar de que ella sonreía, cierta tristeza escapaba de su mirada. ¿Cómo no lo habría de notar? Tantos años a su lado le permitían tal distinción.

- ¿Y ahora? ¿De qué te ríes?- preguntó Winry algo enfadada. Le molestaba que de pronto él se comportara tan independiente. Aunque supo su pregunta resultaría inútil puesto que no obtendría la verdadera respuesta, se dignó a inquirirle finalmente.

- De nada.- le contestó Ed sin borrar su jocosa sonrisa.

Si de engañarse se trataba, Edward y Winry eran los mejores para sonreír. La vida les había ensañado a enmascararse, y con esto a descubrirse.

"Qué tonta eres Win. Creíste que no me daría cuenta" eso fue lo que el mayor de los Elric le dijo a mecánica cuando una vez de niños al preguntarle porqué lloraba a los pies de la escalera de su casa aquella arguyó que le dolía el estómago y que pronto se le pasaría. Sonriendo también esa vez, Edward sabía que a su amiga no se le pasaría el malestar y que por supuesto no era un dolor en el estómago, sino en el pecho; en su inocente y lastimado corazón que no podía asimilar el asesinato de sus padres en plena guerra de Ishbal.

Al mismo tanto, estaba consciente de que Winry nunca le diría la respuesta acertada al hallar lágrimas en sus mejillas, pero aún así él seguía preguntando, esperando que un día ella dejara de imitarlo con eso de guardarse lo que más le afligía. No quería que ella también pareciera lo que era hacer eso, él lo hacía porque no podía detenerse en un largo camino que decidió recorrer en compañía de su hermano, pero ella, ella no, tan sólo quería que fuese feliz y que no sufriera a pesar de su ausencia. Y es que siempre anduvo ausente desde que emprendió ese viaje por recuperar lo perdido. Ausente, porque desde que se fue ya nada volvió a ser lo mismo, él, ya no era el mismo, y Winry lo sabía perfectamente. A comparación de lo apegados y confidentes que eran de niños antes de perecer ante las incertidumbres de la vida, en su adolescencia no muchas veces gozó de su presencia y compañía, y cuando lo hacía su rubio amigo sólo estaba presente de cuerpo, porque ella continuaba sintiéndolo distante, al menos de pensamiento en los momentos en los que Edward se aislaba no queriendo entrometerla en sus asuntos. Era por eso que recibirlo en su hogar, muy por encima de que la llenara de gozo, le afectaba tremendamente; otra vez tendría que despedirse de él y reconocer que nunca más regresaría, que ese Ed que conoció ya no volvería. Verlo desaparecer entre los senderos de Rizembull era verlo perderse en sus memorias, conformándose únicamente con las de su infancia.

Ambos se preguntaban, ante el sigilo de la duda, cuánto más no hubiesen compartido si ninguna desgracia los hubiera distanciado en todos los sentidos posibles. A los dos les afligía, al pensar, hasta dónde hubiese llegado su amistad, y es que al paso que iban ésta sin duda hubiese culminado, sin embargo, seguirían juntos…como pareja. Estaban consientes de ello, cada palpitar les recordaba que así apuntaba ser.

Juntos, muy lejos habrían llegado. Esa era la respuesta correcta a su mutua inquietud.

Secretamente los dos hicieron cosas el uno por el otro. Esas veces en las que Winry lloraba ella evitaba decirle que lloraba por sus padres, en aquel entonces no quería ser una carga para Ed, demasiado consciente ya estaba de que a éste le afectara que su padre no estuviese a lado de su madre. No quería que notase lo frágil que era, quería que cuando la recordase la visualizara alegre y fuerte, lo suficiente como para acompañarlo en las buenas y en las malas el resto de sus vidas. Eso deseaba, que él dejara de considerarla una amiga para considerarla algo más, como ella solía hacer con él, en secreto, desde niña.

Con el tiempo aprendió a despojarse las lágrimas de vez en cuando, pero también aprendió a dar otra cara, ese agradable gesto que siempre le daba a Edward cuando lo recibía en casa.

Si Edward se ausentó, fue porque él así lo decidió. Y cuando lo decidió, lo decidió íntegramente. Retirarse fue alejarse de todo, hasta de Winry. Evitando sus sentimientos decidió renunciar a ella ya que confesarle el gran amor que le tenía implicaría arriesgarla en su viaje, como sus demás debilidades, como su hermano. Con Alphonse cometió un error y pagó las consecuencias que buscaba remediar, y de perder a Winry no sería a costa de un error, sino a costa de sus enemigos que no buscaban más que arruinarle la vida, porque perder a Winry, era perder esa otra parte de lo que más amaba. Si la perdía, que al menos él notara en esencia ésa perdida, pero no sus ojos y los de los demás. Como a su hermano nunca dejó de protegerla, distintamente, pero la protegía. Paradójicamente, de la única forma en la que lograba tenerla era de pensamiento.

Así vivieron los dos, engañándose; enmascarándose. Edward esperando que todo terminara, y Winry, esperando que él regresara. Aún siendo diferentes en su manera de actuar y pensar, concordaban en un profundo afecto correspondiente, puesto que esos niños, como bien se conocieron, habían crecido juntos, maduraron juntos, y con ellos también esa amistad que culminó en un sentimiento que a estimación del uno y el otro resultaba prohibido e inalcanzable.

Considerar la palabra amor era absurdo, porque con ella también se consideraba el "hubiera" y eso no existía, de ninguna manera, para una niña y un niño que hubiesen gozado de tener presentes, en todo el entendimiento de la palabra, a su familia.

Sin objeciones no les quedó de otra más que ofrecerse sonrisas forzadas.

Todo parecía prescrito, con Edward y Alphonse de nuevo juntos las cosas aparentemente iban de bien a mejor. Alemania era el lugar en el que ahora habitaban, y Rizembull el que dejaron atrás junto con Winry. Con Edward lejos los sentimientos de Winry se vieron opacados y aún más rezagados; la esperanza de volverlo a ver se había agotado, por otra parte el una vez alquimista había cambiado de vida y con esto sus sentimientos hacia su querida amiga, o al menos eso querían figurar los dos resignándose a una vida que no quisieron. Nada nuevo, pero tampoco nada fácil.

Quizá la oportunidad de estar juntos se les había sido negada, pero eso fue en otro mundo. Ahora, con uno diferente, del que alguna vez alguien dudó que existiera algo semejante, por consecuente, las cosas también eran diferentes. Sólo habría que reencontrarse.

Un nuevo mundo, una oportunidad más.


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