Nota del autor¡Hola a todos! Lo que van a leer a continuación es una parodia muy divertida de Rurouni Kenshin. Hay que aclarar que los personajes principales pertenecen al genial Nobuhiro Watsuki, aunque los nombres de cada uno fueron alterados por razones obvias, al igual que sus personalidades, a fin de que fuera coherente con la historia. También existen personajes secundarios, los cuales fueron creados por mi amiga Cristina Barros y yo, Pamela Herrera.

¡Ojalá lo disfruten!

Capítulo 1.

Eran las siete de la mañana cuando Caworu Camilla acababa de ordenar las mesas y sillas del establecimiento, luego de haber trabajado arduamente el día anterior. Estaba cansada(o), realmente fatigada(o), ya que aquel viernes había tenido que recibir la visita del fastidioso inspector municipal, quien se había paseado por ahí con el propósito de observar que todo anduviera bien. Su nombre era Sapito Pajime y era muy conocido por la gente del barrio, un tórrido suburbio ubicado en medio del centro de Santiago.

Caworu era la dueña(o) del famoso bar Polvos Camilla, el cual operaba, clandestinamente, como casa de remolienda o salón de té. Había heredado tal negocio de su camboyana madrastra, quien habría fallecido en pleno combate hace un tiempo atrás, cuando la pequeña(o) tenía sólo diez años. Desde entonces, Caworu se había visto obligada a entrar en el mundo de los negocios sucios, el único camino de supervivencia que veía en su futuro y, seguramente, lo único a lo cual se dedicaría toda su vida.

Cuando Caworu terminó de dejar todo listo para el día de trabajo siguiente, apagó las luces del bar y se dirigió a su habitación, que estaba ubicada en el segundo piso. Se estaba desvistiendo para colocarse su camisón de tul, cuando de pronto oyó un ruido muy extraño que provenía del patio. Se puso su bata de satín floreada y bajó las escaleras rápidamente, llevando en sus manos un largo palo de escoba, ya que se había preparado para lo peor. Pero al abrir la puerta del patio sólo vio un bulto oscuro que cayó pesadamente al suelo; se trataba de un hombre blanco de unos treinta años de edad, de contextura muy delgada, rasgos finos, cabello oscuro y baja estatura. Tenía el rostro lleno de cicatrices, lo que le daba un aspecto bastante amenazador. Pero había un problema: aquel tipo que parecía ser tan peligroso tenía una irresistible cara de niño… Caworu intentó despertarlo, ya que el hombre estaba inconsciente por encontrarse bajo los efectos de alguna sustancia estupefaciente o, simplemente, alcohol. Eso Caworu lo podía reconocer muy bien, pues estaba acostumbrada(o) a lidiar con personas que consumían productos de toda clase y que venían frecuentemente a su bar para divertirse, según ellos.

De pronto, milagrosamente, el joven volvió en sí y abrió los ojos como si despertara de una horrenda pesadilla. Se vio a sí mismo tendido en una cama, desnudo de la cintura para arriba y cubierto con mantas de piel sintética. Trató de incorporarse, pero el hachazo era tan insoportable que, de haber tenido un revólver a la mano, se hubiera pegado un tiro con mucho gusto. Mirando hacia la puerta de la habitación, abierta de par en par, vio una figura difusa que se venía acercando paso a paso.

"¡Hola¿Ya te sientes mejor?" le preguntó Caworu.

"Mmmm…sí" respondió él, medio atontado.

"Mi nombre es Caworu. Hace unas horas, te encontré tras la puerta del patio de mi bar" le dijo.

"Ah…yo me llamo Quenchun" dijo él.

Ambos se quedaron callados, provocando un silencio bastante perturbador, ya que los silencios suelen ser perturbadores. Caworu no podía evitar el sentirse nerviosa(o) al mirarlo, ya que era tan varonil y guapo que le resultaba terriblemente atractivo. Ella (él) nunca había tenido algo que ver con ningún muchacho, ni siquiera la palabra "cita" estaba en su vocabulario. Su gran complejo era su apariencia física. No era fea(o), ni gorda(o), ni flacuchenta(o), sino que el problema era otro: Caworu era un ser híbrido, es decir, había venido al mundo sin tener un sexo definido.

La historia de Caworu era más bien trágica. Al nacer, quedó huérfana(o) de madre, ya que la Sra. Camilla falleció en el parto. De esta manera, el Sr. Camilla pudo contraer matrimonio con su amante camboyana, la que luego se convertiría en la madrastra de la niña(o). Pero un incidente fatal cambió, para siempre, la existencia de Caworu: su padre murió al poco tiempo después, dejándole todos sus bienes a su nueva esposa, incluido el bar que Caworu obtendría algún día. El poco dinero que el Sr. Camilla había ahorrado para poder pagar la operación que le daría el sexo definitivo a su hija(o) fue malgastado por la madrastra, quien intentó hacerle arreglos al local cambiando la decoración. Quedó tan feo que nadie se atrevía a entrar, con retratos de la camboyana por todos lados. Debido entonces a la falta de clientes, las ganancias eran mínimas y sólo alcanzaban para satisfacer las necesidades básicas tanto de la madrastra como de la niña(o). En conclusión, Caworu nunca pudo ser operada(o) a tiempo y ahora las cosas se habían complicado, ya que los precios se habían disparado hasta alcanzar cifras impagables.

continuará...