† Bring me to life


Autoras: MizzMassacre y Hinata Maki.
Disclaimer: los personajes de Blood+ no nos pertenecen.
Parejas: Moses x Diva, Haji x Saya.
Advertencias: Angst, AU, Gore, HC, Lemon, Muerte, OC, OCC, Tortura.


† Capítulo I †

Interrumpió su sueño con la canción que había programado en el móvil como despertador. Eran ya las siete y media de la mañana; la noche anterior se había quedado hasta tarde viendo vídeos del concierto de Bring Me The Horizon al que habían asistido el verano pasado. Aquel en el que mi hermana casi muere de un infarto al tocarle la mano a Oliver Sykes. Somnolienta, se levantó de la cama y fue a mirarse al espejo de su enorme armario negro. Qué pelos de loca. Se peinó un poco su corto pelo azabache con los dedos, y salió de su habitación para ir a golpear en la puerta con un cartel, con rosas azules dibujadas en él, en el que se podía leer "Diva".
–Cinco minutos más... –gruñó tras oír los ligeros golpes en su puerta.
–Deja de tener sueños húmedos con tu amiguito el inglés –la aludida abrió de repente la puerta, lanzando una mirada de odio a su hermana.
–No seas tonta, Saya, estaba soñando con dinosaurios, ¡rawwwrr! –cambió su expresión de enfado por una de diversión al mismo tiempo que se arreglaba su largo cabello, y ambas comenzaron a reír.

Fueron cada una a su respectiva habitación, ambas idénticas excepto por el color. Tras haberse duchado y peinado, Saya miró con el ceño fruncido el uniforme escolar. Esa horrible americana a cuadros y esa asquerosa falda azul marino que le llegaba hasta las rodillas... no era su estilo, para nada, y tampoco el de su hermana; ambas solían llevar una forma de vestir entre el estilo emo y el gothic lolita. Siempre personalizaban tanto el uniforme como sus mochilas, combinándolo todo con botas militares de plataforma, guantes y medias a rayas, lazos oscuros, pinchos en el cuello y las muñecas, cascabeles y chapas. Así era, todas las miradas se centraban en ellas, siempre fuera de lugar. Si no existiéramos la "gente rara", seríamos todos iguales, como un rebaño de ovejas.

La hermana menor se delineaba sus ojos del color del océano con un eyeliner negro, que hacía su mirada más profunda y misteriosa. Se quedó durante unos instantes mirándose en el espejo fijamente, totalmente quieta. Como por instinto, se bajó el guante derecho hasta casi caérsele de la mano, y observó aquella cicatriz autoinfligida en su muñeca. La repasó con el dedo índice de su otra mano; hacía tiempo que había dejado de doler, pero la herida en su corazón todavía seguía intacta. ¿De qué sirve enamorarse? Es un estúpido sentimiento irracional, y aún por encima... Frenó sus pensamientos soltando un gruñido de rabia, y volvió a colocarse el guante.

Tras haber desayunado galletas de chocolate con mermelada de fresa y zumo de melocotón, como todas las mañanas desde que había comenzado el curso, ambas fueron a despedirse con una caricia de sus mascotas: un gato llamado Aiden y un conejo llamado Aaron, ambos del color de la noche. Salieron de casa ya con sus respectivas mochilas al hombro, y se dirigieron hacia el instituto. Había pasado un mes desde el comienzo de las clases, y el otoño ya se notaba en las hojas color ocre cayendo de los árboles. Un extraño brillo se podía distinguir en los grandes ojos azules de Diva, era su estación favorita del año, le gustaba ese sentimiento de nostalgia que traía con ella. Durante ese periodo de tiempo, se sentía más inspirada para componer canciones, y luego interpretarlas con su deslumbrante voz de soprano a la vez que observaba por la ventana de su habitación el lento pero breve vuelo de las hojas de los árboles hasta caer al suelo.

Por otra parte, a la gemela mayor, esa estación le hacía sentir que se podía dormir para nunca despertar, una estación llena de colores oscuros, que la hacía llorar. Nunca le había importado estar sola, pero en esta época del año era diferente, le hacía sentirse bien, le encantaba cuando el viento pasaba por su cara, junto con algunas hojas revoloteando en el aire. En otoño, sus lágrimas parecían más normales, era difícil incluso para ella explicarlo. Su mayor afición siempre fue tocar el violonchelo en el parque, en su zona privada, aquel rincón por el que nunca pasa nadie, y en esta época le gustaba todavía más.

Entraron en el instituto, quizás las dos con la misma música resonando en sus auriculares, y se sentaron en un banco a esperar la hora de entrada. Pasados unos minutos, la vieron entrar, siempre con esos aires de superioridad. Oh, pobres de las que ahora son sus "amigas"... Cogerán confianza con ella y su aparente amabilidad, le revelarán sus secretos, y luego ella las apuñalará por la espalda. Lo mismo que nos había hecho a nosotras. Diva no la podía ver ni en pintura, su presencia la molestaba, la visión de su persona la repugnaba, y el chirriante sonido de su voz hacía crecer sus instintos asesinos.

–Ugh, me siento enferma tan solo por mirar en esa dirección –escasa de belleza, de altura, de pecho, de estilo, de personalidad... y se creía Miss Universo.
Sonó el timbre que indicaba la entrada al instituto, y las gemelas se dispusieron a ir hasta su clase, perdiendo así de vista por unos instantes a cierta cucaracha llamada Noelia. Volvieron a encontrarse con ella cuando entraron en clase, ya estaba gritando como siempre, con esa voz que tanto les recordaba a una gallina siendo ahorcada. Pero, por suerte, ese vil sonido era ligeramente disimulado por las voces de todos los demás chicos de la clase, también sin cesar de hablar... Excepto aquel chico emo que tanto llamaba la atención de Diva; siempre sentado en su mesa, con sus gigantescos cascos y su sudadera de Suicide Silence [MizzMassacre: en honor a Alex :D]. Era un estudiante de intercambio, venía de Londres y se quedaría hasta el final de este curso; pero Saya podía casi decir con total seguridad que su hermana pequeña estaba muy enamorada de él, por mucho que ella lo desmintiera.

Cuando la miró, sus ojos del color del océano estaban mirando al chico fijamente con un brillo especial en ellos. Era amor, y pensaba que a él también le gustaba Diva... Pero son tan tontos, ¿por qué no dicen lo que sienten? Entendía que fuera difícil, pero también sabía que si no confesaban sus sentimientos, malgastarían el poco tiempo que iban a poder estar juntos.
–Siéntate a su lado.
–¡No! Me niego, me moriría.
–No lo sabes si no lo intentas.
–¿Ah, así que ahora quieres que me muera?
Sonrojada, salió corriendo hasta sentarse en su pupitre, sin entender por qué esa reacción en ella misma. Si ella no quiere hacerlo, lo haré yo. Decidida, fue hacia el moreno, quería lo mejor para su hermana pequeña, y lo mejor era ayudarla incluso si ella renegaba su ayuda. Por el camino, Noelia la tiró al suelo.
–¿¡Qué haces! –dijo con esa voz de gallina que daba ganas de estallarse los oídos– Es que no sabes por donde andas, no me extraña, ciega tenías que ser para ir vestida así. ¿Estabas intentando que yo me rompa algo? ¿¡Lo ves! Sólo me quieres hacer daño.

–¡Ah, qué asco! Es como si la evolución hubiera pasado, pero tú te quedaste atrás, Noelita –gritó Diva desde su pupitre.
Se levantó y le dio la espalda, no quería ver su cara de perro. Pobres perros, yo aquí comparándolos con un ser incluso inferior a las amebas. Fue hasta donde estaba sentado el chico inglés, para hablar con él, lo que pretendía hacer antes de que una cucaracha la hiciera caerse al suelo.
–Moses, ¿me harías un favor?
–Claro, dime –contestó con un precioso acento londinense.
–¿Te sientas al lado de Diva? –él continuaba con su cara inexpresiva, pero Saya pudo darse cuenta de que algo brillaba en sus ojos; su intuición, como la mayoría de las veces, era cierta.
–Okidoki.
Se levantó, y se sentó al lado de Diva tras haber cogido sus cosas. Su hermana mayor la miró, y se encontró con una mirada asesina, que parecía relatar su fin, al mismo tiempo que se sonrojaba cada vez más. No entiendo por qué tanto orgullo no queriendo reconocer que Moses le gusta, si hacen una buena pareja y están hechos el uno para el otro. Ese día, Saya prefería estar sola, en sus pensamientos, sin nada ni nadie que los ocupara; tenía que tener buenas notas y ser una alumna ejemplar, para así poder ir a una buena universidad. Sin novio, sin preocupaciones, y con más tiempo para estudiar. A pesar de que, en el fondo de su aparentemente solitario corazón, tenía un vacío que nunca se podría llenar.

Iba a matar a su hermana, en serio que la iba a matar. Estaba pasando la mayor vergüenza de su vida; su gemela y mejor amiga estaba convencida de que a ella le gustaba Moses, y quería arrejuntarla con él fuera como fuera. Y lo peor era que ni siquiera ella misma estaba segura de sus sentimientos. No podía evitar mirar fijamente su ancha espalda durante todo el día, se sentía ligeramente triste cuando él no asistía a clase, y aparte de haber pensado más de una vez lo mucho que le gustaría morder ese cuello tan irresistible, casi todas las noches soñaba con él sin poder evitarlo.

Poco después de haber entrado el profesor y haber comenzado a explicar aquella odiosa y aburrida asignatura, lo miró de reojo y se encontró con sus ojos verdes clavándose en ella. Desvió rápidamente la mirada hacia el lado contrario, sin entender por qué le daba tanta vergüenza estar junto a él; era majo y los gustos musicales de ambos eran casi idénticos, pero seguía sin comprender esa sensación que le producía.
–¿Qué ejercicios dijo que hay que hacer? –le preguntó, despertándola de su ensoñación y de sus pensamientos sin rumbo.
–Ah, ehm, estooo... No sé, no estaba atendiendo –contestó ella con una sonrisa, suponiendo bien que estaba algo sonrojada.
Él le devolvió la sonrisa, y ambos se quedaron en silencio, al igual que toda la clase... Excepto Noelia y su mejor amiga, Berta; eran peor que moscas cojoneras, realmente no le caían bien a casi nadie. Me gustaría pisarlas y dejar sus tripas esparcidas por el suelo y su asquerosa sangre tiñendo de rojo las paredes, pero... me dan pena mis botas.

–¿¡Te gusta Suicide Silence! –esta vez fue ella quien rompió el incómodo silencio, dándole conversación e ignorando así por completo a la clase, haciendo amago de disimular que era la primera vez que se fijaba en la sudadera de Moses.
–Pues claaro, ¿a quién no? –la ojos azules miró a su alrededor, viendo así a todo el rebaño de ovejas.
–Mira, a todos esos seguro que no.
–Pero esos no cuentan como personas, si las rocas tienen más inteligencia que esos especímenes de personas relativamente humanas... –empezaron a reírse, siendo interrumpidos por el timbre que daba paso a la siguiente clase.
Diva seguía feliz sentada al lado de Moses, hasta que la puerta fue abierta y vio entrar al conserje, acompañando a un chico japonés de aspecto gótico, quizás con su misma edad. Tenía el pelo largo y de color azabache, al igual que sus ojos. Vaya, es de esos que tanto le gustan a mi hermanita... Perfecto para mi venganza. El conserje le entregó un papel y le dijo algo que la atenta Diva no alcanzó oír; él asintió con la cabeza, inexpresivo, y fue a sentarse en el único pupitre que quedaba libre: justo al lado de Saya. La nombrada, sentada delante de su hermana pequeña, se volteó sonrojada y con cara de espanto, y ella le sonrió.
–Es de lo que te gustan, ¿verdad? –dijo lo suficientemente bajo como para que sólo su hermana pudiera oírla; suspiró y se giró de nuevo.

Habían pasado ya quince minutos desde el comienzo de la clase de Inglés; por lo visto, la profesora no había venido. Y mejor así, era una clase realmente aburrida para Diva, quien sacaba sobresalientes sin ni siquiera tocar el libro. Con un poco de suerte, le pasó un camión por encima. Miró nuevamente a Moses, con sus enormes auriculares negros puestos a un volumen tan alto que hasta llegaba a los oídos de la chica lo que él estaba escuchando. Se quitó los cascos y se los ofreció, mientras se peinaba el flequillo con los dedos, tapándose así el ojo derecho.
–Toma, ¿alguna vez escuchaste From First To Last?
–Bueno, sólo una canción o dos... –tomó los auriculares que él seguía sosteniendo, rozando la mano del chico con la suya, y se los puso.

Mientras tanto, Saya estaba teniendo una pequeña crisis emocional. ¿Por qué se sentía así? Era sólo un chico, pero le gustaba su pelo, y cómo olía. Por lo que había entendido, era japonés y, cuando lo miró, se dio cuenta de que también era el ser más perfecto sobre la faz de la Tierra. Su corazón latía con fuerza, y ella no sabía por qué ni qué le estaba ocurriendo. Tomó su mochila y sacó el libro de Matemáticas; tenía que estudiar, debía hacerlo, pero sin darse cuenta miró de reojo al chico. Le tenía que decir algo, cualquier cosa con tal de romper aquel incómodo silencio.
–Hola –dijo tras respirar hondo. ¿Pero qué digo? Lo más normal es que sólo hable japonés...
–Hola, soy Haji, ¿y tú? –pero, para su sorpresa, le respondió en un perfecto castellano.
–Saya. Creía que sólo hablabas japonés –se estaba poniendo cada vez más nerviosa, lo que no le gustaba en absoluto.
–Es que estuve en un curso antes de venir para aquí y aprendí a hablar bien este idioma.

Los nervios de Saya empezaron a aumentar, haciendo que sus manos temblaran, lo que hizo que dejara caer el bolígrafo. Él lo recogió y se lo dio, rozándose ligeramente las manos de ambos. Sólo con ese simple tacto, sintió que se iba a desmayar, pero tomó aire y le dio las gracias.
–De nada. ¿Qué estudias?
–Matemáticas. Nunca necesité estudiar, pero este año, la profesora explica fatal.
–Ah, vale. Me parecías una chica inteligente, y ahora veo que tenía razón –ella no pudo evitar sonrojarse.
–Si necesitas ayuda, dime.
–Gracias –los ojos carmesí de la chica brillaron al toparse con la radiante sonrisa de Haji.

Qué rara se sentía, no era posible que se sintiera así. Lo quiero besar... ¡Pero qué cosas pienso! Los estudios son mi prioridad, estoy en segundo de Bachiller y tengo que ir para una buena universidad, no puedo entretenerme con pensamientos estúpidos... Repentinamente, la puerta de la clase se abrió, arrancando a Saya de sus pensamientos, y el conserje entró, llamándolas a ella y a su hermana. Uff, qué alivio, si continúo como estaba, antes me moriría de un ataque cardíaco.
–Abajo está vuestra madre, quería hablar con vosotras –les dijo cuando ellas ya habían salido al pasillo.
Tras haber bajado las escaleras en total silencio, se encontraron con su madre sentada en un banco, esperándolas.
–Perdonad –se levantó al ver a sus hijas llegar– Me olvidé de las llaves de casa, ¿las tenéis ahí?
–Claro, mami.

Tras haberle dejado las llaves de casa, se despidieron de ella y se dispusieron a volver a la clase, que estaba ya a punto de terminar. Subieron juntas las escaleras, mientras Saya notaba sus nervios crecer, e ignoraba la razón de por qué se sentía así desde hacía un tiempo... Desde que por primera vez me encontré con esos ojos del color de la noche. Entraron de nuevo a clase intentando no llamar mucho la atención, y Diva fue nuevamente a sentarse con Moses, quien siguió mostrándole canciones de su iPod. Saya pudo ver que su hermana estaba muy nerviosa, y sabía cuando salieran al recreo le diría algo, o probablemente la mataría. Fue hasta su pupitre, con su nuevo compañero; por mucho que respiró hondo, no logró sacárselo de la cabeza.

Iba tan ensimismada en sus pensamientos, que no se percató de la posición real de la silla, y se cayó al suelo al intentar sentarse en ella. Oyendo la risa histérica de su hermana, alzó la mirada y se encontró con Haji... justo debajo de ella.
–Lo... ¡lo siento! Espero no haberte hecho daño –se levantó rápidamente, y se sentó, sin dejar de pedir perdón toda sonrojada... mientras Diva parecía que se iba a romper de tanto reír. Mierda, mierda, mierda, menuda vergüenza, qué torpe soy... Pero se estaba tan bien sobre él... ¡No, Saya, no puedes pensar estas cosas! ¡Aahh, me estoy volviendo loca!
–No pasa nada –dijo él con una sonrisa que derritió a Saya. La ojos carmesí comenzó a leer el libro de Matemáticas que aún estaba abierto. O al menos intentarlo, no conseguía dejar de pensar en Haji. No podía, no debía mirarlo, y eso le estaba costando seriamente.


Esperamos que os haya gustado el primer capítulo y que sigáis leyendo la historia, intentaremos subir capítulos a menudo. En los reviews algunas lectoras nos habéis acusado de plagio por lo de que Diva soñaba con dinosaurios, pero podemos asegurar que no es ningún plagio sino una simple coincidencia, ya que ninguna de las dos hemos leído el fanfic del cual supuestamente lo hemos plagiado, lo de soñar con dinosaurios viene simplemente porque las personalidades de Saya y Diva en este fic están inspiradas en las nuestras propias y, personalmente yo (MizzMassacre) soy un poco "friki de los dinosaurios". Un saludo, MizzMassacre y Hinata Maki.