Ways to Break the Red String of, Fate?
No sé muy bien por qué me encuentro en este lugar. No es que haya perdido la razón o el mismo sentido, o es que esté tan parva para no darme cuenta de mis propias acciones, sino que, sinceramente, no quiero estar aquí porque implica el darle más relevancia de la que tiene a eso que no para de recordarme que tenemos entre nosotros.
Sentimientos.
Sin lugar a dudas, todo aquel que nos conociera, estaría de acuerdo en que somos un imposible y, por tanto, resulta absurdo, y una pérdida de tiempo, el tratar de darle mayor importancia a algo que no puede llegar a darse.
Tal vez ese mismo sea el motivo por el que me encuentro aquí. Para dejar constancia de que puedo mirarle a la cara, a esos ojos glaciales, y demostrarle claramente que no hay, ni habrá, nada íntimo entre nosotros. Amistad pero, de intentar algo más, ni siquiera eso le otorgaría.
Yo lo sé, y él lo sabe. Por tanto está poniendo en peligro nuestra amistad por algo que no puede, ni tiene ninguna base de existencia para poder darse, suceder ni ahora, ni nunca.
—Solamente somos amigos— y no me encuentro alejada de su lado por temor sino porque no quiero perder más tiempo del necesario. Tengo una cita y maldita sea la hora en que se me ocurrió el venir a dejarle las cosas claras justo antes de una cita—. Y es mucho más de lo que la mayoría estaba dispuesto a ofrecerte luego de todo lo sucedido. No resulta sencillo el que unas profundas heridas provocadas en tiempos de guerra cicatricen fácilmente.
—No somos amigos y lo sabes muy bien— se atrevió a dar su absurda opinión con total convicción. La misma que usa siempre para mostrar su certeza, por muy errado que pueda encontrarse. Como es en este caso en concreto—. Lo que me resulta difícil de creer es esta actitud tuya tan cobarde por temor al que dirán tus amigos o cualquier desconocido.
El muy… tiene el nervio de faltarme el respeto de esta manera. ¿Cobarde, yo?
—A este paso ciertamente no seremos ni amigos, capullo egoísta. Nunca hice nada para alentar estas fantasías tuyas, porque eso es lo que son, fantasías. No salimos en citas, no hemos estado juntos de esa manera. Vamos, ni siquiera te he besado más allá de un saludo educado, o con esos malditos muérdagos. Literalmente con lo de malditos. Y, por supuesto, no lo hemos hecho ni lo haremos.
—Estás conmigo— abriendo los brazos me ofreció un giro completo. No sé si para dejarme claro lo bien que estaba, o por darle más efecto a sus palabras, pero no negaré, pero jamás afirmaré, que mis ojos recorrieron su figura regresando rápidamente a su rostro cuando me encaró nuevamente—. No veo a nadie más conmigo.
Menuda excusa más estúpida.
—Oh, bueno. Eso explica mucho sobre tu relación en Hogwarts con Crabbe y Goyle— vale, tal vez perdí fuerza al usar un tono burlón por mi parte pero es que se lo merecía al salirme con esas.
—Sarcasmo— ciertamente perdí mucho más de lo que pensaba—. El recurso de los que no tienen ningún tipo de argumento para utilizar.
¡Mierda! Ya me estoy cansando y todo esto se está yendo al infierno. ¿Por qué tiene que ser tan cabezota? Me gusta ser su amiga y él parece que está tratando de sabotear nuestra amistad por un imposible. Porque eso es lo que es.
Imposible.
—¿Quieres argumentos?— ¿te has dado de cuenta de qué no lo he llamado por su nombre, algo a lo que me he vuelto adicta, o tan siquiera por su apellido? Por todo lo que me está haciendo pasar no se lo merece. Claro que el muy desgraciado me está dando el mismo trato—. Tengo novio. Ron Weasley. No te voy a preguntar si te acuerdas de él porque no hace menos de cinco horas que le viste meterme la lengua por la garganta en una de sus sorpresivas muestras de afecto— y que a punto estuvo de hacerme vomitar pero eso no tiene por qué saberlo este idiota—. No, no, espera que aún hay más— ni piense que le voy a dejar interrumpirme luego de su actitud—. He dicho mi novio pero ha sido un error por mi parte puesto que debería haber actualizado su estatus— la verdad es que no sé si estoy hablando con una persona o alguien me ha puesto una estatua suya delante de mí porque no se le mueve ni un solo músculo de la cara—. Ron Weasley es mi prometido.
¡Ajá! Una reacción por fin. ¿O tal vez no? Creo que ha sido un reflejo de la luz en sus ojos pero estoy, casi, completamente segura de que algo relampagueó en su interior.
—Ese, lo que es, es muchas cosas y la mayor parte desagradables.
—No empieces por ahí. Te lo advierto en serio— lo último que me apetecía antes de encontrarme con Ron es escuchar como lo insulta sin ningún tipo de consideración por su parte.
—Siempre te ha tratado según sus necesidades y propósitos. Y lo lleva haciendo desde que os conocisteis en el primer año en Hogwarts.
Mira que tiene valor, o inconsciencia, para traer los sucesos de Hogwarts a una conversación. ¿Tan mal está que no se acuerda de la manera en que nos trató, me trató a mí concretamente, en Hogwarts? Sin olvidarse de cualquier otra que se cruzase en su camino.
—Sí, Hogwarts. Recuerdo muy bien la manera en que me tratabas allí— usé mi tono más afilado posible para tratar de acabar con todo esto pero no debí clavar demasiado profundo porque siguió hablando. Y con el tema.
—Pero he cambiado, ¿no es así? Ahora soy mejor persona. Para ti y para los demás— y el muy capullo decía la verdad. "Oh, mírame, mírame. Ahora soy una buena persona. ¡Felicitadme por ello!" Si no fuera porque nunca ha dicho, ni actuado, de esta manera sería lo que uno se esperaría de él—. Pero él no ha cambiado. Siempre acude a ti cuando está en dificultades para que le saques de sus líos. Dificultades de las que podría encargarse él solito si pusiera algo de empeño en ello y líos provocados por él mismo que no duda en cargártelos a tu espalda sin ningún tipo de consideración. Aunque lo peor de todo es que tú le sigues el juego como si aún fueras una sabelotodo de once años con ansias de hacer amigos.
—Doce años— ¿y para qué le recuerdo eso ahora?
—Más a mí favor.
¿Lo ves? Deberías haberte callado pero ¡no! siempre tienes que dejar claro que siempre lo sabes todo y tienes la razón.
—Es mi amigo y le ayudo si puedo hacerlo.
Esta conversación no va por buen camino. Ninguna conversación en la que se trate los trabajos de Ron, y mis intervenciones al ayudarle, irá nunca por buen camino.
—¿Y en qué te ha ayudado él? tú siempre estás ahí para él y te dejas la piel, en ocasiones incluso literalmente, pero en cambio esto no sucede a la inversa. ¿Por qué? Porque no se preocupa. Por qué ayudarte si se supone que eres la más inteligente, no solamente de su grupo sino de la inmensa mayoría de magos y brujas— ¿Qué? ¿Por qué se me está acercando? No tiene que acercárseme por ningún motivo. Y no puedo retroceder porque denotaría debilidad ante él. ¡Maldito sea!
—Tú lo has dicho. Soy una de las brujas más inteligentes con lo que soy suficientemente capaz de averiguar, y solucionar, los problemas que se me presenten.
—Pero él debería estar a tu lado ayudándote. No solamente porque haya sido el que te pidió ayuda sino porque, ¿no se supone que para eso están los amigos?— ¡Maldito, maldito sea!—. Aunque aquí siempre parece que la amistad, en su caso, por no añadir ahora a otros, va en una única dirección. En la tuya.
¿Ha crecido algo más o es qué sus palabras me están haciendo sentir tan poca cosa? Culpabilidad. ¡Pero no debo sentirme culpable por nada! Es mi amigo, por Merlín. ¡Es mi novio!
—Es mi prometido.
No podía haber sonado más débil de lo que lo hizo. Esto no va bien y debería marcharme cuanto antes.
—Te quiero.
Dos palabras que deberían hacer dichosa a cualquier mujer a mí se me clavaban en el corazón como dos cuchillos helados de culpabilidad. Es cierto que no he hecho nada para alentar estos sentimientos por su parte. Solamente quise ser su amiga. Y no debería sentirme culpable porque haya nacido ese amor por mí en su interior. Nadie puede forzar a amar a una persona y tampoco a coartar ese amor.
Es cierto que nos besamos pero nunca fue un beso buscado por deseo, cariño o amor. Ni siquiera por simple y carnal lujuria. ¿Cuántas discusiones con Ron me llevaron a usarle como paño de lágrimas? Y la mayoría de ellas habían podido acabar con una intensa sesión de sexo húmedo y caliente pero nunca se dio.
Porque él no me permitió que cayera de esa manera tan baja. Pero él me quiere, me ama, me desea y cualquier otro en su lugar se habría aprovechado de esas situaciones. Todo habría sido más sencillo ahora si lo hubiera hecho. ¿Ves lo mal qué está todo? Cuando una piensa que habría sido mejor que tu amigo se hubiera aprovechado de tus momentos de debilidad para acostarse contigo es que, en verdad, las cosas no pueden estar yendo por buen camino.
¿Has visto la fragilidad que muestran los cervatillos? ¿Sus movimientos innatos en busca de la seguridad ante cualquier posible signo de peligro? Eso mismo en lo que me he convertido en estos momentos. Un cervatillo que retrocedió con el pánico escrito en el rostro porque él hubiera alzado la mano para levantarme el rostro en un inocente gesto por su parte.
Y yo reaccioné como si hubiera tratado de arrancarme la cabeza.
—Tu problema— ¿puede ser alguien más cruel ante una declaración de amor en la que una persona querida por ti se sincera de una manera tan vulnerable? Joder, el karma me hará trizas con todo esto. Espero que sea algo tan falso como la adivinación—. Yo amo a Ron y me casaré con él.
No podía permitirle que me tocase porque no estoy segura de cuál podría haber sido mi reacción. Y teniendo mi varita a mano te aseguro de que es mejor no saberla. Retrocedí pero ni siquiera tuve la compasión, o un poco de dignidad, para mirarle a la cara mientras lo dejaba ahí con su corazón destrozado por culpa de mi rechazo. No, como la cobarde que me acusó ser, le di la espalda y apuré mi paso hacia la chimenea para dirigirme al restaurante en dónde cenaría con mi prometido y el mundo volvería a ser optimista y brillante en vez de estar sumido bajo las negras nubes del rechazo y la culpabilidad.
Porque soy culpable de todo el daño por el que está pasando. Por mi culpa.
Ya me encontraba con la mano llena de polvos Flu cuando escuché su voz. No debí sorprenderme al encontrarla tan calma y tranquila como siempre. En verdad parecía que nada podría llegar a alterársela y, luego de todo lo que tuvo que vivir, es muy posible que así sea.
—Ese vestido te sienta muy bien, Hermione.
Cualquier otro habría gastado todos los adjetivos posibles para encumbrar mi vanidad pero él no. Porque sabía lo que realmente era importante para mí. Por supuesto que me gustan los halagos, y piropos, pero aquellos que se dicen con una finalidad ajena a ofrecer un sentido, e inocente, comentario para usarse como antesala de algo para uno mismo, y no para el que recibe el halago, me resultan desagradables.
Por supuesto que me conoce tan bien que podría usarlo a su favor sino fuera porque se puede palpar la sinceridad en su voz. La gente cambia y, en ocasiones, lo hace para bien sorprendiéndote de agradable manera.
—Gracias, Draco.
Arrojé los polvos Flu y mi voz casi no emitió sonido al indicar la dirección del restaurante. Eso era lo que me merecía. Perderme por la red Flu y acabar en cualquier lugar desagradable para hacer juego, no con mi vestido, sino con el desagradable malestar que está a punto de hacerme vomitar la cena que aún no he tomado.
Incluso deseé que no funcionase la limpieza de la chimenea y que quedase toda sucia por culpa del trayecto. Como todo lo que ha sucedido esta noche, no ha salido como pensaba.
Entré en el restaurante, elegante y hermosa, y me dieron arcadas por ello. Ciertamente no debí haber aceptado ir a ver que quería Draco esta noche. ¿Pero cómo podría haberme imaginado algo así? ¿Solamente en los más locos sueños? No creo que ni ahí sucediera algo semejante.
Salvo en los de él, por lo que parece.
El maître, con una cuidada cortesía por su parte, se encargó de escoltarme hasta la mesa a nombre de Ron Weasley mientras yo le ofrecía una plastificada sonrisa causada por mi actual estado nervioso. No podía dejar que lo sucedido con, muy más que probable, ex-amigo pudiera entorpecer, y enturbiar, mi cena con Ron.
La verdad era que el maître podía haberse quedado en su puesto, preparado para atender, ¿abordar sería un término más exacto?, al siguiente cliente porque resultaba imposible el no encontrar la mesa en donde se encontraba Ron. Y no era, solamente, por el brillo rojizo que emitía su cabello sino porque estaba tratando con algunos seguidores, o más bien incondicionales, aunque yo prefería el término fanáticos, que resultaban ser un par de rubias recauchutadas que debían tener un gran interés por comprobar el límite de tensión de sus vestidos en la zona pectoral.
No estaba muy segura de si debería alegrarme o no por ello ya que podía notar que eran un par de brujas, tanto literal como metafóricamente hablando, pero que habían preferido pasar por un tratamiento muggle para el aumento de pecho antes de usar la magia para ello. Me parece que es la moda hoy en día eso de hacer cosas al estilo muggle pero, ¿pechos de silicona? No la mejor publicidad para el mundo muggle, aunque por la manera en que a muchos de los presentes se les va los ojos hacia esos pechos algunos estarían en desacuerdo conmigo.
Doy gracias al maître por haberme acompañado porque, de no hacerlo, era muy probable que les hubiera reventado los pechos por las acusadoras miradas que me lanzaron, lo peor era la burla que se escondía bajo ellas, pero pronto me di cuenta de que no vino para acompañarme sino para tener la oportunidad de interactuar con las de las ubres de silicona en un intento por ligar con ellas. Por favor, si se les ve que por una cena gratis no les importaría el rasparse las rodillas.
Ron, como no podía ser de otro modo, era todo amabilidad con sus fans, pero volvió su atención a mí una vez estas dos se hubieran alejado lo suficiente. Aunque, sin necesidad por mi parte de volverme para estar segura al ciento por ciento, estaba claro que su mirada, en esta ocasión, había pasado de sus pechos a sus nalgas. Unos traseros al que te dan ganas de clavarles una aguja para que les reventase y salieran volando. Con la esperanza de no volver a verlas jamás.
Me disculpé por mi tardanza pero Ron le quitó importancia al asegurarme que me veía más atractiva que nunca y que era la envidia de todas las mujeres presentes. Aunque no estoy muy segura pero aquello sonó más a que estaban envidiosas porque estuviera con Ron que por mí. Claro que lo remató al decir que atraía las miradas de todos los hombres. Vale, luego de ver aquel par de dos globos con piernas, ¿cómo puede tener el valor de soltarme semejante mentira?
Merlín. De seguir así se me acabaría por rasgar el rostro de lo tirante que se me ponía la sonrisa que parecía no tener ninguna intención de abandonarme.
¿Habéis tenido o, mejor dicho, vivido un déjà vu?— y no tiene nada de importancia que sea una palabra francesa como su apellido—. Porque eso mismo es lo que me parece estar viviendo ahora mismo.
Aquí estoy con mi novio, prometido, dispuesta a compartir una cena y, por supuesto, una amena conversación sobre nuestras vidas y quehaceres diarios con interés para el otro. Solamente pude hablar sobre lo que he hecho, y pretendo hacer, en mi trabajo durante el tiempo que tardamos en elegir lo que comer para luego caer en una ardua batalla sobre sus misiones con los aurores, aunque la mayoría sean secreto no duda en contarme los momentos en los que su participación resultó imprescindible. Que parece ser que son la mayor parte de las veces. ¿Cuándo morí y Ron se convirtió en un excelente, e impresionante, supermago capaz de realizar las proezas más imposibles? Pero esto no fue lo peor de todo, puesto que siendo su trabajo, o como Ron se veía en el trabajo, sino que, de improviso y sin ningún tipo de advertencia, empezó un monólogo, porque yo no podía entrar a convertirlo en diálogo, de quidditch.
¿Es qué después de todos estos años aún no se ha dado de cuenta de que el quidditch me la trae al fresco? Si ni siquiera puedo hablarlo con Ginny, ¿cómo cree que voy a soportar hablarlo, o escucharlo ya que estamos, durante una cena íntima y privada— aunque sea en un restaurante ya que ninguno somos, lo que se dice, capaces de freír un huevo?
Menuda diferencia con las conversaciones que mantengo con Draco sobre cualquier tema imaginable, y que solamente se acercan al quidditch por tratar de magia, personas y que algunos tienen interés en ello y otros no. ¡Merlín! Si incluso hemos mantenido conversaciones sobre elfos domésticos y otras criaturas maltratadas por la sociedad y, a pesar de sus propios puntos de vista acerca de esos temas, no trató de cambiar de tema o rechazar todo de golpe sino que expuso sus propios argumentos.
Joder. ¡Una conversación con él resulta totalmente orgásmica!
Sentí una ardua batalla entre mi rubor natural y la palidez que me causaban ciertas revelaciones que, sin lugar a dudas, debía estar dando un buen espectáculo porque me haría parecer como si mi rostro fuera una luz intermitente. Eso y que no sentía el estómago, y no tenía nada que ver con la comida.
¿Cómo pude haber pensado algo semejante estando en la misma mesa que mi prometido que… no se ha dado cuenta de nada porque se encuentra tan ensimismado en su propia voz y sus batallitas? Sé que debería ser algo bueno, porque no fue testigo de mi lapsus pero, en otra parte, ¡no me está prestando ningún tipo de atención!
—Discúlpame, Ron— le interrumpí con toda la contención posible para no armar ningún tipo de escándalo que, despendiendo del punto de vista, habría sido causado por cualquiera de nosotros dos. El que su mirada hubiera pasado de cierta confusión a irritación por la pausa obligada de su asombroso relato de aventuras y riesgo que me estaba contando, ¿cuándo dejó atrás el quidditch?, no sirvió para enfriarme los ánimos—. Tengo que ir un momento al lavabo…— y no puedo creer que yo use semejante línea— a retocarme un poco.
—Tómate todo el tiempo que necesites— me espetó él mientras atacaba su comida que, a pesar de la etiqueta del restaurante, en su plato se veía tan grasienta y exagerada como lo hacía cuando comía en Hogwarts devorando todo como si no hubiera un mañana.
¿Y qué quería decir con aquello? ¿Qué necesitaba horas para arreglarme? Que recuerde me había dicho que me veía la más atractiva del lugar y ahora parece que necesito unos profundos retoques para que no le avergonzase con mi presencia.
Control. Eso es lo que uno aprende estando tanto tiempo con Ron. Control para no cometer ningún acto que se calificaría de infantil y estúpido pero que, al mismo tiempo, te dejaría totalmente satisfecha y a gusto con uno mismo.
Ni siquiera pude llegar cerca de los lavabos porque algo captó mi fino oído que siempre estaba dispuesto a satisfacer mis ansias por saber. Por muy dolorosa que fue esta, inesperada, información, mucho más habría sido el continuar ciega a la realidad por donde transcurría mi vida.
No sé si me había desviado o si por allí se encontraban los lavabos de los empleados o una puerta que llevaba a los pasillos y habitaciones por los que estos no dejaban de transitar durante su trabajo. Lo que sí se sabía era que había unos cuantos empleados, de ambos géneros, y por primera vez habría preferido que empleasen a elfos domésticos porque era bastante improbable que estos estuvieran escuchando la radio. A no ser que se aceptase una de sus propuestas para permitirles algo de inocente distracción durante el trabajo. Eso o que estos trabajadores, que eran magos, hubieran lanzado un hechizo que impidiese que se escuchara la radio fuera del cuarto.
Lamentablemente para muchos de nuestros detractores, nuestro bien querido Ministro de magia, Shacklebolt, no nos ha considerado la reencarnación de Quién-ya-sabes puesto que aceptó nuestra acción como lo que realmente es. Una simple y llana broma. Por eso siempre he dicho que Kingsley es el mejor ministro que hemos tenido en las últimas décadas.
Ahora bien, tal vez sí que la siguiente broma, porque de eso se trata, pueda acabar con nuestra luminosa carrera radiofónica, aunque podríamos pasarnos a la televisión muggle porque parecen ser grandes seguidores de este tipo de programas. Tal y como hicimos con Kingsley, con nuestro siguiente 'invitado' también lo hemos estudiado para dar con la 'tecla' correcta para que juegue con nosotros, y para diversión de todos ustedes. Por supuesto que ya estaréis cansados de oírme a mí y no os aguantáis las ganas de escuchar toda la broma con, como os anunciamos al comienzo del programa, uno de nuestros bien queridos héroes.
Con todos ustedes, Ron Weasley.
Decir que esto me cogió por sorpresa apenas llenaría el asombro que me embargó pero, en vez de dar media vuelta e irme al lavabo o, aunque fuera, devuelta a la mesa con Ron, me quedé ahí fuera escuchando algo que no quería escuchar pero que tenía que hacerlo.
Si no hubiera ido junto a Draco para escuchar lo que me tenía que decir, nada de esto habría sucedido y no me habría enterado de… ¿Aunque no dicen que cuanto antes mejor? Lo peor habría sido enterarse por terceras personas. Pensándolo bien, eso mismo pueden considerarse a los integrantes de ese programa de radio. Una suerte que Molly no fuese seguidora porque le habría dado un ataque en plena retransmisión.
Lo curioso de las retransmisiones radiofónicas mágicas es que, a diferencia de las muggle, aquí pueden hablar varias personas y te enteras de cada comentario de manera individual. Además de que resultaba necesario, para hacerse una mejor idea de lo que sucedía, el que alguien lo fuera describiendo.
Habría preferido que no lo hubieran hecho… aunque les estoy agradecida por ello mismo.
—¡Oi, cariño! ¿Por qué me estás haciendo esperar?— preguntó con ese tono de perfecta pena, e ignorante de haberse equivocado de chimenea, nuestra queridísima compañera, y protagonista de cientos de fantasías de nuestros oyentes, Tilia Coriander—. ¿Es qué ya no te gusto?
—¿Qué?— lo que cualquiera se esperaría de un héroe como Ron Weasley, ¿verdad?—. ¿Quién se supone que eres tú?
Tilia reaccionó como la perfecta chiquilla que se da cuenta de haber cometido un error. ¿No les ha pasado a cualquiera de ustedes el usar la red Flu y equivocarse de chimenea? Pues, entonces, no sean tan duros con la dulce Tilia.
—¿Rum? No, tú no eres Rum— para que luego digan que no tiene sentido del humor—. Creo que me he equivocado de chimenea. Ah, ¿que cómo me llamo? Soy Chwant— si es que, cuando se pone, te pone a cien.
—¿Chwant? Menudo nombre más extraño— no puede decirse que Weasley tenga mucho tacto con las chicas.
—¿Extraño? Querrás decir exótico— si incluso molesta resulta adorable. Y que algunos se atreviesen a decir que resulta una pésima actriz. Pues abrir bien vuestros oídos sordos—. ¿Y cómo te llamas tú?
—Ron.
—¿Ron? Tal vez por eso me he equivocado. Ron, como Ron Weasley.
¿Os habéis fijado en su tono de reverencia fascinación? Así es como se debe echar el anzuelo para que piquen. Una frase muggle para los que no se enteren.
—En realidad, sí. Porque yo soy ese Ron Weasley— lo habéis escuchado tal y como lo dijo. Todo ese orgullo y prepotencia es toda suya y no añadida por nosotros.
—¿Tú eres él?— una mirada de asombro y admiración por su parte, recorriendo cada centímetro del pelirrojo es suficiente para llenar el ego de cualquiera. Sobre todo si la figura de la chimenea no solamente te muestra un bello rostro sino también el buen par de pechos que tiene Tilia—. Joder, estás más bueno que en las fotos… digo, no quería decir eso, bueno, sí quería pero… ¡qué vergüenza!
Son tan sencillos los 'botones' que pulsar para que Weasley reaccione según nuestras intenciones que casi resulta un juego de niños. Aunque se trate de un juego para mayores de 18.
—No pasa nada. Estoy acostumbrado aunque, normalmente, no me lo dice una chica tan guapa como tú— incluso a través de las llamas Tilia logra que se note el rubor en sus mejillas dejando claro que las dotes de Weasley como Don Juan y Casanova son excelentes.
—No me digas esas cosas. Me hace sentir tan poca cosa viniendo de alguien tan famoso e importante. Todo un héroe de guerra que derrotó a Quién-ya-sabes.
—En realidad solamente ayudé a Harry— ¿os habéis fijado como aísla el nombre de Hermione Granger? Para que luego digan que no es listo ni nada— a lograrlo pero fue él quien lo derrotó.
—Pero él no nació en nuestro mundo. Sé que has estado guiándolo desde el principio y estoy segura de que todo lo que es ahora Potter es gracias a ti y tus enseñanzas— me gustaría ser merecedor de sus líneas pero todo el diálogo es original de Tilia—. Además, tengo una cosa por los pelirrojos que me ponen totalmente caliente.
Y aquí fue cuándo el rostro de Weasley se encendió dando vía libre a Tilia.
—Bueno, es cierto que lo estuve cuidando para que no acabase mal desde que le conocí. Si lo hubieras conocido entonces. El pobre no tenía ni idea de nada con respecto a nuestro mundo, ni a la magia— Weasley se apoyó contra el escritorio, justo frente a la chimenea, en una actitud tan pagada de sí mismo que, precisamente, debió pagar mucho para alcanzarla—. ¿Te ocurre algo?
¿Recuerdas qué dije que, a pesar de las llamas, Tilia podía hacerte ver el rubor de sus mejillas? Pues añádele a eso unos cuantos suspiros de lo más fogosos para que no quede ninguna duda de lo que está sucediendo.
—Ya dije que los pelirrojos me excitan mucho pero que, además, seas Ron 'el héroe' es demasiado para poder aguantarme— ¿os acordáis de cómo fuisteis a pedirle que Tilia os autografiase esas fotos en las que aparece mordiéndose el labio inferior de la manera más sensual existente? Pues digamos que un héroe no es inmune a dicho gesto—. Es una suerte de que no puedas verme de cuerpo entero porque me moriría de vergüenza si vieras como me estoy tocando.
¿No fue suficientemente clara para que cualquiera fuera consciente de qué estaba hablando? Pues Tilia necesitó sumar un delicioso, y erótico-festivo, gemido para que Weasley cayera del guindo en el que se encontraba.
—¿Te-Te estás tocando?— me parece a mí que este es de los que necesita que le hagan un dibujo para enterarse de las cosas—. ¿Por mí?— en verdad por los oyentes.
—No puedo evitarlo y, si no fuera porque pudiera llegar mi compañera de piso, haría algo más que tocarme… contigo— vamos, ¿quién es el que puede resistirse a semejante voz tan fogosa y cargada de sexo? Ya sabemos quién no lo es—. Tan caliente y mojada.
—¿Con-Conmigo? Yo…
—Tienes que enseñármelo. No puedes dejarme viendo ese enorme bulto en tu entrepierna y no mostrármelo en todo su esplendor, mi héroe— aquí debemos hacer un inciso puesto que, es más que posible, haya oyentes que fueron testigos de dicho 'bulto' y debemos admitir que Tilia solamente decía lo que necesitaba para lograr su objetivo—. Mis dedos están recorriendo mi sexo húmedo… No, no son mis dedos. Son los tuyos, mi héroe. Y quiero ser yo en quien pienses mientras te tocas para mí— por lo menos podemos asegurar que la ropa de Weasley es de calidad porque, por muy justo que fuese por esa zona, parecía aguantar bien la presión—. ¿Te tocarás conmigo?
Cualquiera podría haber mostrado algunas dudas ante este tipo de situación pero Weasley, viendo para el delicioso rostro de Tilia, no dudó ni un segundo en lo que quería hacer.
—¿Es esto lo qué quieres?— le preguntó bajándose la cremallera del pantalón y desabrochándoselo para acabar por mostrar su, por muy poco, por debajo de la media en completa erección—. ¿Te gusta lo que ves?
—Sí, si lo quiero. Es magnífica y… tan grande— Tilia se merece todos los premios de interpretación porque Weasley se creía cada una de sus palabras. Lo que es el alimentar el ego de algunas personas—. Mis dedos son tan poco en comparación… que necesito ver tu enorme pene para poder gozar tocándome.
—Ron— Tilia mostró su rostro de no enterarse de lo que le hablaba—. Di mi nombre.
—Estoy sintiendo tu pene frotarse contra mi sexo, acariciando mi clítoris, y haciéndome gozar, Ron.
¡Si es qué se merece un aumento de sueldo!
—Te gusta como se roza contra tu clítoris, ¿verdad? Pero eso no es nada en comparación a cómo te sentirás cuando te la meta— Ron Weasley, el caballero de las mujeres. Me parece que este no se entera de que la gran mayoría de las chicas disfrutan más a través de su clítoris que con la penetración. ¡Imagínate que todas hayan fingido con él!
—Oh, sí. La quiero dentro de mí. La quiero toda— Tilia se colocó boca arriba mientras le mostraba como se chupaba un dedo de una manera… bueno, obviamente de esa manera en la que estás pensando—. Quiero sentirla entre mis dedos… entre mis labios. Dentro de mí… ¡Por todas partes!
Si Weasley ya estaba excitado debo deciros que la promesa de sexo oral lo hizo prenderse como si de un incendio se tratase. Claramente es de los que les gusta que se la chupen. Y si es por alguien como Tilia… para eyacular allí mismo.
—Acaríciamela con tus deditos. Así, muy bien. Lentamente— obvio que lentamente o Weasley acabaría en ese momento. Decir que el fuego en los ojos de Tilia, con la ayuda de las propias llamas de la chimenea, la daba un aspecto de lo más sensual.
—¡Quiero chupártela! Por favor, déjame chupártela— y no sabes como se siente escuchar esas palabras cuando Tilia usa su tono inocente y el mohín de sus labios.
—¿Quieres chupármela?— debo admitir que se puede notar una nota de asombro en su voz como si no se esperase, a pesar de cómo iba dirigiéndose todo esto, que llegasen a tanto. Me parece que alguien no es de las que gusta ofrecer sexo oral a su pareja.
Hermione había perdido la noción del tiempo o el simple acto natural de respirar. Todo aquello no podía resultar ser cierto, a pesar de que así lo era. Además no era solamente lo que Ron estaba haciendo, o había hecho para ser más exactos, sino que ella estuviera siendo nombrada durante ese contexto.
Sentía su rostro frío. Una auténtica máscara de hielo bañada en ¿sudor?, ¿lágrimas? No era sencillo el estar seguro sin probarlo antes y descubrir si tenía ese sabor salado que poseían las lágrimas.
—Sí, quiero sentirla entre mis labios. Como entra en mi boca hasta el fondo. ¿Quién no querría chupar el pene de un héroe? Yo quiero chupártelo, Ron. No puedo creerme que alguien no quiera hacerlo.
—Bueno, mi novia… tiende a saludar a mi madre con un par de besos y no me parece bien— ya, por eso puede verse en su cara que le importa más bien poco el que salude a su madre con un beso como con un cachete en el culo si pudiera lograr que su novia se la chupase.
—Yo no tengo que saludar a tu madre. Así que puedo chupártela todas las veces que quiera.
—Y lo harás… como las demás.
Daba igual lo que siguiera a continuación. Ron había admitido haber mantenido relaciones sexuales con otras mujeres y, sobre todo, refiriéndose a algo con lo que siempre la estaba atosigando. ¿Era su culpa entonces por no haber accedido a practicarle sexo oral sin que el acto fuera recíproco porque a él no le gustaba ni la sola idea de practicárselo a Hermione?
—Sí, más rápido. ¡Más rápido, Ron! ¡Oh, Ron! Necesito cuatro dedos para hacerme a la idea de tener tu pene caliento dentro de mi sexo— repito para aquellos que no estaban escuchando con atención antes: Tilia está realizando una enorme exageración con el órgano sexual de Weasley—. Fóllame más fuerte, Ron. Quiero que me partas con tu enorme pene.
—Gritarás mi nombre…
—¡Sí, Ron!— la manera de arquear por parte de Tilia hacía que incluso sus pechos se asomaran por la chimenea y huelga decir que esos enormes pechos son algo más que un inocente incentivo para el sexo. Sobre todo si uno tiene su miembro en la mano—. ¡Más, dame más!
—Te reventaré tu coñito y te ahogarás con mi polla bien dentro de tu garganta— a este tío se le va la cabeza cuando toda la sangre le baja a sus partes que, aunque no sean de gran tamaño, si parecen necesitar un buen suministro de sangre— y luego te abriré ese culo.
Cualquiera habría dicho que, con tanto ímpetu, su descarga alcanzaría incluso a Tilia al otro lado de la chimenea pero, siendo sinceros, resultó bastante anticlimático por lo escueta que fue. Por supuesto que aquí teníamos a Tilia para darle algo más que simple alimento al ego de Weasley.
—¡Ron!— admitidlo. Nunca has escuchado realmente a una mujer teniendo un orgasmo hasta que escuchas a Tilia Coriander fingiendo uno. De seguro que, en estos momentos, no solamente es Weasley el que se ha aliviado—. ¡Sí, mi héroe!
—¿Cuánto has disfrutado?— lo dicho, este tío cuando se lanza no es modesto ni nada.
—Nunca antes he tenido un orgasmo vía red Flu— y ahora tampoco porque los fingidos, muchachos, siguen sin contar—. Ha sido asombroso, totalmente increíble.
Y, ahora, la guinda de esta primera parte. La entrada de Afrodita en la fiesta privada para, sin lugar a dudas, hacerla algo menos privada pero más concurrida.
—¿Se puede saber qué estás haciendo ahí con medio cuerpo en la chimenea y toda empapada? No me digas que ese idiota te ha convencido para practicar sexo vía red Flu. ¡No es justo!— el tono infantil solamente la hace verse adorablemente sexy—. Me prometiste que lo harías conmigo primero— echándose sobre Tilia, Afrodita surgió en la chimenea de Weasley—. Hey, tú no eres Rum.
—¿Es qué pensabas realmente que lo habría hecho con ese idiota antes que contigo? Pues menuda fe tienes en tu mejor amiga.
—Pero eso no te ha impedido el que lo hicieras con este tío, aunque pudiese entenderlo viendo lo que tiene entre sus piernas— sí, Afrodita también sabe mentir tan bien como respirar. Bueno, mejor dicho sería actuar.
—Si no hubieras bebido tanto entenderías que él tiene preferencia incluso sobre ti.
—No he bebido tanto y ¿por qué un desconocido tiene preferencia para el sexo red Flu sobre tu mejor amiga?
—Cuando ese desconocido es Ron Weasley sí que tiene preferencia.
—¿Ron Weasley? ¿Cómo nuestro Ron Weasley?
—No le digas así, tonta— ¿a quién no le gusta ver a dos tías buenas discutiendo, sobre todo cuando tienen sus pechos en total contacto al estar la una sobre la otra?
—No te me hagas ahora la vergonzosa. Primero, no le reconocí, hola, guapo, porque mis ojos no estaban mirando, precisamente, para su cara. Segundo, luego de haber hecho sexo red Flu no tienes porque avergonzarte por admitir que nos masturbamos pensando en él.
Por supuesto que esto no hizo sino crecer el ego, ya de por sí, enorme de Weasley.
—¿Os masturbáis pensando en mí? ¿Juntas?— estaba claro que la idea de un trío había germinado a gran velocidad en la cabeza de Weasley.
—Somos las mejores amigas. Por supuesto que hacemos todo juntas. Incluido el masturbarnos como…— la ardiente, y traviesa, mirada de Afrodita es capaz de hacerte realizar las cosas más imposibles— el acostarnos con la misma persona, al mismo tiempo— sí, dijo persona y no hombre.
—¿Hacéis tríos con otra chica?— de seguro que eso le gustaría verlo.
—Pero no hay ninguna chica que pueda compararse contigo, guapo.
—Llámale por su nombre, idiota— ¿cuántos os habéis dado de cuenta de que el idiota no era para Afrodita sino para un crédulo pelirrojo? Por eso sois los mejores oyentes—. Dile Ron.
—Por supuesto. ¿Qué me dices, Ron? Ahora que aquí Chwant ya está toda mojadita dispuesta para ser penetrada por un hombre de verdad, te gustaría pasarte para— Tilia le susurró algo a Afrodita que captó el interés de esta antes de volverse hacia Ron—… por supuesto que sí. Ahí hay pene suficiente para que podamos chuparlo entre las dos. Ya estoy mojada solamente con pensarlo e imaginármelo entre mis pechos.
—¿Te vienes, Ron?— le susurró con voz fogosa Tilia justo cuándo sonó un celular. Ya los conocéis. La manera muggle para hablar y que tanto éxito están teniendo entre los magos y brujas luego de que, ironías de la vida, Hermione Granger encontrara la manera de que la tecnología muggle no se viera afectada por la magia. De seguro que ahora, de saber para qué lo utilizará su novio, se lo habría pensado dos veces—. ¿Pero quién puede llamar justo ahora?
—Un momento. ¡Mierda! Es Herm… digo, aguardad en silencio— ellas le ofrecieron un inocente asentimiento que de inocente no tenía nada—. ¿Sí? Ah, hola. ¿Qué sucede?… ¿Era esta noche? Es que me viene mal. Sí, ya sé que lo habíamos hablado hace tiempo pero, en aquel entonces, no tenía este caso que me acaban de dar, ¿verdad? Es mi trabajo y esto, por muy importante, e interesante— si le vierais la cara que puso en este momento casi parecería que le hubieran obligado a tener que comer los putrefactos restos de una acromántula— es solamente una conferencia. Además luego ya me podrás contar qué tal fue— de poner más en blanco los ojos, al hacerlos rodar, se le quedarían así de por vida—. Sí, es una pena. Bueno, espero que lo disfrutes que yo…— las palabras se le quedaron atascadas en la garganta al ver como Tilia y Afrodita se estaban besando y, a pesar de ser una visión vía red Flu, seguía siendo de lo más excitante de ver— lo intentaré por mi parte.
Y claro que lo hará.
Pero, lamentablemente, esto es todo por hoy pero no deben preocuparse ya que, de seguir en antena, podréis escuchar la segunda parte. Sin olvidarnos de que estamos viendo cómo haremos para compartir con todos vosotros de las imágenes de todo este encuentro. Las ventajas de los 'recuerdos' es que uno puede sumergirse en los sucesos mejor que con esa tecnología 3D muggle.
Recordaba aquella llamada. Por Merlín que la recordaba. Y ella había creído en su palabra como la perfecta novia que creía ser. La perfecta idiota era ahora y no solamente para sí misma sino para todos los oyentes de este programa.
Su rostro estaba bañado por lágrimas que no dejaban de brotar pero que no podía hacer nada para evitarlas. No tenía ningún tipo de fuerza para ello. Sus pies la trataron de sacar del restaurante pero acabó, sin poder remediarlo, yendo en dirección a la mesa en dónde se encontraba Ron.
Pero no estaba solo sino que habían regresado aquellas dos guarras de antes que aprovecharon la ausencia de Hermione para acercársele nuevamente. Esto no hizo sino que el cuchillo se le terminase de clavar hasta la empuñadura en su corazón. Para luego retorcerlo cruelmente al mostrar un rostro inocente al darse cuenta de que regresaba.
Por lo menos se dio cuenta de que algo le sucedía pero esperó algo para ponerse en pie. De seguro que, por el gesto que hizo, por culpa de la obvia erección que le habían provocado aquellas dos. Podía ser peor, podía habérsela sacado para que se la tocaran.
—¿Hermione? ¿Qué te ha pasado?— si algo podía decirse era que Hermione conocía el tono de voz de Ron y este sonaba con real preocupación. Por lo menos hasta que escuchó los murmullos de los demás que se encontraban en el restaurante y no tardó en darse cuenta de lo que, lo último que necesitaba, era un espectáculo público. No después de que le hubieran visto entablando una 'inocente' conversación con aquellas dos muchachas—. ¿No podías haberte arreglado en el baño antes de regresar?— le susurró en voz baja pero suficientemente alto para que Hermione le escuchase.
Pero, para que esto fuera efectivo, tuvo que acercarse a Hermione y esta, tras lo que había escuchado, tras lo que había presenciado de Ron con aquellas dos, y el tono con el que le habló, superó su límite y perdió el control como solamente le ocurrió una vez en toda su vida.
Tercer año en Hogwarts. ¿Objetivo alcanzado? Draco Malfoy.
La diferencia es que, en aquel entonces, era una chiquilla de catorce años y ahora es toda una mujer por lo que no le abofeteó sino que le arreó un directo a la mandíbula que lo lanzó sobre su mesa reservada, limpiándola y arrojando sus platos contra aquellas dos fulanas.
Sin ver atrás, porque no dejaba nada atrás por lo que merecía que echase una última mirada, Hermione se dirigió hacia la chimenea pero, incluso antes de que echase mano al polvo Flu, giró sobre sí misma y desapareció del restaurante.
Cuando el mundo dejó de retorcerse a su alrededor fue recibida por una casi total oscuridad que, en estos momentos, hacía juego con su interior. Sumándose a sus lágrimas, que ya caían libremente, empezó a hipar terriblemente como antesala al llanto que pronto desgarraría su garganta.
A través de sus ojos acuosos le resultaba imposible el discernir nada con aquella falta de luz pero eso no le impedía el que se pusiera a caminar prácticamente a ciegas por aquel lugar sin importarle que pudiera tropezar con algo o, igual de probable, acabar por romper algo.
—¿Hermione?
Una voz sonó a su espalda, como no podía ser de otra forma. Era una voz grabada a fuego en todo su ser y que, en lugar de la extrañeza que debería mostrar por su presencia aquí, sonaba totalmente con una profunda preocupación. Algo lógico puesto que no estaba acostumbrado a verla llorar o escucharla debido a la falta de luz.
La habitación se iluminó y Hermione pudo comprobar, si le estuviera prestando atención, que se encontraba, como no podía ser de otra manera, en la gran biblioteca que poseía esta casa. Estaba claro que había querido ir a un lugar en donde pensase que se encontraría a salvo.
Corriendo, más bien a trompicones y a punto de caerse al suelo en varias ocasiones, Hermione redujo la distancia entre los dos y se refugió en aquel pecho, que palpitaba por ella, dejando rienda suelta a todo su dolor.
Al instante se vio envuelta por los seguros, y protectores brazos de Draco que trataban de ofrecerle todo el consuelo que tuviera en su poder pero sabiendo que lo único que podía ofrecer, en realidad, era algo no correspondido.
Odiaba tenerla entre sus brazos. No, borra eso. No odiaba tenerla entre sus brazos. Lo que odiaba era que estuviera entre sus brazos por culpa de algo que la hacía estar sufriendo de una manera tan trágica y desgarradora.
—Llora, Hermione— le susurró contra el cabello castaño de su amor no correspondido—. Ya te pasaré la factura de la tintorería.
La voz de Hermione se abrió paso a través de sus llantos con un tono irreconocible para Draco.
—Tú no usas ninguna tintorería— le recordó con una voz tan rota que pareciera que estuviera hablando de la muerte de un ser querido. Ni siquiera su dolor la podía abandonar para tratar con un intento de broma para aligerar la tensión por parte de Draco—. Pero te limpiaré la camisa con un hechizo.
—Eso sería demasiado sencillo para la bruja de mayor talento de nuestros tiempos. Prefiero causarte un gasto de dinero. Además de que era una forma de hablar— sin ningún tipo de esfuerzo la cogió en sus brazos en gesto nupcial pero que, con tanto llanto, más parecía que fuera a arrojarla por la ventana más cercana—. Te agradezco el cumplido pero no hay camisa que limpiar.
Lo del cumplido se refería a que las camisas de Draco eran confeccionadas con los materiales más caros, elegantes y, por supuesto, suaves del mundo. La mejor seda existente, por ejemplo. Tan suave como su propia piel, por lo visto.
—No pienso acostarme contigo.
Si ya le resultaba duro el escucharla decir algo así a Hermione, mucho peor era escucharlo junto a todos esos lloros con los que acompañaba a sus palabras. Por suerte que Draco ya se había hecho a la idea de que no podría hacerle el amor a Hermione en esta vida. Con algo de suerte le dejaría que le metiera mano en la otra vida.
—No te emociones que no te estoy llevando a la cama. Estoy seguro de que estás acostumbrada a mis cómodos sillones que ya has utilizado cuando te dormiste en mi biblioteca durante algunas de tus maratonianas sesiones de lectura o investigación.
Por supuesto que recordaba esos sillones. Como bien había dicho Draco, ya había dormido en ellos en varias ocasiones y, en verdad, eran muy cómodos. Mejores que muchas camas para ser precisos. Hermione se acurrucó aún más contra el cuerpo de Draco, hundiendo su rostro en aquel pecho firme y cincelado.
—Aunque, siendo más exactos, si te duermes no lo harás en el sillón sino sobre mí. Y yo soy bastante más duro que el sillón. Algunas partes muy duras— añadió con un deje de humor que le sacó una sonrisa a Hermione pero que, con la angustia que sentía, en realidad parecía más una mueca de agonía antes de la muerte.
Draco sabía a dónde, y con quién, había ido y estado Hermione por lo que no le resultaba muy difícil comprender quien era el causante del estado actual de la muchacha. Por lo menos no tendría ningún frío porque la rabia e ira que lo estaba embargando podría calentarla incluso en plena ventisca en lo más profundo del invierno.
—Mejor me sujetas porque, de otra manera, te aseguro que ese no seguirá con vida en cuanto me lo encuentre— sus palabras sonaron aún más frías que lo que sus ojos acerados podían transmitir pero, sobre todo, dejaban claro que decían una realidad y no ningún tipo de promesa. A pesar de ello Draco no sintió ningún intento por parte de Hermione por detenerle.
Su espalda se había separado del respaldo cuando sintió los dedos de Hermione aferrarse, como garras, contra su cuerpo y se dejó caer otra vez contra el sillón.
Ron viviría.
—No quiero que te encierren por mi culpa— balbuceó la voz rota de Hermione—. Y ya te estoy causando demasiadas complicaciones para añadir más a la lista.
—Tú no me complicas nada, más allá de lo habitual— le aseguró Draco mientras le acariciaba el cabello en un gesto que nadie imaginaría viniendo del Slytherin—. Para complicarla nos encontraríamos en mi cama en vez de en este sillón.
—Te dije que no me acostaré contigo, Draco.
—¡Como si quisiera acostarme contigo!— una casi diría que Draco estaba indignado por semejante acusación—. Bueno, sí me gustaría pero no por algo como esto… bueno, tampoco es que fuera algo que me hiciera rasgarme las vestiduras pero… No quiero acostarme contigo— Hermione sintió el rostro de Draco contra su cabello y los labios de su amigo, porque así lo consideraba, moviéndose al hablar—, quiero hacerte el amor, Hermione.
Estas palabras, por increíble que parezca, le hacían tanto daño como las que la trajeron hasta aquí por parte de Ron, aunque también le ofrecían un alivio culpable.
—Yo no… Draco, no te qui…
Con dulzura la chistó a quedar en silencio.
—No hace falta que digas nada porque ya me has dejado claro tus sentimientos— en verdad lo que Hermione le dejó claro fue su confusión acerca de sus sentimientos pero, por ahora, podían verse de esta manera—. Pero debes saber algo para que lo tengas bien claro. Te quiero… No, no me interrumpas que si a ti no te gusta a mí tampoco. Así que guarda silencio y escucha con atención— Hermione centró su atención en lo que Draco quería decirle mientras de fondo escuchaba los latidos de aquel fuerte corazón. Encogiéndose se acurrucó aún más contra Draco—. Te quiero y eso es algo ante lo que, ni siquiera tú, no puedes hacer nada. Mi amor por ti es mío y solamente mío. Puedes aceptarlo o puedes negarlo ya que estás en tu derecho pero, lo que no puedes hacer, es que te deje de amar. Te amaba cuando estabas sola. Te amaba cuando estabas con ese desgraciado. Te seguiré amando cuando te cases con otro. Cuando tengas hijos de otro hombre te amaré, y a ellos también por ser su madre, y porque serán unos sabelotodos irresistibles como la madre que los parió— imposible decir si fue un sollozo por su parte o una carcajada ahogada—. Te amaré cuando envejezcas y el tiempo haga estragos contigo, aunque dudo mucho de que se atreva a ello. Y cuando te abandone primero, porque desde que te conocí supe que serías mi muerte, de una manera u otra, te seguiré amando en la otra vida.
—Draco…
El susodicho la abrazó con toda su alma.
—Cierra el pico, Hermione. Acéptalo porque no puedes hacer nada para evitarlo— Hermione sintió un beso que su cabello apunto estuvo de devorar—. Te amo.
Una lágrima cálida se deslizó por su mejilla para hacerlo por el pecho de Draco.
—Yo no… Merlín. Ojalá lo hiciera, Draco. Tanto amor… me gustaría poder ser merecedora de tu amor— tan sencilla sería su vida entonces. Siendo amada por una persona que siente tanto por ella—. Lo siento mucho no hacerlo, Draco. Deberías buscar a alguien que te quiera…
—Y estaríamos en la misma situación porque ella podría amarme pero yo a ella no— Hermione sabía de lo ocurrido entre Draco y Astoria. Incluso si no lo hubiera querido saber le habría resultado imposible porque, a pesar de ser una relación privada, era de un total dominio público—. Creía que era amor pero solamente era una alta fascinación por su parte. Verme cada día, cerca pero inalcanzable. Casi volvió loca a su hermana tratando de averiguar todo sobre mí para convertirse en la mujer que amase. Lamentablemente, ni aunque le hubieras ofrecido un mechón de tu cabello para la poción multijugos— le dijo acariciando, y apartando el cabello que cubría parte del rostro de Hermione— seguiría sin ser la persona que amo.
Tanto amor y todo por ella. Para ella.
—Aceptó la realidad aunque, lamento decirlo, tuvo que sufrir un estado parejo al mismo en el que te encuentras, Hermione. Pero lo superó y creo que encontró a su amor al otro lado del mundo. En ocasiones debemos movernos para poder encontrarlo pero, en otras ocasiones tenemos las manos llenas con la persona que uno ama— dijo apretando ligeramente el cuerpo de Hermione contra el suyo.
—¿Podría… podría intentarlo?
—No— soltó Draco tajantemente. Tan inamovible que logró hacerla temblar—. Ni pienses en tratar de amarme Hermione porque eso solamente te haría daño y te impediría encontrar a la persona que se encuentra ahí fuera para ti.
—Pero…
Tan rota y perdida que sonaba desesperada por algún consuelo. Por una certeza que anclase su vida que había sido arrojada a la deriva. Te partía el corazón.
—El tiempo todo lo cura y ahora estás en un estado en donde no puedes, ni debes, tomar decisiones que regirán tu vida. Ya lo has vivido con amigos y conocidos así que no se te ocurra actuar de la manera que censuraste y contra la que luchaste por el bien de sus futuros. Tú no eres diferente a ninguno de ellos por lo que debes dejar que la vida continúe y termine por llevarte a tu futuro mientras vas sanando. Pero esto no quiere decir que no estaré aquí para ti porque no es cierto. Siempre que me necesites para algo solamente tienes que pedírmelo y, sino te mando a paseo, haré lo que esté en mi mano para ayudarte— Hermione alzó su rostro para encontrarse el de Draco tan cerca que el movimiento de sus labios resultaba hipnótico. Tanto que ni percibía la belleza de aquellos ojos glaciales que se encontraban prendidos de amor—. Si me necesitas como… ¿una tabla de salvación? puedes usarme como una pero ni se te ocurra vivir en ella porque tu hogar no se encuentra en un simple trozo de madera a la deriva.
Aunque resultaba sorpresivo como curioso el oír a Draco usar semejantes metáforas, más muggles que de su propio mundo, Hermione sabía que tenía razón. Echaba de menos los tiempos en los que era ella quien tenía siempre la razón.
—¿Puedo darte un beso?
¿Es qué estaba dispuesta a retorcer toda su controlada realidad en una sola visita? Bebería de esos labios antes de saciarse con todo su cuerpo y amarla durante cada segundo.
—¿Qué te hizo?— le preguntó en su lugar. Mejor un lugar seguro en que sus labios se encontrasen realizando acciones seguras.
Por unos eternos segundos Hermione permaneció en silencio. Minutos más tarde, sin haber llegado a creer que se hubiera quedado dormida, le ofreció lo que podía considerarse una respuesta. O un cambio de tema.
—Me rompió… completamente.
Corazón. Alma. Vida.
—Descansa, Hermione. Puedes dormir y no te preocupes si al despertarte te encuentras en la cama conmigo porque no habrá sucedido nada— se inclinó sobre el rostro de Hermione y sus labios la besaron—. Solamente que, por muy cómodo que pueda ser este sillón, siempre termina por hacerme polvo la espalda.
—Confío en ti— le susurró Hermione contra el cálido pecho de Draco.
No había palabras más generosas con Draco viniendo de Hermione debido al pasado que compartían. Ahora solamente en su futuro podrían darse unas mucho más esperadas pero cuya existencia pertenecían a como Hermione decidiera vivir su vida a partir de hoy.
La frente de Hermione aún reverberaba del contacto de aquellos labios pero los suyos ardían con el roce del pecho de Draco.
Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.
— — — — — — — — — —
ENDorFIN
— — — — — — — — — —
Si alguno de ustedes, amables lectoras/es, afirmáis que pueda caerme mal Ron Weasley yo no puedo más que… a las pruebas escritas en los libros por parte de J. K. Rowling remitirme. Lo malo es que ella misma no las siguió hasta el final por un interés, egoísta por su parte, de ofrecer lo que consideraba un final feliz para sus dos personajes. Me pregunto en dónde se encontraba cuando escribía todas las vejaciones sufridas por Hermione a manos, más bien palabras y hechos, de Ron.
Por eso, por tan imposible y ficticio que me parece la relación entre estos dos, que veo en las interactuaciones de Draco con Hermione mucho más de lo que podría ser en un primer momento. Prefiero, más ahora que Rowling ha dictado sentencia, los pocos gestos que muchos ven como Dramione en los libros que lo canon entre Ron y Hermione.
Sí, todo esto para relatar algo referido a ese hilo rojo que, sin lugar a dudas, y a pesar de haberlos casado con otros, terminará por acercarlos. Yo lo sé, vosotros lo sabéis y… Rowling lo sabe porque no quiso ofrecérnoslo por puro reproche por su parte
REVIEWS.
REVIEWS.
Si habéis llegado hasta aquí espero que no os importe gastar unos segundos más en dejar vuestras opiniones. La mejor manera de encauzar futuras historias. Y, sobre todo, para ser consciente de que estas historias no caen en saco roto… Nah, era broma. Simplemente saber que, además de leer, también saben escribir -.-U Si es que cuando uno está sin saber que escribir no hace más que escribir tonterías… Gracias por pasaros y espero que encontréis mejores historias para pasar vuestros pocos momentos libres.
Nos leemos.^^
