Love Me If You Dare.

NA: Bueno, esta es mi segunda entrega, va a ser mas corta, y no, no esta basada en esa gran pelicula, aunque si fue una gran inspiracion, ademas que el nombre me parecio muy apropiado. Espero que les guste y lean Historia de Dos Almas, no la voy a dejar, solo necesito pensar cada cosa que voy a escribir con gran detalle, y en la parte que voy mas heee... heee, sean pacientes.


Prologo.

Las personas podían ser crueles, y ella lo sabía. Lo había visto desde que empezó a ser consiente de su existencia. La vida no era fácil cuando se tenía dos padres homosexuales.

Siempre había sido relegada y aislada, nadie se le acercaba y por eso no tenía amigos o a alguien con quien acudir por ayuda que no fueran sus padres, o el señor Bernon, el director del colegio, obligada a ser solo ella la que se enfrentara al mundo.

Como en ese momento, tratando de alcanzar su diario de una de las ventanas de la casona de la vieja Standford, una mujer inglesa muy mayor, amargada y con una verruga que la hacia parecer bruja. Simplemente terrorífica. Pero pera simplemente imposible, su pequeño cuerpo y poca agilidad no la ayudaban mucho.

Desesperada decidió trepar un poco más el árbol, sin contar con la fragilidad de una de sus ramas, que termino por desquebrajarse al momento que apoyaba su pie para poder impulsarse. Sin poder evitar que su cuerpo se viniera abajo, en una estrepitosa caída.

Cerró los ojos con fuerza, y apretó su mandíbula, esperando el dolor de la caída.

-¡Cuidado!- escucho a lo lejos. "Idiota". Pensó. ¿Cómo iba a tener cuidado si estaba en plena caída?. Cuestiono en el aire.

La caída fue suave, algo la había amortiguado, pues no hubo dolor del que quejarse. Abrió los ojos asustada, asegurándose de estar viva y completa cuando se encontró sobre una rubia que hacia una mueca de dolor sobándose la espalda baja.

-Yo… yo ¡lo siento!, ¿estas bien?- pregunto temerosa, no por la chica, mas bien por su integridad física.

-Oww… si, pero sería mejor si te quitaras de encima- contesto la joven rubia mirándola con los ojos mas hermosos que había visto jamás, de color verde con deslumbrantes destellos dorados, profundos, aunque un poco opacos, como si les faltara algo. Y una perfecta sonrisa, la más perfecta que había visto de hecho, remarcando sus facciones perfectas, como si fuera una princesa, embobándola totalmente.

-Umm… entonces, ¿te quitas?- pregunto la joven rubia por el repentino mutismo de la chica.

-¡Oh!, ¡si claro, perdón!- se excuso levantándose de encima de la rubia cual resorte.

La pequeña rubia se levanto del suelo riendo levemente. -¿Estas bien entonces?- le pregunto ya de pie.

-S… si… gra-gracias- contesto nerviosa, dándose cuenta que la rubia estaba mas alta que ella, de sus cabellos dorados y largos brillaban con el sol y de su mano sangrante. -¡Dios mío, tu mano!- exclamo tomando la mano de la joven asustada y consternada, pues había sido su culpa.

La rubia retiro rápidamente su mano de entre las de la morena.

-Oh, lo siento yo no… - trataba de excusarse, conteniendo el dolor que aquel gesto le había provocado.

-No, no te preocupes, es solo un rasguño, tus eres la que casi cae contra el suelo desde una altura considerable- interrumpió con dulzura mirando el árbol. –Y por el camino, ¿Qué tratabas de hacer escalando un jodido árbol…?- cuestiono esperando también esperando el nombre de la morena.

-Mi nombre es Rachel, y los arboles no son jodidos- regaño la morena.

-Si, si, como sea Rachel, ¿Qué tratabas de hacer?- volvió a preguntar sin dar mucha importancia a los reclamos de la morena.

-Es que… bueno… es que… es que…-.

-¿Es que que?- cuestiono la rubia un poco desesperada.

-¡Mi diario!. Los mayores… lo lanzaron a la casa de la vieja Standford, y no puedo recuperarlo- explico avergonzada señalando la casona.

La rubia sonrió con una ternura peculiar. –Tranquila, tendrás tu diario en un momento- le aseguro y camino hasta la cerca que limitaba el jardín.

-¡Pero que haces!, ¡es peligroso!- exclamo Rachel al entender sus intenciones.

-Tranquila, tengo experiencia- le aseguro dando un salto alcanzando el limite y con la fuerza de sus brazos subió hasta pasar una pierna del otro lado. -¿En que ventana esta?- pregunto.

-E… en la segunda de arriba- dijo sorprendida por la tremenda agilidad de la chica que de un momento a otro desaparecía del otro lado de la cerca.

-Dios mío, Dios mío, Dios mío- repetía Rachel caminando en círculos, nerviosa por meter en problemas a la rubia. Sus manos sudaban y la ansiedad era insoportable.

-¡Malditos mocosos!- escucho dl otro lado acompañado de ladridos y pasos que se acercaban velozmente.

-¡Oh por Dios!, ¡Oh por Dios!, ¡Oh por Dios!- exclamaba con los nervios de punta, incapaz de imaginar lo que sucedía. O bueno, imaginando lo peor. Como que un mounstro perseguia a la rubia y que la atrapaba con sus enormes colmillos arrancándole una pierna.

Su respiración era agitada, no sabia si seria bueno llamar a la policía o a sus padres y se culpaba interiormente que por su estúpido diario mataran a la chica.

-¿Rachel estas ahí?- oyó su voz agitada del otro lado.

-S- ¡SI!- exclamo aliviada de que no le hubiera pasado nada.

-¡Atrapa la libreta!- grito.

-¿Qué?- pregunto la morena, cuando del otro lado vio aparecer por el aire su amado diario rosa, y detrás de el la rubia con las mejillas sonrojadas, la respiración agitada y el cabello desordenado.

Bajo de un salto tambaleándose.

-¡Malditos brabucones llamare a la policía!- oyeron a la anciana gritar.

Rachel permanecía helada, con la libreta en las manos, sin saber que hacer, viendo una serie de malos sucesos en su mente.

-Coño Rachel, ¡vámonos!- exclamo la rubia quitándole la libreta con una mano, mientras con la otra tomaba su mano, jalándola junto a ella escapando de ahí.

No supo cuanto corrieron, pero si supo que era la primera vez que reía de esa manera. Corriendo, tomada de la mano de aquella rubia que tenia una risa angelical, sintiéndose segura y viva.

Llegaron a un prado donde se dejaron caer recargándose en una cerca, respirando agitadamente y riendo cada vez que se veían, aun presas de la adrenalina del momento.

-Gracias… gracias de verdad… po- por devolverme mi diario… -.

-Quinn, mi nombre es Quinn- se presento la rubia, cuando ya se habían calmado un poco.

-Gracias Quinn, no sabes cuánto te lo agradezco, no muchas personas suelen ser amables conmigo- comento agachando la mirada.

-Bueno, tampoco es como si fuera muy buena- dijo mirando su mano derecha después de contemplar a la pequeña morena. Y llamar su atención. –Te pediré una recompensa- .

-¿Qué?... ¿u- una recompensa?- pregunto la morena confundida.

-Sip, después de todo, es tu culpa que me lastimara la mano- dijo mostrándole su mano derecha, la que tenía un rasguño.

No era una herida grave, de hecho, como la misma rubia había dicho, era un simple rasguño, pero a Rachel le pareció suficiente como para aceptar.

-Okey, ¿y qué sería?- pregunto con inocencia, ampliando aun más la sonrisa de la rubia.

-Un beso- le dijo sencillamente.

-¿Qué?- cuestiono la morena incrédula.

-Lo que oíste. Un beso- pidió la rubia con una sutil sonrisa arrogante, diferente a la que momentos antes tenia.

-¿Co- como que un beso?- pregunto la morena al ver como la rubia se le acercaba, al sentir su aroma embriagante penetrar todos sus sentidos. Lavanda, o lirio quizá. Al ver sus labios rosados cada vez con más detalle, y perderse en su hermosos ojos como si no hubiera más.

-Lo que oíste- susurro prácticamente sobre sus labios, sintiendo el aliento dulce de la chica incapaz de moverse, hasta que el contacto se dio.

Sintió como los labios de la rubia apresaban sus labios de una forma dulce, suave y exquisita, que la hacía temblar y perder el equilibrio, y que si no fuera porque estaba sentada, seguramente hubiera caído. Disfrutando del momento que a sus 12 años era el más maravilloso de toda su existencia. Sentir que con ese único contacto la llevaba a otra dimensión tan lejos de ahí como podía imaginar. Aferrándose a esa rubia que apenas conocía como si fuera a desaparecer, entregándole un pedazo de su alma, incluso más grande de lo que imagino, recibiendo uno igual, de esa otra alma que parecía su igual.

Muchas veces nuestros padres nos llenan la cabeza de cuentos e ilusiones de amor, de la afamada alma gemela, que siempre habrá un alguien esperando por nosotros tal como nosotros lo hacemos. Pero si es real. ¿Te atreverías a luchar por él?.